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Profecía - por Carmen GonzálezR.
Eleonora se encuentra en su camarote preparándose para el rodaje de la escena que tendrá lugar en breve en la cubierta del barco. Hace un buen rato que ensaya. Sostiene sobre su mano derecha el guion donde relee las frases que debe pronunciar. La actriz interpreta a una mujer adinerada que discute con su amante. Éste le ha brindado un soborno. Le pide una buena suma de dinero si no quiere que descubra su aventura ante su marido. La escena debe acabar con una discusión acalorada entre los amantes.
Está preparada para la grabación. Deja los papeles encima de la mesa que hay en la estancia. Se acerca al baño y se mira al espejo. Se peina con cuidado la melena larga y dorada. Se acicala el vestido de seda que se ha puesto para la ocasión. Mira el reloj de oro de su muñeca y se apresura a subir a cubierta para empezar el rodaje. Si todo va bien, en pocas tomas tendrán lista la secuencia, podrá disfrutar del buen tiempo y tomar un poco el sol para dorar su pálida piel.
Sale del camarote, cruza el primer pasillo a la izquierda y se encuentra con una imagen inesperada. Arthur, su compañero de rodaje, que interpreta a un joven estudiante de Bellas Artes, está tendido en el suelo. Eleonora se apresura para alcanzarle, se agacha para ver qué le ha sucedido. Le toca la cara suavemente mientras le dice: «Arthur, ¿estás bien? Responde, dime algo. Por favor. ¡Que alguien me ayude!», grita Eleonora, al ver que Arthur no se mueve.
Asustada, sigue por el pasillo hasta llegar a la cubierta, donde debería estar todo el set de rodaje. Atónita contempla como todas las personas están también en el suelo. Nadie se mueve. Todo está en silencio. Eleonora no sabe qué hacer. Busca con desesperación al resto de la tripulación, pero no hay nadie con vida. Agobiada por las circunstancias, se da cuenta de que ha dejado su teléfono móvil en el camarote, están prohibidos durante el rodaje. Así que decide volver a su compartimento para pedir ayuda.
Baja las escaleras, cruza de nuevo el pasillo. Contempla como Arthur sigue en el mismo lugar, pasa por su lado sin tener el valor de mirarle, rodeando su cuerpo inerte. Entra en el camarote, coge su móvil. Intentará llamar a emergencias para pedir auxilio. No hay cobertura. Tira el teléfono con desesperanza sobre el escritorio. Entonces lo ve, un sobre junto al guion que ha dejado encima de la mesa minutos antes. Lo sostiene en sus manos, lo observa con atención, no recuerda haberlo visto anteriormente. En el reverso está escrito su nombre, a máquina, en color rojo. Le da la vuelta. No hay remitente. Lo abre con cuidado. Le tiemblan las manos. Dentro hay una nota escrita con el mismo color escarlata que dice: “Hoy vas a morir”. La actriz da un paso atrás, deja caer la nota y sale del camarote a toda prisa, tambaleándose. Sube de nuevo a la cubierta. Contempla como el barco va a la deriva, hacia la oscuridad que se ve a lo lejos.
Poco después, en la lejanía, se observa la popa del velero donde se puede leer su nombre: “Profecía”.
Ccomentarios (1):
Alfonso
19/04/2025 a las 11:22
Me ha gustado, Carmen, cómo has ido encaminando el relato hasta ese giro final en donde se cumple la mortal profecía. Quizá te hubiera quedado algo más redondo el relato recreando un poco más el tramo final, pero tampoco está de más dejarlo abierto y a la imaginación del lector.
Saludos.