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El ladrón de mandarinas - por Teresa Santamaría Moreno

El Ladrón de mandarinas

Cada mañana de otoño que hace sol, salgo a pasear por el camino que lleva a la aldea.
Cada mañana de otoño que llueve o está nublado, cojo mi paraguas amarillo, y salgo a pasear por el camino que lleva a la aldea.
Siempre he sido una mujer de costumbres.
Camino poco, y me siento en el ribazo que tengo acomodado para mí, al lado del camino.
Él aparece por alguna de las esquinas del fondo. Unas veces por una y otras por otra. Hay días que lleva un sombrero grande de paja, y otros una gorra de rapero. Se ve claramente, que no es un hombre de costumbres.
Le gusta ir despacio. Se para mucho. Mira al cielo de vez en cuando. También al suelo. Casi siempre a los árboles.
Hay días que se sienta en alguna piedra. No tiene un sitio fijo.
Nunca le he visto mirar hacia fuera de la finca. Por eso estoy segura de que no me había visto.
Cuando ha caminado un rato entre los árboles. Coge una mandarina, y se va.
Normalmente sigo mi paseo hacia la aldea. Pero aquella mañana hice algo diferente… Le seguí.
Salió de la finca. Rodeó el gran algarrobo que siempre veo desde mi ventana cuando miro las puestas de sol. Se metió por la senda donde vi el zorro cuando era pequeña, y que nunca he querido volver a pisar…. Pero, le seguí.
Comenzó a pelar la mandarina, metiéndose en la boca uno a uno los gajos de color naranja que iba separando con cuidado. Todo muy despacio. Todo tan despacio, que yo me iba acercando sin darme ni cuenta.
Tras la curva de los olivos, apareció la casita del tejado verde, donde había jugado tantas veces de pequeña. El tejado ya no era verde. Ahora estaba cubierto de moho seco. Pero sus paredes seguían siendo blancas y su chimenea seguía echando humo.
El ladrón de mandarinas, entró. Rodeé la casa, como si fueran los tiempos en que me sentía segura allí. Había una grieta en la pared. La puerta estaba abierta y aparqué mis costumbres.
—Te estaba esperando, chica miedosa.
Entonces le recordé. Siempre corriendo. Siempre contando historias que se inventaba. Y siempre robando mandarinas a mis abuelos.
Nos sentamos en la mesa que había junto a la cocina. Tomamos café con leche y tostadas.
Hablamos mucho.
Él llevaba viviendo allí desde que se jubiló. Yo desde que mis abuelos me dejaron su casa.
Hablamos mucho.
—Me gusta verte cada mañana sentada en tu ribazo.
—Y a mí verte robando mis mandarinas.

Comentarios (7):

Alberto Suárez Villamizar

18/02/2025 a las 18:09

Una historia muy bonita, donde expresa la inocencia de la niña, y el sentimiento amistoso del viejo.

Teresa S.M.

19/02/2025 a las 20:04

Alberto gracias por el comentario. Los personajes de la historia son dos personas mayores. Un jubilado y una señora que recuerda situaciones de su infancia. Igual no está bien expresado. Lo miraré

Don Kendall M

20/02/2025 a las 17:57

Hola Teresa S.M.
A partir de un título atrayente se confirma el acierto en la elección de una lectura no menos atrayente.
En cuanto al trabajo específico del taller, no soy capaz de señalar nada que no responda al canon de una escritura más que correcta.
En el aspecto de la narrativa :
1 – La trama aguanta con fuerza, —a pesar de estar tejida con una suavidad apreciable—, lo que parece un ejercicio del recuerdo a muchos años vista, y en el que es posible aventurar esa parte del iceberg que no se vé y sin la cual el relato no existiría.(*)
2 – El argumento de acuerdo a los puntos anteriores está trazado con mano de hierro para no permitir fugas ni despistes al lector,
3 – Los personajes están definidos perfectamente aunque estén dibujados con los datos tenues que exige un relato crepuscular tardío como es éste.
4 – La elección de la voz narrativa en primera persona, contando solo lo que ha vivido o visto personalmente, o sea contando un acontecimiento del que ha sido testiga y en este caso protagonista para mayor mérito, es un riesgo grande que en el relato que propones queda asumido y superado con gran elegancia:
El mundo presentado es fruto de un «enfoque subjetivo» dicho así por su propia característica de un “yo” hablante y por tanto que debería tener una visión relativa, sectaria y a menudo distorsionada de la realidad. Sin embargo, en este relato estos sesgos lo solucionas con el encuentro y diálogo final de los dos personajes, (sin nombre) introduciendo el clímax y la resolución del “conflicto” como si de una lluvia tenue y cálida que lleva a ese nuevo ambiente del recuerdo y que el lector agradece.
En resumen, me gustó y agradezco tu generosidad en ofrecerlo al taller para el trabajo de análisis y disfrute como es en este caso.
Para acabar , agradezco tu comentario al trabajo que yo he presentado y lo hago en este espacio para no hacer mucho ruido
Un abrazo y salud
(*)https://es.wikipedia.org/wiki/Teor%C3%ADa_del_iceberg

Yvonne (María Kersimon)

20/02/2025 a las 21:11

Hola Teresa,
Me encantó tu cuento, tan campestre, tan tranquilo, tan humano.
Un saludo.

Codrum

21/02/2025 a las 07:59

Hola, Teresa.

Me ha parecido super tierno este relato.
Me ha gustado mucho que empieces con repeticiones. Haciendo énfasis en la rutina.
Las frases hacen que la lectura sea pausada. Bueno, en realidad no sé si son las frases cortas o que cada frase sea un párrafo. Da lo mismo. El texto es muy pausado y entrañable.
Los dos personajes son completamente lo opuesto, y aún así llevan esperándose toda la vida.

Por ponerte un pero, creo que en esta frase el punto entre árboles y coge, no queda bien. Cuando ha caminado un rato entre los árboles. Coge una mandarina, y se va.
El otro pero es que para mí también me resulto difícil saber que la protagonista era una persona mayor.
Como la casa se la dan los abuelos, pues piensas que es una joven.
Tras leer los comentarios, volvi a leer el texto y es todavía más potente.
Y es una cosa que nos podíamos haber dado cuenta, porque el texto es pausado, las cosas van a su debido tiempo. Eso es una virtud de las personas mayores.
Si pudieras poner una referencia al inicio, ayudarias a lectores un poco más torpes, como yo.

He intentado ver dónde y la verdad que no tengo ni idea.

Me gusta tu pausado texto. es muy tierno.

!Buen trabajo!

Teresa S.M.

23/02/2025 a las 21:01

MUchas gracias por vuestros comentarios. Me ha dado una gran alegría leerlos. Y tomo nota sin duda de todo. Gracias.

Pilar (marazul)

24/02/2025 a las 20:30

Teresa, he entrado a leerte porque me gustó el título. Me encantan las mandarinas, su sabor, su olor y su color ja,ja…
Y me he encontrado con un texto agradable en donde destaco las referencias que haces a los distintos colores —es colorista—. La repetición de alguna frase le da un toque poético.
Un relato tranquilo que se lee muy fácil.
Saludos

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