Literautas - Tu escuela de escritura

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La discusión - por Ulises Vidal

La discusión
—¿Cuándo vas a reclamar las horas extras que te deben? —le reproché con los brazos cruzados.
—¿Cómo es posible que estés haciendo esto otra vez si sabés cuánto me molesta? —me respondió mi marido—. Espero la ocasión propicia. Tenés mi palabra —agregó con la sonrisa triste y el rostro serio y abatido.
Estábamos en el living de casa, parados frente a frente. Una vidente, antes de casarnos, había aventurado una suerte de profecía: «A menudo tendrán peleas».
Pero no era él, era yo la culpable. Bastaba encender la mecha para que yo siguiera echando leña al fuego:
—A vos solo te interesa que los platos estén lavados. Ser una actriz popular tiene su precio —le remarqué mientras mantenía los puños cerrados.
—Sos injusta —me dijo manteniendo sus ojos en los míos—. ¿Cuánto hace que no planificamos una salida los dos solos?
Pero lo que yo entendí era "estoy esperándote". Cuanta más comprensión de la situación me demostraba, más furiosa me ponía. No estaba dispuesta a darle el brazo a torcer:
—A la colega que te acompañó a la convención, ¿también le sonreías como a mí? —le disparé.
—¡Estás celosa! —me retrucó —. Pero vos no me vas a negar que tenés una química infernal con el galancito de la telenovela. Te besa con tal pasión que te traspasa entera. ¡Parece enamorado de vos!
—¡Estás confundiendo ficción con realidad! —le contesté echando chispas.
Ya tenía bastante. Me retiré de la habitación con apetito de venganza. Quería que sufriera el abandono, castigarlo con mi silencio, demostrarle que lo ignoraba.
A la mañana siguiente continué con las represalias, así que no le preparé el desayuno. Tenía el ensayo de la obra teatral próxima a estrenarse. Me retiré de casa dando un portazo espectacular.
Sin embargo, tuve que esforzarme para seguirle el ritmo al resto de mis compañeros. Me costaba concentrarme. Mi cabeza seguía en el living de casa. No veía la hora de terminar. Necesitaba reflexionar con tranquilidad, a solas, hablar conmigo misma como si estuviese frente a un espejo. Habíamos llegado demasiado lejos y no quería que las cosas se desmadraran. Di una larga caminata y terminé en la cafetería donde servían las medialunas que a mí me gustaban. Las tomé con un café. Los pensamientos se sucedían en mi cabeza.
Sentía vergüenza de mí misma y remordimiento por el dolor que le había causado a sabiendas. Me di cuenta de que más que convencerlo quería ganar la discusión. No podíamos seguir así. En lugar de disfrutar el poco tiempo que pasábamos juntos yo lo arruinaba con riñas. ¿Por qué tenía ese comportamiento adolescente? ¿Acaso no teníamos buen sexo? Los dos deseábamos un bebé, nuestro proyecto más preciado. Además, tenía que reconocer que tenía razón, hacía bastante que no nos tomábamos vacaciones. Fui dura con él, realmente lo había dejado afuera mientras él había tratado de contenerme en todo momento. Estaba arrepentida y angustiada, no sabía si querría escuchar mis disculpas. Lo que si sabía es que sola no podía, que necesitaba ayuda terapéutica para conocer, en profundidad, el porqué de mis reacciones, por qué las venía repitiendo con tanta frecuencia, sin poderlas controlar.
Cuando llegué a casa ya era de noche. Con ojos llorosos, sin rodeos, lo encaré y descargué todo de una vez:
—No somos tan distintos. Te eché de menos. Yo te amo con toda mi alma. Y sí, me voy a tomar un año sabático para esperar a la cigüeña. ¡Por favor, hablemos!
No me dijo nada, pero me derritió con la mirada. Me apretó contra su pecho y hundió su nariz en mi pelo y simplemente me ofreció una caja de mis bombones favoritos. Y, aunque no debió de haber tenido que recurrir a ese soborno, me encantó que así fuera. Acepté los bombones. El largo beso, esta vez, ocurría en el mundo real. ¡Y, yo me sentía tan cómoda y feliz entre sus brazos! El hielo estaba roto. Era hora de que miráramos hacia el futuro.

Ccomentarios (1):

Osvaldo Mario Vela Sáenz

17/04/2025 a las 16:37

Hola Ulises, saludos.

Debo decirte que me gusto y llamo mi atención el título, pues mi pregunta era: ¿A dónde puede llevar una discusión? y vaya que has sabido sortear el ritmo y el desenvolvimiento del relato con originalidad, bien planeado.

Otra faceta que me gusto usar como narrador a la mujer, pues el comportamiento de la mujer ante cosas tan intimas es lo que hace interesante la narrativa.

Tu historia es prueba infalible que en una unión de pareja, la mujer es la que lleva la rienda del matrimonio. Y más, cuando los hijos llegan. por eso me pareció muy bueno el final con un año sabático.

Te felicito y nos leemos.

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