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Mañana, a esta misma hora - por TaviR.
«No había día que no discutiera con mamá, Seba.» Comenzó diciendo Joaquín. «Ella insistía en que Marc era un invento mío y amenazaba con encerrarme lejos de la ciudad. “Cómo voy a estar loco, mamá ─replicaba yo─ si Marc tiene nombre y apellido. Otra cosa muy distinta es que no admitas que nadie nos visite”. A veces yo era duro con ella, pero no tenía otro modo de contradecirle».
En la sala de muros blancos del Psicología Ambulatoria, se respiraba un aire cítrico. Joaquín me había llamado esa mañana. Necesitaba hablar conmigo. Intuyendo cuál era su problema, no dudé. Tomé el primer autobús hacia la precordillera donde se ubicaba el edificio.
«Marc es mi amigo, Seba, desde que tengo memoria. Con él viví la infancia protegida y la cruel pubertad de saber que la vida tiene de dulce y agraz. Éramos como hermanos. Yo no concebía la vida sin su presencia.
Lo triste para mí fue el día que, sin despedirse siquiera, Marc desapareció como si nunca hubiese existido. Me encerré en mi pieza. Orillé la oscuridad del infierno donde muchas veces quise lanzarme. Mamá, en conocimiento de lo que había sucedido, lejos de comprenderme se encargó de amplificar mis dudas.
A escondida decidí escribir un diario de vida. Contar mi verdad. Impedir que Marc se extraviara en la memoria. Mi duda era que, conociendo las argucias de mamá, en cualquier momento podría encontrar los apuntes y fastidiarme. Felizmente, había una grieta en la pared oculta detrás de un retrato y supuse, que ahí, le sería imposible descubrir mi secreto.
Me transformé en un tipo irritable transitando un camino que conducía a la nada. Poco a poco, sin embargo, con el paso del tiempo, mientras vaciaba mis sentimientos en mi diario, recuperé el deseo de vivir. Logré entrar a la universidad. Me enamoré, pero el amor fue como el paso nostálgico del otoño. No supe cómo volví a estar solo y me convertí en un miserable para una muchacha que me amaba.
Dos años después, Marc era solo un buen recuerdo. Acompañaba a mamá en sus labores y la mayor parte del día permanecía escribiendo. Pero, como sucede a veces en la vida, “el que se va sin motivo retorna sin que lo llamen”.
Un día al salir del edificio donde vivía con mamá, Marc, sonriendo al otro lado de la calle, levantó la mano para advertirme de su presencia. No podía creerlo. Sin darme cuenta volví a ser el adolescente de antaño. Nos abrazamos sin decir nada y, como lo hacíamos siempre, nos fuimos al Mike en busca de cervezas. No quise preguntar que había sucedido, lo importante ahora era que de nuevo estaba conmigo. Además, yo, que otra cosa podía decirle que no fuera la autoritaria oposición de mamá, y eso, me angustiaba.
Una tarde en el Mike, Marc me sorprendió. “Ven con tu madre -dijo- y aprovecho de conocerla. Así se acaba el problema. ¿Qué te parece juntarnos con ella aquí, mañana, a esta misma hora?”. “Tal vez esa sea la solución Marc, respondí, y estuve de acuerdo”.
Llegué a casa a medianoche. Mamá estaba despierta. No tenía dudas de cuál sería su reacción: se negó rotundamente. Me fui a acostar. A media noche interrumpió mi decepción solo para decirme que iría conmigo. “Déjame la dirección”, propuso.
Al día siguiente Marc fue el primero en llegar al Mike. “¿Y?”, preguntó ávido. “Todo bien” respondí, haciendo un gesto con mis manos.
La llegada de mamá se prolongó más allá de lo deseado, y yo, inquieto, tamborileaba con mis dedos la cubierta de la mesa. Marc no disimulaba su excitación. Por fin reconocí en la puerta de entrada su figura alta y delgada. Caminó serena hacia nosotros. Me levanté. Besé su mejilla y entusiasmado dije: “¡este es Marc, mamá!”. Ella, con ese enojo que yo bien conocía, exclamó: “¡Qué Marc y qué cuento Joaquín, a tu lado no hay nadie!” Miré la silla vacía y no supe qué decir. Desde entonces, Seba, mamá me tiene aquí para sanar de una enfermedad inexistente.»
Comenzaba a anochecer. La enfermera avisó en ese momento que el tiempo de visitas terminaba. Joaquín cogió mi mano y sonrió con una expresión de niño. Vino hacia mí, cómplice y dijo: “Esta noche Marc vendrá a buscarme. No se lo digas a mamá”. Había una luz maravillosa en su sonrisa. Se tiró en el sillón. Los ojos sombríos, la mano en el mentón.
Abandoné el Psicología Ambulatoria convencido de que Joaquín tendría una larga y solitaria convalecencia.
Comentarios (6):
Diego
18/02/2025 a las 17:27
Buenas Tavi, te devuelvo el comentario.
Me ha gustado mucho el relato y la manera en la que has enfocado el reto.
Únicamente apuntarte que el uso de los diálogos, con entrecomillados, a veces puede liar un poco. Quizá algún que otro guion no iría mal, ya que dentro de un dialogo a veces haces una cita y puede ser un poco incomodo.
Apuntarte además un par de frases que me han sonado un poco extrañas (aunque se entienden perfectamente): “Además, yo, que otra cosa podía decirle que no fuera la autoritaria oposición de mamá, y eso, me angustiaba” y “aprovecho de conocerla”.
En cualquier caso me ha gustado mucho el relato y el enfoque del reto.
Un saludo
MT Andrade
21/02/2025 a las 23:03
Hola Tavi. Una vez que lees el texto ubicando con precisión principio y fin de cada tipo de comillas concluyes que es un relato bien llevado, que el narrador (Seba) responde al reto y que el uso de comillas responde bien a lo establecido en fundéuRAE.
Si se trata de un ejercicio en el uso de algunos tipos de comillas felicitaciones. Si se trata de un cuento me parece que hay formas más simples y efectivas de hacerlo.
Cuando las comillas españolas se usan en un texto extenso, como en este caso, hay autores reconocidos que repiten las comillas de cierre, como signo de continuación, al comienzo de cada párrafo.
Entiendo también que el guion largo, el más usual, no puedes utilizarlo pues no cumplirías con el reto. Es lo que he hecho yo en este mismo taller, he dejado de lado el reto en función de obtener una mejor recepción del texto.
Felicitaciones y Saludos
Trinity
22/02/2025 a las 16:00
Hola Tabi, me toca comentar tu relato y la verdad que me he quedado bastante sorprendida al leerlo. El tema de la salud mental es tan delicado que a veces no sabes bien cómo tratarlo y lo has relatado sutilmente, sin hacer acopio en profundizar en ello.Curioso también como introduces de forma fugaz, lo de ” había una grieta en la pared”, como quien no quiere la cosa. Muy bien utilizado el narrador testigo, me ha gustado tu relato. Enhorabuena.
PROYMAN1
24/02/2025 a las 13:23
Buen relato me ha gustado soy PROYMAN1 tu vecino del 70,el final no previsible por lo menos para mi
hace que no perdamos la atención en las enfermedades mentales por desgracia aumentan cada vez mas.
confío en seguir leyéndonos en próximos relatos.
José Torma
25/02/2025 a las 18:28
Hola Tavi.
Creo ya te machacaron mucho sobre las comillas. Al igual que los compañeros, me vi poniendo el dedo en la pantalla para ubicarlos y poder agarrar el ritmo de la narrativa. Creo que demuestra tablas, pero aquí, al menos a mí, me costó trabajo.
Deseaba con toda mi alma que Marc fuera real, aunque el ritmo y tono del texto me gritaba que no era el caso.
Fuera de lo comentado de las famosas comillas, en lo formal yo no encuentro pega.
Muy logrado y sobre todo entretenido.
Felicidades, compañero.
PROYMAN1
28/02/2025 a las 17:35
Gracias por haber leído mi relato tomo nota de tus observaciones y las tendré en cuenta para los próximos relatos que escribamos.
Repito confío en seguir leyéndonos.