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POR MORFEO - por CARMELILLAR.
Primero llegó la profecía: «cuando ella te conozca, nunca se olvidará de ti».
Durante varias noches Morfeo tejió mis sueños, mostrándome imágenes, algo borrosas, pero con las que compuse la profecía que me llevó a embarcar en la La Reina de África.
Luego llegó el soborno. El que pagué al productor de la película para que me dejara formar parte del elenco de la misma.
Después: conocer a la actriz de mis sueños.
Pero no tuve en cuenta que las profecías son ambiguas, tienen interpretaciones y ajustes según las necesidades de quienes las elaboran.
La Reina de África, la barcaza en la que se desarrollaba una parte de la película que compartía el mismo nombre,se puso en marcha. Entre sus pasajeros: William Stuart, yo.
Y la profecía comenzó a desmoronarse, o quizá no.
Al poco de comenzar la travesía, el calor sofocante de África comenzó a causar estragos en mi persona. Sudaba profusamente. El olor corporal que desprendía mi cuerpo entusiasmó a los mosquitos, que en plan ejército disciplinado se cebaron conmigo causándome fiebre y convulsiones.
Pagué una buena cantidad de dinero al médico del equipo para que me atendiera.
Me repuse y el ánimo volvió a mí a la espera de encontrarme con ella: Khatarina Hepburn.
Pero el calor sofocante continuaba y necesité hidratarme casi de manera constante, y así, esas cosas que se movían en el agua que bebía, hicieron su función perfectamente: evacuaron mi cuerpo de cualquier cosa sólida o líquida que hubiera entrado previamente.
Nuevamente, el médico del equipo recibió una buena suma por mi parte para devolverme a un estado más o menos decente.
El ánimo volvió a mí otra vez, aunque en esta ocasión con cierta flojera.
Teniendo en cuenta mis problemas de salud y que debido a ellos aún no había coincidido con mi amor platónico, comencé a impacientarme.
Tras una semana de navegación, una noche en la que me encontraba en cubierta observando la estela que la vieja barcaza dejaba atrás, sin prisa, alguien me rozó el brazo con una botella de ginebra:
—¿le apetece un trago?
A mi lado, apoyado con un brazo en la borda y una botella de ginebra en el otro, estaba Humphrey Bogard.
La impresión que me causó debió ser bastante evidente a la vez que silenciosa.
—¿le apetece un trago? —insistió.
—no, gra…gracias —contesté titubeando.
—¿no le gusta la ginebra?
—sí, claro que me gusta, pero no creo que me venga bien en estos momentos.
—usted se lo pierde, no creo que en este viaje vaya a probar mejor cosa que lo que hay en esta botella —dijo el actor, dando un largo trago.
—Estoy seguro de ello, pero todavía no me he recuperado de la disentería —le aclaré para que no me tomara por un soso.
—le aseguro que un trago de esto acaba con cualquier bicho que aún tuviera usted por ahí dentro. —Y volvió a extender su brazo ofreciéndome de nuevo la botella.
No me quedó más remedio que cogerla y darle un buen trago. Y según la ginebra iba recorriendo su camino dentro de mí, las náuseas se apoderaron de mi voluntad.
—vamos anímese y únase a la fiesta. —Humphrey con el brazo en alto y la botella en la mano, ladeó ligeramente la cabeza dirigiéndose a alguien que se encontraba detrás de mí.
—ni loca bebo ginebra, y menos si me la ofreces tú.
Era Khatarine Hepburn y su melodiosa voz.
Pero a veces las cosas no ocurren ni en el momento ni en el lugar oportuno. A la misma vez que me di la vuelta para deleitarme con la visión de mi diosa, la ginebra cambió el recorrido que pocos segundos antes había iniciado por mi cuerpo, y decidió salir acompañada de lo que encontró por el camino por el mismo sitio que había entrado y con la misma rapidez.
No pude distinguir el rostro de mi amor platónico entre los grumos amarillos que cubrían el mismo.
Aquello fue la gota que colmó el vaso de mis desdichas y en un arrebato de rabia y vergüenza, me tiré por la borda.
En pocos segundos todo a mi alrededor era oscuridad.
De repente la oscuridad se iluminó y me deslumbró por completo.
Me levanté torpemente del taburete. Me atusé el uniforme.
La gente pasaba por delante de mí.
Por la pantalla aún aparecían los créditos finales.
La sala se vacío rápidamente.
Entre bostezos, pensé en la película que se estrenaba al día siguiente: «Tarántula».
Tendría que hablar con Morfeo muy seriamente.
Ccomentarios (1):
Pilar (marazul)
19/04/2025 a las 19:11
Hola Carmelilla,la verdad es que da gusto encontrarse con un texto ingenioso y divertido.
La profecía se cumple, ya lo creo que se cumple. La actriz, la de sus sueños y el soborno muy necesario en este caso para colarse en el reparto.
Destaco positivamente lo bien dibujado que está el personaje de Bogard, que se reconoce mejor por sus acciones o forma de hablar que por una descripción convencional.
El modo en que narras los problemas gástricos y más concretamente el vómito, es cómico y muy ocurrente. El final en la misma línea cómica ja,ja…
Me ha gustado mucho tu relato, Carmelilla