<< Volver a la lista de textos
Noctámbulos - por Gonzalo L. Sánchez
La ciudad entera a mis pies y nadie para compartirla.
Sutancia y propósito divorciados.
Era una de esas noches de abril en las que puedes oír tus propios pasos sobre las baldosas. Una de esas noches en las que cuando la gente duerme plácidamente en sus camas, los noctámbulos despiertan como borrachos de soledad. Porque no quieren renunciar a la vida y se aferran a ella hasta el final del día. Se les puede ver en las últimas butacas de las salas de cine, con la cara en sombra, bajando la calle muy despacio en el coche, apurando un triste vaso.
Por lo que a mí respecta, aquel catorce de abril vagaba sin rumbo bajo la luz de las farolas. Mis pulmones se llenaban con cada suspiro de aire fresco y el silencio estaba preñado de sonidos. Todo parecía posible, un destello de plata en una esquina, la voluntad o la vida, un último estertor junto a una bolsa de papel.
Pero dentro de aquella cafetería el tiempo se había detenido. Lo noté en cuanto traspasé el umbral y me llegó aquel olor a cruasán recién tostado que después nunca olvidaría.
—¿Qué desea caballero?
—Un café cargado. Tan cargado como pueda estar.
Me miró aquel tipo del sombrero azul. Se giró hacia la mujer, vestido y carmín rojo resaltando la blancura de su piel. Se sonrieron con disimulo, pagaron la cuenta y salieron, dejándome a solas con aquel camarero. Llevaba uno de esos ridículos gorros blancos medio encasquetado sobre la calva. Recuerdo que su nuca brillaba como una bola de billar recién bruñida.
— ¿Quiere un cruasán?
— No, gracias.
— Eso es porque no ha probado uno de estos. —Cogió uno de los cruasanes que reposaba en hilera tras el inmaculado cristal. —Tome, invita la casa.
Supongo que le di las gracias. Pero dejé el cruasán en el plato, sin intención de probarlo. Al cabo de un rato estaba leyendo el periódico tranquilamente
— "El caso es que ese tipo se apoyó sobre la barra y se puso a mirarme, sin más.
— ¿Y eso le molestó?
— ¡Claro, joder! Me miraba con sus ojos azules como si fuera un maldito libro de recetas".
Le pregunté si quería algo. Él me contestó:
— ¿Qué estás haciendo?
— Leer cómo ese maldito Murdock se carga el equipo otra vez.
— No me refiero a eso, ¿qué estás haciendo aquí? —Frotaba un vaso de cristal con un trapo impecable, girando la muñeca una y otra vez, pero tenía sus ojos clavados en los míos.
No me apetecía entablar una de esas conversaciones profundas con camareros. Antes de que pudiera pagar para largarme de allí, su voz me retuvo.
— Ya no volverá, Jack.
— ¿Cómo ha dicho?
— Ella está con otro hombre y tu desesperación no le importa a nadie.
Me abalancé sobre la barra y le cogí del pecho.
— ¡Vete a la mierda! ¿Quién te crees que eres?
No me enorgullezco de ello, pero le zarandeé. Quizás estaba asustado porque supiera aquello, enfurecido porque se metiera en mi vida. Me molestaba el modo que tenía de leerme con sus ojos azules. Me sentía desnudo.
— No importa quién sea, Jack. Lo importante es que estoy aquí para ayudarte, para que averigües la gran pregunta.
— ¿Qué gran pregunta? ¿Esto es algún tipo de concurso, eh gilipollas? —Le solté del pecho y me senté de nuevo en la butaca. Mientras me aflojaba el nudo de la corbata, aquel tipo me pilló desprevenido, cogió el cruasán del plato y me lo metió en la boca antes de que pudiera protestar.
— ¡Prúebalo!
Me quedé estupefacto, con medio cruasán sobresaliéndome de la boca y las migas cayendo al suelo.
— ¡Cómetelo!
Y lo hice. Era el cruasán más delicioso que había probado jamás. Perfecto en todos sus matices. Consistente, redondo. Completo.
— "¿Se puede creer que al día siguiente en aquel bar había una librería?
— No.
— Me lo imaginaba.
— ¿Así que se fue sin más, después de que le metiera un cruasán en la boca como si fuera el relleno de un pavo de Navidad?
— Sí.
— Ya veo. ¿Y cuál era esa gran pregunta?
— No estoy seguro, pensaba que usted me ayudaría a resolverla.
— ¿Por qué demonios le metió un cruasán en la boca?
— No lo sé.
— Bueno, volviendo a la entrevista, ¿por qué decidió embarcarse en Sustancia y Propósito, para muchos, la primera novela que disecciona el alma del hombre posmoderno?
— Se lo acabo de contar".
Comentarios (3):
lunaclara
29/04/2013 a las 15:33
La verdad es que me gustaria entender mejor este relato. Me parece super chulo, pero… No entiendo lo del croasan ni el final!! Puedes aclarar algo? Felicidades Gonzalo!
Eunice
30/04/2013 a las 10:09
Me han gustado mucho los cambios de narración. Se puede distinguir claramente cuando está hablando en el presente y cuando está relatando lo que le ocurrió y muchas veces eso no es algo fácil de conseguir. Me ha desconcertado un poco lo del cruasán y no se si pensar que el camarero estaba un poco loco o que realmente sabía mucho. Y el giro final en el que se ve que está en una especie de entrevista, junto con la frase final me ha parecido muy bueno.
Patriciandr
11/05/2013 a las 16:14
Creo que a mí me ocurre lo mismo que a Lunaclara :p
Me he quedado completamente enganchada ya en la primera frase. Me encanta la narración y las descripciones son tan potentes, hay frases tan perfectas… que me da mucha rabia haberme quedado con la sensación de no haber entendido el relato.
No sé si el bar era una ilusión y el camarero un ser de otra dimensión, o si el cruasán era la pieza clave para entender todo el texto… A mi también me gustaría que aclararas algo más :p
Saludos!