Literautas - Tu escuela de escritura

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Como solo un día - por Mark ArcherR.

Siempre relacioné las estaciones de trenes con algo especial, algo casi mágico de la vida. Un lugar en el que los corazones palpitan de ilusión y las mentes se llenan de sueños por un destino que alcanzar o una persona a la que abrazar… pero sobre todo, por la emoción de viajar. ¿Qué historia leerán tus ojos? ¿Qué paisajes te deslumbrarán por el camino y se te quedarán grabados en la memoria por siempre? ¿A quién conocerás? O, ¿qué pensamientos, recuerdos y propósitos nacerán durante el trayecto? En definitiva, el viaje como inicio de una aventura única.
Pero cuando te levantas todos los días a las seis de la mañana para coger el primer cercanías, que aún no has tenido tiempo ni de tomarte el primer café ni desembarazarte de los últimos vestigios de esa persona con la que soñaste ¬—sí, esa en la que también piensas durante todo el día hasta el punto que no sabes cuándo sueñas o cuándo la estás recordando —, lo que pienso es que esto es una jodienda sin tregua.
Sí, quizá debería llamarla. Pero no ahora, son las seis y media de la mañana.
Como todos los días, llego a la estación con los pasos cansados, una pesada sensación de rutina insoportable en la boca del estómago y mi mejor cara de nada. Me siento en uno de esos asientos interconectados en los que si no tienes cuidado le saltas los empastes al que se sienta en el otro extremo, que está dando una cabezadita, y miro las caras (de nada) que van y vienen por la estación.
Y, como siempre, mis ojos terminan por fijarse en un punto, la cabina telefónica. Situada en pleno centro de la actividad, parece querer ofrecer a los transeúntes un lugar en el que aislarse de todo ese vaivén de la gente al amparo de sus cuatro paredes y sus cristales rayados por generaciones de gamberros y distraídos usuarios que grababan sus iniciales mientras hablaban con alguien.
¡Cuántas cosas habrá vivido esa cabina!
¿A quién se le habrá ocurrido la genialidad de instalarla allí?
No creo que funcione. De hecho, no recuerdo cuándo fue la última vez que vi a alguien meterse en ella y descolgar su auricular, que más te valía estar en forma si iba a ser una conversación larga, porque pesaban lo suyo.

Y, sin embargo, allí está aún. Anacrónica, un vestigio del pasado que fuimos, impasible e irreverente a los nuevos tiempos. ¿Qué haces aquí?
Nunca entré en esta cabina pero todas las mañanas me saca un bonito recuerdo de juventud, me dibuja una sonrisa, me roba un latido y a veces me regala una lágrima. Echo de menos otros tiempos. La echo mucho de menos.
No quiero que te quiten de aquí, porque me conectas con el lugar y el tiempo de los que nunca quise irme.
Vuelvo a poner mi cara de nada y miro el reloj que nos observa desde lo alto. Aún quedan quince minutos para que llegue mi tren. Me cruzo de brazos y estiro las piernas y entonces lo escucho.
Sé lo que es y sé que es para mí. Pero no puedo creerlo.
Miro al hombre sentado en el otro extremo, cercano a la cabina, sigue dormido. Me giro en mi asiento y le pregunto a una mujer que está sentada más cerca de mí, pero me contesta con una mueca de incordio y se marcha sin despegar la mirada del móvil.
Nadie escucha la llamada.
Me levanto dudando, mirando a todas partes por si se tratase de alguna broma oculta. Maldita sea, no es ninguna broma oculta.
Me dirijo lentamente a la cabina, como en un sueño, temblando. Extiendo la mano para abrir la portezuela y una mano fina y cálida se une a la mía. Los ojos de la muchacha y los míos se encuentran. Así que, no estoy loco. Ella también lo escucha.
—Uno de los dos va a tener que cogerlo —me dice con una sonrisa preciosa.
Le cedo el paso para que conteste aunque sé, y no me preguntes cómo, que es para mí.
—Es para ti —me dice al momento, en un tono divertido —, cosas de la vida.
Entro en la cabina sin entender nada, cojo el auricular mientras veo que la muchacha se dirige al mismo andén que el mío.
—¿Ho…hola? —parezco idiota, lo sé.
Pero no hay respuesta.
Quizá ya me respondió con aquella sonrisa.
Cuelgo el teléfono.
Tengo que coger un tren.

Comentarios (6):

Laura

17/03/2025 a las 17:17

Hola, Mark, me toca leer tu texto y comentarlo. No soy ninguna experta, lo haré lo mejor que pueda y a criterio personal 😉
Forma:
-Me choca un poco tanto “Pero” después de punto. Aquí habría puesto: “Sé lo que es y sé que es para mí, pero no puedo creerlo.”
-Y, sin embargo, allí está aún. Pondría: allí sigue.
Comentario personal:
Me ha
Contenido:
Me parece una buena historia y me gusta que sea formal, con un vocabulario rico, pero que a la vez pongas lenguaje coloquial. Hace la lectura amena.
El principio es, a mi modo de ver, un poco largo, porque hay excesiva descripción y no pasa nada. (es una cuestión de gustos)
Comentario personal:
Me ha gustado y te quedas esperando a ver qué es lo que pasa. Le daría un 8,5 sobre 10.
Un saludo

Lidia Villa

18/03/2025 a las 00:44

¿Qué tal todo Mark? Aquí te dejo mis impresiones sobre el texto:

1. La forma
Estoy en desacuerdo con el comentario anterior en cuanto al principio, porque creo que le aporta sonoridad al relato, y hace que tenga un ritmo más poético/romántico/melancólico.
Los diálogos y el lenguaje, me parecen apropiados. Aunque si que es cierto, que me falta descripción en los personajes para entender un poco más la historia.
Noto una repetición en “cara de nada” (aunque entiendo que es intencionada) pero aún así creo que el texto mejoraría si se intercala está expresión con otros términos como por ejemplo: cara de poker o una cara inexpresiva, etc.

2. El contenido
La historia me ha gustado. La he entendido como una historia de amor melancólico, en el que ambos personajes se encuentran, ¿quizás en diferentes dimensiones de tiempo? En mi opinión, la chica con la que se cruza el protagonista es la misma con la que sueña, pero corrígeme si no es así. Me llamó la atención como describiste la cabina. (con puertas), ya que para mi relato la imaginé diferente y me gustó ese detalle.

3. Comentario personal
En conclusión, me ha gustado mucho. Me quedé con ganas de saber más sobre esta historia de amor, quién era la chica misteriosa y quién llamaba a la cabina.

Un saludo,
Espero leerte más veces por aquí.

Wanda

19/03/2025 a las 16:48

Hola Mark, gracias por leer mi relato y comentarlo. Tu historia esta muy bien escrita, el ritmo es envolvente que te llama a seguir leyendo. Me hubiera gustado conocer mas sobre la historia de amor fugaz que nos dejas con curiosidad al final.
En cuanto al teléfono, creo que todos lo basamos según nuestras experiencias. Yo por ejemplo cuando los use estaban simplemente pegados a la pared, sin una cabina, o con una especie de domo abierto.
Saludos

Carmenigne

20/03/2025 a las 23:20

Hola Mark. Me resulta interesante el recurso del narrador que traduce y expresa su mundo interno, sus reflexiones, deseos, frustraciones. A través de él nos vas mostrando su mundo. Generas una atmósfera que trasunta nostalgia para darle un giro en el final a través de ese encuentro como posibilidad. Me gustó

María Jesús

21/03/2025 a las 13:57

Hola Mark: Un relato muy bien escrito, en el que plasmas perfectamente el malestar del protagonista con la vida que lleva, y luego ese rayito de esperanza cuando aparece en escena esa bella chica ¿Quizás la de sus sueños?
Un saludo.

PROYMAN1

21/03/2025 a las 17:21

Saludos Mark soy tu vecino del 60 y leyendo tu relato me he trasladado al tiempo de cuando yo utilizaba el cercanias.Hace mucho tiempo.
El relato crea una atmosfera algo triste como no puede ser otra cosa a esas horas dé la mañana.
el cabreo se siente en el que va a sus tareas del día.
Lo que has descrito en tu relato, muy bien por cierto es la realidad de las personas que utilizan a esa horas el transporte publico sea el que sea.
confio en seguir leyendonos.

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