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Un día de pandemia - por Mónica Bezom

Web: http://letrasturquesa.blogspot.com

Nueve días antes se había declarado pandemia y decretado cuarentena. Aconsejaban restringir el uso de cajeros automáticos, entre otras actividades. Aunque yo necesitaba ir, no tenía nada de plata en efectivo.

El cajero está a quince cuadras, podía llegar caminando, pero la cuarentena era obedecida a rajatabla. Circulaban patrulleros avisando por altavoz que nos quedemos en casa, salvo necesidad comprobable de medicinas o alimentos. Bajo este panorama, decidí ir en autobús.

Antes debía pasear a mi perrita. “Los perros deben pasearse hasta dos cuadras del domicilio como máximo”, avisaba un noticiero. Otro, que apenas una cuadra y un tercero, que solo hasta la vereda de la puerta de calle, para sus necesidades. Y mostraba un video en el que un hombre y su perrito eran arrestados por violar las consignas, mientras su mujer pedía a gritos que le devolvieran el perro. ¡Pobre hombre! ¿Cuál sería la consigna válida? La imagen del abatido señor ingresando en bermudas y ojotas al móvil policial con su perrito, me picoteaba la cabeza como un pájaro carpintero.

Ante la duda, me incliné por la tercera.

Ergo, con mi perrita nos paramos en la vereda frente a casa. Tras unos minutos, ella me miró: “¿Cuándo arrancamos a caminar?”. Y yo esperando el popó. Al rato le pedí: “por favor, hacé popó”. Ella ladeó la cabeza, indagándome. “Tenés que hacer popó en esta baldosa”, reiteré. Después de unos minutos y un fracaso, caminamos una cuadra. Justo se aproximó un patrullero. ¡Ay, Dios! Con la paranoia al galope me agaché detrás de un volquete, obligando a mi confundida perrita a hacer de estatua. Pasado el peligro, volví a implorarle que tuviera la gentileza de hacer popó. Ella me observó inocentemente y pegamos la vuelta.

Casi al llegar se soltó la pretina, corrió hasta la esquina y, feliz y relajada, hizo sus necesidades junto a un árbol, libre de protocolos mientras desde un patrullero nos saludaban. Yo les devolví una sonrisa culpable.

Ya en casa y a salvo de ser arrestadas, me calcé barbijo y guantes de látex, agarré el frasquito de alcohol en gel y partí hacia el cajero.

Una vez frente a la pantalla, me resultó difícil teclear con los guantes. Debía ingresar 22 dígitos copiándolos de un mensaje de WhatsApp. Necesitaba los lentes. La pantalla me dedicó un cartel: “¿Necesita más tiempo para su operación”?

Sí.

Ya con los lentes y los guantes a full, intenté teclear la multitud de dígitos, pero no hubo caso. Gracias al látex, cada número conllevaba más de un decepcionante intento. A punto de concluir, otro pérfido cartel anunció: “su tiempo ha concluido”.

Vuelta a empezar. En una mano el móvil y en la otra mi enemigo mercenario, el guante. Cuando iba por el dígito quince más o menos, con los dedos acalambrados y los ojos a cuadros, la aplicación de WhatsApp desapareció. La pantalla, con temperamento burlón, me repreguntó si necesitaba más tiempo. Absteniéndome de darle una trompada, puse que sí y se borró todo lo tecleado. Había una grieta en la pared que se reía en mi cara. ¡No puede ser! Empecé a traspirar y se me nublaba la vista. Al borde de un ataque, me sequé con las manos enguantadas. Enseguida tomé conciencia y tiré los guantes ¡adentro del bolso! El sudor me cubría la cara y se estrellaba contra el barbijo. El teclado parecía una carreta. La grieta reía a carcajadas.

Finalmente, pude concluir la muy ladina operación. Al escupir la máquina el recibo, alcancé la calle, veloz y victoriosa.

Desechados los torpes guantes, regresé caminando, en infracción de mis garantías ciudadanas. A medida que tomaba distancia de los malévolos cajeros, me ganaba un estado de risueña ebriedad.

En la caminata di con una pescadería; aprovecharía para comprar. Lástima que al intentar pagar advertí que durante el dramático episodio del cajero olvidé sacar dinero. “No importa, cóbrese con la tarjeta”. ¡Pero no la encontré! Vacié el contenido del bolso sobre el mostrador ante la mirada atenta y desconfiada del comerciante que rociaba todo con alcohol. Nada. Abandoné el paquete y volé hacia el banco, mientras el de la pescadería me gritaba cosas.

En el hall de los cajeros no se veía un alma. La tarjeta, tampoco.

Llegué a casa sin plata, traspirada, derrotada y furiosa conmigo misma.

Cancelé la tarjeta por teléfono y condené los guantes de látex sin uso a la basura. Recordé que un par descansaba en el bolsillito interno del bolso. No iban a sobrevivir. Lo abrí, saqué los guantes y ¡la tarjeta cancelada!

Comentarios (25):

Yvonne (María Kersimon)

18/02/2025 a las 21:16

Hola Mónica, un gusto leerte, como siempre. Una descripción de lo absurdo a ritmo trepidante. No da tiempo de aburrirse, no y hasta te saca unan carcajada. Empatiza uno de inmediato al recordar peripecias del tiempo del COVID. Lo cuentas con humor, con un vocabulario muy escogido y pertinente. La pantalla maligna y la grieta que rie, el coche de los civiles que suscita sudores fríos, todo resulta en un cóctel demasiado explosivo para no reirse y hacer reir es más difícil que hacer llorar, según siempre he oído. Una sucesión de desencuentros y actos fallidos digna de Mister Bean o de Charles Chaplin. Algunos de ellos, a quien más, quien menos, nos han pasado, que tu perro se salga del harnés y huya corriendo, que se te apague la pantalla a medio teclear… así que sabemos lo agobiante que puede ser, pero todo junto lo es tanto que alcanza el grado de desgracia y, como al ser humano le gusta (aunque los más estirados lo nieguen)reirse de la desgracia ajena, pues le da justo a la tecla que desencadena la carcajada. Bien por cómo encajaste la grieta (perversa ella también). Gracias por este relato ágil, delicadamente tejido y entretenido.

Amilcar

18/02/2025 a las 23:34

Leyendo, me ha arrancado una sonrisa la señora que reclamaba al perrito obviando al marido, pero hija, ¡casi acabo de los nervios con el cajero! salu2

Amilcar

18/02/2025 a las 23:39

¡Ah y la perrita! Hoy he tenido que ir al centro de la ciudad y antes de subir al taxi-tengo una pincher- he pretendido que hiciera pipi y popo. Rien de rien. Llegados al centro recién bajados del taxi, en mitad de la acera, ha hecho popo la muy puñetera. Cría cuervos…

Vespasiano

19/02/2025 a las 08:55

Buenos días, Mónica:
Repito la explicación que le he hecho a Sakura. y que habrás visto cuando has comentado su relato.
A la vuelta de mi viaje haré el comentario adecuado a tu relato que ya he leído y que creo recordar sigue un poco en la línea rocambolesca del reto del mes pasado.

Codrum

19/02/2025 a las 15:52

Hola, Mónica Bezom

Un texto original. Espero que no sea una experiencia vivida. 😜
Hay alguna frase que se me antoja un poco retorcida cuando la leo. Sobre todo la de la información del noticiero. La grita en la pared también la veo un poco forzada.
Pero en general el texto se lee rápido. Como comentaron antes te saca hasta una sonrisilla y se empatiza muy rápido con el protagonista .

Carmenigne

19/02/2025 a las 21:22

Hola Mónica. El relato tiene un ritmo rápido, arrastra, lo cual me pareció ver en otro de tus relatos, es como si uno se subiera a algo que tiene inercia propia. Lleva por lugares cotidianos- aunque sean de una cotidianeidad que ya pasó- pero pudiendo ver y sentir otras cosas, porque tu forma de contar permite que se puedan mirar desde otro lugar. Es divertido, “liviano”, fresco. Me gustó

IGNACIO

19/02/2025 a las 22:51

Hola Mónica. Has descrito una serie de catastróficas desdichas, integrando el recuerdo de la pandemia, los problemas que nos crea la tecnología, la ceguera de la burocracia y la confusión de prioridades en algunas cuestiones vitales, como la señora que se ocupa más del perrito que del marido. Me parece muy bueno el toque final. Se ha cancelado inútilmente la tarjeta porque ha vuelto a aparecer: un tiro en el pie.
Me ha sorprendido el vocabulario. Creo que he leído otros relatos tuyos y me parece recordar que utilizabas un castellano peninsular.
Un gusto leerte. Saludos

Intentos

19/02/2025 a las 23:29

Me sumo a los comentarios de los otros Literautas, no podría estar más de acuerdo. Felicidades por tu relato, ha sido un gusto leerlo. A mí también me ha sacado más de una sonrisa. A pesar de todas las penas y malos momentos que dejó la pandemia es esperanzador que lo podamos recordar con humor. Y admirable la forma en la que lo has hecho.
Espero que el comentario no ofenda, pero, al igual que a Ignacio, me ha sorprendido que emplee vocabularios y expresiones (¿)argentinas(?). No he tenido el placer de leer otros de sus relatos, me temo que soy un polizón nuevo más en este barco, pero por sus comentarios esperaba un relato escrito en castellano peninsular. Envidio esta versatilidad, creo que a mí me costaría mucho escribir probar a escribir en un español distinto al que hablo.
Por lo poco que he podido cotillear, creo que hay bastante diversidad de hispanohablantes en esta comunidad. ¡Qué suerte poder tener este intercambio cultural! 😁

Mónica Bezom

20/02/2025 a las 00:06

¡Hola, compañeros!

Muchas gracias por leerme, me alegro que les haya gustado.

Yvonne: agradezco tu paso por acá y las palabras que dedicas. Eres muy amable.

Amílcar: lo que comentas del noticiero en el que la señora reclamaba el cachorro es real, lo vi con mis propios ojos por la tele en aquel momento y no daba crédito a la locura de lo que veía. Claro que entonces no me hizo ninguna gracia. Agradezco tu lectura.

Vespasiano: gracias por la delicadeza de pasarte; te deseo que tu familiar se recupere.

Codrum: qué decirte… La experiencia fue real de toda realidad, menos la grieta. Obvio que en su momento no me hizo gracia, pero suelo hacer catarsis escribiendo. Gracias por tus aportes.

Carmenigne: gracias por tus consideraciones. Muy amable.

Ignacio: gracias también por tus palabras; muy cierto lo que acotas acerca de la confusión de prioridades y ceguera en cuestiones vitales que hemos tenido el disgusto de vivir en esos momentos. Sólo el paso del tiempo es lo que me ha permitido poner una nota de humor.
Y no, no recuerdo haber usado un castellano peninsular ya que soy de Buenos Aires… Aunque tienes razón, en mi primer texto hice hablar de tú a los personajes, pero solo eso. Gracias Ignacio.

Intentos: gracias por tu aporte y amables palabras.
No me ofendo, Intentos, pero soy de Argentina, Buenos Aires, por eso te llamó la atención el vocabulario.
Solo en los comentarios me aparto del “tenés”, “decime” por los “tienes”, “dime”, para no resultar muy chocante, ya que estoy en minoría, jaja.

Cristina Otadui

20/02/2025 a las 08:54

Hola Mónica,

Que buen ritmo el de este narrador en primera que nos permite sumergirnos en los pensamientos y emociones del protagonista experimentando de manera directa las frustraciones y los dilemas del personaje. Una voz reflexiva y a menudo humorística, lo que añade un matiz personal y auténtico a la historia.
Las interacciones con la perrita y las dificultades con el cajero añaden humanidad y cercanía.
El tono utilizado al contar la situación hace que, aunque estresante, resulte ligera y entretenida y arranque la sonrisa del lector.
Si miramos hacia atrás… ¿Quién no sintió en pandemia muchas veces esa mezcla de ansiedad y humor?

Gracias por escribir y compartir.
Un saludo

¡¡Nos leemos!!

Patricia Redondo

20/02/2025 a las 16:33

¡Me encanta cuando la gente saca de la vida ordinaria una auténtica aventura! No digo que los relatos fantasticos , epicos y desgarrados no tengan su merito, por supuesto que lo tienen y si están bien escritos, me gustan igualmente. Pero sacar de lo cotidiano una narracion llena de peripecias propias de un superheroe me parece un meritazo. El relato es agil , ameno, divertido , desternillante. Me identifiqué rapidamente con la protagonista y su perrita , sus dudas y sus tira y afloja en los paseos durante la pandemia (yo tenia dos perretes por aquella epoca y mi marido y yo los sacabamos por separado, como si nos nos conocieramos de nada , pero nos saludabamos de una acera a otra con la manita, como amantes vergonzosos. No se me ocurrió extraer un relato de esto pero ahora viendo lo tuyo… 🙂

En fin que me ha encantado

Gracias por pasarte por mi relato y comentarme.

Nos seguimos leyendo

Mónica Bezom

20/02/2025 a las 17:20

Cristina: agradezco tu lectura y comentario, gracias por pasarte.

Patricia: muchas gracias por leerme y por las consideraciones que viertes; me ha dado risa lo que cuentas sobre los paseos de los perros de tú y tu marido. ¿Ves? Ahí tienes un relato en potencia.
Nos seguimos leyendo.

Moldy Blaston

20/02/2025 a las 20:31

Hola Mónica, siempre que puedo me paso por tus relatos. Te comento:

A mi entender tu relato es una excelente representación de las dificultades cotidianas durante la pandemia y capturas de una manera muy efectiva la frustración y el absurdo de la situación. Con este estilo humorístico y sarcástico, haces que el lector se sienta identificado y se entretenga.

Creo que la estructura del texto es clara y fluida, permitiendo una fácil lectura y comprensión de los sucesos. Los temas secundarios, como la obediencia a las normas y la paranoia, añaden profundidad y complejidad al relato.

Aunque el tono es mayormente humorístico, también hay un trasfondo de desesperación y frustración que refleja la realidad de muchas personas.

En conjunto, el texto logra combinar humor y realismo de manera efectiva, creando una narración atractiva y memorable. Me ha encantado y no puedo añadir nada que no se te haya dicho antes.

Nos leemos!!!

María Jesús

21/02/2025 a las 11:53

Hola Mónica: tu relato me ha resultado muy original y divertido. La vedad es que el personaje lo pasa fatal, pero los lectores lo hemos disfrutado de lo lindo. Un saludo.

Fernando Rodríguez

21/02/2025 a las 19:01

Vaya agobio que has hecho pasar a la pobre protagonista. Si no fuera por que casi todos hemos tenido esa sensación en aquel periodo podría ser una parodia de televisión, pero por desgracia fue cierto y cruel. Con sentido del humor me has hecho recordar aquellos nefastos días. El texto se ajusta a lo que creo entendemos todos en este taller, desarrollar dotes de invención y con más o menos acierto en la forma, pero no me ha chirriado nada, por lo tanto, a mi me parece más que correcto.

Osvaldo Mario Vela Sáenz

21/02/2025 a las 22:53

Hola Mónica, saludos desde México. Buen taller para contar una historia, y mira que te topas con los ingredientes en letras para contarla.

si te hubiese tocado ser el personaje principal. Tú, como autora no lo hubieras escrito pero, como en esta ocasión te toca ser, o te toca intentar ser el narrador testigo, pues adelante y lo cuentas con mucha gracia.

La prueba, la tienes a la vista por los comentarios de tus lectores quienes nos volcamos en alabanzas ante el ingenio de tus redactares. felicitaciones y aquí esperamos mucho de ti.

Enhorabuena,

Verso suelto

22/02/2025 a las 21:19

Hola Mónica. Como siempre un relato estupendo. Sacas agua de una piedra. Me encanta este tipo de texto sin apenas historia, pura forma, pura literatura.
Te felicito.

Hilda G.M.

24/02/2025 a las 10:13

Hola, Mónica.
Me ha gustado tu texto. Tiene un ritmo que le da agilidad a la lectura y el personaje lo cuenta con mucho humor, a posteriori, por supuesto, ya que es lógico que en aquel momento en que necesitaba dinero en efectivo, no le hicieran ninguna gracia todas esas peripecias con el cajero y la tarjeta. No me dio la impresión de estar muy forzada la manera en que has incluido la grieta, en momentos así hasta la pared entera podría reírse 😉 Me quedé preocupada por lo que haría luego, sin tarjeta, sin dinero y con todas las restricciones de la pandemia.
Saludos y gracias por compartirlo.

Mónica Bezom

24/02/2025 a las 15:07

Moldy Blaston, María Jesús, Fernando Rodríguez, Osvaldo Mario Vela Sáenz, Verso Suelto e Hilda: muchas gracias por leer y por sus amables comentarios.
Osvaldo, efectivamente está escrito en primera persona; no adherí a la invitación al Reto. Gracias.

PROYMAN1

24/02/2025 a las 17:33

Saludos Mónica leyendo tu relato cargado de humor negro o eso creo yo me vino a la mente los tiempos pasados de la pandemia y el encierro que nos aplicaron.
Parece fácil pero sacar al pero y sacar dinero del cajero es lo mas difícil del mundo si se presentan problemas. Animo escribe así.
Alguna de las palabras que escribes no las entiendo, seguro que es por la diferencia de continente yo escribo desde Madrid.
Te doy las gracias por haberle ido mi relato y que te haya gustado.
He entrado en tu blog y leeré despacio lo que escribes que parece interesante. Seguro que lo es.
confío en seguir leyéndonos.

Thiagotrescuartos

24/02/2025 a las 19:39

¡Hola!
Me parece muy admirable cómo fuiste capaz de convertir algo tan cotidiano y absurdo, como un perro que no hace caca, en motivo de tensión narrativa. Hay que saber de escritura para que no es el qué sino el cómo, y tú lo reflejas con mucho desenfado 🙂
Si debo poner algún pero sería que en alguna ocasión hay algo de rima asonante en las oraciones (en el segundo párrafo, las palabras acabadas en a a, por ejemplo). Pero no creo que sea nada que desacredite la gracia del relato.
Quisiera preguntarte por la extensión, ya que desconozco si hay que cumplir a rajatabla ese requisito y me ha dado la impresión de que tú superas el máximo de palabras (lo cual me parece fantástico, pues significa que hay más libertad para extenderse).
Mucho ánimo, ¡nos leemos!

Mónica Bezom

24/02/2025 a las 21:50

Proyman1: agradezco tus palabras; muy cierto que actividades rutinarias como sacar al perro o dinero del cajero pueden volverse difíciles o casi imposibles de un momento al otro, aun así no quise utilizar humor negro sino humor a secas sobre unos hechos mínimos en particular. Puede que haya palabras raras como por ejemplo “ojotas” (sandalias hawaianas) ya que escribo desde Argentina.
Agradezco asimismo que hayas visitado mi blog.
Nos seguimos leyendo.

Thiago: gracias por pasarte, comentar y dejar tus consideraciones que tendré en cuenta.
En cuanto a tus dudas sobre la extensión de mi texto; sí, exactamente es de 750 palabras, ni más ni menos. Entiendo que es una norma a rajatabla; si te excedes en una palabra el texto no pasará la revisión automática del sitio. Me parece acertado ya que en un taller, 750 palabras sobran para desarrollar historias que permitan su evaluación.
Gracias de nuevo y nos estamos leyendo.

Galia

26/02/2025 a las 21:05

Buenas tardes Mónica, me he reído mucho con tu relato y he revivido situaciones ridículas que hemos pasado nosotros a 12000 km de distancia, la misma paranoia, iguales directivas y un solo objetivo, restringir nuestra libertad, un excelente ensayo que les salió bastante bien si no contamos la cantidad de muertos y las pocas explicaciones.
Saludos desde Córdoba, Argentina.

Daniel Calleja

28/02/2025 a las 01:22

Hola Mónica, ¡Qué relato tan entretenido! ¡Qué buen final! Imposible no empatizar con tu personaje y sus circunstancias. Espero que esos extremos de represión a la circulación sean solo fruto de tu imaginación y no parte de tu verdadera historia. No hay mucho que agregar.Buen ritmo narrativo que hace que la lectura fluya y un final que me recuerda que no solo a mí me pasan esas cosas, como dar de baja una tarjeta “perdida” y luego encontrarla en un bolsillo. Gracias por comentar mi texto. Ha sido un placer leer el tuyo. Saludos.

Mónica Bezom

01/03/2025 a las 02:41

Galia y Daniel Calleja: muchas gracias por sus amables palabras.

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