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Tierra de Campos - por OtiliaR.
Reconocí enseguida al hombre que bajó del tren en la estación desierta, aunque avejentado, continuaba igual de flaco y con aquella mirada que taladraba. Se llamaba Rufino González, y había pasado los últimos quince años preso.
Me llamo Miguel. Y mi nombre fue lo primero que pronunció el expresidiario. La sonrisa que me dirigió al encontrarme en el andén fue la señal de que había reconocido al hijo del maestro que le enseñó a leer.
—Miguel —dijo—. ¿Me acercas al pueblo?
Anochecía al llegar frente a la casa conocida por todos como la de la madre del asesino. Agradeció y sin más comentarios entró en el zaguán.
Cuando lo conocí, vivía al lado del canal en «la casa del esclusero», donde trabajaron sus padres hasta que la madre quedó viuda y se fue a vivir al pueblo con su hermana.
En la seca y ruda comarca de Campos, esta arteria de vida se juntaba con otro camino mucho más antiguo, el Camino de Santiago.
Allí entre canaleros y peregrinos, fue creciendo Rufino. El padre era el esclusero encargado del manejo de las puertas; con ellas desviaba parte del cauce del canal para el riego de los campos.
Según comentaban las vecinas, entre ellas mi madre, el parto difícil hizo que fuera un niño enclenque, solo los ojos enormes y oscuros dejaban ver el carácter fuerte del pequeño. Era listo, eso se lo oí a mi padre, y enseguida ayudó al suyo en el trabajo sin faltar a la escuela. El interés que mostraba por aprender, sobre todo porque para acudir tenía que recorrer cuatro kilómetros diarios, hizo que mi progenitor lo pusiera como ejemplo. Esto aumentó las enemistades entre sus condiscípulos, liderados por Sebastián.
El mozalbete era lo contrario de Rufino: más alto y fuerte de lo que correspondía a la edad. El físico, junto a un carácter violento, hacía que fuera el líder de toda la chavalería, que le apoyaban en cada una de las travesuras y en el principal pasatiempo: chinchar a Rufino.
El hijo del esclusero cansado de aguantar burlas decidió dejar la escuela y ayudar a su padre enfermo.
Pasado algún tiempo. Rufino conoció a María. La joven era hija del nuevo mayoral contratado para los rebaños de la dehesa situada a tres kilómetros del pueblo.
El muchacho era feliz mirando a María. Aún no se había atrevido a dirigirse a ella si no contamos los tímidos «hola» y «adiós». Ella también devolvía las miradas al chico apagado de ojos como tizones. Hasta que aquella tarde en la romería sintió su mano sobre la de ella y un extraño temblor asaltó su cuerpo.
Sebastián vio el interés de su enemigo y se propuso quitarle a María. No fue difícil para un buen mozo con labia del que andaban detrás todas las chicas del pueblo y alrededores. En la fiesta de la vendimia ya eran novios y al año la abandonó.
La noche víspera de la fiesta del pueblo todos los jóvenes nos encontrábamos reunidos en el bar cuando llegó Rufino, Sebastián al verlo gritó:
—¡Enano! Estábamos hablando de ti.
Sin hacer caso de la provocación, se acercó a la barra. Observé a hurtadillas su gesto serio. Por un momento, su mirada se encontró con la mía; y sus ojos se apartaron de inmediato, temerosos de que yo pudiera leer alguno de sus pensamientos. No había tomado ni un trago cuando Sebastián, agarrándole del hombro, le espetó:
—Te puedes casar con esa fulana y hacerte cargo de lo que viene.
Soltando una carcajada dio la espalda a Rufino. Este, instintivamente, cogió la paleta abandonada junto a otros enseres en un rincón por el albañil hasta el final de la fiesta, había una grieta en la pared del bar que estaban arreglando, y se la clavó en el cuello. El buen mozo cayó fulminado, no pudieron hacer nada por él.
A pesar del tiempo transcurrido recuerdo el espectáculo que vino después, la llegada del médico, del forense. Los gritos de las mujeres, las carreras de los niños. Luego la Guardia Civil, el juicio y la cárcel. Le vi marchar esposado y fijar sus ojos negros y brillantes en su madre.
Sabía que María lo visitó en la prisión y que mantuvieron una relación epistolar, por ello, al día siguiente no me extrañó ver a Rufino dirigirse a su casa. La mujer fácil que parió el hijo muerto de un sinvergüenza y el expresidiario que lo mató iban a encarar juntos lo que el futuro les deparara.
Comentarios (11):
IGNACIO
18/02/2025 a las 16:34
Hola Otilia.
Es una buena historia y está bien contada. El argumento integra un conflicto de acoso, que se convierte en un drama rural, con un entorno geográfico identificable. Parece que tu historia se desarrolla en el Canal de Castilla.
En cuanto a la redacción, en general bastante bien, pero creo que puedes ser más concisa. Por ejemplo, en el segundo párrafo creo que sobra la frase “Me llamo Miguel”. Es mejor decir que el ex-presidiario había reconocido al narrador y al oír su frase, descubrimos su nombre.
Nos leemos.
Cristina Otadui
18/02/2025 a las 17:11
Hola Otilia,
Tu historia tiene una narrativa rica en detalles y emociones, y permite sumergirse en la historia de Rufino y su relación con Miguel. La descripción del entorno, como la estación desierta y la casa conocida como “la de la madre del asesino”, establece un tono sombrío y melancólico que acompaña la historia de Rufino, un personaje marcado por su pasado.
La inclusión de personajes como Sebastián y María añade profundidad a la trama, mostrando las dinámicas sociales y las rivalidades que influyen en la vida del protagonista.
Creo que el reto esta conseguido: tu narrador aún no siendo el protagonista central, su papel como observador es crucial para comprender la historia de Rufino.
A veces lo he sentido un poco falto de ritmo y la verdad es que la frase de este mes creo que esta cogida con alfileres, vamos que si la eliminas no pasaría nada.
El texto me parece emotivo e intrigante.
Gracias por compartir, un saludo
¡¡Nos leemos!!
Hilda G.M.
18/02/2025 a las 22:35
Hola, Otilia. Tu texto es uno de los que me corresponde comentar y la verdad es que me ha parecido muy interesante. Te felicito además por haber asumido el reto opcional, algo a lo que yo no me animé, por cierto.
Sabemos que el acoso, ya sea en la escuela o fuera de ella, muchas veces provoca incidentes violentos cuando el acosado ya no puede soportar más. Tu relato nos da una muestra de ello. Me gusta cómo el narrador empieza mostrándonos el presente del personaje (su regreso al pueblo después de haber estado en prisión quince años) y cómo después nos intriga con la frase “al llegar frente a la casa conocida por todos como la de la madre del asesino” para luego llevarnos al pasado y revelarnos el drama ocurrido. En general, creo que tu narrador funciona bien como narrador testigo, excepto en algunos momentos en los que parece mutar hacia un narrador omnisciente porque nos cuenta cosas que no puede saber, por ejemplo en esta frase: “Hasta que aquella tarde en la romería sintió su mano sobre la de ella y un extraño temblor asaltó su cuerpo.”, o lo de que apartara los ojos porque temía que el narrador pudiera leer sus pensamientos. Tal vez me equivoco, pero creo que a veces tu narrador nos habla de sensaciones, sentimientos o pensamientos que, al no ser omnisciente, podría solo adivinar.
Un pequeño detalle de concordancia: “…hacía que fuera el líder de toda la chavalería, que le apoyaban en cada una de las travesuras…”, en esta frase como la chavalería es singular, el verbo también debe ir en singular (que le apoyaba).
Saludos y gracias por compartir tu relato.
Codrum
20/02/2025 a las 11:34
Hola, Oltilia.
Creo que provenimos de la misma comarca. Frases como “ me acercas al pueblo” o el apellido González lo delatan.
Me ha parecido un texto que trata unos temas muy duros de una forma elegante. Muy rápido nos has llevado a un pasado no muy lejano. Con descripciones concisas que aportan mucho a la trama.
Se lee muy fácil y entretiene.
¡ Buen trabajo!
Codrum
20/02/2025 a las 11:35
Hola, Oltilia.
Creo que provenimos de la misma comarca. Frases como “ me acercas al pueblo” o el apellido González lo delatan.
Me ha parecido un texto que trata unos temas muy duros de una forma elegante. Muy rápido nos has llevado a un pasado no muy lejano. Con descripciones concisas que aportan mucho a la trama.
Se lee muy fácil y entretiene.
¡ Buen trabajo!
Yvonne (María Kersimon)
20/02/2025 a las 22:10
¡Otilia, me encantó! Es una historia emocionante que me ha transportado al lugar (las esclusas, la dehesa…) y he visto las gentes sencillas, trabajadoras, los chabales con sus dinámicas crueles a veces. La descripción del entorno que en algunas historias sobra, aquí se hace nececidad para arropar a los personajes y justificar el cuento. El hijo del maestro hace de testigo de la historia de manera espectacular. Creo que en cuanto al narrador testigo lo has bordado.
Saludos.
Wanda
21/02/2025 a las 17:58
Hola Otilia, gracias por pasar por mi relato y comentar. La historia que nos relatas me parece muy bien lograda. Las descripciones nos hacen ver lo que esta sucediendo y el final cierra perfecto la historia. Lo único es que la frase del mes no tiene casi ninguna relevancia en el relato, lo que no afecta en nada, solo para mencionarlo.
Saludos
María Jesús
21/02/2025 a las 21:28
Hola Otilia: Me ha gustado mucho tu relato, que sigue una trayectoria muy fácil de hilar, que hace que no te pierdas, yo procuro leer muchos de los relatos de los compañeros, y cuando topo con uno como el tuyo lo agradezco. Aparte de esa “ventaja”, debo decir que escribes muy requetebien, la historia es fluida y bien contada e interesante, de las que a mi me gustan. Ha sido un placer leerte.
Un saludo.
Otilia
22/02/2025 a las 11:18
Buenos días, Wanda y María Jesús, muchas gracias por leer y comentar.
Saludos.
Osvaldo Mario Vela Sáenz
22/02/2025 a las 18:15
Hola Otilia. que pedazo de texto nos presentas el en este taller. lo leí de un solo trazo sin respirar, todo lo escrito esta en su lugar. no tuve que tomar aire mas que un par de veces y ya estaba en el desenlace. todo sencillo sin confusiones y bien narrado. hubo un sola expresión que me dio hipo en la lectura, “entró en el zaguán”, en lugar de en el, por el.
que bueno que no hubo necesidad de una segunda lectura, porque hubiera descubierto lo que a mis escritos les hace falta: sencillez. te felicito-
Quiero agradecer tu visita a mi texto y te envió el prologo corto de la historia que le da vida.
El tema de la violencia, aunque se rige por ser un entorno tenso dentro de la cordura de un escritor, tarde o temprano, surge en un taller la encomienda de trabajo con un argumento que se califica inseguro. la petición se da bajo el ejercicio de escribir el reto en unas cuantas cuartillas.
La prudencia, de consejos fraternos, recomendaría el abstenerse de escribir sobre el tema; pues un escenario equivocado puede crear un relato no recomendable. Pero, dentro del riesgo de llevarlo a cabo, puede surgir una historia de amor que supera las barreras de andanzas reprobables.
El personaje principal de la historia, ante el encargo de una faena prohibitiva, se ve rebasado por una energía etérea que lo lleva por un derrotero desconocido.
Tras una petición de secuestro que recibió de los altos mandos de la organización, él, en busca del lugar apropiado para llevarlo a cabo, se ve copado en un estrecho callejón oscuro. Su cautela despierta.
Ante aquel escenario, sus sentidos se agudizan. De pronto escucha un taconeo femenino de atractivo compás, lo oye tan cerca que lo obliga a buscar un escondite entre la penumbra que lo rodea. ÉL, sin querer ser visto, permanece de pie y rígido. Inmóvil, se recarga en un muro. Palpa y descubre que había una grieta en la pared. Amplia fisura que medio lo esconde. De pronto un rayo de luz, como venido del Cielo, ilumina de frente el rostro más bello que sus ojos hubiesen visto jamás. En aquella faz iluminada, los ojos, de un azul intenso se entrecierran y unos labios que prometen, tiemblan. El pavor la inmoviliza y él, ante la tentadora distancia que el momento le regala y sin poderlo evitar, une sus labios a los de ella. La luminosidad poco a poco pierde intensidad.
La audacia, ante el llamado de una fascinacion justifica una protesta, pero tanto el atrevido como la receptora, permanecen como en espera: absortos. El roce de labios de aquella cercanía se repite. La nueva caricia de mieles distintas se convierte en un dulce arrebato de insensatez. El estremecimiento de sus labios fue algo que ninguno de los dos esperaba. La sensación imborrable de entrega y pertenencia que los invadió, los colmó de algo profundo que no habían ni conocido ni sentido jamás.
A él, lo dominó un intenso afecto que henchía su corazón de ternura. Tierno apego que era un juicio de conciencia, tan profundo que nunca renunciaría a él. Sin dudarlo siquiera, él sabía que aquel encuentro lo guiaría por un derrotero de enmienda por siempre. Las voces de unos niños llamándola los separó.
Otilia
23/02/2025 a las 10:10
Gracias, Osvaldo, por leer y comentar mi relato.
Ahora con el prólogo, tu historia queda clara. Muchas gracias. ¡Nos leemos!
Saludos.