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El teléfono - por Alejandra DubónR.
Web: https://www.instagram.com/its.rebeca_1009/?next=%2F#
Mi corazón ha muerto. Hace tanto me ha abandonado, aunque conservo la esperanza de que, por algún milagro, empiece de nuevo a latir. Siempre es lo mismo, después de un largo día de trabajo me dirijo hacía la estación de trenes y regreso a casa. Esa es la rutina. Una y otra vez, una y otra vez… Soy tan obstinado con las rutinas, “El hábito hace al monje.” Me levanto, voy al trabajo, me dirijo a la estación, llego a casa. Siempre me esperaba Marta, ella como de costumbre llegaba de la universidad antes que yo. La amo, aunque ella no lo sepa. Pelearnos también era parte del día a día, yo le decía cosas horribles cuando estaba ebrio, y ella lloraba mientras me gritaba. Ya no me soportaba, la entiendo, ni siquiera yo sabía quién era. Borracho, sí, pero nunca faltaba un día a mi rutina. Odiaba los contratiempos, cualquier mínima cosa que saliera de mi comodidad era suficiente para que me volviera loco, ese día empezó. Toda la gente de un lado a otro, subiendo y bajando de los trenes, esperaba el mío, cuando algo interrumpió mi rutina. Un teléfono, inservible con solo verlo. Siempre me llamó la atención, era algo desolado, me molestaba. Odiaba ver el maldito teléfono en medio de la estación del tren. No tenía ningún propósito, alguna vez lo tuvo, pero ahora era inservible. Nadie lo usaba, ni si quiera pensé que funcionara, si nadie lo quitaba, yo mismo lo iba a tirar.
Ese día fue largo y tedioso, solo quería regresar a casa y beber, beber como si a la mañana siguiente no tuviera que trabajar. Pero, entonces… maldito contratiempo…
– ¡Ring!¡Ring! – El teléfono comenzó a sonar, no me importaba. – ¡Ring!¡Ring!¡Ring! – Cada paso que daba lo hacía enfurecer. ¡Ring!¡Ring!¡Ring!¡Ring!… ¡RING! – Parecía gritarme, pensé que en cualquier momento le nacerían pies y manos, y correría hasta alcanzarme y ahogarme. Pensé que me torturaría con su sonido hasta que sacara de mis pulmones todo el oxígeno. ¿No puede contestar alguien más? ¡Por qué nadie oye que esa cosa esta sonando desde hace treinta minutos! Carajo, si no lo hago yo, ¡No lo hace nadie! Contratiempos… Rutina… “El hábito…”.
– ¡Quién sea que seas, deja de llamar ya! –. Y colgué. Pensé que había acabado mi sufrimiento, pero lo que hice, solo lo empezó.
El timbre del teléfono, me siguió al día siguiente. Antes de irme a trabajar, sonó y sonó, lo ignore. En mi trabajo, por la cafetería podía ver el teléfono abandonado, y sonaba, ¡sonaba siempre! Cuando iba al baño, ahí estaba… Y cada que me acercaba para responder y que dejara de sonar, se iba. Solo emborracharme me sacaba de mi tortura. Marta ya no me decía nada, yo le gritaba, pero solo recibía silencio. Cada que llegaba a la estación corría para subirme al tren, antes de que comenzará a sonar. Todos mis esfuerzos fueron en vano, cada que me subía al tren, ahí estaba… sonando, gritándome y me perseguía hasta mi casa. Ya ni me daba tiempo de cambiarme, solo agarraba la primera cerveza que viera y empezaba, y ahí lo veía irse. Pronto ese fue mi hábito. Me emborrachaba, todo el día. Por la mañana antes de llegar al trabajo, en el trabajo, en mi casa. “…hace al monje.” Una tras otra, tras otra, y otra. No paraba, ni siquiera recuerdo como se siente estar sobrio.
Pensé que había encontrado mi salvación, pero entonces, volví a escuchar a Marta, volví a verla. Siempre que le gritaba, ya no me contestaba, pero ahora ahí estaba, frente mío, y me gritaba. Se acercaba a mí y gritaba, pero sus gritos eran el timbre del teléfono, me perseguía a cada lugar, estaba en cada esquina. – Papá…(¡Ring!¡RING!) ¿Eras tú? ¿Por qué me colgaste? -. “Señor Meléndez, su hija fue encontrada muerta en su habitación… Entraron por la fuerza y… ¿Por qué no estaba usted en casa?”. “Había sido un día largo… solo quería beber…”. “Su hija logró escapar y llamo a algunos de los teléfonos públicos… Parece que alguien contesto pero…”. “No, no es no puede ser”; “La policía no pudo contactarla a tiempo, tal vez si alguien hubiera contestado…”. El tren estaba a por llegar, se oían los rieles frenando- ¿Por qué no me salvaste, papá? ¡El hubiera no existe!, ¿verdad? Señor “o lo haces o no”. Dime papá, ¿valió la pena jugar a ser el monje? –. Ese sonido… era música para mis oídos… Marta…
¡RING! ¡Ring! rin-…
Comentarios (4):
Vespasiano
17/03/2025 a las 22:43
Buenas noches, Alejandra:
Tu relato tiene enjundia y el giro final es sorprendente.
Pero está escrito, de una manera atropellada que dificulta la lectura.
Viendo el conglomerado de palabras del principio casi me tira para atrás de su lectura.
“Hace tanto me ha abandonado”. Creo que debe ser así: “Hace tanto (QUE) me ha abandonado”.
“ni si quiera”. Se escribe junto: “SIQUIERA”.
“¿No puede contestar alguien más?”. Aquí pienso que sobra el adjetivo (“MÁS”), ya que nadie había cogido el teléfono antes. Quedaría así; “¿No puede contestar alguien?
“Y cada que me acercaba para responder y que dejara de sonar”. En esta oración faltaría intercalar el sustantivo (“VEZ”). Y cada (VEZ) que me acercaba para responder y que dejara de sonar”.
“Señor Meléndez, su hija fue encontrada muerta en su habitación… Entraron por la fuerza y…”.
“Su hija logró escapar y llamo (LLAMÓ) a algunos de los teléfonos públicos…”
(Si logró escapar ¿cómo fue posible que la encontraran muerta en la cama?)
“Parece que alguien contesto (CONTESTÓ) pero…”.
“El tren estaba a por llegar, se oían los rieles frenando”. Aquí creo que sobra la (A): “El tren estaba por llegar, se oían los rieles frenando”.
A mi entender reescribiendo este relato de forma más ordenada quedaría redondo.
Nos seguiremos leyendo.
Fernando Rodríguez
18/03/2025 a las 18:18
La literatura permite todo tipo de libertades, y aunque sea en un relato corto como este, la angustia del que se sabe perdedor la has transmitido a la perfección. Si encima está bien escrita, solo cabe disfrutar de ello. Y también aprender, por supuesto.
Brandon Quiroga
18/03/2025 a las 18:25
Hola, Alejandra. He leído tu relato y voy a dar mi opinión al respecto.
Más que las erratas gramaticales que el compañero Vespasiano ha identificado (y que a todos se nos pueden colar) lo que yo quiero destacar es la narración en sí, tu forma de narrar. Por mi parte, no la he sentido confusa. Es más, me recordó muchísimo a la escritura de Horacio Castellano Moya y Mauricio Orellana Suárez (escritores salvadoreños). Es cierto que la narración atropellada, pero eso se nota que es intencional. Intencional, ¿por qué? porque estamos viendo el mundo desde el punto de vista de alguien que ya está en el pozo de la locura, alguien que vive borracho y cuya mente está trastornada por el dolor y el alcohol. Cuando metes en medio de la narración pensamientos “inconexos” le da una riqueza psicológica al relato ya que nos introduce cada vez más al caos mental del personaje. El toque surreal del relato con el timbre del teléfono persiguiendo al protagonista me pareció un toque fantástico y surrealista que le mucha belleza.
En conclusión, el relato sí tiene errores gramaticales que se pueden solucionar corrigiéndolos, no son cosa de otro mundo. Su narración nos introduce a la psicología caótica del personaje lo que nos hace partícipe de su locura. También presenta una ambientación fantástica cortáziana.
Te felicito, me ha encantado tu relato. Nos leemos el siguiente mes. Soy el relato 48.
Maiena
19/03/2025 a las 10:48
Hola Alejandra.
Me ha gustado mucho tu relato: intenso, de ritmo ágil y adentrándose de manera muy sincera en el sufrimiento psicológico del personaje principal. Muy bien.
En cuanto a aspectos a mejorar, visualmente igual el texto es demasiado denso y se podría aligerar con párrafos más cortos y con diálogo de guión largo en la parte final, cuando está la escena del personaje con la policía, el texto “respiraría” mejor y el lector lo seguiría con mayor fluidez. La descripción de cómo una persona afronta la muerte de un ser querido me ha parecido muy bien narrada y mostrada.
Nos leemos en próximos relatos.
Un saludo.