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Mis errores sobre la marea - por KarxR.
Web: https://lanubedekarx.blogspot.com/
El autor/a de este texto es menor de edad
Las luces desaparecen, yo, dentro de un círculo luminoso, donde siempre estuve.
Entre una triste melodía, y un ambiente clásico además de crítico. Nunca pude evitar aquellas miradas que se dirigen hacia mí como flechas envenenadas, las cuales estoy obligada a esquivar con delicados pasos.
—Un paso en falso… y acabaré en la marea —.
Nunca creí en las tradiciones familiares, en los mitos o… profecías. No creí en mi religión, ni siquiera cuando mi abuela me obligaba de pequeña a ir con ella los domingos a rezarle a una estatua fijada en la pared.
El ambiente de los domingos, semanas antes de navidad, no me complacía. Con la cabeza agachada, las manos juntas y encogida de hombros por el miedo, miraba a ambos lados desde mi asiento. Todos me parecían iguales y en cierto modo, el único diferente era el cura paseándose con los brazos extendidos por el pasillo. Su lento caminar y su túnica lila me aterrorizaban.
¿Saben en lo que siempre creí?, en mis dotes como actriz, herencia dejada por mi madre.
Ella fue una de las mejores actrices de New York, así solía pronunciarlo, o así me imagino que lo diría.
Viví alejada de aquella vida de acción, en el pequeño pueblo de mi abuela, en España. Me crie con ella y nunca me quiso contar nada sobre mis ascendientes.
De mi padre no supe nada, salvo que paseaba todos los fines de semana por aquellas florecientes y alegres calles de mi barrio, vendiendo botellas de leche para ayudar a mi abuela con la economía.
¿Cómo me enteré de mi madre?, por aquellas tardes que pasaba en un parque cerca de la casa de mi abuela, abarrotado de niños como yo.
Mis vecinas siempre encantadas de presentarme a mi madre mediante historias super divertidas, y anécdotas sobre su carrera como actriz.
Así la conocí a ella, y a mi futura carrera profesional.
Decidí instalarme en New York para rehacer los mismos pasos que mi madre.
Resulté exitosa, agradé a muchos directores, decían que por mi tan sutil y refinada forma de… mover los pies a la hora de bailar. Me llegó a hacer gracia cuando lo escuché, pero es cierto que bailar se me ha dado bien desde que nací.
De normal me cogían para actuar de bailarina en películas elegantes y de mucha clase, dedicadas para señores de alto prestigio.
Digo de normal porque mi última actuación fue en una catedral. Fue una escena un poco incómoda para mí, además el escenario fue muy fúnebre e ilógico.
Era de noche y todas las luces estaban apagadas, solo me acompañaban las velas.
Me sorprendí cuando me dijeron que enfrente de mí habría un emisario de Dios
sentado en los escalones del altar, y que yo debía mostrarle un baile de lo más refinado para complacerle.
La misma noche luego de mi actuación volví para la habitación de mi hotel, luego de haberme dado una ducha opté por acostarme. Entre las sábanas noté bajo mis aún doloridos pies, la textura de un papel.
Al ganarme la curiosidad, acerté, alguien me había dejado una nota bajo las sábanas con una dirección y la misma hora que era en aquel instante.
Desconcertada obedecí y aquellas palabras me llevaron de nuevo a aquella horrible catedral. Frente al altar seguía el cura sentado. Me acerqué a él tal como me señaló.
No olvide unas palabras que me dijo el cura del pueblo de mi abuela en una de sus misas al pasar por mi lado. No las olvide porque fueron las mismas que me dijo él aquella noche. A ambos nunca les vi el rostro.
Ahora me encuentro bailando sobre un barco, todas las noches, sobre la marea, desde hace tres años, para hombres de alta clase con sus miradas como flechas envenenadas, y pronto se acerca navidad.
La diferencia es que hoy no bailo bajo la lluvia, estoy paralizada, acobardada y negada a aceptar que las profecías que me decía mi abuela sobre mi destino eran ciertas, las mismas que fueron dichas a mi madre.
Bajo la tormenta que esta noche se tercia y con mi padre vestido de cura apuntándome con una pistola a la cabeza. ¡Descubrí quién es el cura! Y me arrepiento.
Todo fueron sobornos organizados por él para tenerme en este lugar en el que hoy estoy.
—Tan buena como ella, por ende tendrás el mismo destino, hija mía…—.
Cerré los ojos y, caí por realizar un paso en falso.
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