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Sueños y fobia - por OtiliaR.
Subiendo al crucero vi las nubes algodonosas acumuladas sobre el mar, pero en el horizonte. Miré a mi marido y no necesité palabras para serenarme y aguantar lo que sucediera. Él intuía que no era feliz y me presentó al concurso televisivo para elegir a la protagonista del musical Evita. Tenía plena confianza en mí. Inventó una historia para viajar los dos a Barcelona y allí no tuvo más remedio que contarme todo. Hice el casting y me seleccionaron.
Siempre quise ser famosa. Debuté como actriz en una pequeña compañía de teatro con la que recorrí España: representando a los clásicos o cantando por Massiel.
Llegamos al camarote, el mayordomo abrió la puerta y Mikel me cedió el paso. La emoción que experimentaba por verme protagonista de mi sueño se truncó al ver mi imagen en un espejo de cuerpo entero. Recodé aquel tiempo en que estábamos orgullosos el uno del otro. La juventud siente fascinación por la imagen y él duplicaba mi exclusivo yo.
Era el que mejor me conocía y, a veces, cuando ensayaba delante de él muecas y actitudes, sonriendo confiada, quitaba mi careta y con toda la crudeza me mostraba quién era en realidad.
Un día sin nada digno que contar, sucedió. Al entrar en la habitación, el espejo estaba rajado de arriba abajo. Primero utilicé la lógica buscando el motivo de la rotura. Luego, me invadió un desasosiego y recordé la profecía de la abuela:
―¡Cuidado con los espejos! Si uno se rompe te traerá siete años de mala suerte y puede que hasta la muerte —me decía mientras cruzaba sus dedos índices.
No sé si la creencia se cumplió o simplemente fue el destino; al año del suceso, el productor de la compañía murió en un accidente de coche y yo me quedé sin trabajo. Lo peor estaba por venir, una tarde, volviendo a casa, estalló la típica tormenta de verano. Para resguardarme del aguacero entré en unos grandes almacenes cuyas paredes y columnas forradas de espejos multiplicaban mi persona, duplicaban el entorno y desdoblaban todos los objetos hasta alcanzar una cifra imposible. Sufrí un ataque de pánico. Al faltarme la respiración perdí el sentido y desperté en una ambulancia camino del hospital. El especialista en fobias que me atendió, diagnosticó Catoptrofobia. Un miedo exacerbado a los espejos debido a un trauma emocional. El tratamiento comenzó con fármacos siguió con el psicoanálisis, las terapias de exposición y, lo más importante, el apoyo de mi marido. Mikel me ayudó, si no a vencer, a soportar mi fobia. Aunque mi relación de complicidad con los espejos ya nunca fue igual.
El tiempo fue pasando. Trabajaba en lo mío, con papeles pequeños, en obras de segunda y en las que, muchas veces, la amistad con el director o el soborno elegían a la protagonista. A pesar de todo, nunca tiré la toalla y continué preparándome con la misma pasión que cuando empezaba.
Los días en el barco estaban siendo maravillosos. Las semifinalistas todas las noches actuábamos y el jurado iba decidiendo la ganadora para la gran final.
Mikel y yo, en mi tiempo libre, paseábamos por cubierta, hablábamos en la soledad del mar azul y apoyados en la borda nos besábamos bañados por la luna.
La noche decisiva puse mis cinco sentidos en arreglarme, tenía que atenuar mi edad. Bien maquillada y con un vestido negro de raso ajustado dejé sin respiración a mi marido. Su mirada venció cualquier inseguridad que me hiciera flaquear. La fuerza de mi voz hizo lo demás.
Después de nuestras actuaciones, llegó el momento álgido. En el escenario con nuestras mejores galas y nerviosas, esperábamos. Alrededor, el regidor y los ayudantes de realización se movían dando órdenes a los cámaras móviles.
De repente, mis compañeras y yo nos giramos al escuchar el grito del público sentado en el salón. En las caras, expresiones de ilusión, entusiasmo, nerviosismo. Entre ellos, rápidamente, distinguí a Mikel y me tranquilizó.
Todos observaban la puerta de acceso al escenario. Vi al productor de la obra dirigirse hacia nosotras portando en la mano el sobre. Dentro, el nombre de la ganadora .
El presentador a nuestro lado recibió la comunicación. No recuerdo su comentario, sé que pidió silencio para sacar del sobre la tarjeta. Luego, con voz potente leyó el nombre mientras levantaba el brazo de la futura protagonista del musical:
—Julia López Amezaga.
Entre los abrazos vi la cara de alegría de mi marido y como alguien dijo: «Toda palabra es una palabra de más».
Ccomentarios (1):
Osvaldo Mario Vela Sáenz
17/04/2025 a las 23:30
Buenas tardes, Otilia.
Un saludo desde el lugar que nos dará albergue para celebrar la semana santa, tiempo mejor conocido como el día de la coneja. costumbres de otras regiones para propagar un mandato dado al hombre: creced y multiplicaos. se escogió el conejo por la fertilidad de su género.
Otilia que fácil es para mí leer las letras de alguien quien ama la escritura como tú.
Se dice que las fobias te siguen y los sueños se topan con ellas. En esta ocasión, tu nos muestras que, cuando el sueño es suficientemente grande todo se supera. La redacción muy clara y llegadora. para cuando me di cuenta del final parecía que acababa de empezar.
Te felicito y me gustaría explayarme con muchas otros comentarios, pero prefiero cerrar mi comentario igual que tu hiciste con tu historia: todo lo que diga será una palabra de más.
Te felicito.