Literautas - Tu escuela de escritura

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Encuentro entre generaciones: una historia de trenes y recuerdos - por José TormaR.

Web: http://www.cuentoshistoriasyotraslocuras.wordpress.com

2004

Observo a los muchachos correr hacia el tren. Vienen riendo y cargando bolsas. Las mochilas de acampar sobresalen a sus espaldas.

—Joel, tú eres el más rápido. Alcánzalo y dile que nos espere. —grita el más bajito.

El aludido ríe y tropieza, desparramando el contenido de su bolsa en el andén.

—Ande güey, si perdemos el tren y aparte el vino, morirás como un bellaco.

Todos ríen mientras le ayudan a ponerse en pie. Dos botellas de vino ruedan por el piso. Alcanzo a ver de qué tipo y casi deseo que se quiebren. “Nadie merece beber esa bazofia”, pienso mientras doy una calada al cigarrillo.

Los veo subir; son mexicanos, lo percibo en su acento y en la manera que se expresan, siempre golpeando o tocando al interlocutor. No tienen ni idea.

Pasan corriendo a mi lado.

–Disculpe señor —me dicen —, el último en llegar paga.

Me siento en el banco enseguida de la vieja caseta telefónica y saco un antiguo papel rosa de la cartera. Lo extiendo con cuidado.

Escucho la algarabía cuando bajan del vagón del tren. Salgo a su encuentro.

—Un minuto chavales, una pregunta… ¿Sois mexicanos?

—¡A huevo míster! —contestan al unísono —. Nadie nos avisó que marzo fuera tan caluroso en España

—dice el más alto mientras se jala la playera pegada de sudor.

Tomé la vieja hoja y se las mostré.

—¿Saben que es esto? —Joel la toma entre sus manos y se las enseña a sus amigos.

—¡Güey! Es una hoja del seguro social. Míster, ¿usted trabajó en México?

Sonrío mientras los recuerdos llegan a mi mente.

“Era un chaval, un chavo como dicen vosotros. En 1947 me fui buscando fortuna y antes de darme cuenta estaba desembarcando en el puerto de Veracruz. Empecé a trabajar para la naciente compañía de teléfonos, me tocó instalar postes en Tabasco. La paga era de mierda, pero yo era joven y buscaba mi destino. Un día, a mediados de junio, el tendido del cable iba con buen avance, pero la caseta que nos enviaron para la estación del tren era un modelo antiguo, tal vez de principios de siglo. Pesado y metálico, contrastaba con los nuevos aparatos que veníamos instalando.

—¡Jefe, este traste nos lo van a rechazar! —le dije a mi capataz, que se limitó a mirarme con esa mirada burlona a la que ya estaba yo acostumbrado.

—Basta de quejas “Manolo”. Asegura la conexión que vamos tarde y el camión viene a recogernos.
Acaté sus órdenes y conecté la línea principal. El transporte nos recogía en esa parada todos los días, pero nunca lo escuché sonar ni que lo utilizaran para llamar, no en esos primeros días al menos.

Pasado un año, regresaba del tendido: había comprado un refresco: el sol quemaba. Me senté en un banquillo enfrente de la caseta. El refrescante líquido era un bálsamo para mi garganta. Un aire frío me sorprendió, fue entonces que el teléfono sonó.

Me levanté a contestar. El auricular parecía una piedra en mi mano. Sorprendido de su peso, me lo llevé al oído. Una serie de crujidos y chirridos llenaron mi oreja. Quise colgar, pero entre la cacofonía de ruidos salió la voz conocida de mi madre.

—¡Ven a casa Antonio! Es hora.

Colgué espantado. Después de un momento lo levanté, pero solo el sonido de marcación escuché.”

—¡No mame míster! Se me puso la carne de gallina —. Me interrumpen, pero levanto la mano, prosigo.

“Regresé a Madrid, mas mis padres ya habían fallecido. Le conté a mi hermano de la llamada que recibí, pero solo me miró como si no estuviera yo ahí. Los ojos llenos de lágrimas.

—Altagracia… ¿Es verdad? ¿Te han confirmado la noticia? ¿A que volvió? —preguntó.

—Es lo que dice la policía Juan. El tren descarriló. Antonio está en la lista de los fallecidos.”

Guardé silencio un momento mientras dejaba que la verdad se asentara en sus cabezas.

—Míster, está diciendo que… ¿¡Estamos hablando con un muerto!?

Mis ojos se llenan de lágrimas cuando los de ellos por fin se abren y ven la destrucción en la estación.

—¿Espere, acaso…?

El teléfono público suena.

Los chavales me miran dudosos; mientras Joel contesta.

—Es hora de que regresen a casa.

Joel cuelga el teléfono confundido. Se abrazan y desaparecen frente a mí. Son cincuenta años de ver pasar gente, los tiempos han cambiado y todos llevan móviles. Rara vez se percatan del viejo teléfono, que tarde o temprano suena y aquí estaré para guiarles, echarles la mano.

Comentarios (11):

Martin

17/03/2025 a las 16:32

Hola José! Me gusto tu relato, aunque hay algunas partes que me parecieron difíciles de comprender a la primera lectura. Sobre todo cuando Antonio comienza a contar su historia, la mezcla entre diálogos (con su capataz) y recuerdos me resultaron una traba a la fluidez del relato. La idea es muy buena! Abrazo.

María Jesús

17/03/2025 a las 20:56

Hola José: Un relato realmente original aunque coincido con Martin en que algunos párrafos resultan confusos. Sin embargo la idea me ha gustado. Un saludo.

Džoker

18/03/2025 a las 00:28

Vengo del texto 20 como un fanático declarado de su escritura desde el relato de la grieta y la mujer que se desnuda a en la playa.
Como siempre una prosa cuidada y de trato profesional. El giro es entregado de forma hermosa. Pobre fantasma del teléfono atrapado en la estación de tren.
Poco que decir, un ritmo y narrativa muy auténtica, me recuerda al realismo mágico. Un placer leerlo.

Osvaldo Mario Vela Sáenz

20/03/2025 a las 00:43

Hola compadre José, saludos desde Nuevo Laredo.

Qué pedazo de redacción y de trabajo en este oficio de la escritura acabas de presentar. te felicito con el corazón en la mano y con ganas de cantarte las mañanitas mezcladas con “el Rey”

Tengo la intención de mandarte un par de libros, solo envíame tu dirección y te los mando de inmediato.

te felicito y enhorabuena.

Mónica Bezom

22/03/2025 a las 00:31

Hola, José.

Has tejido una historia no lineal cuya trama, de acertadas puntadas, nos revela el pasado y presente de Antonio teniendo a los jóvenes como público espontáneo -es lo que pensé al principio-, pero no; nada de espontáneos, son los destinados a pasar al Hades, resultando Antonio un Caronte muy particular. Faltó que les solicitaras una moneda, jaja. Fuera de broma, me ha encantado por su originalidad y buena factura. Te felicito.

Nos estamos leyendo.

Kelvin I. Márquez

24/03/2025 a las 02:57

Saludos José

No me esperaba para nada ese giro de que Antonio estaba muerto. La historia de por si me estaba atrapando pero ese momento me dejó con la boca abierta. Si bien es cierto que como a Martin, algunas partes me resultaron un poquito confusas, eso no quita lo genial de la idea y lo buen relato que te quedó. Y como ya dije, atrapa al lector de principio a fin.
Felicitaciones y nos leemos!

Yvonne (María Kersimon)

24/03/2025 a las 22:56

Hola Jose,
Gracias por leer mi cuento y comentar. Tu relato transcurre entre lo real y lo surreal, lo diurno y lo onírico y cuesta a veces distinguir entre ellos. Me gustó el lenguaje coloquial salpicado de modismos mexicanos; queda muy natural. En cuanto al significado convencional, me pareció entender que Antonio falleció cuando volvía en tren a España (su tren descarriló) y que acoge a un grupo de jóvenes mexicanos de viaje en España… ¿que también están muertos? Los ve primero subir al tren y luego bajar… ¿Es que viajaron juntos? La verdad es que me cuesta atar todos los cabos y me gustaría que me lo expliques.
Saludos.

IreneR

25/03/2025 a las 18:32

Buenas, José.

Creo que la idea es buena, y el final te deja sorprendido. Sin embargo, me ha resultado bastante difícil de entender. Las puntuaciones de los diálogos tienen unos cuantos errores y hay partes de la historia que están escritas de tal manera que me pierdo.

Como digo, la idea me parece que es muy buena, aunque en mi opinión habría que mejorar algunas cosas.

Gracias por pasarte por mi relato.

Nos leemos.

Un saludo.

Irene

Yvonne (María Kersimon)

25/03/2025 a las 20:55

Jose,
Gracias por tomarte el tiempo de explicarme la historia. No fui tan sutil como para conectar 2004 con los atentados y el calor en marzo en Madrid aunque pensándolo más hubiese podido llegar. Entendí que Antonio se encontraba con los jóvenes en Madrid y que él ya había fallecido. Me costó llegar a que los jóvenes también habían fallecido y no tuve claro la distancia en el tiempo.
El relato me interesó lo suficiente cómo para no quedarme en la duda, pues está bien escrito y tiene magia. Creo que confías mucho en la capacidad del lector para unir los puntos y sacar conclusiones. Nos has ofrecido un hermoso puzzle con las piezas un poco revueltas y yo no he sabido resolverlo pero al final no me quería quedar sin la clave del acertijo. Así que gracias por darme la respuesta.
Un abrazo, ¡nos leemos!

Osvaldo Mario Vela Sáenz

26/03/2025 a las 03:55

Hola Compadre José.

Como te prometí envié dos libros el sábado, espero los hayas recibido. el libro de la vida de mi padre, pero ya más trabajado que el primero. Y una novela del jefe Arrepentido. Obra que, como ganadero y ranchero, te la voy a recomendar.

De verdad quiero agradecerte y que quede escrito para ti. El agradecimiento es algo nato en mi. y no puedo ni debo olvidar tu primer comentario en enero del 2014. en la escena número catorce como comentarista dos. y el quince como único comentarista y en el diez y seis como número uno y así sucesivamente. Y de allí en delante estuviste cuidándome para no rajarme, porque no se vale. Y en esta vez me lo vuelves a recordar: para atrás ni un paso, ni para tomar impulso. Gracias compadre.

Vespasiano

28/03/2025 a las 23:19

Estimado amigo José:

Hace ya varios días que te he leído y varias veces, pero no sabía que decirte a no ser pedirte disculpas por no entenderlo.

Releyéndolo y leyendo los comentarios de otros compañeros y la explicación que le has dado a IVONNE aún me siento mas torpe, y te lo explico:

Diariamente yo viajaba en esa línea de tren de cercanías: CHAMARTÍN-ALCALÁ DE HENARES. Este atentado ocurrió un año antes de jubilarme. Pero aquel día no me subí al tren, fuí con mi coche hasta la empresa en la que trabajaba que está cerca de ALCALÁ en la misma linea ferroviaria pero una estación antes. La ciudad se llama “Torrejón de Ardoz”.

Volviendo al relato te diré que mismo sin haberlo descifrado me ha gustado y me ha mantenido expectante durante su lectura.

Con relación a que el capataz durante el trabajo lo llamara de “Manolo”, pensé que fuera un despiste. Pero intuyo que pueda ser que en Méjico todos los españoles seamos “Manolos”, así como en Argentina los españoles seamos todos “gallegos”.

Bueno, espero ser más intuitivo en la próxima entrega.
Un saludo afectuoso.

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