Literautas - Tu escuela de escritura

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Horas fantasma - por Daniel Escobar CelisR.

Eran pasadas las once de la noche cuando entré a la estación. Olía a madera húmeda. El eco de mis pasos resonaba a lo largo del solitario andén mientras las luces parpadeantes zumbaban como el latido de un enfermo. Inspeccioné un lugar donde sentarme a trabajar, pero tras observar varios bancos de madera astillados o incompletos terminé por hacerlo en un rincón, cerca de un teléfono de disco. —Sonreí al verlo—. Me recordaba aquel traste en casa de mis abuelos.
Agotado, saqué la laptop sin permitirme descansar, culminando el informe de la empresa, enviando un memo y los correos pendientes. Al terminar la cerré y me dediqué a inspeccionar mis acciones en las criptomonedas, justo a tiempo para realizar la inversión de la noche.
El reloj marcaba un cuarto para las doce y no había señal de personas ni del tren. Suspiré hondo. Si no podía llegar a mi casa pronto, al menos debería aprovechar el momento.
Durante los siguientes minutos realicé ajustes en la planificación, evalué el estatus de los diferentes proyectos y anoté los próximos pasos, cuando un sonido estridente me exaltó.
Tardé algunos segundos en identificar el origen de aquel sonido y me sorprendió corroborar que procedía de aquella oxidado artefacto.
¿Cómo demonios esa cosa puede seguir funcionando? ¿Quién puede llamar a un teléfono público en un anden? —Me pregunté, pero no tenía intenciones de perder el tiempo tratando de contestar semejantes preguntas.
Así pues, procedí a hacer scroll en las redes y, tras un tiempo insistiendo dejó de sonar.
El viento arrastró una lata hasta las vías y su eco resonó. Fue entonces cuando caí en cuenta de aquella soledad asfixiante. Me sentí el único humano a kilómetros a la redonda.
Pasaron los minutos sin que apareciera el tren, ¿En dónde estaban todos? Ni siquiera había visto a los trabajadores desde mi entrada en la estación. Me inquieté, pero intenté no pensar en ello, sumergiéndome en las redes. Entonces, volvió a sonar.
Miré aquella cosa. Apenas si podía intuirse algunas manchas de la pintura original sobre el metal oxidado. Parecía tener años sin ser utilizado. Tras unos segundos paralizado, caminé con lentitud hasta él y después de otros segundos mas de duda contesté.
—Aló, ¿Quien habla?
El tacto del auricular era rugoso y el olor metálico. Solo pude escuchar estática, pero antes de volver a decir algo quedó en silencio.
Colgué y al hacerlo observé mi mano llena de polvo y óxido. Maldije mientras me limpiaba las manos y la oreja. ¿Cómo demonios se me había ocurrido contestar?
Tras 30 min, sonó de nuevo, y luego cada diez minutos con precisión. Tras 3 intentos volví a contestar y tras escuchar la estática grité con furia ¡Diga algo! Esta vez escuché una voz familiar que me llamaba por mi nombre antes de quedar en silencio.
Entre el tren que no llegaba y el teléfono me tenían obstinado, así que esperé al lado y lo respondí sin esperar que terminara el primer ring.
—Carlos, ¿por qué nunca viniste? ¡Te esperé en la estación hasta tarde! Pero nunca llegaste.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo al tiempo que un nudo se me atragantaba. ¿Acaso estaba alucinando?
—Mamá lo siento —Alcancé a decir con voz entrecortada antes de que la llamada se interrumpiera—.
Fue allí cuando caí gimiendo al suelo.
¿Cómo podría olvidar aquella noche? Le había prometido a mi madre visitarla, pero justo en el momento que debía salir cancelé el viaje debido a un negocio que surgió en el último instante. Sin embargo, al día siguiente me llamaron para decirme que mi madre se había extraviado y tras un día de búsqueda, encontraron su cuerpo en un rincón a unos dos kilómetros y a la misma distancia de aquella estación de tren.
Tenía todas sus pertenencias, y se determinó que murió de un infarto. Mucho se especuló que se había salido y extraviado debido a su senilidad, pero…
Lloré sin consuelo sintiéndome culpable. Entonces, un sonido grave y alargado fue haciéndose más agudo hasta que el tren ingresó al andén. Cabizbajo y lleno de dudas entré en un vagón vacío pensando que debía hacer con mi vida.
Al arrancar, una joven con auriculares entró en la estación. El teléfono sonó de nuevo. Ella miró la pantalla de su móvil, dudando, pero alzó el auricular y antes de que el vagón cerrara sus puertas escuché su grito.

Comentarios (6):

Luciana

17/03/2025 a las 21:09

Hola, Daniel.
Me gusta mucho la historia.
Las descripciones son muy acertadas, logran transportar al lector.
El personaje principal está muy bien caracterizado.
Se consigue sentir la tensión y la pena.
Encuentro algunos errores de puntuación (“sonreí al verlo” no lo pondría entre rayas de diálogos porque no es una acotación) y de concordancia (“aquella oxidado artefacto”). También me resultan excesivos los gerundios, pero eso es un gusto personal.
Nos leemos.
Saludos.

Kelvin I. Márquez

19/03/2025 a las 01:03

Saludos Daniel

Como te comenta Luciana, la historia es buena y las descripciones hacen que uno pueda imaginar toda la escena. Ademas de lo que ella te comenta añado que hay par de palabras en algunas oraciones que podrías ahorrarte y no alteran el relato. Por ejemplo en este párrafo:

Pasaron los minutos sin que apareciera el tren, ¿En dónde estaban todos? Ni siquiera había visto a los trabajadores desde mi entrada en la estación. Me inquieté, pero intenté no pensar en ello, sumergiéndome en las redes. Entonces, volvió a sonar.

Pondría un punto después de tren y otro después de trabajadores (quitando desde mi entrada a la estación). También pondría punto después de ello y quitaría lo de sumergiendome en las redes. Alguna que otra coma también podrías quitarla sin problema alguno.

De todos modos aclaro: no esta mal como lo has escrito.

También añado que el saber quien llamaba causa un fuerte impacto, lo cual hace que la historia sea mucho mejor.

Felicitaciones y nos leemos!

Mónica Bezom

20/03/2025 a las 15:58

Hola, Daniel.

Un relato de agradable lectura, en el que la fuerza de la narrativa descansa mayormente en las descripciones tanto del entorno como de las reflexiones del protagonista. El desenlace es conmovedor; la tristeza de lo irreparable alcanza al lector.

Me ha gustado leerte.

Osvaldo Mario Vela Sáenz

23/03/2025 a las 18:32

Hola Daniel, saludos desde México.

Una redacción clara y sin tropiezos, cosa que se agradece. Desde el inicio de eran pasadas las once hasta el final, con escuche su grito, la lectura fue como un suspiro en que devoré todo el relato sin sentir.

un final algo triste pero que necessitaba el personaje confrontarlo una vez mas para pedir perdon y personarse. te felicito.

Yvonne (María Kersimon)

25/03/2025 a las 21:45

Hola Daniel,
Leí tu cuento del tirón y me gustó por su claridad. La escritura es fluida, se entiende sin tropiezos y uno experimenta emociones, en esta ocasión de culpa. El lector llega a sentir la congoja del personaje como propia y también a tomar consciencia de lo limitante que es el ritmo frenético del mundo en el que vive. Nos has ofrecido una buena lectura.
Gracias.

Jose Luis

02/04/2025 a las 17:19

Hola Daniel
Tu relato está bastante bien hilado, salvo algunos fallos en algunas palabras con errores de concordancia o de ortografía: mejor dale un repaso y te darás cuenta.
No sé, pero igual tardas un poco en entrar en materia, como si el planteamiento te hubiera quedado demasiado largo. Pero puedo estar equivocado. Se trata de envolver al lector con la ambientación y la tensión, pero para mí que entras tarde a la historia que quieres contar.
Un saludo

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