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En cualquier otra vida. - por ALFONSOR.

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Al volver en sí, Jack se notó desorientado, y con una sensación de frío de la que no conseguía desembarazarse.
—¿Se puede saber que te pasa? —le preguntó su amigo— llevas todo el día como ausente, y necesito que te centres. Estamos a punto de embarcar.
—Lo siento, Danny. Hoy no me encuentro muy bien, la verdad.
—Vamos, Jack, no podemos permitirnos el lujo de despistarnos. Recuerda que somos los primeros cocineros en viajar al planeta KOI-775.03. El siguiente viaje interplanetario no se realizará hasta dentro de tres años. Eso nos da ventaja con respecto al resto de cocineros que vayan llegando después. Seremos los encargados de dar de comer a los colonos que completaran la terraformación del planeta, y en un año podremos abrir nuestro propio restaurante. Y eso solo es el principio.
Desde que se conocieron las prometedoras condiciones de vida de un planeta situado a tres años luz de la Tierra, todas las organizaciones espaciales se habían empeñado en ser las primeras en enviar una expedición que confirmase que KOI-775.03 presentaba condiciones compatibles con la vida terráquea, y en cuanto se confirmaron las hipótesis, y dada la fecha de caducidad que los científicos habían dado al planeta Tierra, comenzó la carrera para enviar expediciones tripuladas al nuevo destino.
Jack y Danny estaban a punto de embarcar, junto con 498 personas más de otros países, en la primera expedición espacial que sentaría las bases para la posterior llegada de toda la humanidad.
Conseguir estar entre los elegidos no había sido tarea fácil para ellos. Aparte del talento y esfuerzo que se les presuponía, los dos asientos que ocupaban en la nave espacial habían supuesto grandes esfuerzos económicos para sus familias. Además de las entrevistas, pruebas y otros trámites asociados al proceso de selección, el proceso había supuesto alguna que otra disputa con el resto de los candidatos, y aunque las familias de los chicos no habían mencionado nada al respecto, en el proceso final fue necesario algún que otro soborno para conseguir que ambos tuvieran plaza en la nave.
Junto a ellos, la tripulación de la nave se había completado con lo mejor de lo mejor en cada campo. Ingenieros, médicos, maestros, albañiles, periodistas, filósofos e incluso alguna actriz.
Tras unos momentos de nerviosismo, la nave atravesó la atmósfera terrestre y puso rumbo al planeta elegido, a la velocidad de la luz. Por delante quedaban dos meses de trayecto, tiempo que se había organizado entre cursos y prácticas de formación sobre las labores que deberían desarrollarse en el planeta de destino.
Durante el tercer día de viaje, en uno de los cursos, Jack conoció a una enfermera llamada Rose. Enseguida notaron cierta sintonía, que fue confirmada poco después de tomar un primer café juntos.
La vida parecía sonreír a los chicos, ya que Danny también había hecho amistad con una ingeniera llamada Elisa. Al final del cuarto día de viaje, cuando las dos parejas compartían animadamente una copa en uno de los miradores de la nave, percibieron un gran estruendo, seguido de fuertes sacudidas que acabaron con los chicos en el suelo.
La nave quedó completamente a oscuras, y el caos no tardó en reinar, ya que los miembros de la tripulación apenas conseguían tranquilizar a los pasajeros.
Cuando se conectó el generador de emergencia, la nueva realidad cayó como una losa sobre la armonía que había imperado hasta el incidente. Según los datos recabados, el impacto con un campo de asteroides había inutilizado los motores, y sin propulsión, la nave estaba condenada a ser engullida por un agujero negro cercano.
Entonces los acontecimientos se precipitaron rápidamente. Aunque las cápsulas de emergencia no tenían autonomía para volver a la Tierra, se produjeron peleas para acceder a ellas y escapar a la espera de alguna nave de rescate, y pese a los esfuerzos, solo las chicas consiguieron plaza. Además, Danny sufrió una herida mortal en la pugna formada junto a la entrada a una de las cápsulas.
Resignado a su suerte, Jack deambuló durante horas bajo un nuevo estado de enajenación, hasta que fue despertado por el capitán del barco, sereno ante un destino que ya conocía, y que le reveló la terrible maldición que tanto el como otros sufrían, pues según la caprichosa profecía, todos los fallecidos el 15 de abril de 1912 en un navío llamado RMS Titanic, volverían a naufragar cada 100 años, en cualquier lugar, en cualquier realidad, y en cualquier otra vida.

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