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UNA PUERTA ABIERTA - por Fernando Rodríguez

UNA PUERTA ABIERTA

¿Qué llevamos escondido en nuestro corazón? Anastasio pasaba por ese anden al menos una vez al mes. Desde que se había jubilado iba al pueblo de su amigo Ramón a visitarlo con estricta regularidad. Había sido su instructor en la Biblioteca Nacional y le tenía un enorme cariño. Con más de noventa años no dejaba de pensar que quizás pudiera ser la última vez que tendrían oportunidad de charlar como lo habían hecho durante tantos años de compartir el puesto de trabajo.

Ese día habían tomado un vino en la tasca donde Ramón pasaba la mayor parte de las mañanas mientras leía la prensa local. Decía que la nacional ya no le interesaba, estaba apegado a su pueblo y eso le había alejado de los problemas de fuera, aunque sabía que ello fuera imposible.

Sin motivo alguno, cayó en que, o nunca se había fijado, o esa cabina antes no estaba allí. Era como ver una vieja película y le recordó al corto de José Luis López Vázquez cuando quedaba encerrado entre las cuatro paredes de cristal que terminó siendo su féretro. El cercanías venía con retraso y Anastasio paseaba cerca de las vías confiando en que no se demorara demasiado.

De pronto, el teléfono de la cabina empezó a sonar, lo que le causo cierta sorpresa. Pensaba que los teléfonos públicos eran para llamar, no para recibirlas. En ese mismo momento, noto que su móvil vibraba. Siempre que estaba con Ramón le quitaba el sonido porque a su amigo lo de las nuevas tecnologías no le gustaban nada.

Un mensaje apareció en la pantalla de su aparato.

Por favor, coge el teléfono de la cabina.

Ni que decir tiene que eso le sobresaltó y miró alrededor intentado buscar a quien pudiera estar gastándole una broma como esa. No parecía que hubiera nadie cerca o al menos él no la veía. Con cierto recelo se acercó a la cabina y casi desde la puerta, no se le iba de la cabeza la imagen de López Vázquez, descolgó el aparato.

Una voz al otro lado le susurró:

—Anastasio, no te asustes.

No era precisamente susto, pero sí cierta inquietud y mucha desconfianza.

—¿Quién es? —Solo eso estaba dispuesto a permitir a su interlocutor.

—No es lo importante, pero sí lo que te voy a decir. —La voz era de mujer, pero él no podía identificarla.

—Es una broma, ¿verdad?

—No, para nada. Es de vital importancia lo que te voy a decir.

—No pienso escucharle. —Había usado esa forma para alejarse de la pretendida cercanía que la voz intentaba causar.

—Antes de que cuelgues solo te diré que esto tiene que ver con Carolina.

El silencio se apoderó de la conversación, como un vacío dentro de una tormenta. Las piernas le flojearon a Anastasio que solo consiguió articular:

—¿Qué quiere decir?

—Se que te importa y por eso te ruego que atiendas.

—Pero, ¿por qué tanto misterio?

—Por eso, porque Carolina entró en contacto con un mundo que no conviene visitar y le puede pasar factura.

—¿A qué se refiere?

—¿Te ha contado ella la relación que tenía con su padre?

—Solo que murió hace ya muchos años, cuando ella apenas había empezado a estudiar arte dramático.

—¿Y que durante bastante tiempo pensó que le había fallado?

—No, de eso no sé nada.

—Sus dudas fueron resueltas, pero eso dejó una puerta abierta por la que alguien o algo se ha colado y puede hacerle daño.

—¿Y que me quiere decir con eso? ¿Qué puedo hacer yo?

—Tu puedes ser su protector contra ese peligro que le acecha.

—No me estoy enterando de nada. Sigo creyendo que es una broma de muy mal gusto. Todo esto me parece absurdo.

—Mira la página doscientos sesenta y seis del libro que llevas en la mano, quizás eso te lo aclare.

La comunicación se cortó, el clic de esos teléfonos antiguos era un sonido que recordaría toda la vida. Abrió el volumen que había estado leyendo en los últimos días, una novela Paulo Coello. En mitad de la hoja que le había dicho la voz del teléfono estaba escrito el texto que en lugar de aclararle algo, le dejó aún más perplejo.

Hay puertas que no deben abrirse sin la debida precaución. Si lo haces, pueden no querer cerrarse y lo que se cuele por ellas, a veces, no tienen ni siquiera nada que ver con lo pretendido.
Cuídala. Estate a su lado.
Yo te ayudaré. Sabrás de mí.

Esm……

Comentarios (4):

IreneR

17/03/2025 a las 14:49

Buenas, Fernando.

Vaya llamada más extraña recibe el protagonista, aunque, si también le llega un mensaje al móvil, ¿por que no le llama al teléfono en lugar de usar la cabina?

-“lo que le causo cierta sorpresa.”. Aquí falta una tilde en causó.
-“En ese mismo momento, noto que su móvil vibraba.”. Y aquí notó.
-“Abrió el volumen que había estado leyendo en los últimos días, una novela Paulo Coello.”. Falta un de delante de Paulo.

Nos leemos.

Un saludo.

Irene

Vespasiano

17/03/2025 a las 20:43

Buenas noches, Fernando:

Interesante y enigmático relato que engancha. La historia con ese final abierto da lugar a entrar por esa ventana para intentar desvelar los misterios de Carolina, la relación de esta con Anastasio y la manera en la que este podría ayudarla. Me ha gustado.

El párrafo del libro de Paulo Coelho, debería estar entrecomillado.

También corroboro los apuntes que te hace Irene.

Nos seguiremos leyendo.

Maiena

19/03/2025 a las 10:31

Hola, Fernando.
Gracias por tu relato, que me ha parecido muy interesante porque yo he escrito uno con temática parecida y resulta muy curioso ver cómo ha salido algo bastante diferente.
La historia que cuentas es tierna al principio cuando tratas el tema de la amistad durante la vejez, pero me ha dado pena que sea tan corto y hayas pasado a la historia de la cabina en la estación de tren demasiado pronto para mi.
Si me lo permites, querría hacerte algunos comentarios que creo mejorarían el texto:
a)el significado de la pregunta al comienzo del texto no se entiende su razón de ser porque luego no enlaza con nada del párrafo que le sigue
b)el mensaje que recibe en el móvil podría entenderse mejor si pones dos puntos y luego lo entrecomillas, al igual que al final de la historia cuando lees un párrafo del libro
c)en esta última parte me he perdido un poco porque las frases “Yo te ayudaré. Sabrás de mi” no sé quién las dice porque el teléfono ya está colgado
d) me falta información sobre la relación entre Carolina y Anastasio
e) con la expresión “Ni que decir tiene” cambias el punto de vista del narrador, y a mi me “chirría” un poco
f) por último, cuando escribes “los teléfonos públicos eran para llamar, no para recibirlas”, yo diría “recibir llamadas” porque no hay referencia anterior a ellas.
Espero que no te asuste tanto comentario, la verdad es que son cosas que cuando escribimos y no tenemos a alguien que nos lea se nos pasan por alto.
Te seguiré leyendo, a ver si sabemos algo más de Carolina y Anastasio, que me he quedado con las ganas.
Un saludo.

María Jesús

19/03/2025 a las 21:25

Hola Fernando: El relato me ha parecido bastante interesante, aunque el final no termino de entenderlo. No sabemos quien es Carolina en la vida de Anastasio y por eso me resulta algo confuso. aunque puede que sean cosas mías.
Un saludo.

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