Literautas - Tu escuela de escritura

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En la estación - por Carmen Sánchez GutiérrezR.

El autor/a de este texto es menor de edad

Marisa descansaba con la cabeza inclinada, sumida en oscuros pensamientos sin advertir la presencia de los viandantes que caminaban cargados con maletas ruidosas. Un moratón oscuro en el lado izquierdo del rostro se dejaba ver a través de su larga melena, melena áspera y descuidada que siempre ataba con una coleta, excepto si era preciso ocultar algún rastro delatador. Sin duda fue una mujer guapa antes de que las ojeras ocultasen sus ojos, ahora chiquitos y sin brillo, y de que la ajada y pálida piel transformase las lozanas mejillas de otros tiempos no muy lejanos. Su pequeña figura apenas ocupaba parte de la silla en la estación donde esperaba su tren y la maleta a sus pies, descuartizada que solo por dignidad no se deshacía en ese instante desparramando por el suelo los pocos enseres que contenía.

Un teléfono sonó muy cerca de ella, levantó la mirada y vio una antigua cabina muy cerca, una cabina antigua, de esas que ya nadie usaba y que algún político se empeñaba en conservar para dar testimonio del veloz paso del tiempo. Ignoró la llamada, ni siquiera sabía que esos aparatos recibiesen llamadas creyó solo se utilizaban para llamar y actualmente esas reliquias del pasado solo eran simples tratos absurdos. El teléfono insistía con su ring ring persistente sin ánimo de desfallecer.

Por fin se decidió a ponerse en pie y levantar el auricular mientras miraba a todos lados porque se sentía ridícula y temía ser vista.

‒Diga,¿quién es?
‒¿Estás segura de lo que vas a hacer?
‒¿Quién es?
‒No me preguntes más, lo sabes muy bien, solo dime si estás segura de tu decisión.
‒No sé de que me habla y tampoco quién es usted.
‒Vamos, Marisa, me conoces perfectamente, me has oído muchas veces. Dime adónde vas, mujer, dime adónde pretendes llegar con esa pobre maleta donde no llevas más que recuerdos. Regresa a tu casa, a tu hogar y vive tranquila bajo el techo que te han dado.
‒Nadie me da nada, yo trabajo y gano mi dinero, nada tengo que agradecer a nadie.
‒¿Estás segura? Mujer desagradecida y desleal, no solo es un techo lo que tienes, también protección, seguridad, tienes un apellido que te sostiene, sin todo eso no eres nadie.
‒Soy yo, Marisa Fernández, tengo nombre y mi propio apellido, soy yo, ¿entiendes? No necesito de nadie, no necesito ese tipo de protección, ni de seguridad, ¿entiendes? Me voy lejos para empezar otra vida sin esa «protección» que me maltrata, que me humilla. Yo soy, me entiendes, yo soy sin necesidad de nadie. Y ahora déjame, demasiadas veces te he escuchado, pero ésta vez no me convencerás. Voy a comenzar una vida nueva sin más temores, seré libre y puede que hasta feliz.
‒Pobre Marisa. Eres una mujer tonta e inútil que desprecias un hogar seguro, regresa con tu marido, al calor de su compañía y sé buena esposa, mujer respondona que nunca calla, que desconoce los hábiles manejos para dominar al hombre con paciencia, que no sabe doblegarse a tiempo ni mostrar respeto al bienhechor, que no soporta los golpes con digna resignación, tal y como corresponde a una buena esposa, una abnegada esposa que lucha sin tregua por su familia. Tu egoísmo sumirá a tu buen esposo en la tristeza, le obligarás a buscar a otras mujeres para engañar a la soledad. Sus bofetones siempre te los propinó con cariño, para enseñarte el buen hacer de las esposas que son veneradas como Santas
‒No me convencerás.
‒No subas a ese tren o te perseguiré allá donde vayas para hablarte desde tus sueños. Soy tu conciencia, soy la voz que grabaron en tu mente infantil y no te permitiré escapar.
Permaneceré por siempre a tu lado.
‒No desde éste momento en que te exhorto a desaparecer para siempre. Adiós.

Colgó el teléfono con rabia, y con rabia y determinación agarró su maleta y subió al tren.
Faltaban pocos minutos para la salida y el megáfono avisaba a los pasajeros retardados. Marisa vio correr a una mujer triste, sin maleta y con dos niños y el obsoleto teléfono comenzó su monótona sinfonía. La mujer con los dos niños se detuvo y descolgó el auricular. Marisa gritó para que ignorase la llamada, pero el tren comenzó su marcha con estrépito y la mujer de los dos niños no la oyó.

Comentarios (10):

Bolk Lubel

17/03/2025 a las 13:47

Felicitaciones Carmen, reconozco que comencé a leer tu relato con un poco de esceptisismo, sin embargo, a medida que me iba sumergiendo en la lectura, caí en la cuenta que estaba frente a una escritora que maneja muchos de los recursos liteerarios casi de una manera instintiva…No has dejado que el flujo del relato y la tensión cayeran ni por un momento, desde un comienzo aparentemente inocente hasta un desenlace inesperado. Por otra parte cuidado con el “Dequeísmo” y el exceso de adjetivos, no te olvides que el lector toma los ladrillos de tu relato y conrstruye su propio relato en su mente…Ahora bién, que tienes “Pasta de escritora” y coraje para tomar elementos autobiográficos y utilizarlos para crear tramas, nadie podría discutirlo; por favor continua escribiendo, edita tus textos y no te frustres si debes corregir y corregir, estoy feliz de haber encontrado que los que vienen despues de nosotros, traen un soplo de aire fresco, creatividad y energía…Gracias por dejarnos ver un poquiro dentro de tu universo…Ahora: A pulir y seguir escribiendo.

Alberto Suárez Villamizar

17/03/2025 a las 21:45

Carmen te felicito, tu escrito cautiva la atención y plantea una inquietud muy grande, y es la de la voz de la conciencia, y en tu escrito lo hiciste muy bien al personalizar a la conciencia a través del teléfono. Genial manejo que haces para atrapar la atención y dejar un mensaje.
Te invito a visitar mi historia titulada “Solamente una vez”, ubicada en el #70, gracias por tus comentarios, los espero.

Mónica Bezom

17/03/2025 a las 22:16

Hola, Carmen.

Una historia de maltrato en la que el viejo teléfono es la parte de la conciencia que efectúa la inexcusable manipulación con la culpa sobre el agobio de la protagonista. Muy lograda.
Excelente el final. Antes de partir, el último escollo de auto culpa espera en ese teléfono.
Me ha gustado.
Un placer leerte.

IGNACIO Zrgz

18/03/2025 a las 16:59

Hola Carmen. Has construido una buena historia.
Hay una frase de un filósofo alemán que me viene a la cabeza: la tradición de las generaciones muertas oprime, como una pesadilla, el cerebro de los vivos.
Tu personaje tiene que luchar con siglos de tradición, costumbres, supersticiones, normas, absurdas unas y desfasadas otras. En el caso de las mujeres más todavía.
Muy bien la referencia final con la segunda mujer que recibe la llamada telefónica. No es un caso aislado de la protagonista que es maltratada.
Felicidades. Nos leemos.

Moldy Blaston

18/03/2025 a las 20:28

Hola Carmen, te devuelvo tu amable visita.

En la lectura de tu relato he encontrado un diálogo dramático de alto voltaje simbólico, con la transformación de la cabina telefónica en arena psíquica, donde se libra la batalla entre la sumisión internalizada y la autodeterminación. La voz antagonista encarna con crudeza un discurso patriarcal internalizado, muy opresivo. Y ese final abierto con la llamada transferida a otra víctima me sugiere un ciclo de opresión colectiva. Fantástico recurso.

El relato podría profundizar el contrapunto auditivo, contrastar el ring-ring con anuncios de trenes distorsionados, creando una banda sonora que externalice el conflicto interno. Con unos pequeños ajustes creo que alcanzarías una gran potencia alegórica. Te felicito por el relato.

Nos leemos!!!

Claudia Avila Vargas

19/03/2025 a las 18:03

Este relato es fuerte y muy simbólico. Nos muestra a Marisa en una lucha interna, intentando escapar de una vida marcada por el maltrato y la opresión. La voz del teléfono representa todo aquello que la ha atado: el miedo, la manipulación y las creencias impuestas desde niña. Es impactante cómo el diálogo refleja esa presión social que muchas mujeres enfrentan para quedarse en situaciones dolorosas “por el bien del hogar”.

El final es poderoso y deja una sensación de inquietud. Marisa logra subirse al tren y dar el primer paso hacia su libertad, pero la historia sugiere que el ciclo de violencia sigue con otra mujer que responde la llamada. Es un recordatorio de que muchas siguen atrapadas y que romper con el miedo no es fácil. El texto nos invita a preguntarnos: ¿cuántas veces esa voz interior nos ha hecho dudar de lo que realmente queremos y necesitamos?

Yvonne (María Kersimon)

19/03/2025 a las 22:45

Hola Carmen, Me pareció una idea original que hicieras hablar a la voz de la conciencia por el teléfono de la estación. También que simbólicamente la estación significara un lugar de cambio y que subirse al tren fuese reafirmar el cambio y hacerlo efectivo. Es cierto que en este tipo de situaciones el peor enemigo resulta ser la propia conciencia y por ello es difícil de vencer. Describes muy bien el proceeso de alienación por maltrato con pinceladas indirectas. Muestras sus resultados en el cuerpo de la persona. Resulta creible y bastante bien agenciado el desarrollo del relato. También ágil.
Saludos.

David Llurba

20/03/2025 a las 08:56

Hola, Carmen, un gusto leerte.

En el segundo párrafo enfatizas demasiado lo antigua que es la cabina, para mi gusto.

Me ha gustado el final. Una buena forma de acabar y cumplir con el reto. Donde ella ha sido fuerte, la otra mujer no. Ha perdido ese tren, literalmente.

Tu prosa y tu léxico son exquisitos. Has sabido emplear el vocabulario para darle la contundencia y la gravedad del tema que tratas. Para mi gusto, has sido demasiado explícita, muy concreta y descriptiva, pero luego descubrimos que el diálogo no es con otra persona que sino su conciencia. Así que se entiende que lo que realmente está teniendo es una lucha interna en la que sopesa toda su vida, así que tiene sentido una exposición tan descriptiva.

He visto alguna falta tonta como “‒Diga,¿quién es?” Aquí habría un espacio después de la coma.
En esta frase “Permaneceré por siempre a tu lado.” No has puesto el guion de diálogo.

Por otra parte, me han faltado anotaciones en el diálogo, pero entiendo que al ser un relato corto se suele prescindir de anotaciones para economizar las palabras.

De los relatos que llevo leídos, es el que más me ha gustado.

Gracias por comentar mi texto. Un saludo.

Alberto Suárez Villamizar

20/03/2025 a las 18:26

Hola Carmen
Leí los comentarios que hiciste a mi historia “Solamente una vez”, y en verdad te agradezco mucho las observaciones, seguro que son herramientas que me fortalecen y me orientan a corregir algunos errores.
Nos leeremos en el próximo reto.

Chus Galego

22/03/2025 a las 08:30

Buenos días, Carmen.
Como te apuntan otros lectores, tu relato va ganando en profundidad a medida que avanza. El maltrato a las mujeres es un tema que no se debe anonimar (sí, ya sé que esta palabra no existe), pero se ha tratado tanto en la literatura que resulta difícil ser original y convincente. Tú lo consigues gracias a la inclusión de la conciencia como personaje y a ese final en el que la historia se repite.
Enhorabuena.
Gracias por pasarte por mi relato.
Un saludo.
Chus.

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