Carmen se sienta en el sofá cada tarde, móvil en mano. Se pasa horas en las redes sociales, observando vidas que envidia y personas que detesta. El teléfono lleva sin sonar demasiados meses. Había hecho algunos trabajos como actriz secundaria pero su trayectoria parecía intermitente; no acababa de despegar.

Quizá la recordarían más si publicase sin tapujos su vida privada, vendiéndola en la tele o haciéndolo a través del móvil, algo mejor visto, pero igualmente denigrante. ¿Cuánto podría ganar? Seguro que podría haber pagado el coche, en lugar de hacerlo a plazos como el resto de mortales.

Ahora sus principios se difuminaban mientras cae en la duda. ¿Y si lo aceptaba? Nadie se iba a enterar. El dinero le permitiría pagar algunas facturas atrasadas y, posiblemente, impulsar su carrera. Aceptar un soborno parece más ético cuando lo haces por necesidad.

Durante aquella tarde la profecía ya estaba escrita, aunque parecía que siempre lo había estado. En el momento en que pronunció el “sí” su vida se desmoronó como un castillo de naipes. Lo haría todo a cambio de un sucio fajo de billetes.

Lucía, empieza este duro camino de la fama, donde las apariencias engañan y confiar se convierte en un reto. Joven y guapa lo tiene todo para triunfar, aunque algunas veces se maldice a sí misma porque no ven más allá de un físico. Todavía no se puede anticipar, pues no sabe si le aguardan grandes proyectos o se acabará convirtiendo en un juguete roto. Es activa en las redes sociales, tiene muchos ojos interesados en su vida. Allí donde va le asaltan los fans, aunque algunos no saben muy bien de donde la conocen. Resulta extraño pensar que hasta hace poco era una persona totalmente desconocida.

Una tarde, sentada en el sofá, donde tantas veces había charlado con su compañera, nota algo extraño. La mira a los ojos y presiente que no es la de siempre, que algo ha cambiado.

Carmen la agarra con fuerza, siempre ha sido más corpulenta. La aproxima al borde de la terraza y la empuja hacia el vacío, sin vacilar, ignorando sus valores y silenciando sus pensamientos.

Antes de la caída, la última mirada: una sin entender nada, la otra convencida de que está haciendo lo que debe.

Ahora Carmen conseguirá brillar. Al fin y al cabo, acaba de sufrir una gran pérdida.