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El chiste de la iguana - por DžokerR.
—Jajajaja, siempre tan alegre, Leyla. Él es Antony, llevamos saliendo cerca de un año y medio, y sentí que ya era hora de presentarle a la familia.
—¡Omaigaaa, Antony es un nombre muy lindo! Mucho gusto, Antony. ¡Se ve que eres callado! ¿A qué te dedicas, guapetón?
—Ay, Dios mío, ¿dónde la apago? —pensó en voz alta Antony, en un susurro casi inaudible—. Hola, Leyla, un gusto. Soy comediante… bueno, mejor dicho, hago stand-up.
Daniela, quien sí lo escuchó, le pegó un pellizco por la espalda mientras mantenía una sonrisa impostada.
—Amor, ya te había hablado de Leyla. Ella es actriz, de hecho, salió en una película que vimos hace poco: Profecía de un desamor.
—¿En serio? No recuerdo verla, cariño.
—¡Omaigaaa! ¡Te viste la peli, gorda! Salí en la escena del beso en el tren, era una de las pasajeras del fondo. ¡Y no puede ser, guapetón! ¿Eres comediante? ¡Cuéntate un chiste!
Antony suspiró, cansado de la misma petición de siempre.
—Está bien. ¿Te sabes el chiste de la iguana?
—¡Nooo, cuéntamelo!
Daniela, anticipando el desastre, le dio otro pellizco. Pero ya era tarde.
—Estaba una casa sola, y los ratones hicieron fiesta. La fiesta se descontroló. Bebían, consumían droga, empezaron una orgía de 30 ratones. Luego llegó el gato, vio la orgía y dijo: “A la mierda todo”, y se unió. Luego llegó el perro, tuvo sexo con los ratones y el gato al mismo tiempo, se drogó, bebió y se malviajó. Pensó en matarse y se suicidó saltando del segundo piso.
Silencio incómodo.
—¡Omaigaaa, Antony! ¡Qué es eso tan horrible!
Daniela deseó que la tragara el mar.
—Es el chiste de la iguana.
—Pero, guapetón, ¿y la iguana?
—Tomaba café, tomaba café a la hora del té —respondió Antony, acompañando la frase con un ridículo pasito de baile.
Silencio incómodo nuevamente.
Una risa nerviosa rompió el momento.
—Ja, ja, ja… tú siempre tan ocurrente, amor. Leyla, un placer verte, pero necesito hablar con Antony.
Lo agarró del brazo y lo apartó.
—Si vuelves a hacer algo así estos dos días, vas a dormir en otro barco, ¿me oíste? Y esta noche, nada de nada, a-m-o-r-c-i-t-o.
—Ella lo pidió…
—¡Nada! Te lo advertí.
—Cariño, tienes que dejar de usar el sexo como soborno.
—Y tú tienes que dejar de contar ese chiste para incomodar a la gente.
Esa noche, tras la discusión, se unieron a la discoteca del barco para seguir la fiesta con la familia. En un momento, Daniela tuvo que ir al baño, acompañada por Leyla. Antony quedó solo.
—Hola, ¿tú debes ser Antony, verdad?
—Sí, señor.
—Soy Ernesto, el padre de Daniela. Me ha hablado de ti un montón.
—Un placer conocerlo, señor Ernesto.
—Me dijo que eras comediante. ¿Es cierto?
—Sí, señor.
Ernesto reunió a la familia.
—Oigan todos, Antony, el novio de mi retoño, es comediante. ¡Que nos cuente un chiste para empezar la fiesta!
—No, señor, yo no hago eso, yo…
—¡Vamos, cuéntanos un chiste! —interrumpió Ernesto.
—¡Qué lo cuente! ¡Qué lo cuente! —empezó a corear la familia.
Antony suspiró. Sabía lo que venía.
—¿Se saben el chiste de la iguana?
Ccomentarios (1):
Kelvin I. Márquez
19/04/2025 a las 23:08
Saludos Džoker
Muy de acuerdo con Daniela: ese chiste de la iguana esta fatal.
En cuanto al relato es otra cosa. Fácil de imaginar como ocurre todo y hasta ponerle caras y gestos a cada uno de los personajes.
En resumen, muy bueno tu relato.