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Villa Fremosura - por Chus GalegoR.

¡La decadencia familia! Igual que las casas, al faltarles cuidados, se resquebrajan y sufren mudanzas aciagas, como el desplazamiento de las tejas por no atajar el alzamiento de las malas hierbas en el tejado, así también los hijos de aquellos que fueron ilustres caen en el abandono al confiar en el contagio innato del abolengo.
Observo Villa Fremosura desde mi cueva, como la llamo, aunque sea un piso de barrio que se erigió como un forúnculo frente al palacete que ahora acusa el desgaste del tiempo inclemente.
¡Villa Fremosura! Cuando me levanto al amanecer y me acerco a la ventana lo primero que me observa son los espantados ojos sin cristales ni postigos de la fachada temblona. ¡Si Don Florencio levantara la cabeza! Pero el hombre ilustre que miraba a mi padre con altanería, nunca imaginó que su legado alimentaría a una pocilga de inútiles con aires de marqueses.
Me enamoré de su hija Albania. Ella cruzaba la calle con el paso firme de quienes se sienten seguros de sí mismos. Me encantaba su pelo rojo y los aros que se balanceaban en sus orejas, sus pantalones flojos y aquellos bolsos de charol que parecían contener dentro un mundo. Tras el mostrador yo imaginaba ese mundo en las tediosas tardes en las que me tocaba acompañar a mi padre. Allí, apoyados en mis piernas, reposaban los cuadernos que contenían la erudición de 3º de BUP. Ni me miraba cuando entraba con sus amigas a comprar tabaco. Yo envidiaba su libertad mientras adentraba mi rostro en el abismo de la Trigonometría.
Aquel curso me sentaron en clase al lado de su hermano. Estanislao, larguirucho y mentecato, no hablaba conmigo dentro del aula. Pero, en los recreos, arropado por unos muchachos tan lerdos como él, me pedía los ejercicios y conseguía parte de mi bocadillo. No me negaba, creyendo ver en mi sumisión una senda para llegar a Albania.
Mi oportunidad llegó a final de curso con la obligación de un trabajo por parejas para Biología. Estanislao, necesitado de aprobados, enseguida me invitó a hacer la tarea en su casa, ya que su padre tenía una biblioteca apabullante. Eso dijo.
Me temblaban las manos cuando entré en Villa Fremosura. Ataviada con una bata de guatiné me recibió su madre, ojerosa y con un rictus extraño en sus labios alargados. Era la primera vez que la veía de cerca. Sin mirarme, gritó el nombre de su hijo y le pidió que viniera a recibirme. Me invitó a sentarme en un sillón y ella se arrebujó en otro, encendió un cigarro y cogió una revista. Me extrañó que no volviera a hablarme. El salón era acogedor y, aunque había una grieta en la pared bastante visible a causa de su hendidura, el mobiliario parecía lujoso y la estancia estaba impecable. Entonces pensé que nunca podría llevar a Estanislao a mi abigarrado universo familiar.
Tardó en bajar. Ante una pregunta de su madre que no pude entender, Estanislao le gritó con un desprecio tal que afeó su agrio semblante. Ella permaneció indiferente ante sus gritos. Subí con cierto desasosiego tras él. En la habitación esperaban Albania y una amiga. Estaban fumando y el olor a hachís impregnaba el ambiente. Albania se me acercó con una familiaridad que me sorprendió. ¿Tú eres el de la tienda, no?, ¡qué mono! Mira, puedes salir con nosotras esta noche, si quieres. Pero tienes que agenciarte dos botellas de ginebra en la tienda. Tu padre no se enterará. Ahora era Estanislao quien hablaba: nuestro padre nunca se entera cuando le mangamos algo. Los tres se echaron a reír. Me sentí tan anonadado que les dije que sí y quedamos en vernos en el parque a las diez.
No hicimos la tarea. Se enzarzaron en una conversación intrascendente en la que yo era un monigote incómodo que reía tontamente. Sentí gran alivio al salir.
Ya en la tienda, mi padre, con su entusiasmo habitual, me pidió que lo ayudara a tirar unas cajas y yo comprendí que jamás le robaría nada.
No acudí a la cita, pero hice solo el trabajo de Biología, lo que le valió el aprobado a Estanislao. Sentí que Albania me despreciaba por mi cobardía y escondí en mi concha de caracol solitario mi deseo por ella. No volvimos a hablar.
Empecé la universidad y salí del pueblo en busca de mí mismo. Me encontré años después, cuando, cansando de rotar por el mundo, volví a mi vieja cueva frente a la ruina dolorida de Villa Fremosura.

Comentarios (5):

Amilcar

18/02/2025 a las 12:50

Interesante y entretenido. Se ve que la chica de la mochila azul, te dejó huella. Pero de eso no nacemos vacuna2. salu2

María Jesús

18/02/2025 a las 21:49

Hola Chus: gracias por tu comentario a mi relato, visito gustosa el tuyo.
Me ha gustado el ambiente que has creado, con ese tono clásico en la narrativa y la elección de los nombres. Destaco la decencia del narrador, no dejándose engatusar por los habitantes malcriados de Villa Fremosura. Me hubiera gustado saber que pasó con ellos, a qué se debió su decadencia, pero supongo que quieres que seamos los lectores los que saquemos nuestras propias conclusiones.
Se lee bien , se entiende a la perfección y resulta agradable el conjunto.
Te felicito por el trabajo. Saludos.

Codrum

19/02/2025 a las 15:05

Uff que decir de este texto.
Tengo sentimientos encontrados. Por una parte el tono clasico me ha gustado y por otra me lo ha hecho muy lento. Algunas partes parecen muy recargadas inecesariamente.
La frase de “mi sumisión una senda para llegar a Albania.” me ha roto la cabeza porque no entendía nada. Luego lo entendí. 🙂
Espero no te siente mal.
La idea del texto y como reacciona el protagonista me parece una leccion de vida muy buena. Hay mucho que pensar sobre las cosas que hemos hecho, a quien hemos “robado” por complacer a otros. Tiene mucha fuerza y por el buen final, tengo sensaciones encontradas con este texto. me gustará leerte en los meses siguientes, para ver donde para la balanza.

?en la primera frase falta una letra? ?Sería La decadencia familiaR? Creo que eso hizo que se me enfocara un poco de lado al texto. es una mala suerte que la primera frase haga detenerme y releerla.

El Monje

19/02/2025 a las 22:55

Buenos días Chus, no sabes lo agradecido que estoy por tus comentarios, en especial por el referente a la contestación de María cuando le dice Juan que ya no le ilusiona, efectivamente parece como que no le afecta demasiado.
En cuanto a tu relato, me ha gustado. Los nombres de Estanislao y Albania ¿se te han ocurrido sin más?

Codrum

23/02/2025 a las 15:31

Hola,
Muchas gracias por pasar por mi texto e incluso leerte los comentarios.
No sabía que mi error con la coma tenía un nombre.
No paro de aprender en este lugar.
¡Que felicidad!

Muchas gracias de nuevo

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