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EL TELÉFONO - por El Monje

EL TELÉFONO
Riiing…Riiing…Riiing… ¡Bah! Ni caso, van a su bola, embobados viendo y escuchando sus móviles. No viven para otra cosa, luego dicen que hay problemas de concentración, ansiedad, depresión y sobre todo de aislamiento social. ¡¿cómo no va a haberlos?!
No se dan cuenta de esta maravilla de edificio ni de su historia, cómo para fijarse en un antiguo teléfono público que está sonando. Tan ensimismados van que yo creo que no saben ni ven de dónde sale el sonido, y no será por mi apariencia. No quiero presumir, pero mi color verde llamativo, en contraste con el de los forjados de la estructura del techo, el dial giratorio para marcar los números colocado en el centro de mi cuerpo (creo que estos jóvenes no saben ni para qué es), mi auricular robusto de baquelita negra conectado a mi costado por un cable plateado en espiral…¿no les despierta ningún interés?
¿Y mi ubicación? Inmejorable, como para no verme. Colocado en el centro de este gran vestíbulo, bajo la imponente cúpula de hierro y cristal de esta estación, inaugurada a principios del siglo XX y construida siguiendo el estilo palaciego francés del siglo XIX con los materiales de la época: hormigón, hierro y cristal, con algún toque especial de pizarra en los tejados, piedra propia de esta zona pirenaica. Pues tampoco les importa para nada.
Desde esta posición privilegiada he oído muchas leyendas, una de ellas cuenta que sus 365 ventanas son los días del año que dan una luminosidad especial al interior y han sido testigos de encuentros, despedidas, amaneceres y atardeceres de innumerables viajeros. Y no solo eso, también conversaciones, algunas muy jugosas, si yo contara…Pero bueno eso ya sería otra historia.
La verdad es que un poco presuntuoso sí que soy, si no se dan cuenta de esta preciosidad de estación, ni de su interesante pasado, cómo van a darse cuenta de esta reliquia, por no decir antigualla que no hace más que sonar y sonar, para llamar su atención.
Es difícil creer que no lo oigan, en ocasiones hasta a mí me molestan los timbrazos que emito, es verdad que a veces mi riiing…riiing…riiing, hace que algunas personas vuelvan la mirada, me miren como con disgusto y durante escasos segundos, eso sí sin desatender su móvil.
A ver…a ver espera, parece que te has equivocado, esa pareja de abuelos señalándome y hablando se dirigen hacia aquí…
—Que sí, mujer, vamos a cogerlo, por lo menos dejará de sonar.
—Ni se te ocurra Juan, a ver si te va a pasar lo que a José Luis López Vázquez en aquella película que se quedó encerrado en la cabina.
—¡Qué cosas tienes María! Si la marquesina en la que está anclado ni siquiera tiene puertas.
—¡He dicho que no! ¡Ni lo toques! ¿Vámonos!
¡Qué lástima hasta los de edad avanzada, pasan de mí! ¿Qué les sucede, tan ajetreados viven que se encierran en su mundo y se aíslan del resto? Bien cierto es que en los tiempos que corren puede percibirse como una intrusión más en un entorno ya saturado de estímulos, pero tampoco es para tanto ¿Qué les pasa, tienen miedo? ¿A qué? ¿A hacer el ridículo porque sea alguna broma tipo cámara oculta? Pues con colgar, en paz. ¿A que les cuenten algo y verse metidos en un compromiso? ¿A que les quieran estafar? Con decir no gracias y colgar, se acabó.
Estoy pensando que si, en vez de esta forma un tanto desagradable de sonar, me hubieran puesto una de esas “musiquillas” disponibles en los móviles, pues posiblemente me descolgarían y no este: Riiing…Riiing…Riiing…Riiing… La verdad empiezo a cansarme de este abandono y poca consideración para quién fue un adelanto y un servicio para la sociedad durante décadas. Y pensar que en los años 70, mis compañeros y yo, éramos una pieza icónica del paisaje urbano y una parte esencial de la vida cotidiana. Todavía recuerdo las colas que en ocasiones se formaban para poder usarnos y la tensión que se respiraba en el ambiente, si alguna conversación se prolongaba demasiado.
¡Espera un momento! Deja de quejarte y fíjate en ese par de “jovenzanos”, se han detenido, me miran … hablan entre ellos… sí, si parece que van a descolgar.
—¿Halo, dígame?
—¡Por fin, alguien ha descolgado! ¡Coñooo!, y ahora ¿qué digo?

Comentarios (10):

Lupa Sívori

17/03/2025 a las 19:45

¡Hola, Monje! Éste es el cuarto relato que leo de esta propuesta y es inevitable ver que todos hemos ido, más o menos, para el mismo lugar. En tu caso, tu texto tiene una premisa nostálgica interesante al personificar un teléfono público y darle una voz crítica sobre el aislamiento social moderno.

Creo que la crítica a la sociedad digital es un poquito reiterativa y podría beneficiarse de un enfoque más sutil para no volverse demasiado explícita. La ambientación en una estación histórica le da un aire evocador, y las descripciones detalladas permiten visualizar tanto el entorno como la decadencia del teléfono con claridad.

Me gustaron los momentos de humor sutil que le agregan dinamismo. Con algunos ajustes en el ritmo y el desenlace, no tenog dudas de que el relato podría volverse todavía más efectivo y memorable.

¡Saludos desde Argentina!

Carme González Graell

18/03/2025 a las 09:09

Hola, Monje:

Me ha gustado mucho tu relato. El hecho de que el protagonista sea el teléfono le da un enfoque muy divertido. Sobre todo por su punto de vista sobre lo que pasa a su alrededor. Su crítica a la sociedad, siempre ocupada y su aislamiento en cuanto todos hacen uso de las nuevas tecnologías y pasan de él.
Me ha gustado también cómo has descrito la estación, la has ambientado muy bien. Y el final es muy bueno.
Felicidades.
Saludos.

ABAL

18/03/2025 a las 16:54

Conozco esa estación, es lo que tiene vivir cerca y compartir lecturas, me parece maravillosa. El relato envuelve a la soledad en un escenario magnifico, lo que cabe pensar que no por estar en lugares privilegiados tienes el poder de encantar y a veces quedas obsoleto. No porque ya no sea útil si no porque no es novedoso.
Me gusta humanizar los objetos y lo has hecho genial.

IGNACIO Zrgz

18/03/2025 a las 17:09

Hola. Muy buen relato. Combinas el humor con la nostalgia.
Da la impresión de que estás hablando de una estación de tren determinada, situada en el Pirineo; posiblemente la estación de Canfranc, que creo que es bastante grande y tiene tejados de pizarra.
El final, en línea con el tono de humor contenido. Muy bien.
Una observación: el primer párrafo termina con esta frase, ¡¿cómo no va a haberlos?!
Mi profesora de escritura creativa te diría que hoy en día se admiten estas cosas, pero creo que lo correcto es ¿Cómo no va a haberlos? Con mayúscula inicial y un solo signo de puntuación.
Saludos

Jesusa

19/03/2025 a las 14:16

Un buen reflejo de la sociedad en la que vivimos. Nó disfrutar de una estación tan bonita o de un bonito edificio o simplemente lo que tenemos al lado porque estamos completamente aislados y pendientes de nuestros móviles. Me ha gustado que el relato esto hubiera hecho desde el punto del teléfono, me ha gustado esa visión del protagonista, critico con la sociedad actual

Jesusa

19/03/2025 a las 14:19

Quería decir la forma de vida que llevamos actualmente

Mónica Bezom

19/03/2025 a las 22:41

Hola, Monje.
Me ha encantado el abordaje de la historia desde el punto de vista del teléfono que, después de todo, es indiscutido protagonista de esta movida literaria.

El alegato del aparato, la defensa del edificio con descripciones memorables, su fundada expresión de agravios y quejas, el monólogo impecable -a ratos irónico, a ratos enojado pero siempre nostálgico-, todo ello encorsetado en una prosa ligera y resuelta, hacen de tu texto una joyita cuya lectura he degustado.
El final, mordaz y ocurrente, calza perfecto a mi modo de ver.
Te felicito.

El Monje

20/03/2025 a las 22:47

Os agradezco un montón vuestros comentarios. Tomo nota, me ayuda a aprender (y mucho)
Gracias amigos

María Jesús

21/03/2025 a las 13:05

Hola El Monje: Buenísimo tu relato en el que das todo el protagonismo al teléfono en desuso. Una idea original para cumplir la premisa de este mes. Y luego está el final, sublime. A mi me ha encantado. Felicidades.

Trinity

22/03/2025 a las 15:39

Hola monje, tú relato me ha parecido buenísimo. Aparte de describir la estación minuciosamente, lo de hacer protagonista al teléfono, está genial; le has dado vida y sentimientos a algo en lo que las personas que pasan por allí, no prestan atención. Se aíslan en su mundo de tecnología sin ver más allá. Y todo esto contado con un gran sentido del humor. Enhorabuena 👏🏻👏🏻nos seguimos leyendo.

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