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María - por Daniel CallejaR.
Web: https://debusquedasylocuras.blogspot.com
María siempre quiso ser actriz. Desde pequeña mostró sus dotes en las reuniones familiares, divirtiendo a todos con su facilidad para hacerlos pasar de la risa al llanto en una fracción de segundo.
Capaz de conmover a la audiencia con solo un gesto, una mirada, una palabra. Una verdadera genio de la improvisación, dueña de una expresividad sin igual.
María siempre supo que quería ser actriz, pero…
Apenas entró a la adolescencia, comprendió que iba a ser muy difícil. A pesar de su talento, de sus ganas, de todo lo que pudiera aprender de sus profesores y maestras. A pesar de su gracia natural y su increíble facilidad para interpretar cualquier papel. Desde una grácil princesa hasta un malvado ogro, pasando por una dama victoriana o una mujer con trastornos mentales.
No había rol al cual no fuera capaz de darle vida con una credibilidad absoluta. Con una verosimilitud casi imposible de alcanzar. Sin embargo…
María tenía un grave problema. María había nacido con acondroplasia, y eran escasos los papeles para las personas de tan baja estatura. Era, dentro de los cánones de la época, una muchacha bastante hermosa. Parecía una muñeca en miniatura. Tenía talento. Era simpática. Dueña de un gran carisma. Inteligente. Resiliente. Valiente. No iba a rendirse.
Desoyendo los consejos de su madre (su padre las había abandonado al enterarse de su condición), dejó su ciudad natal, y con sus pocos ahorros, viajó a Hollywood, decidida a probar fortuna.
El viaje en barco —más barato que el avión— le resultó bastante agradable. Incluso consiguió un pequeño trabajo haciendo stand-up en el comedor del mismo. Una pasajera de la clase económica divirtiendo a los adinerados viajantes de la zona VIP. Esto le permitió llegar con algo más de dinero al destino, muy útil en caso de necesitar pagar algún soborno para conseguir su primer papel importante. Su metro veinte se agigantaba en el escenario, y las tímidas risas y burlas del primer show, pronto se convirtieron en fervorosos aplausos y vítores.
El capitán del barco, un veterano marino muy simpático, le ofreció recomendar su show para los cruceros de lujo de la compañía naviera. Le dijo que lo pensaría, aunque lo guardó como una última opción. La meca del cine la esperaba.
En los primeros casting la rechazaban antes siquiera de realizar la prueba. «No tienes el “phisic du role”» era la inevitable respuesta a sus protestas. El dinero empezaba a escasear a medida que el tiempo pasaba y ya estaba pensando en volver al barco, cuando conoció a David.
David era un hombre encantador, guionista de profesión y un soñador empedernido. Había escrito una nueva versión de “La profecía”, aquella aterradora película de los años ochenta, adaptándola a los tiempos modernos, con una mujer como protagonista. Aún no había conseguido venderla a ningún estudio. Estaba bastante desilusionado, pese a que varios de sus guiones televisivos eran muy exitosos. Se ofreció a ayudarla, a cambio de que ella leyera su guion.
María hizo mucho más que leerlo. Con su teléfono celular y su singular talento, grabó algunas escenas interpretando a varios personajes. David quedó fascinado. Juntos, difundieron los vídeos con la esperanza de que algún estudio se interesara, sin conseguirlo. Fueron entonces por la financiación colectiva, y poco a poco, el dinero empezó a llegar. A esta altura, la amistad entre ellos se había convertido en un prometedor romance.
Tres años les llevó conseguir el dinero. María, a la sazón pareja de David, se lució en el papel de la madre de la hija de Satán. Para ahorrar dinero, David asumió con éxito el rol de director, además de guionista y productor. Pese a su bajo presupuesto, escasos efectos especiales y no tener intérpretes conocidos, las críticas fueron excelentes y el éxito en taquilla extraordinario. María estaba cumpliendo su sueño, pero…
María no era feliz. Extrañaba a su madre, sus abuelos, sus queridos primos, los amigos de la infancia. Quería volver a aquel rinconcito del sur donde había nacido. Extrañaba los tambores sonando en el barrio sur. Los paseos por la rambla. El carnaval más largo del mundo. Las torta fritas cuando llovía. El guiso de su abuela materna.
David notó su tristeza. Él se había criado en Hollywood. Pero no tenía familia. Y quería formar una con ella.
—Puedo enviar mis guiones desde Montevideo —le dijo una tarde—. Abrir una productora allí.
Siempre serás mi actriz favorita. Y si aceptas, mi esposa y la madre de mis hijos.
María no contestó. Ni falta que hacía.
Ccomentarios (1):
Elena
19/04/2025 a las 15:33
Hola Daniel,
Me ha gustado mucho leer tu relato así que lo primero de todo, te doy mi enhorabuena. En cuanto a la redacción y estilo no tengo nada que decir, está genial, excepto por una errata hacia el final del texto cuando dices “Las torta fritas”, pero salvo eso…todo perfecto. Me ha gustado mucho ese suspense que dejas entre las distintas partes de la narración porque dan ganas de seguir leyendo y crean una cierta tensión.
En cuanto a la historia en sí, me parece un ejemplo de valentía y de ilusión por seguir los sueños. En la vida real muchas veces el final no es tan feliz, pero para eso tenemos la literatura los relatos para evadirnos y crear el mundo que queremos. Sigue así!