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Amanecer de Oriente - por @HenkoSlowLifeR.
El mar lo había guardado todo. Durante años, el “Amanecer de Oriente” había sido un barco yacido en las profundidades, su esqueleto convertido en refugio de corales y peces errantes. Hasta que Helena y su equipo lo encontraron. O quizás, hasta que decidió ser encontrado.
Helena llevaba años buscando aquel barco. Su familia contaba la historia de una mujer, su tatarabuela, que quiso cruzar el mar en busca de una nueva vida. Desde niña, Helena había sentido una conexión especial con esa historia, pero nunca se supo qué ocurrió realmente. ¿Por qué esa mujer decidió dejar a su familia y partir a otro lugar?
Recordó las tardes en casa de su abuela, cuando se sentaba junto a la ventana mientras la anciana tejía. “Siempre miras el horizonte, igual que ella”, le decía. La brisa entraba por la ventana y, entre el sonido del mar y el roce de las agujas de tejer, su abuela le contaba la historia de aquella mujer que se embarcó en un viaje sin retorno. “Decían que buscaba libertad, pero nadie entendió de qué huía”, susurraba con nostalgia. “No solo se fue…pensaba volver. Pero nunca lo hizo. Dejó a su hija…a mi madre, con todo su dolor. Y lo único que le quedó de ella fue una frase que repetía siempre antes de dormir: “El mar nos susurra lo que el mundo nos calla”. Helena sentía que su abuela cargaba con ese pesar, como si el abandono hubiera quedado anclado en cada generación posterior.
Cuando creció, buscó en archivos, cartas antiguas y relatos familiares. Su tatarabuela había sido una mujer adelantada a su época, con una mirada que desafiaba lo impuesto. Hija de comerciantes, se esperaba que se casara y siguiera el destino trazado para ella. Pero un día, sin previo aviso, abordó un barco y desapareció. Algunos decían que huyó por amor, otros que perseguía un sueño. Pero nadie supo la verdad. Nadie hasta ahora.
Entre los restos del barco, encontraron un baúl viejo, como si el tiempo hubiese sellado un secreto en su interior. Helena deslizó los dedos sobre la madera húmeda. Su corazón latía con fuerza. Con un crujido, la tapa cedió. El aire se llenó de sal y tiempo detenido. Dentro, entre vestigios de una vida sumergida, yacía una carta sellada con lacre. Sus bordes, deshechos por la humedad, aún sostenían palabras escritas con pulso firme.
“No sé dónde me lleva el destino, pero sé que debía dejarlo todo. Fui actriz en la obra que me impusieron, pero nunca aprendía a ser yo misma. Durante años interpreté el papel que otros esperaban de mí, ajustando mi voz, mis gestos, mis silencios. Cada sonrisa fue un acto ensayado, cada lágrima un secreto ahogado. Quizás no sea el camino correcto o tal vez sí, pero siento que debo seguirlo.
Hoy el mar está inquieto. No sé si llegaré a mi destino. En cualquier caso, sé que debo escribir lo que siento…para ti…para cuando llegue el momento de leerla y romper la profecía que arrastra nuestro legado de mujeres.
El alma, incluso cuando la disfrazamos, recuerda quién es. La mía ha hablado en susurros durante demasiado tiempo, y hoy, con esta carta, le devuelvo su voz.
Si alguna vez encuentras estas palabras, no cometas mi error. No aceptes el soborno del miedo, no vendas tu verdad a cambio de pertenencia. La vida es demasiado corta para vivir en un escenario ajeno.
Si has encontrado estas palabras es porque te toca romper la profecía. Ahora es tu momento.”
Helena sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Había leído su propio reflejo en esas líneas, como si el naufragio no hubiese sido solo del barco, sino de su propia existencia. ¿Cuántas veces había fingido, había interpretado un papel para encajar en la historia de otros?
Un golpe de viento agitó su pelo, como un susurro del océano. Por primera vez en años, Helena entendió el porqué de esa conexión. No era solo una historia antigua, no era solo el eco de una vida perdida. Era un mensaje para ella. Un recordatorio de que el mayor soborno es el que el alma se hace así misma para evitar su verdad.
Se quedó allí, con el papel entre los dedos, mientras el horizonte brillaba con la promesa de un nuevo comienzo. Y supo que, esta vez, ya no actuaría. Esta vez, sería ella.
Ccomentarios (1):
Ancilo
19/04/2025 a las 09:20
Muy buena narración