Literautas - Tu escuela de escritura

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Adiós - por Eider

En la estación de tren hay un teléfono público que casi nadie usa. Es un modelo antiguo, de esos de metal y con el auricular pesado. La mayoría de los viajeros pasan de largo, con sus móviles en la mano. Pero un día, suena, y la niña que está sentada en el banco de al lado levanta la vista hacia allí. ¿Qué es eso? ¿Un aparato que está sonando? Debido al bullicio de la estación no se escucha demasiado, pero sí, efectivamente, ese aparato rojo está sonando. Dejando de lado el libro de ilustraciones que le había regalado su padre para ese viaje que tenía por delante, se acerca y, tras comprobar que su madre sigue enfrascada en su teléfono móvil, llega a coger algo que no sabe exactamente qué es tras ponerse de puntillas. De repente, aquello deja de sonar. ¿Qué he hecho? ¿Por qué ya no suena? Tras una fracción de segundo, escucha una voz que sale de aquel aparato.
– ¿Hola? –se escucha al otro lado.
– ¿Hola? –pregunta ella a su vez.
– Madre mía, ya había perdido toda esperanza de que alguien descolgase el teléfono… –casi susurró aquella voz de mujer.
Así que era un teléfono. Vaya. Nunca había visto nada igual. Debía ser muy viejo, ya que nadie en aquella estación le prestaba ninguna atención, y a los mayores les gustaban las cosas nuevas. Recordaba aquella vez en que papá llegó a casa con una nueva televisión, enorme, y que mamá quedó entusiasmada porque debía ser el último modelo de una marca reconocida. Ella no entendió nada, ¿por qué compraron una nueva si la que ya tenían funcionaba bien? A veces no entendía muy bien el comportamiento de los adultos, en particular el de sus padres. Pero bueno, ella todavía era una niña, qué iba decir.
– ¿Sigues ahí, muchacha? –aquella voz la sacó de su ensimismamiento–. Estoy muy feliz de que hayas cogido mi llamada.
– ¿Por qué? –se atrevió a preguntar la niña.
– Te parecerá extraño, pero hace cuatro meses y veintitrés días que llamo a la misma hora, sin obtener ninguna respuesta –explicó la señora–. Pero hoy es un gran día, gracias a ti, pequeña.
– Y, ¿por qué llevas tanto tiempo llamando aquí? –preguntó ella con curiosidad.
– Pues mira, mi marido solía llegar de trabajar a las seis de la tarde, y nada más bajar del tren me llamaba para decirme que en quince minutos estaría en casa. El simple hecho de escuchar su voz al otro lado de la línea tras una jornada de trabajo me hacía sentirme feliz –explicó con nostalgia–. Mis hijos nunca lo entendieron pero para nosotros era importante.
– Y si ahora eres tú la que llama, ¿es que él ya no lo hace, verdad? –preguntó la niña–. Pero si ha dejado de trabajar, ¿no está ahí contigo?
– Ojalá, pequeña. Pero no, hace tiempo que él ya se fue. Necesitaba escuchar por última vez la voz de alguien al otro lado de esta línea telefónica. Nos pasamos cuarenta y dos años así, y no pude dejar de hacerlo cuando él se marchó. También necesitaba despedirme de esta costumbre tan nuestra.
– ¿Y tú por qué te quedaste? ¿No quisiste ir con él? –preguntó inocentemente.
– Entonces no estaba preparada, pero ahora ya sí, pequeña. El peso de la soledad es demasiado para mi, llevo mucho tiempo triste y esto no puede continuar así, voy a reunirme con él –explicó la mujer.
– ¡Qué bien! Mis padres siempre dicen que hay que estar con las personas que queremos e intentar hacerlas felices. A mi a veces me cuesta obedecerles, pero intento portarme bien porque les quiero -confesó la niña.
– Eso está muy bien, pero no te quedes donde otros quieren que te quedes, no hagas siempre lo que otros quieran que hagas, o será demasiado tarde para vivir. Sé valiente, pequeña –le dijo mientras una lágrima bajaba por su arrugada mejilla.
Ya no se escuchaba nada al otro lado del aparato, lo dejó donde lo encontró. No entendió muy bien el final de su conversación, pero como la señora le dijo que se iba con su marido, ella estaba contenta. Porque a ella también le gustaba estar con las personas que quería, aunque a veces no le prestaran mucha atención. Su madre sigue mirando el móvil, ella vuelve al mundo imaginario de su libro de ilustraciones.

Comentarios (5):

Vespasiano

17/03/2025 a las 22:54

Buenas noches, Eider:
Imaginativo relato y entrañable la conversación mantenida entre la niña y la señora que añora a su marido.
Me ha gustado la idea y la forma de contarla.
Nos seguiremos leyendo.

Fernando Rodríguez

18/03/2025 a las 18:30

Creo que has captado muy bien la verdadera intención de ese obsoleto aparato que supone hoy en día una cabina telefónica. Y sobre ello, la diferencia con las nuevas tecnologías que nos convierten, por desgracia, en poco mas que robots. Me ha gustado porque está bien escrito.

María Jesús

18/03/2025 a las 21:06

Hola Eider: Un buen relato, bien narrado en el que destaco la inocencia de la niña. La verdad es que las estaciones dan a lugar a muchas historias de índole nostálgico. Lo he disfrutado.
Un saludo.

Osvaldo Mario Vela Sáenz

20/03/2025 a las 14:07

Hola Eider, saludos desde México.

Te felicito por el trabajo presentado en la escena 68 de Literautas. La redacción, la ternura, los personajes cada uno en su papel, el vocabulario muy acorde a lo que querías comunicar; en fin, solo quiero decir que me encanto.

Agradezco la visita que hiciste a mi trabajo del mes. Prólogo a un libro de la vida de mi padre. Me dio gusto ver que, en lugar de dejarte llevar por tantas tragedias y leyendas poco creíbles, que circulan sobre las viejas estaciones hayas decidido escribir sobre la importancia de comunicar valores verdaderos.

Un abrazo y te felicito y te doy las gracias por hacerme ver el mundo desde otra perspectiva.

Ismael Tomas Perez

20/03/2025 a las 17:41

Hola Eider
Gracias por pasarte por mi relato. Siempre es de gran ayuda la opinión de los compañeros. Respecto al tuyo, he de decirte que me ha encantado. sobre todo demostrando la Inocencia de la niña, no comprende que su marido esta muerto y se alegra de que por fin se encuentren. Muy bien escrito y fácil de leer. Un saludo

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