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Jugadas del destino - por W.V.ReyesR.

Web: https://lineasetereasblog.wordpress.com

Jacobo Prado se probaba frente al espejo del bazar un sombrero cuando observó a la hermosa mujer detrás de él que se ataba un pañuelo de seda azul alrededor del cuello. Por un instante cruzaron miradas a través de los espejos.

Se dirigió a la caja, sacó un fajo de billetes, pagó y se marchó. El barco ya anunciaba los últimos minutos para abordar. Una vez en la baranda del barco, vio a la mujer que corría agitando el pañuelo azul. Jacobo alertó a la tripulación para que la esperaran.

—Gracias, es usted muy amable— le dijo, extendiéndole la mano con una sonrisa y las mejillas rosadas—. Mi nombre es Miranda Johnson.

—Un placer, señorita. Soy Jacobo Prado. Espero que disfrute de su viaje sin más contratiempos.

Levantó el sombrero en señal de despedida y se marchó al bar del barco. Miranda lo siguió con la mirada antes de retirarse a su camarote, donde la esperaba su joven doncella.

—No te imaginas el hombre que conocí. Vamos, María, saca las cartas y hazme una lectura.

María asintió y se sentó en la cama,  revolvió la baraja  y dejó que Miranda escogiera algunas cartas. Luego se quedó callada, mordiéndose la uña mientras las observaba.

—¿Y bien? ¿Cuál es tu profecía? Vamos, muchacha, ya es tarde y tengo que arreglarme para la cena.

María temerosa de su reacción, habló con voz temblorosa:

—No es nada bueno, señora, La Torre es una carta que presagia catástrofe. No lo haga, esta vez no.

Miranda frunció el ceño y alzó la vista al espejo. Amaba aquel juego que la hacía sentir viva, con sus dotes de actriz lograba siempre lo que deseaba. Tiró las cartas al suelo y se metió al baño. María las recogió y comenzó a preparar el atuendo para la cena.

El comedor estaba repleto. Miranda empezó a buscar donde sentarse. La única silla libre estaba en la mesa de Jacobo, que tenía el plato vacío a un lado y leía un libro con un trago de whisky. No podía haber un momento más perfecto, pensó Miranda. Se acercó y con voz melosa, dijo:

—¿Puedo sentarme aquí, si no es mucha molestia?

—Claro, ya me retiro.

—No, por favor. Me sentiría mal al pensar que le quité el lugar. Iré a comer en la cubierta.

—No hay ningún problema, siéntese. Me quedaré un rato más, para que no coma sola.

Miranda tenía la habilidad de entablar conversaciones amenas con cualquier extraño, así que  hablaron toda la noche. Al quedar el comedor vacío, y media botella de whisky después, Jacobo ya estaba envuelto en su telaraña.

Miranda le rozó la mano y él le correspondió, la condujo hasta su habitación. Al día siguiente disfrutaron de la piscina hasta que María llegó con un telegrama. Miranda lo leyó y rompió en llanto.

—¿Qué pasa Miranda?

—Mi padre ha muerto, y dejó una deuda enorme. Mi tío puede darme el dinero, pero no podrá enviarlo hasta el próximo mes, pero debo pagarlo esta semana o lo perderé todo.—dijo cubriéndose el rostro mientras lloraba desconsolada.  Jacobo la abrazó con fuerza.

— Yo puedo ayudarte. Traje dinero para un negocio que pienso montar al llegar, pero puedo esperar a que tu tío te lo envíe. Así  pagas a tiempo y luego me lo devuelves.

— ¿Harías eso por alguien a quien apenas conoces?

—Claro que sí. Esta noche te daré el dinero.

—Está bien. Veámonos en la popa hoy a las diez. Quiero descansar, el dolor me tiene roto el corazón—le dijo tomándole el rostro y besándolo intensamente.

En el camarote repasó el plan con María:

—Veinte minutos después de nuestro encuentro, nos llevarás dos copas de vino. Para darle tiempo a que me dé el dinero. Cuando se desmaye, entre las dos lo lanzamos al mar.

María asintió llorosa ante el soborno. No quería seguir haciéndolo, pero desde hacía años Miranda la amenazaba con denunciarla por el asesinato de su marido, quien la golpeaba. Ahora, cómplice, no tenía escapatoria.

Esa noche todo fue como lo habían planeado. Jacobo le entregó el dinero, y ella le agradeció llenándolo de besos, hasta que llegó María con las copas y se retiró, no muy lejos de la borda.

Jacobo tomó las copas y brindaron:

—Eres muy bella, Miranda, lástima que seas una criminal.

Ella lo miró sorprendida  y empezó a retroceder. Buscó nerviosa la mirada de María, pero un hombre la sujetaba del brazo. La doncella la miró con una media sonrisa.

—Señorita Johnson, está arrestada por estafa e intento de homicidio.

Ccomentarios (1):

Carmenigne

19/04/2025 a las 23:23

Hola WV Reyes. Me resultó un relato que mantiene el interés. Los sucesos que construyen la historia están bien hilvanados. Los personajes a su vez, están bien delineados y se van afirmando, así como el vínculo entre las mujeres que por la asimetría y el consiguiente destrato de una sobre la otra, deja la puerta abierta para ese final.
Como aporte, con toda la subjetividad del caso, algunas oraciones las haría más cortas, por ej. “Jacobo le entregó el dinero……”.
Saludos

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