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¿Alfabeta? - por Amadeo
Encerrada en su habitación, Layda repetía una vez más, lo escuchado en la grabación del guion de la obra de teatro, en la que participaría por primera vez. Se esforzaba en memorizar los diálogos propios, las actitudes y el cómo mostrar sus emociones. Aprovechaba su memoria prodigiosa desde la infancia, desarrollada por casi no saber leer ni escribir correctamente. Asistió a la escuela primaria, pero por su incapacidad mental, no avanzaba. Hoy a los veintiún años, se desempeña en la vida cotidiana, casi como si no fuera analfabeta.
En una semana más estrenarían la obra “Sin nombre ni apellido” en el pequeño teatro del pueblo. Actuaría ella acompañada por tres actores masculinos, también amateurs y guiados por el maestro Connor, aspirante al amor de Layda.
Previo al inicio del último ensayo completo en la sala, con algunos amigos como público, y antes de salir a escena, ella conversó con el profesor.
—Tranquila Layda. Todo saldrá bien. Dominas el guion, te mueves con libertad y hablas o gritas convencida. Te felicito y le deseo suerte al equipo.
—Gracias Connor por tus palabras y también por haber grabado todo el texto, que ya tengo dentro de mi cabeza.
—Eres un genio. Te admiro y te quiero —se aventuró a decir la última palabra con dulzura, mirándola a los ojos.
—Yo también te admiro y… luego hablamos de lo otro. Gracias. Ahora, repaso por última vez y entramos —dijo Layda, acomodándose el cabello y la pollera, ya como actriz.
Los invitados aplaudieron de pie a los artistas que se sintieron obligados de volver al escenario. Ya con el teatro sin público, los cuatro actores y Connor festejaron el triunfo compartiendo unas pizzas y cervezas para el brindis. Tras el saludo de los tres comediantes, Connor y Layda se quedaron solos.
—Es increíble tu memoria —dijo él, tomándole la mano —que ella no retiró.
—Sí, desde chica… tal vez por eso no pude aprender a escribir ni a leer comprendiendo bien. Los médicos nunca supieron la causa ni los remedios. Mi madre me ayudó muchísimo y yo soy así de testaruda para así, lograr mis objetivos —respondió Layda, acercándose a él y… cerraron el diálogo con un beso que decía todo. Pasaron años en pareja y ya como actriz destacada, Layda decidió no tener hijos para evitar que heredasen su discapacidad.
Cuando Magda, su madre adoptiva —dato ignorado por Layda— enfermó, ella debió suspender algunas presentaciones teatrales. La unión entre ellas era profunda y amorosa. Una noche luego de la cena, la anciana ya en su cama la llamó para conversar sobre un tema importante.
—Querida hija, debo confesarte un engaño, un secreto guardado por años. Me duele decirlo, pero debo hacerlo antes de irme de este mundo. No soy tu madre…, te he comprado. Y el primer día de nosotras dos en esta casa escuché, a través de una extraña voz murmurante en mi oído derecho, una profecía: “por haber sido concebida por otra mujer, tras recibir tu soborno con dinero y por haberla adoptado tras la compra de la beba, tu hija Layda será analfabeta y recién al saber ella la razón de su desgracia, no te lo perdonará. Solo cuando tu mueras ella se liberará de tal maldición”.
Layda, pálida, con temblores involuntarios y fuera de sí, logró exclamar dos gritos agudos:
—¡Quiero ser alfabeta! ¡Siempre quise ser alfabeta! —y muy pálida, agitando los brazos corrió hacia el living.
Con el revólver de su madre, en mano, irrumpió en el dormitorio, la apuntó y disparó. Al instante y entre balbuceos apenas audibles, Magda le susurraba:
—Gracias hija querida. El develar el secreto me liberó, ya no sufro, me da fuerzas para irme en paz y para agradecerte el disparo. Te amé siempre como lo hacen las verdaderas madres. Sé que pronto serás alfabeta. Te amo y te pido perdón eterno.
Comentarios (2):
Osvaldo Mario Vela Sáenz
17/04/2025 a las 18:00
Hola Amadeo, Saludos.
Vaya historia que has contado. Debo decirte que tu relato me llega, porque todos los que hemos padecido una cortedad física, o de otra índole en salud, vivimos en constante programación con positividad de como sobrellevar la dolencia. El personaje más allegado e importante es la madre. por eso admiro el curso que le das a tu historia.
Yo a los dos años padecí poliomielitis. el médico que le encargara a mi madre el programa de ejercicios y cuidados para que el efecto fuera atenuante fue el Dr. Alejandro Velasco Zimbrón. Así fue, como mi madre se convirtió en la mejor enfermera del Dr. Velasco Z. el Medico falleció cuando yo tenía once años y mi madre siguió siendo la mejor enfermera póstume del mundo. Todavía, después de casado. me llamaba para recordarme de seguir el tratamiento. la polio finalmente me alcanzo a los 68 años, limitándome a muletas y silla de ruedas- Ahora a mis setenta y siete sigo ejercitando el tratamiento. Ayer visite a mi madre de Noventa y nueve años y juntos entonamos canciones de antaño- Gracias amadeo por permitirme con tu escrito el dedicarle a mi madre un merecido homenaje a su dedicación, Gracias. Un abrazo.
Diana T
19/04/2025 a las 20:55
Hola Amadeo.
Tu historia plantea un tema muy interesante, de cómo una joven logra sobrellevar un estado de nacimiento difícil. Creo que es un muy buen punto de partida saber que el personaje logró sacar ventaja de su situación de analfabeta con una gran memoria que luego le permitió convertirse en actriz.
La verdad es que al leer el título me imaginé cualquier cosa menos este relato, pero cuando leí que la protagonista era analfabeta dije “¡Claro!”. Ahora que lo entiendo, creo que es una genialidad, ese juego de palabras para el título. Lo que me parece un poco innecesario el uso de signo de interrogación en el título. En lo personal yo los omitiría, pero probablemente sea cosa mía y tu tengas una razón que simplemente no capté.
El desarrollo del relato me parece adecuado, con varias cosas ocurriendo, desde sus nervios por su primera obra y el alivio que le siguió (el diálogo ahí entre Layda y Connor se me hace un poco apresurado, lo que lo hace un tanto forzado, pero puede que sea por el límite de palabras), y luego la mención de que se casan pero ella prefiere no tener hijos, que demuestra el peso que tuvo su estado de analfabeta a lo largo de su vida. Es maravilloso lograr contar tanto con tan sólo un par de palabras, y te felicito por lograrlo.
Y luego viene el final… la verdad es que esta conclusión no termina de cuadrar para mí en el relato. En primer lugar, se introduce a un nuevo personaje, la madre adoptiva y prácticamente se olvida todo respecto al marido o las obras de teatro, como si tu relato de repente se separara en dos historias completamente distintas unidas simplemente por la protagonista.
Tampoco me convence mucho lo que ocurre con su madre, porque en un inicio presentas su relación como “profunda y amorosa”, y eso debería tener mucho más peso que la sangre, y entiendo que la revelación de que la compró es algo muy fuerte y difícil de digerir, pero ¿acaso fue suficiente para hacerla disparar a su madre? A mí no me parece coherente, porque a lo largo de la historia no hay nada que sugiera qué Layda sea impulsiva ni nada por el estilo. Del mismo modo, la profecía me parece incoherente y forzada, porque a final de cuentas, la madre que la vendió hizo peor que la que la adoptó y luego la cuidó al punto de formar una relación como la suya. También en la profecía se refiere al ser analfabeta como “desgracia” y “maldición”, y si bien tiene que ser algo difícil con qué vivir, también fue lo que le abrió las puertas a su trabajo y después a su marido, así que sumando todo, yo no lo consideraría una desgracia.
Como conclusión, creo que este relato contiene ideas muy buenas, y personajes que son fuertes en su personalidad y que tienen todo para atrapar a los lectores, sin embargo te sugiero cuidar muy bien la coherencia de lo que se dice, lo que sienten los personajes y lo que ocurre, y así obtendrás un relato mucho más realista y satisfactorio.
Felicidades por tu trabajo en este reto y nos leemos 👋.