Literautas - Tu escuela de escritura

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Te esperaré - por Diana TR.

Por fin ha terminado el semestre, ¡y de qué manera! Temprano ha caído una tormenta y el patio de la academia está cubierto de una capa de nieve que le da un aspecto celestial.
Zander rodea con un brazo los hombros de su novia y susurra su nombre.
‒Jaqueline…
La muchacha deja ir una risita. El aliento cálido le hace cosquillas.
‒Unas horas en tren y oficialmente estaremos de vacaciones. Te presentaré a mis padres. Celebrarás con nosotros las fiestas ‒continúa él con una emoción contagiosa.
Ella se para de puntitas, deja caer su bolso y le planta un beso en los labios, un gesto cálido contra el frío que los rodea. Él la abraza con fuerza, con pasión, como si del último momento juntos se tratase.
Al separarse, Zander recoge el bolso y se lo cuelga al hombro, sin soltar en ningún momento su mano tersa.
Jaqueline corre por la nieve, riendo como una niña y antes de llegar a la escalinata se trepa del barandal y se impulsa para deslizarse. La velocidad alborota su cabello y su falda antes de caer.
‒¡Ahora tú! ‒grita ella, y por más que él niegue con la cabeza, no hay manera de convencerla.
El muchacho se coloca sobre el tubo de metal gélido y se deja ir. El peso de las mochilas sobre su espalda le da un ímpetu extra, pero al llegar al final no encuentra el equilibrio y tropieza, golpeando su cabeza contra el barandal.
Jaqueline corre hacia él, pero antes de encontrar consuelo en su rostro rosado, el mundo se ve consumido por las sombras.

Una caricia en la mejilla lo despierta. Está recostado sobre algo plano, probablemente de madera.
‒Jaques ‒murmura, sin abrir los ojos.
La mano se aparta y la voz que habla se escucha distante.
‒Abre los ojos. Levántate. ‒Definitivamente no es Jaqueline.
Zander se reincorpora y observa a su alrededor. Reconoce la estación de tren, la misma que toma cada semestre para regresar a casa, pero no tiene idea de cómo llegó ahí. Tampoco puede identificar al anciano frente a él.
‒Tu tren está por partir ‒insistió.
‒¿Y Jaqueline?
‒Ella no irá contigo. Regresará a casa.
¿A su casa? Eso no tiene sentido.
‒Necesito hablar con ella ‒solicitó el muchacho.
Antes de que el anciano pudiera responder, se escucha el inconfundible timbre de un teléfono. A unos cuantos metros hay una vieja caseta telefónica, su estado es de completo abandono y parece que no ha sido usada en una eternidad. El anciano asiente hacia ella y le entrega a Zander una moneda dorada. En su superficie tiene grabado un jaguar y la leyenda “Kímil”.
‒Una llamada más ‒dice el anciano y desaparece por un pasillo.
Al contestar, Zander reconoce el llanto de su novia.
‒Jaques…
‒Noooo… ‒lloriquea ella, y él casi puede sentir cómo niega con la cabeza, incrédula y desesperada.
Es entonces que comprende lo que ocurre.
La caída. La oscuridad. El tren.
Toma nuevamente el teléfono y susurra en su tono más dulce.
‒Jaques, escúchame. Te esperaré. Ya sea dos años o 99, lo que haga falta te esperaré y no te abandonaré de nuevo. Te esperaré.

………

Jaqueline despierta sobre la banca de una estación de tren. El corredor le parece vagamente familiar.
Un hombre se acerca a ella, su cabello era plateado y su piel arrugada, pero no tanto como la de ella.
‒Bienvenida ‒saluda él‒. Tu tren partirá en breve, pero antes tienes tiempo para hacer una llamada más.
Al fondo del andén hay un viejo teléfono público. Casi ninguno de los presentes le presta atención, seguramente por sus míseras condiciones. El hombre le ofrece una moneda de oro.
‒La persona designada a oír tus últimas palabras marcará en breve. Usa esto para contestar.
Casi al instante, el teléfono suena. Jaqueline inserta el doblón en la máquina y descuelga el teléfono, pero al llevárselo al oído escucha su nombre.
‒Jaqueline…
Se da vuelta de forma brusca y el teléfono cae de sus manos temblorosas. De su bocina se escucha el llanto de un hombre joven, pero algo más ha captado su atención.
Reconoce el uniforme del muchacho que está parado frente a ella, su cabello desaliñado, su sonrisa traviesa y su piel tan blanca como el día que la abandonó.
‒¿Zander?
‒Te esperé ‒dice él tomándola de la mano‒. Te esperé como prometí. Y ahora te presentaré a mis padres. Pordemos celebrar las fiestas juntos.
Y sin soltarla, la ayudó a abordar el tren y subió detrás de ella.

Comentarios (8):

Carlos Tabada

19/03/2025 a las 15:15

No lo puedo remediar, soy bastante sensible a este tipo de relato. Ni voy a plantearme si es bueno o malo o si se puede mejorar, vaya mi admiración por ser capaz de imaginarlo y escribirlo.

Carmenigne

20/03/2025 a las 01:53

Hola Diana T. El relato cumple para mi con la escena y también con el reto opcional. Planteas el tema de la vida, la muerte y el amor eterno sin caer en un planteo dramático. Me gustó mucho el tinte un tanto “mágico” que le has dado con las monedas de oro. Saludos

Mónica Bezom

21/03/2025 a las 05:17

Hola, Diana.

Hermosa y conmovedora historia sobre la obstinación del amor aun por sobre la fatalidad.
Me ha encantado.
Encuentro correcta la escritura, así como la atmósfera y los personajes; cercanos, tiernos, atrapantes en sus emociones.

Hay una discordancia en el tiempo verbal: “Un hombre se acerca a ella, su cabello era plateado”: debería decir que su cabello “es” plateado, ya que vienes utilizando el tiempo presente. Y, bueno, los guiones de los diálogos, que deberían ser largos.

Un placer leerte.

PROYMAN1

21/03/2025 a las 17:33

Saludos Diana vaya relato que nos has escrito, me gusta mucho y también el salto al tiempo que planteas. Una duda el uniforme de Zander es que que en su tiempo se marcho a la guerra y por eso lo recuerda.
Algo parecido le pasa a Penélope en la canción de Serrat.
te doy las gracias por haber leído mi relato y que te haya gustado, y sí a veces falta algo que se ha pasado y es debido a la limitación de palabras.
Confío en seguir leyéndonos.

Diana T

22/03/2025 a las 00:10

Hola Carlos, Carmenigne, Mónica y Proyman1. Muchas gracias por sus comentarios.

Mónica: gracias por esas observaciones. Lo del tiempo verbal en el “era” no lo ví (y eso que lo revisé varias veces), una de las razones por las que quise salir de mi zona de confort de escribir en pasado e intentar con el presente. Y de los guiones, estaba segura de haberlos cambiado, pero al parecer se me pasó (se me hace más sencillo colocar el guión corto al escribirlo y luego reemplazarlos, pero al parecer se me olvidó esta parte).

Proyman1: respecto a tu duda, se supone que es el uniforme del colegio al que asistían ambos, y lugar donde se conocieron. Quizás debí ser más clara al respecto.
Y te entiendo en lo de el límite de palabras (me ha pasado lo mismo cada mes).

Osvaldo Mario Vela Sáenz

23/03/2025 a las 21:46

hola Diana, saludos desde México.

Mira que me he quedado sin saber que decir. Como decimos en México por no evitar un pleonasmo que bonito es lo bonito. Belleza de palabras, belleza de sentimientos y belleza del lugar deparado para recibirlos. Porque magino que el último escenario que se visualiza próximo es un edén.

<tu trabajo es tan poético, que hasta por lo dicho en la despedida, recordé las letra de una bella canción de Pedro infante que dice: "y si vivo cien años, cien años pienso en ti"

De verdad hermosa te felicito.

Psicolochimpun

23/03/2025 a las 22:06

¡Hola, Diana! Poco más que añadir a los compis. Me ha encantado el relato, tal vez porque a mí misma las estaciones de tren me evocan esa idea de la muerte, el último viaje… Así que lo he leído con mucho gusto. ¡Qué bonito lo eterno que puede ser el amor! La idea de que por fin podrá conocer a los suegros de aquellos tiempos es muy enternecedora y muestra una idea cálida sobre la muerte. Un gustazo leerte.

Diana T

24/03/2025 a las 17:17

Hola Osvaldo y Psicolochimpun.
Agradezco mucho sus comentarios de mi relato.

Osvaldo: te regreso el saludo… igual desde México! Qué bueno conocer a un compatriota mexicano por aquí. Me encantó la comparación que hiciste con la canción de Pedro Infante, definitivamente un verso evocador de tantos sentimientos. Justo se lo mostré a una amiga, y ella estaba escuchando la canción Cien Años en ese momento, vayas casualidades.

Psicolochimpun: De hecho, tardé un montón en escribir el relato porque no sabía qué hacer con el tren, hasta que de la nada se iluminó mi mente y me acordé de un videojuego donde el tren era la imagen del último viaje. Esa escena es una de mis favoritas de los videojuegos (hasta lloré) y quise replicar algo similar, pero como mi relato pasado fue sobre la muerte, decidí centrarme más en él amor eterno e incondicional, algo que no había intentado antes y me alegro de haberlo hecho.

Saludos a los dos, y nos leemos.

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