Los pasos de Alma

Me giré al escuchar sus pasos suaves y ligeros sobre las hojas secas. Allí estaba Alma, de pie, brillando traslúcida y flotando a varias pulgadas del suelo. Me miraba con ojos opacos junto a su tumba. Avanzo hacia mí, riendo con esa risa juguetona y vivaz. Se hacía corpórea a medida que se acercaba velozmente. Descendió. Las hojas dejaron de crispar. Se detuvo a mi lado. Miro a lo lejos, coo a ninguna parte o quizá todas. Me miró. Me llegó un olor fétido con su mano extendida. Toda ella se deshilachaba. Cerré los ojos, incapaz de seguir mirando.