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La maga de la familia - por Miriam Ugryn
La maga de la familia
Había llegado en el tren nocturno a la ciudad, tomado un taxi a cuyo chofer le entregué un pequeño papel con la dirección que me dio mi abuela.
Me bajé frente al antiguo caserón de la actriz de la familia, la tía Magda. Parada con mi valija en la mano toque la aldaba, nadie respondió. Intente abrir la puerta y, ante mi sorpresa, ésta cedió. Me encontré frente a un salón majestuoso que, en sus mejores tiempos, debió haber brillado en las noches de galas, pero que ahora estaba oscuro, polvoriento y con telarañas. En el centro algo resplandecía sobre un atril; me acerqué y con sorpresa observé que se trataba de una varita de sauco, tal como me la describiera mi nona.
La tomé sin dudar y sentí su energía en todo mi cuerpo. De inmediato comprendí lo que había pasado; ya me lo confesó mi abuela antes de morir, al revelarme la profecía. Me había convertido en la maga de la familia Trap.
Me senté en un viejo sillón verde oscuro, mi color favorito. ¿Y ahora qué?, me dije, pensando cómo sería mi vida en adelante.
Enseguida me imaginé ejerciendo de maga. Me vi corriendo a salvar a una niña del reto de la maestra, a un perro de ser atropellado por una bicicleta, a mi hermana evitando caerse de la escalera donde siempre se trepaba, impidiendo que el verdulero me cobrara de más o cambiando el color de mi remera. También mi nueva condición le resultaría útil a mi novio, para el caso de soborno que le asignaron este mes en el Distrito policial N° 49.
En fin, solo sabía que ser una maga me iba a traer alegría, tristezas y satisfacciones, pero también muchos, muchos problemas.
Pero así sería la vida de la maga de la familia Trap, como lo fueron mi abuela, mi tía Magda y ahora, yo.
Sin embargo, gracias al poder trasmitido tenía también la facultad de romper la profecía y evitar la montaña de problemas que ésta me causaría. Y, dado que yo siempre había sido considerada la oveja negra de la familia, actuando en forma contraria a lo que se esperaba de mí, como primer y último acto de magia, lo que hice fue decirle a la varita: “Vara, varita, para dejarme tranquilita, debes irte y quedarte en la lunita.”
Demás está decir que me quedé con las manos vacías.
Ccomentarios (1):
Mario Salgado
19/04/2025 a las 09:48
Hola, Miriam!!
Enhorabuena por tu relato, es una historia muy interesante, aunque me he quedado con ganas de saber un poco más de la vida de la “obeja negra de la familia Trap”
En general me gusta mucho el texto y el tono, entrañable e inocente, de la narradora y me parece maravilloso ese pequeño homenaje, la varita de saúco, al mago más famoso del mundo, algo que cuando se escribe sobre magia inevitablemente pensamos en él.
Hay un par de detalles que me han descolocado un poco, puede que sea solo cosa mía, asumo mi error, por supuesto, pero las comento y así crecemos juntos:
Al coger la varita y sentir que se le transfiere el poder, piensa en todas las cosas buenas que podría hacer, pero en el párrafo siguiente piensa en que le puede traer alegrías, tristezas, satisfacciones… no puedo ver, en ese momento y contexto qué tristeza le puede venir.
En ese mismo párrafo, quizá hubiera estado mejor decir:
“me iba a traer alegrías y satisfacciones, pero también tristezas y muchos, muchos problemas.”
Dicho esto, me ha gustado mucho, una historia lineal, llena de ternura con una vuelta de tuerca hacia el final que me recuerda a las palabras del tío Ben de Spiderman: “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad” y no conozco nadie que haya hecho un uso tan responsable de una varita de saúco que tu personaje.
Felicidades por tu relato, seguimos leyéndonos!!