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El rescate en la fortaleza - por Ricardo S.R.

La noche caía sobre Biblos como un manto de obsidiana, apenas perforado por las llamas temblorosas de las antorchas que iluminaban la fortaleza. Sennefer y Dengar se movían entre las sombras, pegados a los muros de piedra. La fortaleza, con sus altas murallas de roca, se alzaba sobre ellos como un titán dormido, un gigante de piedra que ocultaba a los egipcios secuestrados en sus entrañas. Los hombres se detuvieron junto a una de las torres laterales. Desde allí, la vista de la ciudad era imponente: el puerto se extendía en la lejanía, donde barcos fenicios se mecían suavemente en el agua oscura. Pero no había tiempo para distracciones.
—¿Por dónde entramos? —susurró Dengar.
Sennefer repasó mentalmente el plano que había estudiado. La entrada principal estaba fuertemente custodiada, pero había otra manera.
—Por el lado este. Encontré un punto débil en la muralla. Sígueme.
Se deslizaron a lo largo de la pared hasta llegar a un rincón apartado de la fortaleza, donde la piedra mostraba signos de desgaste. Sennefer pasó la mano sobre la superficie rugosa hasta que sus dedos encontraron lo que buscaban.
—Aquí —susurró.
Había una grieta en la pared. No era grande, pero lo suficiente para permitirles ver el interior del pasillo de la fortaleza. Más importante aún, era señal de que la estructura estaba debilitada en ese punto.
Dengar observó con una ceja levantada.
—¿Y qué? No vamos a desmoronar una fortaleza con las manos.
Sennefer sacó un pequeño cincel de su cinturón y comenzó a trabajar la piedra en silencio. El material, erosionado por el tiempo y la humedad, cedió tras unos minutos de trabajo paciente. Finalmente, con un crujido seco, una porción del muro se desprendió lo suficiente para permitirles el paso.
—Entra primero —dijo Sennefer, señalando la abertura.
Dengar deslizó su corpulento cuerpo a través de la grieta con sorprendente agilidad. Sennefer lo siguió de inmediato, aterrizando en el suelo de piedra sin hacer ruido. Estaban dentro. El pasillo era angosto y mal iluminado, con apenas unas lámparas de aceite montadas en las paredes. Oían pasos distantes y voces apagadas, pero por el momento, nadie los había detectado.
—Los prisioneros deben estar en las celdas del ala sur —susurró Sennefer.
Dengar asintió y se adelantó con su lanza lista. Se movían con cautela, deteniéndose cada vez que escuchaban un sonido. Finalmente, llegaron a una gran puerta de madera reforzada con hierro. Sennefer apoyó el oído contra la superficie y distinguió un murmullo de voces bajas al otro lado.
—Aquí están.
Dengar probó la puerta. Cerrada.
—Podría tirarla —susurró.
—No. Haría demasiado ruido.
Sennefer sacó un pequeño cuchillo y comenzó a manipular la cerradura. Su corazón latía con fuerza mientras trabajaba, sintiendo el peso del tiempo apremiando sus movimientos. De repente, un ruido de pasos en la esquina del pasillo les alertó. Sin dudarlo, Dengar se pegó a la pared, listo para atacar. Un guardia dobló la esquina, bostezando. No tuvo tiempo de reaccionar cuando Dengar lo tomó del cuello y lo arrastró a las sombras. Con un rápido movimiento, el nubio lo dejó inconsciente. El cerrojo cedió con un clic y la puerta se abrió con un leve chirrido.
Dentro, cinco hombres vestidos con túnicas egipcias se giraron con miedo. Uno de ellos, un hombre mayor con barba entrecana, los reconoció al instante.
—¡Sennefer! —exclamó con alivio.
—Shenutep —dijo Sennefer, ayudándolo a levantarse—. Tenemos que salir de aquí ahora mismo.
Los otros embajadores los miraban con asombro. Dengar ya estaba en la puerta, vigilando el pasillo.
—¿Cuántos guardias hay? —preguntó el mercenario.
—Diez guardias como máximo —dijo Shenutep—. Pero Malik no nos iba a mantener aquí mucho más. Está planeando entregarnos a sus aliados por la mañana.
Sennefer apretó la mandíbula. No podían permitirlo.
—Bien, pues salimos ahora.
Guiándolos en fila, avanzaron por los pasillos, moviéndose entre las sombras. Llegaron hasta la grieta por la que habían entrado y, uno por uno, los embajadores salieron. Pero cuando Sennefer y Dengar estaban a punto de seguirlos, una alarma sonó en la fortaleza.
—¡Se han escapado los prisioneros!
No había tiempo que perder. Se deslizaron por la grieta y se encontraron con los embajadores en la base de la muralla. Ahora debían cruzar la ciudad sin ser capturados. Los tambores de alarma retumbaron mientras los soldados de Malik comenzaban a movilizarse. El escape aún no estaba asegurado, pero Sennefer sabía que, con un poco de suerte y audacia, aún podrían salir de Biblos con vida.

Comentarios (6):

Intentos

18/02/2025 a las 15:23

Tras leerlo un par de veces creo que sólo puedo felicitarte. Me ha encantado tu relato. Una pena que hubiese un límite de palabras, ojalá hubieses podido desarrollar un poco más esta parte de la aventura en el castillo. En mi opinión has hecho muy buen trabajo con las descripciones, tanto de los lugares como de la atmósfera en la que se desarrolla la historia. También con los personajes, has podido establecer sus diferencias(inteligencia frente a fuerza bruta) de una forma sutil y dinámica. ¡Espero poder saber cómo sigue!

Amilcar

18/02/2025 a las 18:39

Reconozco que mi imaginación está anquilosada. Nunca se me hubiera ocurrido una aventura por el estilo. Y eso que me llamo Amilcar. salu2

Piedad García

18/02/2025 a las 23:58

Muy interesante, me gustó el final, queda uno en suspenso de lo que puede ocurrir con los protagonistas. Felicitaciones al autor.

Codrum

19/02/2025 a las 15:22

!Qué maravilla!
Es magia que en un texto tan corto, nos metas de lleno en la acción, en el ambiente y en la historia. No sé el motivo, pero creo que ya conozco a los personajes.
Me ha fascinado. Ameno, bien contado, grandes descripciones, un ritmo perfecto.
!Felicidades!

Solo hay dos cosas que me han hecho parar de leer
1.- ?Cómo se puede hacer un manto de obsidiana?
2.- ?Como se puede trabajar la piedra en silencio? Sé que te refieres a que no habló, pero al leerlo me quedaron dudas. otro verbo a lo mejor cuadraba mejor.

Aún así, de nuevo felicidades.

Les deseo toda la suerte del mundo a Sennefer y al resto.

María Jesús

19/02/2025 a las 19:32

Hola Ricardo: debo reconocer que aunque no soy muy aficionada a los relatos de aventuras, el tuyo me ha parecido muy bien escrito y bien desarrollado, además mantiene el interés desde el primer momento. Como has dejado el final abierto, yo apuesto a que sí pudieron salir de Biblos con vida.
Un saludo.

Mónica Bezom

20/02/2025 a las 15:05

Hola Ricardo.

Tu relato me ha gustado mucho.
Lo leí con fruición, admirando y disfrutando de las metáforas, descripciones y, por supuesto, la acción desarrollada de modo impecable.

Particularmente, me atrajo el inicio con su toque poético que despierta la imaginación: “La noche caía sobre Biblos como un manto de obsidiana, apenas perforado por las llamas temblorosas de las antorchas que iluminaban la fortaleza”. Noche sin luna, pareciera y satinada a la luz de las antorchas… Obsidiana, la piedra oscura utilizada mayormente por los egipcios… La fortaleza como un titán dormido, los barcos en la lejanía… Pones en situación al lector por medio de encantos poéticos difíciles de ignorar, para luego pasar a una acción nutrida de diálogos y decisiones de los personajes muy bien narrados.

Te felicito.

Nos estamos leyendo.

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