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No minimices la situación - por JessR.
No minimices la situación
Dentro del barco todo parece más seguro, la decoración es escasa, pero funcional. En el momento que entran, una araña asustadiza abandona el lugar dejando su alimento colgado de cabeza; con todo y eso el lugar es confortable o así parece, al menos no hay amigos de cuatro patas tratando de engullirlos. Ya un poco más tranquilos y después de haber hecho las presentaciones de rigor, es Violeta quien inicia la conversación.
—A ver Tristón, cuéntame — Soy Tristán— Interrumpió su interlocutor
—¡Tristán, Tristón o Sartén, como sea que te llames! ¿Cómo luciérnagas me metiste en este lío?
—¿Luciérnagas? Nadie dice eso
—¡Como sea! ¿Cómo llegamos aquí?
—Bueno…
Tristán, toma aire, sabe que una vez que comience a relatar nada en este mundo hará que pare, por lo que necesita respirar profundamente para no hacer pausas largas que puedan entorpecer su historia. Así que se prepara, su rostro toma un aspecto de seriedad y con voz ronca exclama:
—No sé.
—¿¿Qué, qué, queeeeé?? ¿Cómo que no sabes? ¡Yo te mato, sí que te mato!
—Espera, espera…
Tristán ve la muerte muy de cerca, su experiencia le ha enseñado que una chica enfurecida es capaz de todo, incluso de dejarlo sin sus gomitas. Por eso utiliza uno de sus largos y huesudos brazos para mantener a la señorita al margen y con el otro cubrir su valioso tesoro, sin embargo, la delgada y mediana silueta de Violeta lo sorprende con su rapidez.
—Te estás comiendo mi soborno —asevera Tristán con cierta pesadumbre
—El estrés me causa hambre y eso me molesta porque subo de peso y una afamada actriz como yo no puede descuidar su alimentación, espera ¿Qué dijiste? ¿Tu soborno?
Esta vez no tiene otra opción, debe contar su historia o decirles adiós a sus coloridos amiguitos de grenetina. Una vez más respira profundamente, con su mirada ubica la bolsa de gomitas y sin quitarle la vista comienza con su narración.
—Soy aprendiz del distinguido catedrático Dr. Luna, Tico, de procedencia y de Mente, por ascendencia. Trabajábamos en su último invento, cuando un muy pequeño error de mi parte, debo confesarlo, —lo dice con toda solemnidad y prosigue — provocó una muy pequeña chispita en el alimentador cuántico, todo a mi alrededor se difuminó y se llenó de colores muy vivos.
—¿Qué tiene que ver eso con el soborno y lo que nos trajo hasta aquí? —pregunta Violeta con impaciencia, mientras sigue devorando las gomitas. Al observar que la mujer es un barril sin fondo y que sus dulces se extinguen, Tristán prosigue con su relato, pero esta vez habla más rápido y a manera de un telegrama.
—Bueno, pasar que, doctor salió, dejarme cuidando laboratorio. Yo comparar gomitas con alimentador cuántico, iguales. Alguien tocar puerta, muy asustado, tirar vaso, agua por todas partes, luces de colores, fin.
De un zarpazo le arrebata la bolsa de gomitas, aunque Violeta ni lo siente, está estupefacta, con la boca abierta, en su mente recuerda cuando fue al museo de tortura de su ciudad; analiza detenidamente cada uno de los instrumentos exhibidos y a la vez observa dentro del barco de juguete (En el que están) lo que tiene a su alcance, pero, nada le sirve para desatar su furia contra semejante memo; sin embargo, otra duda le inquieta.
—A ver, Tarzán
—Tri… —Tristán quiso corregirla de nuevo, más la mirada fulminante de Violeta se lo impidió y ella continuó con su interrogante. —¿Cómo chaparros… —le había prometido a su abuelita no maldecir —nos encogimos?
Tristán no alcanza a responder, súbitamente todo se oscurece, gotas de líquido viscoso los cubren, con sus manos huesudas se limpia los ojos, solamente para ver encima de ellos una placa enorme con forma de hueso y en el centro el nombre de “Profecía” ¡Vaya nombre! Para ese Mastín Napolitano que no para de ladrar y se prepara para un festín.
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