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El teléfono de la estación - por Brandon QuirogaR.
Esther Flores se sentó frente al televisor, lo encendió, pero no lo vio. Ni siquiera se había dado cuenta de que el televisor estaba mudo. Sus ojos, puestos en la presentadora de noticias, lo la observaban, sino que miraban hacia dentro, hacia sus recuerdos.
Hacia el teléfono de la estación.
No tenía nada especial. Era de esos antiguos que se ven en las películas viejas: elaborado de metal con una pintura negra descascarada en varios lados. El auricular estaba desgastado por donde miles de manos lo agarraron para realizar sus llamadas. Su disco parecía un ojo vigilante que observaba a todos sin decir nada. La gente pasaba frente a la cabina con sus teléfonos inteligentes sin prestarle atención. Esther no formaba parte de esas personas. Por alguna razón que ella no comprendía ese teléfono viejo le preocupaba y no podía quitarle los ojos de encima.
Esther dejó de ver de los datos de violaciones que aparecían en la televisión en esos momentos y observó su propio teléfono. Sus dedos empezaron a moverse sobre sus piernas con nerviosismo. Ese día se cumplía un año desde que recibió la llamada en la estación de trenes.
Un año desde ese fatídico día.
Fue un sonido fuerte y metálico, como el de la campana de un tren antiguo al llegar a la estación. Esther pensó que en verdad se trataba de un tren que iba deteniéndose y se sintió transportada a esas películas que veía cuando era niña. Miró a un lado y a otro, pero las vías estaban vacías. Entonces vio el teléfono. De ahí provenía el sonido. El auricular vibraba con cada timbrazo. Nadie se acercó al teléfono, nadie contestó la llamada. Siguió sonando durante varios minutos hasta que Esther se dirigió a la cabina. Vio que debajo estaba el número de ese teléfono. Lo levantó y contestó.
“¿Hola?”
“… de ahí. Es… groso… No… espe… dito tren… Ya. Ya. Ya… hom… s… pelig…”
A lo lejos, entre la estática, se escuchaba el llanto de un bebé.
“No la escucho…”
“… solo… minu…”
“Voy a colgar.”
Lo hizo con la piel erizada. Se alejó de la cabina acariciándose los brazos para sacar el escalofrío del cuerpo.
Hacía un año desde entonces. Hacía un año que la estación de trenes cerró. Desde hacían años que se había demandado a la empresa dueña de la estación por la falta de seguridad de los usuarios. Ahí abajo se había convertido en un hervidero de criminalidades, ventas de droga, prostitución y violaciones. Eso no lo sabía Esther en ese entonces. En su inocencia lo ignoraba. Pero lo supo esa noche de hace un año.
Su tren se había retrasado, y ya llevaba dos horas esperándolo. El reloj de la estación marcó las nueve de la noche. Se sentó en la banca y miró el dial del teléfono antiguo, un ojo pálido como si tuviera una catarata.
Una mano se cerró en su boca y otra en su cuello. Una boca con olor a cerveza barata susurró algo ininteligible en su oído. Y lo que sucedió después, Esther siempre ha querido olvidarlo.
Pero era imposible.
No podría olvidarlo, aunque lo quisiera.
Su bebé empezó a llorar en la cuna. Esther lo levantó, se sacó un pecho, le acercó un pezón a la boca, pero el bebé lo rechazó. El llanto incrementaba con cada minuto que pasaba. Le tocó la frente y la sintió hervir. Lo volvió a dejar en la cuna, desesperada, asustada. Se acercó al teléfono para marcarle a su madre y que le aconsejara. ¿Qué debía hacer?
El llanto del bebé incrementó. Esther cerró los ojos y se cubrió los oídos con las manos.
—¡Calláte!
Agarró el teléfono. Olvidó el número de su madre, pero recordó el que había visto debajo del teléfono antiguo aquel día. Se quedó helada. Los vellos del cuerpo se le erizaron. El bebé lloró más fuerte.
“¡CALLÁTE!”
Marcó el número. Ella también había empezado a llorar. El teléfono timbró una vez. Dos. Tres. Ocho. Nadie contestó. E iba a colgar cuando una voz lejana, femenina, respondió con un tímido:
“¿Hola?”
“¡Andáte de ahí! ¡No sigás esperando ese maldito tren! ¡Ahí hay un hombre! ¡Es peligro que estés ahí!”
“No la escucho…”
“¡Solo tenés pocos minutos!
“Voy a colgar.”
“¡Hacéme caso!”
Pero ya habían colgado. Esther dejó caer el teléfono y se deslizó por la pared sin dejar de llorar junto con el bebé.
Nunca podría olvidar aquella noche de hace un año.
Comentarios (3):
Jose Luis
17/03/2025 a las 16:32
Hola, vecino.
Intentaré hacer una pequeña reseña de tu relato.
Comienza con aire de misterio y de intriga. La ambientación te lleva a seguir leyendo para saber lo que ocurre. Es necesario para matar el gusanillo de la curiosidad. Hay que saber iniciar un cuento para llevar al lector por donde quieres, y creo que tú lo consigues.
El detalle del cierre de una estación de tren es demasiado conveniente. Difícilmente una empresa puede ser dueña de una estación, que suele ser de titularidad pública. Pero comprendo que esto forma parte del relato. No hay que cuestionar el “qué”, sino el “cómo”. Y el cómo, el desarrollo del cuento mismo, está logrado.
El final es un clásico de la ciencia ficción, como un bucle temporal que luego se repite. Te pilla desprevenido, lo que es la intención, pero cuando acabas de leerlo de asaltan ciertas dudas lógicas, o acerca de la coherencia interna del cuento.
Un saludo
Alejandra Dubón
19/03/2025 a las 03:37
Hola, Brandon. Tu relato me ha parecido de lo más interesante. Me gusta mucho la temática que desarrollas en tu cuento, ese bucle en el que queda atrapada Esther, me parece algo increíble. El tema que tocaste también me ha conmivido y el hecho de que quedara atrapada en ese bucle, tratando de advertir a su yo del pasado y tal vez así cambiar su presente, me parece desgarrador y algo muy interesante de desarrollar en un personaje que fue víctima de abuso. Nos seguiremos leyendo el próximo mes, ten un buen día.
Ebea
22/03/2025 a las 18:31
Hola Brandon, aquí tu vecina del 49 a devolver la visita.
Ante todo, mi felicitación. Este relato me ha parecido una historia intrigante y emotiva, que combina muy bien el presente y el pasado para crear una narrativa llena de tensión y profundidad emocional. La historia de Esther, marcada por un evento traumático en la estación, logra transmitir la angustia y la lucha interna de la protagonista de un modo bastante convincente.
Es interesante el uso del teléfono como elemento simbólico que hace de puente entre realidades o tiempos, algo que ha llamado la atención de buena parte de los participantes. Parece que el teléfono no se nos ha quedado tan solo en ese elemento que sencillamente comunica, sino que también tiene capacidades espacio-temporales. ¿Demasiado Doctor Who? Puede ser, pero queda claro que el simbolismo ya está en el imaginario popular.
Me ha gustado especialmente cómo se alternan los momentos del presente, con el bebé enfermo y desconsolado, y los recuerdos de aquella noche traumática en la estación. Este contraste temporal funciona muy bien, ya que mantiene el interés y profundiza en el estado emocional de Esther, al tiempo que también remueves las emociones del lector, ya que no sabemos si ese bebé es fruto de eso que estamos leyendo a medida que avanzamos.
Las descripciones del teléfono antiguo, con detalles como “el disco parecía un ojo vigilante” o “un ojo pálido como si tuviera una catarata”, son vívidas y evocadoras, y aportan una especial carga simbólica que refuerza el tono oscuro de la historia. La atmósfera de abandono y peligro en la estación también está muy bien lograda y ayuda a sumergir al lector en ese mundo lleno de tensiones. Mis felicitaciones.
Los momentos de mayor tensión, como la llamada al número de teléfono antiguo y el llanto desesperado del bebé, están, a mi entender, bien dosificados y aportan un ritmo correcto a la narración del relato. Además en la lectura, la musicalidad es notable, especialmente en los diálogos y en la descripción de los sonidos, como el timbre metálico del teléfono o el llanto del bebé. Estos elementos auditivos no solo ayudan a crear una sensación de realismo, sino que también refuerzan la atmósfera de angustia que permea durante toda la historia.
Desde luego, muy buen trabajo. He de decir.
Sin embargo, hay algunos aspectos que pienso que podrían mejorarse. Ya sabes, todo en la vida es mejorable según puntos de vista. Para mí, aunque Esther está bien perfilada para la dimensión del relato y lo que nos cuentas, los demás personajes, como el agresor o el bebé, quedan un poco sin fondo, simplemente están. Entiendo que puede ser intencional, ya que puede existir un deseo de que el lector se centre en ella, la protagonista, pero quizás un poco más de detalle en esos bosquejos de los personajes secundarios podría añadir profundidad a toda la historia. Por ejemplo, ¿están relacionados el bebé y el agresor de algún modo? ¿Se parecen de algún modo? ¿Cómo afecta el trauma de Esther a su relación con el bebé? Estos pequeños y sencillos detalles a modo de pinceladas podrían enriquecer el conflicto emocional y hacer que la historia resuene todavía más en el lector.
Por otro lado, en algunos momentos, la transición entre el presente y el pasado puede resultar un poco confusa. Quizás un mayor uso de indicadores temporales, como “hace un año” o “ahora”, podría ayudar a no perder el hilo al lector. Además, el final, aunque reconozco que es impactante, resulta un tanto abrupto (y soy la menos indicada quizás para decirlo, pues en mi relato también fue planteado así). La escena en que Esther llora junto al bebé es emotiva, pero siento que podría cerrarse con un poco más de reflexión o con un giro que dé mayor sensación de cierre. Por ejemplo, ¿qué pasa después de esa llamada? ¿Cómo afecta esto que ahora sabemos a Esther en el presente? Comento esto, pero puede que haya sido intencional para buscar precisamente esa reflexión final en el lector. Al final, el número de palabras era el que era, y cada uno sabe lo que quería contar.
En todo caso, debo felicitarte. Es un relato bien construido y emotivo, con una atmósfera muy interesante. La historia de Esther es conmovedora y está llena de detalles simbólicos que enriquecen la trama. La musicalidad y sonoridad en este relato son elementos fuertes que contribuyen a su atmósfera y a la conexión con el conflicto y las emociones de la protagonista. Con algunos ajustes, la claridad temporal y el final, pienso que podría alcanzar un impacto aún mayor, pero hay que decirlo, es un buen trabajo. ¡Enhorabuena!
Espero seguir leyéndonos en el futuro.