Literautas - Tu escuela de escritura

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LUNA - por Chus Galego

Cornelia me dijo que podíamos correr y refugiarnos en la estación de tren. Nos habíamos escapado de casa porque Cornelia no quería escuchar más sus gritos. “¡Nuestra familia, lo primero. Nuestra familia, lo primero. Después, si sobra algo, será para los demás!” Cornelia sentía nuestras penalidades como si fueran suyas, me dijo. A mí su padre me daba miedo, pero más me aterraban los ojos de mi madre cuando a la hora de la cena sobre el mantel solo reposaban las sobras del almuerzo de Cornelia.
—Luna, yo siempre seré tu amiga, aunque seas negra y no tengáis dónde caeros muertas. — Eso me dijo Cornelia bajo aquella lluvia atroz, mientras corríamos hacia la estación de tren.
Habíamos llegado al pueblo del norte hacía ya dos años. Siempre llovía y una niebla espesa cubría los días de un verde triste. Una maestra joven me presentó a los demás niños y me regalaron un gatito de peluche que se llamaba como el pueblo, Boura. Después de ese día solo Cornelia me habló. Mi madre entró como asistenta en la casa de su padre. Siempre me asustaron sus labios enfadados y su mirada flácida.
No paraba de llover y Cornelia lloraba abandonada de pronto por la valentía del primer impulso aventurero. La estación llevaba siglos abandonada y nos daba miedo entrar en la vieja sala de espera llena de oscuridades y bultos aterradores. Nos sentamos en las losas húmedas del andén, al lado de una cabina de teléfonos sin puerta.
Apenas se veía pero no serían ni las seis de la tarde. En su desesperación Cornelia se metió en la cabina e intentó comunicarse con el mundo hablándole al viejo teléfono mudo. Yo también empecé a llorar. Tendríamos unos diez años, no lo recuerdo con seguridad. Lloraba por compasión hacia ella, pues estar en un lugar abandonado bajo la lluvia no era la peor de mis experiencias.
Me asusté al ver las luces del coche. Unas piernas grises se acercaron con rapidez y Cornelia, al ver la cara abombada de su padre, apuró su llanto como si fuera un gatito pisoteado. Me consolaron sus gritos salvadores y salvajes pues la noche se cernía ya sobre el cielo extenuante de Boura. Me consolaron a pesar de sus terribles palabras hacia mí, la causante de la rebeldía de su hija. No quería que nos viésemos más. Cornelia vio una tabla de salvación en el amparo que le ofrecía su padre.
Ya nos íbamos cuando unos timbrazos resonaron en la oscuridad. El sonido salía de la vieja cabina destartalada. Los tres miramos hacia atrás sobresaltados. Cornelia iba de la mano de su padre, quien, tras quedarse un instante parado, volvió a caminar hacia el coche. Yo no los seguí y ellos no me esperaron. Me acerqué lentamente a la cabina pues no temía aún a los sonidos inanimados. Descolgué el auricular oxidado y esperé.
No esperaba oír nada, la verdad. Sentía la impaciencia del claxon a lo lejos. Por un momento me pareció escuchar un gemido ahogado que me suplicaba desde una lejanía inconcreta. Volví mis ojos hacia las sombras con una punzada de espanto. Una luna anaranjada se abría paso imperiosa entre los barrotes de las nubes hostiles. Colgué el teléfono y me dirigí con desgana hacia el coche. No había pasado nada, pero yo había creído entender en mensaje. Sí, lo había entendido. Volví caminando a casa.

Comentarios (4):

IGNACIO Zrgz

17/03/2025 a las 20:49

Hola Chus. Has escrito un relato duro desde la perspectiva de una niña inmigrante en un ambiente hostil. La conclusión es que lo mejor será que intente valerse por sí misma. El ambiente está muy logrado. Creo que lo que menos claro queda son las motivaciones del personaje de Cornelia. Parece compasiva en un principio aunque le vence el miedo al final.
Muy buen relato. Saludos.

Carmen sánchez Gutiérrez

18/03/2025 a las 12:45

Hola, Chus. Creo que has descrito tanto el ambiente como a los personajes muy bien. Además de gustarme el relato, me ha emocionado porque lo he vivido en profundidad.

No nos relatas la conversación telefónica, creas suspense, pero la protagonista toma la determinación de continuar sola, o ¿Quizás fue la actitud de su amiga cuya amistad se va desmoronando a medida que crece la incertidumbre de la aventura?

Sea por una razón u otra, lo cierto es que el final es bueno, vi claramente a esa niña solitaria caminando a través de la noche.

Enhorabuena y nos seguimos leyendo.

María Jesús

18/03/2025 a las 20:56

Hola Chus: Me ha encantado tu relato, me ha resultado muy fácil impregnarme de la atmosfera que has creado, y la inclusión del viejo teléfono muy adecuada. Además nos dejas a los lectores que imaginemos la naturaleza del mensaje que Luna recibe. Un relato redondo, vamos. Mis felicitaciones.

Patricia Redondo

20/03/2025 a las 10:11

Hola Maria Jesús!
Salvo por que el final me deja con “un palmo de narices” (vaya, que Luna habrá entendido el mensaje , pero yo no 🙁 ) , el resto chapeau!
El texto te atrapa, emociona. Sentimos la camaradería entre esas niñas, el desamparo. El miedo que les provocan los adultos, la oscuridad, lo que no entienden…Me ha gustado mucho, lo unico que no he conseguido entender es ese mensaje a través del telefono , esa llamada que no se lo que encierra.
No me busques que este mes la dichosa cabina no consiguió sugerirme algo que me gustara así que nada envié.
Nos seguimos leyendo!
Saludos!

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