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MARINA - por CARMELILLAR.
Marina se arrebujaba bajo el escaso abrigo que le proporcionaba el chaquetón. Le castañeaban los dientes como si fueran castañuelas. Con cada resoplido que daba por el frío que hacía, se le escapaban volutas de vaho que se alejaban para perderse entre el gentío que esperaba en el andén.
Un día más el tren llegaba con retraso. «Otra vez tarde, bronca segura y amenaza de despido». Marina pensaba lo que sabía que iba a suceder en cuanto entrara por la puerta del supermercado.
A pesar de las ganas que tenía de dejar ese trabajo, no se lo podía permitir. Con ello pagaba la minúscula habitación en la que vivía, podía comer y pagar la academia en la que se preparaba para ser jueza.
Cada vez que hablaba con su madre y esta le insistía para que volviera a casa, tenía que hacer verdaderos esfuerzos para no salir corriendo y volver al calor de su hogar, con su familia, pero eso no era una opción.
Era la última vez que se presentaba a las oposiciones para jueza. En las dos anteriores se había quedado a las puertas de entrar en la carrera judicial, pero quedarse en las puertas no servía de nada. Y ya no iba a dejarse más años de vida entre libros, leyes y artículos.
Al fin llegó el tren y cómo no, iba hasta arriba. La gente que esperaba en el andén se arremolinó alrededor de las puertas y cuando estas se abrieron entraron a tropel, empujándose unos a otros hasta completar el puzle.
Marina, resignada, observaba desde el andén. Esperaría al siguiente a ver si había más suerte y no llegaba con retraso.
Se fijó en la cabina de teléfono situada al lado del banco próximo a ella. Pensó en lo absurdo de mantener algo que nadie usaba. La puerta estaba abierta. La máquina sobre la que descansaba un auricular negro y basto, estaba garabateada sin gusto alguno.
De pronto, el teléfono de la cabina sonó. Marina, sorprendida, miró a un lado y a otro, pero las pocas personas que en ese momento estaban en el andén no parecían interesadas ni siquiera sorprendidas. El teléfono seguía sonando, pero nadie salvo ella parecía oírlo.
Sintió el impulso de cogerlo, y sin embargo la coherencia innata con la que contaba le decía que no lo hiciera. Pero lo hizo. Se levantó con cierto reparo, entró en la cabina, cerró la puerta y descolgó el auricular notando su elevado peso.
—Hola —dijo Marina titubeando por lo ridícula que se sentía en ese momento.
—¡Chica ya era hora que lo cogieras! Por un momento pensé que tendría que esperar otros cuantos años para hablar con alguien —contestó una voz masculina y algo chillona.
—Perdón, pero no sé quién es usted ni qué quiere. Lo he cogido por casualidad. Espero el tren y en cuánto llegue me marcharé.
—Pues si llega el tren y te marchas, tú te lo pierdes. Por cierto, soy Aladino.
Tras un breve silencio, Marina, divertida, contestó:
—Ya, Aladino y la lámpara maravillosa. Yo soy Jasmine, ya sabes ,la hija del Sultán, y ahora dime Aladino que si froto el auricular te harás visible ante mí y podré pedirte tres deseos…¡Jajajaja!
—Vamos a ver, Marina, me sacaron de la lámpara en 1963 en esta misma estación y un tren se la cargó, no me quedó más remedio que colarme dónde pude, y aquí estoy. Otro día, con más tiempo te cuento cómo pasó todo, pero hoy tengo trabajo…
—Bueno, lo siento, pero voy a colgar —respondió Marina completamente descolocada.
—Tú verás —insistió Aladino—. Si no quieres aprobar las oposiciones, yo no puedo obligarte.
—¿Cómo? ¿Cómo sabes?..
—Te quedan tres minutos para aprovecharte de mí —Aladino se mostró impaciente.
—Vale. Haz que apruebe —le retó Marina.
—Necesito tu mail. Y te advierto, te quedan dos minutos.
Marina, incrédula, le facilitó su mail y al segundo su móvil comenzó a recibir correos, y allí estaban las preguntas del test y los temas para las audiencias orales.
—¡Dios mío, eres Aladino!
Pero Aladino ya no estaba. Marina, sin creerse del todo, o sí, lo que acababa de pasar, salió de la cabina riéndose o llorando de alegría, no lo tenía claro.
De pronto, el teléfono volvió a sonar y una chica que estaba sentada en el banco próximo la avisó:
—Disculpa, te vuelven a llamar.
—No es para mí. Creo que debes cogerlo. Y no dudes de nada.
Y Marina cogió el siguiente tren.
Comentarios (13):
Berundgaar
17/03/2025 a las 14:09
Me ha encantado. Probablemente porque yo mismo soy funcionario y sé cuánto cuesta eso de aprobar una oposición. Me gusta como escribes, el estilo es fresco y desenfadado. Y te da esperanza, a mí no, que ya soy perro viejo, pero para los jóvenes…Quién sabe, a lo mejor no está todo perdido.
Si quieres pasar a ver mi texto, también es algo fantasioso.
Estoy en el número 50.
Saludos.
Alberto Suárez Villamizar
17/03/2025 a las 18:13
Me gustó tu historia, que tiene un toque de fantasía que la hace llamativa. Es la manifestación del “golpe” de suerte que todos soñamos con tener alguna vez en la vida, para poder de esa manera cumplir los sueños que cambien nuestra situación.
Una historia sin muchos rodeos ni adornos, felicitaciones.
Te invito a que te pases por mi historia “Solamente una vez”
Mónica Bezom
18/03/2025 a las 03:08
Hola, Carmelilla.
Me ha dado gusto tu relato, muy bien construido; sin vueltas innecesarias, redondo de principio a fin. Has encajado perfectamente el final con el devenir previo de la historia.
Me encantaría encontrar a Aladino en algún teléfono de estación, jaja.
Te felicito.
Ha sido un placer leerte.
Patricia Redondo
18/03/2025 a las 10:09
Buenas Carmelilla
ESte mes empiezo por el numero 1 a comentar y espero llegar hasta el final. Así que te toca la primera 🙂
Un relato curioso y divertido. Está bien desarrollado, mantiene la expectación del lector y tiene un final muy majete.
He visto por ahí alguna frase que me ha chirriado, te digo:
Marina pensaba lo que sabía que iba a suceder
ese pensaba que sabía , para mi es redundante. Yo diría : Maria sabía lo que iba a suceder…
coherencia innata con la que contaba le decía que no lo hiciera. Un pelín rebuscado para mi gusto… yo habría dicho algo así como “la razón le decía que no lo hiciera” o “la coherencia le decía que no lo hiciera” , a veces ahorrarse palabras es bueno , descarga las frases, hace el texto más ligero…es solo una opinión eh!
Por lo demás lo dicho , me ha gustado: un planteamiento original y divertido.
P.D. No me busques , que este mes entre el trabajo y que la dichosa cabina parlante no me acabó de encajar no escribí nada.
Nos leemos!
HenkoSlowLife
18/03/2025 a las 17:34
Muy divertida, un deseo que todos tenemos en algún momento, que aparezca un Aladino.
Me ha gustado mucho.
Cristina Otadui
18/03/2025 a las 19:53
Carmelilla,
¡Viva la imaginación! ¿Quién no quisiera encontrar al otro lado del teléfono al genio de la lámpara? El texto fluye, los diálogos creíbles, las descripciones del inicio buenas y el final redondo. Alguna cosa a revisar: esos castañeteos de los dientes como si fueran castañuelas que suenan parecido o “pagaba la minúscula habitación en la que vivía, podía comer y pagar” donde empleas el verbo pagar dos veces y podrías colocar un sinónimo…bueno, menudencias en un relato bien hilado que se lee bien a gusto.
¡Felicidades!
Estoy en el 67 por si quieres echarle un ojo.
Gracias por escribir y compartir
¡¡Nos leemos!!
Daniel Calleja
18/03/2025 a las 20:56
Hola, pasé por aquí por recomendación de Patricia y no me arrepiento. Una buena visita al mito de Aladino y la lámpara maravillosa en tiempos modernos. Buena ambientación, bien mostrado el personaje y su situación casi desesperada, y ese toque de magia final para redondear la historia. Felicitaciones. Nos seguimos leyendo.
Trinity
18/03/2025 a las 21:09
Hola Marina, tú relato me recuerda a los cuentos que nos leían en la niñez.
Todo es real en nuestro entorno, difícil y duro como la vida misma, hasta, que la fantasía hace acto de presencia y todo lo cambia. Nuestros sueños se hacen realidad y todo se vuelve bonito.
Lo has contado con mucha naturalidad y frescura.Enhorabuena.👏🏻👏🏻
Codrum
20/03/2025 a las 13:51
Hola, Carmelilla.
Decirte que me has sorprendido tu relato. Sencillo y eficaz modo de dirigir la trama. Del enfoque inicial tan realista, no me esperaba que hubiera un giro mágico.
Decirte también que el primer párrafo me fascinó. Aunque parezca redundante el castañera como castañuelas , consigues una musicalidad que al leerlo tiemblan los dientes de frío. Un juego muy interesante con las palabras. Al igual que el puzzle que montan las personas dentro del vagón.
Me gustó.
El texto en general se le rápido. Los diálogos son eficaces para mostrar y no narrar. De tu texto me lo creo todo. Ambientación, personajes… sencillo y eficaz como las narraciones infantiles.
¡Buen trabajo!
Yvonne (María Kersimon)
20/03/2025 a las 15:59
Hola Carmelilla,
Un bonito cuento de hadas. Estaré atenta por si me encuentro un Aladino en mi camino;)
El relato está bien estructurado y describe bien el ajetreo de la ciudad. Un par de redundancias que de evitarse habrían alijerado el texto: por el frío basta; quita qué hacía. En cuanto entrara por la puerta, quita por la puerta, es obvio. Volver al calor del hogar con su familia, uno u otro, con su familia puede irse… y así sucesivamente. Conseguirás un estilo más ligero, si es lo que quieres, claro.
Saludos.
Moldy Blaston
20/03/2025 a las 19:35
Hola Carmelilla, te incluyo mis comentarios.
Me ha gustado mucho tu relato, el qué y sobre todo el cómo. Combinas elementos de realismo y fantasía, creando una narrativa que me atrapó y que explora temas de lucha personal, esperanza y el poder de creer en lo imposible.
El relato tiene una estructura eficaz, con una introducción que establece el contexto, un desarrollo que introduce el elemento fantástico, y un cierre que sugiere la continuación del ciclo mágico.
Además, la narración en tercera persona permite una visión objetiva de los eventos, mientras que el uso del diálogo directo da voz a los personajes y agiliza la trama. El lenguaje es claro y accesible, con toques de humor que aligeran la tensión del conflicto principal de Marina.
En general, creo que es un relato muy bien construido, que utiliza la brevedad para crear un impacto emocional, dejándonos a los lectores con una sensación de posibilidad y esperanza.
Te felicito por tu trabajo y te invito a pasar por el mío (*17) para darme tu opinión si quieres.
Nos leemos!!!
IzMir
20/03/2025 a las 23:23
Hola:
Me ha gustado mucho tu relato, y las buenas “vibras” que transmite al final cuando Marina permite a la otra chica disfrutar de su misma suerte. Se le nota buena persona y por tanto se merece aprobar y que le cambie la fortuna.
Pierde un poco de coherencia cuando el genio indica que “Por un momento pensé que tendría que esperar otros cuantos años para hablar con alguien”, ya que parece que las llamadas son muy espaciadas en el tiempo, y justo al colgar, llama otra vez (asumiendo que es el mismo genio).
Además, Aladino es el nombre del crío que se encuentra la lámpara, el que concede los deseos debería ser “genio”.
De todas formas, son 2 pinceladas a las cuáles es fácil darles la vuelta, si te interesa.
Lo que más me ha gustado es la descripción de Marina, en muy pocas líneas, me ha caído muy bien y la verdad es que esperaba que le fueran bien las cosas. El final me ha alegrado el alma. Enhorabuena.
Kelvin I. Márquez
23/03/2025 a las 03:28
Saludos Carmelilla
Interesante la forma en como desaparece la lampara de Aladino y el pobre decide vivir en el teléfono.
El relato me gustó mucho. Los diálogos me parecen acertados y la ambientación es fácil de imaginar por tu forma de escribir, la cual me parece genial.
Saludos nuevamente y nos leemos.