Literautas - Tu escuela de escritura

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Un caso de urgencia - por Jose Luis

La pintura azul había saltado, dejando irregulares manchas marrones oxidadas. El teléfono público, azul y cuadrado, embutido en el interior de una cabina rectangular de cristal más grande, era una antigualla.
La cabina, una reliquia que habían ido tapando con carteles y anuncios, tenía casi tantos años como la propia estación de tren, que estaba a cubierto. Los viajeros, con sus asuntos, sus maletas y sus bolsos, solo pasaban de largo, hablando por teléfono móvil o entre ellos. Ni se fijaban en su existencia.
¿Quién usa hoy en día, en pleno siglo XXI, un teléfono de auricular, metido en una cabina de cristal de puerta corredera, que encima hedía a pis porque un día un señor mayor tuvo una urgencia? ¿Superman?

El señor Teófilo, de unos ochenta años, era una persona aprensiva por naturaleza, y un hombre con baja capacidad para pensar por cuenta propia. Influenciable. Venía de visitar a su hija. Con su bolsa de viaje, entró en la estación para subir al primer tren de regreso a la residencia de mayores, que estaba en otro pueblo.
Eran las ocho de la tarde, y la estación aún bullía. Al pasar cerca de la cabina, a pesar del ruido ambiental, Teófilo fue capaz de escuchar el timbre de campanillas. Dedujo que solo podía ser el teléfono. Se paró, dubitativo. Se supone que no debía sonar… Había pasado cerca de esa cabina muchísimas veces antes, y nunca había sucedido. ¿Por qué hoy?
Abrió la puerta corredera y un olor a meado lo detuvo. Asqueado, Teófilo se echó hacia atrás, pero el teléfono sonó de nuevo, insistente. Hizo de tripas corazón y entró dentro, cerrando la puerta. Posó su bolso de viaje sobre la bandeja de metal y al acercar su oreja al auricular de plástico negro lo primero que escuchó fue:
―¡Por fin! ¡Ya era hora de que alguien lo cogiera! ¡Llevo horas llamando!
Era una voz masculina chillona y descortés, aunque sonaba como si estuviera en un apuro.
―¿Hola? ¿Con quién hablo? ―preguntó Teófilo, ignorando las malas formas de su desconocido interlocutor.
―¡Esto es muy urgente! ¡No hay tiempo para explicaciones! ¡Seas quien seas, es un caso de vida o muerte! ¡Por favor, no cuelgues el teléfono!
―Pues yo tampoco tengo tiempo para tonterías ―respondió Teófilo, y colgó. Miró su reloj de pulsera. Llegaba tarde al tren. Recogió su equipaje de mano y se fue desde la cabina hasta el andén que le correspondía.
Mientras tanto, el teléfono siguió sonando una y otra vez, con un timbre fuerte de campanas. Otras personas pasaban a su lado y no hacían ni caso.
En esto, llegó la señora Felisa, una cuarentona mujer redonda y bajita, con una maleta grande como ella misma. Escuchó el rítmico timbre del teléfono. Turbada, dejó la maleta delante, para tenerla vigilada, y se metió dentro de la caja de cristal, ignorando el mal olor. Descolgó el auricular.
―¿Diga?
―¡Es muy urgente! ¡No hay tiempo para explicaciones! ¡Seas quien seas, esto es un caso de vida o muerte! ¡Por favor, no cuelgues el teléfono!
―¿Con quién estoy hablando?
―Eso no importa. Debes seguir hablando conmigo, sin cortar la línea.
―¿Ah, sí? ―La señora Felisa hablaba en tono de burla―. ¿Qué pasará si no lo hago?
―¡Que la estación de tren explosionaría!
Hubo un silencio. Felisa mantuvo el auricular pegado a su oreja, pero su rostro no mostraba sorpresa, a pesar de la apocalíptica revelación.
―¡Qué chorrada!
―Unos tipos me han localizado y juran que han puesto explosivos por toda la estación, pero que si consigo hablar con alguien, no lo harán saltar por los aires.
―Ya he visto esta película ―dijo ella, con suficiencia―. Se llama «Speed», y la protagonizan Keanu Reeves y Sandra Bullock.
―¡Esto no tiene nada que ver con «Speed», señora!
La señora Felisa colgó y salió de la cabina. Agarró por el asa su gran maleta con ruedas y se marchó.
Al cabo de unos segundos, sin embargo, regresó el gran salvador: el heroico señor Teófilo. Había visto la escena desde cierta distancia prudente, sin atreverse a intervenir.
Claramente nervioso, entró en la cabina. Volvió a sonar el teléfono. Teófilo lo descolgó y espetó:
―¡Sí, ya sé que es una urgencia! Pero yo también tengo una y el baño de la estación está hecho un asco… ¡Déjame en paz!
Dejó el auricular descolgado, para que el timbre no volviera a incomodarlo. Luego, Teófilo se puso a mear en la esquina de la cabina. Total, ya lo había hecho antes…

Comentarios (9):

IreneR

17/03/2025 a las 15:02

Buenas, Jose Luis.

Me ha gustado mucho tu relato, en especial el final, no me esperaba que esa parte volviera al texto, vaya con Teófilo, ¿ese hombre no sabe lo que son los baños?

Aunque me ha desconcertado el no final de la trama de la cabina de teléfono. Se queda en nada, no se aclara qué pasa con eso y en mi cabeza solo queda el urinario del señor Teófilo.

Nos leemos.

Un saludo.

Irene

Jose Luis

17/03/2025 a las 16:39

Hola Irene
En respuesta a tu pregunta: en mi opinión, la estación acabó volando por los aires en un acto terrorista.
Solo cabe preguntarse, si acaso le dio tiempo al señor Teófilo de volver a introducirse en los pantalones su miembro viril, antes o después de que se produjera la fatal deflagración… Pero es que no había espacio para alargar el texto, por desgracia.
Un saludo

Luciana

17/03/2025 a las 20:53

Hola, José Luis.
Me gustan las descripciones, las imágenes sensoriales crean un ambiente capaz de transportar al lector.
La insistencia del que llama genera incertidumbre y ansiedad.
Los personajes están bien definidos. La cuarentona desconfía de todo y el hombre de ochenta años va a su ritmo, tiene sus prioridades.
Entiendo que la restricción de cantidad de palabras puede afectar el cuento, pero me hubiera gustado conocer los motivos de los terroristas o algo más sobre las circunstancias del que llamaba una y otra vez.

Kelvin I. Márquez

19/03/2025 a las 01:15

Saludos José Luis

A mi el final me parece genial. Es verdad que la pregunta de si explotó o no queda en el aire pero es como decir que el lector se imagine esa parte y eso me gusta mucho. Teófilo es un sujeto épico: cuando pensaba que iba a contestar para redimirse, salió con que quería orinar y para colmo el fue quien orino anteriormente ahí, para completar.

Solo tengo un par de cositas que mencionar que me chocan un poco. La primera es cuando Teófilo entra a la cabina. Dices entró dentro, cerrando la puerta. Yo quitaría la palabra dentro. La segunda es cuando llega Felisa que dices una cuarentona mujer. Yo dejaría cuarentona(pues se entiende que es mujer) o cambiaría el orden: una mujer cuarentona.

En fin, son solo dos cositas que me chocaron un poco nada mas.
Por lo demas, me gustó mucho tu relato.
Nos leemos!

Brandon Quiroga

19/03/2025 a las 18:10

Hola, vengo a devolverte la visita que me hiciste y a dejar mi comentario al respecto.
Primeramente debo destacar tu forma de escribir. Me parece limpia, sencilla y comprensible. No sentí que le sobrara o le faltara nada. Me parece un relato bastante redondo y muy bien desarrollado. Respecto al final, sé que como autor lo mentalizaste como que al final la amenaza era real y la estación terminó explotando. Sin embargo, el final es bastante absurdo (en el buen sentido) que me hace pensar que realmente todo era un absurdo. La llamada era solo un bromista, el viejo senil era solo eso, un viejo senil que solo quería mear dentro de la cabina. Y todo termina así: en la nada, porque nada pasó, sino que continuó con esa absurda normalidad.
Realmente me parece un buen relato y te felicito por ello. Nos seguimos leyendo el siguiente mes. Y gracias por comentar el mío.

Ebea

21/03/2025 a las 14:58

Hola José Luis, aquí tu vecina del 49 a devolver la visita, tal y como prometí.

Este relato me ha parecido muy original y divertido, con una premisa que atrapa desde el principio: un teléfono público que suena con una “emergencia” en medio de la indiferencia general. La mezcla de humor absurdo y crítica social funciona muy bien, y los personajes, aunque están esbozados con pocos detalles y no nos permiten mucho, resultan creíbles y representan actitudes cotidianas que contrastan con lo surrealista de la situación. Sencillamente, encajan.

Me ha gustado especialmente cómo describes el escenario de la estación y la cabina de teléfono, llena de carteles y con ese olor a pis que nadie parece querer arreglar. Es una imagen vívida que refleja el abandono de ciertos espacios públicos y que muchos tenemos la desgracia de conocer. Además, todo sirve como metáfora de cómo la sociedad a menudo ignora lo que no le afecta directamente.

Los diálogos también son un punto fuerte: son fluidos, naturales y aportan mucho al humor de la historia. La referencia a «Speed» es un toque genial que añade ironía y conecta con el lector de una manera efectiva, aunque debo decir que no encaja del todo. La película Speed protagonizada por mi querido Keanu Reeves gira en torno a un autobús que debe ir a no menos de 50 millas por hora o explotará con sus ocupantes. Sí hablan con el terrorista, pero es por teléfono móvil o walkie-talkie, y la importancia de la trama no gira en torno a la llamada, en ningún caso la llamada es relevante, sino el autobús.

La referencia correcta, se me ocurre, podría ser o bien «La llamada» (The Call, 2013), en donde sí hay una llamada que no se debe cortar, ya que la vida de la chica depende de que la comunicación se mantenga: “No cuelgues. Si cuelgas, estás muerta”. O también podría servir la ya clásica «Juegos de guerra» (WarGames, 1983), en donde, aunque no hay una llamada telefónica específica que no se deba colgar, la película tiene un tono de urgencia y comunicación constante entre los personajes y el sistema informático. Podría ser una referencia interesante si querías jugar con la idea de una “llamada” o comunicación que no se puede interrumpir, ya que en esta estación tanto Teófilo como Felisa interrumpen la comunicación, pero continúa la tensión dramática en torno a la llamada. En cualquier caso, concedo que la referencia a Speed sigue siendo divertida y efectiva en el contexto de tu relato, ya que evoca la idea de una situación de alta tensión y urgencia.

Como todo en esta vida, hay algunos aspectos que podrían mejorarse, bajo mi punto de vista. Por ejemplo, la coherencia del señor Teófilo, que al principio se muestra aprensivo y asqueado por el olor de la cabina, termina meando en ella y reconociendo que ya lo había hecho antes. Aunque es un momento gracioso, resulta un poco incoherente con el carácter que nos muestras al principio. Sería más creíble si su reacción fuera diferente, como simplemente ignorar el teléfono y marcharse, manteniendo así su personalidad aprensiva, o si directamente nos muestras otro tipo de comportamiento o desarrollo en la trama que sea más coherente con el personaje y su desenlace.

En cuanto al ritmo, el relato es ágil y mantiene el interés, pero algunas descripciones podrían simplificarse para mejorar la fluidez. Frases como “el teléfono público, azul y cuadrado, embutido en el interior de una cabina rectangular de cristal más grande” son un poco largas y podrían ser más directas, mejorando de ese modo la fluidez de la lectura. También el final, aunque gracioso, podría tener más impacto. La escena del señor Teófilo meando en la cabina es divertida, no digo que no, pero quizás no cierra la historia con la fuerza que podría tener. Un final que refuerce la idea de indiferencia o que dé un giro inesperado, como que el teléfono siga sonando incluso después de que todos lo hayan ignorado, podría ser más contundente.

Aunque el humor absurdo te funciona bien en el relato, dar alguna pista adicional sobre quién está al otro lado del teléfono o por qué está ocurriendo esto podría añadirle una capa de misterio que podría enriquecer la historia sin perder su tono ligero. Aunque ya entramos en estilos muy personales.

En resumen, es un relato entretenido, bien construido y bastante fluido, con un ritmo ágil y con una musicalidad que se ajusta al tono de humor que invita a reflexionar. ¡Excelente por esa parte!

Pienso que con algunos ajustes en la coherencia de los personajes, la fluidez de la redacción ajustando el largo de las frases y revisando el impacto del final, podría brillar aún más. ¡Enhorabuena por el trabajo!

Espero seguir leyéndonos en el futuro.

Jose Luis

21/03/2025 a las 15:38

Hola, Ebea
¡Muchas gracias por tus aportes y por tu comentario, extenso y explicado/argumentado!
Estamos aquí para madurar, aprender/mejorar y gracias a personas como tú, eso se hace posible de día en día.
Un saludo

María Jesús

22/03/2025 a las 19:08

Hola Jose Luis: Me ha parecido un relato muy bueno con su toque de humor dentro de la catástrofe que se supone inminente. Los personajes elegidos para descolgar el teléfono muy logrados y la descripción que haces al principio de la cabina inmejorable. Lo he disfrutado de verdad.
Un saludo.

Daniel Escobar Celis

01/04/2025 a las 14:22

Saludos, bueno, tomando en cuenta los comentarios anteriores, no creo que tenga mayor cosa que aportar. En líneas generales me ha parecido entretenido y coincido en varios puntos anteriores. En especial con lo referido al final. Pienso que hubieras podido agregar un frase que genere un poco de intriga o de una sensación de no saber que esperar. Puede ser algo sencillo cómo: sin embargo…” O “Pero entonces el teléfono dejo de sonar …” O algo más directo si quieres: “se escuchó un estruendo “… O algo por el estilo que sirva como cierre. Bueno, es mi opinión.

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