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Puchero con hierbabuena - por Ana TiradoR.
La gente pasaba con prisas alrededor de Mirabel. A las siete de la mañana, todos parecían tener algo que hacer. Ella, sin embargo, se sentía como una sombra en medio de ese flujo. Como si todo a su alrededor estuviera ocurriendo en otra dimensión. No esperaba que aquel día fuera diferente a cualquier otro.
Hasta que el teléfono público de la estación sonó, algo que no ocurría desde hacía años.
Se giró rápidamente, sorprendida. Nadie parecía notarlo pero, a ella, el sonido le taladraba los tímpanos. Sin pensarlo, descolgó el auricular.
—¿Dígame?
—¡Buenos días! Busco a Mirabel, ¿sería tan amable de preguntar? ¡Es importante!
—Yo soy Mirabel, ¿con quién hablo?
Su desconcierto iba en aumento. A lo inusual del suceso, se unía que la voz se le hacía extrañamente conocida.
—¡Menos mal, te pillé a tiempo! Monita, soy mamá. Te has dejado la carpeta en la mesa. Si vuelves ya, te da tiempo a llegar al instituto a segunda hora.
Agarró con fuerza el auricular.
—No, yo… Debe de ser un error. —Logró articular. Las sienes le palpitaban.
—No, cariño. Se te ha olvidado cogerla, ¡te dije que miraras si lo llevabas todo! Es esta carpeta rosa con flores, ¿no? —Se oyó un ruido al otro lado. Como si la hubiera cogido y luego la soltase de golpe—. Te has pasado todo el fin de semana haciendo ese trabajo para biología y ahora, ¡te lo dejas en casa! Ay, Mirabel, ¡menos mal que me he dado cuenta!
Recordó aquella mañana, treinta años atrás, cuando llegó a casa con la cara llena de lágrimas, un suspenso en el expediente y el trabajo de biología sin entregar.
«Te llamé esta mañana, monita. ¿No decías que no te hacía falta?», había preguntado su madre con consternación.
«¿A dónde me llamaste? ¡Yo no he hablado con nadie!»
«A la estación, claro. Te pillé justo antes de irte, ¿no te acuerdas?»
«Pero… ¡Que no, mamá! Me junté allí con Cris y estuvimos hablando hasta que salió el tren. A lo mejor pensaste en llamarme pero se te olvidó». Mirabel había sentido incluso una llama de enfado al pensar que su madre podría haberla salvado de suspender, si no fuera porque se le había ido la pinza. O eso había creído ella.
—… Me visto y nos encontramos a mitad del camino, a ver si así te da tiempo a coger el tren. —Seguía diciendo su voz.
—Mamá, ¿de verdad eres tú? —preguntó Mirabel con un hilo de voz.
—Pues claro, ¿quién si no? Preguntas unas cosas… Bueno, ¿te lo llevo, o qué hacemos?
Mirabel se tapó la boca con la mano libre, intentando contener un sollozo. Hacía rato que se le había nublado la vista. Llevaba meses sin oír su voz, desde aquel día en el hospital. No olvidaba las manos de su madre, ya marcadas por la edad, entre las suyas. Su respiración, cada vez más débil.
Y ahora le hablaba con un deje de lozanía en la voz. Como aquel día, mientras le ponía un plato de puchero con hierbabuena en la mesa para distraerla del disgusto.
Jugó con la idea de decirle que sí. ¿Qué pasaría? ¿Aparecería?
En el fondo, sabía que no era posible. No sabía qué azar del destino había desviado en el tiempo esa llamada, pero su madre ya no estaba. La esperaría horas y días si hiciera falta, pero eso no cambiaría el hecho de que no volvería a abrazarla.
—No te preocupes, mamá, no me hace falta —dijo entre lágrimas.
—¿Segura? Mira que a mí no me cuesta… Como quieras, monita. Vente rápido después de clase, que hoy comemos puchero. Voy a comprar hierbabuena, para que te lo comas como a ti te gusta.
A pesar de la tristeza, no pudo evitar sonreír.
—Te quiero mucho, mamá.
—Anda, ¡y yo a ti! —respondió. Y tras una alegre carcajada, el silencio llenó el aire, marcando el final de la conversación.
Se conformaba con poder decirle eso una última vez. Treinta años después, el mensaje se había completado.
Mirabel cerró los ojos. Se sentía vacía sin su madre, como si hubiera perdido una parte de sí misma tras su muerte. Cada día extrañaba su apoyo, incluso al tomar la más mínima decisión. La llamada, aunque efímera, había desvelado una herida que creía haber sanado.
Colgó el teléfono y se alejó, aunque no llegó a dar dos pasos antes de que volviera a sonar.
En el otro extremo del andén, un hombre giró la cabeza al escucharlo.
Comentarios (10):
IreneR
17/03/2025 a las 15:41
Buenas, Ana.
Un relato muy bonito y bien llevado. Me ha gustado mucho la historia, como el ciclo al fin, después de treinta años, se cierra. Y que Mirabel pueda volver a decirle te quiero a su madre.
Una historia emotiva.
Entiendo que el final está ahí para que el relato entrase dentro del reto, pero a mí se me hace un poco superfluo. No tiene nada que ver con la historia y no aporta nada. Yo lo habría terminado con la historia de Mirabel y su madre.
Nos leemos.
Un saludo.
Irene
HenkoSlowLife
18/03/2025 a las 18:57
Me ha encantado, es esa nostalgia de momentos con personas que extrañamos y, a veces, necesitamos que nos duela o sentirlas de nuevo, junto al recuerdo de un sabor, un olor.
Fluye con naturalidad y te invita a reencontrar pequeños recuerdos mientras lo lees, esperando a que al hombre, en el otro extremo del andén, le suceda lo mismo.
Mark Archer
19/03/2025 a las 01:39
Hola, Ana!!
Un relato muy enternecedor, cargado con unos detalles muy cotidianos que le dan un aire de naturalidad y realismo a una historia de nostalgia mágica, podríamos decir, y eso me gusta mucho.
Como ocurriría en la vida misma, en esa última llamada de un ser muy querido, hay muchas cosas que decir y supongo que en tu relato ocurre lo mismo por el hecho de que, justo al final, otra persona escucha la llamada (que es de lo que iba el reto opcional) pero me ha gustado mucho cómo lo has hecho porque nos recuerda que el auténtico protagonista es la cabina y la llamada a Mirabel es solo una de tantas historias que podrían ocurrir en esa cabina. En vez de la historia de Mirabel podría haber sido la del último hombre que escucha la llamada. En resumen, me gusta tu idea de una cabina como instrumento que nos concede una segunda oportunidad para hablar con los que ya se fueron y que lo haría con cualquiera, no solo con Mirabel.
Felicidades por tu texto!!
Por cierto, te invito a que te pases por el 63 y que compartas tus impresiones conmigo!!
Seguimos leyéndonos!!
Wanda
19/03/2025 a las 17:12
Hola Ana, me encantó tu relato, muy conmovedor. Con un ritmo ágil y fácil de leer. Me gustó mucho el título aunque confiezo no sabia que era y me fui a buscarlo a Google. Se ve muy rica la sopa y seguro con sabor a hogar.
Saludos.
Kelvin I. Márquez
21/03/2025 a las 02:33
Saludos Ana
Me sorprendió mucho cuando Mirabel recuerda que 30 años atras su mama la había llamado a la estación. Ese momento fue clave y le da un gran toque a la historia, triste si, pero muy bien llevada de principio a fin. El final me parece perfecto y ademas cumples con el reto opcional.
Mis felicitaciones y nos leemos!
María Jesús
23/03/2025 a las 19:45
Hola Ana: Muy buen relato, lleno de emoción y sentimiento. Sencillo, fácil de entender y con una narrativa armoniosa, tres ingredientes para atrapar mi atención. Muy buen trabajo.
Un saludo.
Yvonne (María Kersimon)
23/03/2025 a las 22:19
Hola Ana,
Escribiste un cuento encantador. Te envidio la facilidad que tienes para describir sentimientos. Tiene buen ritmo y el estilo de tu escritura es ligero y claro. Cuentas muy bien. Felicidades.
Ana Tirado
24/03/2025 a las 06:16
¡Hola! Muchas gracias, compañeros, por tomaros el tiempo de leer mi propuesta y comentar de forma tan bonita y respetuosa. Siempre es de agradecer.
Irene, respecto al final, entiendo tu punto de vista. Mi intención era que la cabina fuese el medio por el que el pasado se comunicara con el presente. Después de Mirabel, aquel hombre también tuvo su oportunidad de cerrar su propio ciclo. A mi modo de ver, ese es el detalle que aporta. Pero como te digo, comprendo que también puede verse desde la otra perspectiva y valoro tu opinión. Agradezco que me hayas escrito, y me alegra que mi historia te gustara.
Henko, me ilusiona que hayas sentido esa invitación a recordar y a vivir esos momentos. Gracias de nuevo por leer. 🙂
Mark, me encanta saber que te ha llegado esa mezcla de nostalgia y magia, y que he podido transmitir lo que pretendía con la segunda llamada. Me gustaba la idea de poder comunicarse con los seres queridos después (o antes) de la muerte. Muy interesante lo que dices sobre que podría haber sido la historia de otro personaje, y es totalmente serio. Como dices, la protagonista es la cabina de teléfonos.
Wanda, encantada de que lo hayas disfrutado… Y de haberte descubierto el puchero, jajaja. Es una de las grandes virtudes de este taller: conocemos detalles de la cultura de otros países, a los que de otro modo no llegaríamos. Para mí, el puchero con hierbabuena es casa, mamá y abuela. Es bonito saber que despertó tu curiosidad.
Kelvin, confieso que dudé con ese fragmento porque no sabía si se vería como demasiado “oportuno” que se acordara de un día tan común al cabo de tanto tiempo. Me alegra saber que funciona y que te ha gustado!
María Jesús, gracias por tu comentario tan positivo. Intento que el texto fluya, es una de mis mayores preocupaciones, si te soy sincera. Satisfecha de que te haya gustado!
Yvonne, qué bonito lo que me dices, ¡muchas gracias! Me alegra muchísimo que hayas disfrutado del relato y que te haya transmitido esos sentimientos. Es muy gratificante leerlo.
Un abrazo a todos. Iré pasando por todos vuestros relatos, aunque quizá me tome un par de días más leerlos todos. Nos leemos.
Cristina Otadui
24/03/2025 a las 10:32
Ana,
¡Que bonito! construyes un relato con una carga emocional grande que captura la compleja experiencia humana frente a la muerte. Esta carga emocional se acentúa por el confrontación que estableces entre lo cotidiano y lo sobrenatural.
El contraste entre el presente y el pasado, evocado por la llamada de la madre, resulta muy efectivo: la voz materna trae de vuelta a la memoria todos los recuerdos y sentimientos asociados con ella. La manera en que muestras la tristeza de Mirabel nos permite sentir el dolor de tu protagonista y observar que las heridas del pasado pueden reabrirse de forma totalmente inesperada.
A mi me gustan los finales abiertos: quizás otros lectores consideren que es algo rudo pero yo lo encuentro interesante y creo que esa llamada final con la que cierras, podría incluso utilizarse para seguir escribiendo mas relatos: las experiencias de otras personas con asuntos pendientes que encuentran el ese teléfono extemporáneo la oportunidad de cerrarlos.
Felicidades por el relato.
¡¡Nos leemos!!
José Torma
24/03/2025 a las 20:05
Hola Ana.
Tu relato no tiene desperdicio. Nos podrá gustar o no ese final donde la historia continua y voy de acuerdo que le quita un poco a la historia original, creo que está justificado.
Que ilusión me haría a mi poder hablar con mi papá y prometerle que si lo llevaría a comer ese corte que tanto anhelaba en vez de la hamburguesa que le llevé, dos días antes de su partida.
Pero la realidad es otra y uno solo puede sonreír e imaginar lo bonito que sería escuchar ese teléfono y poder…
Muy evocativo. Si alguna pega tengo es que la primera vez que sonó ese teléfono, 30 años atrás, estuviera ella para contestarlo, fue suerte o la llamaron por el sonido local a contestar… pero es nada comparado con el resto del relato.
Muchas felicidades.