<< Volver a la lista de textos
Un encuentro casual - por CRISTINA OTADUI
Durante mi sexto mes de embarazo comencé a dormir mal.
Tardaba en conciliar el sueño y despertaba con una sensación inquietante, turbadora.
Mi ginecólogo no encontró motivo de preocupación alguna: mi salud y la del niño eran excelentes, ¿por qué no dormía entonces? ¿por qué en mi nocturno deambular insomne sentía aquella angustia? Mi vida, mi trabajo, mi matrimonio… todo iba bien ¿por qué me asaltaba entonces aquella congoja, aquel malestar?
Los periodos de vigilia nocturna fueron a más y comenzaron los sueños: apenas dormía y al despertar recordada dos figuras luminosas, sonrientes en la lejanía. El cansancio fue en aumento, pero deje de sentir la inquietud del principio: desaparecía el malestar y volvía el sosiego.
Esta amalgama de emociones me producía desconcierto. Era una persona estable, equilibrada. ¿estaba mi embarazo siendo la causa de todo? Mi médico me habló de los desequilibrios hormonales, del estrés, de todos los cambios que había sufrido mi cuerpo. Me recomendó un terapeuta al que acudí y que, tirando de receta y pastillas para dormir, apenas me escucho.
Al salir de su consulta, decepcionada y triste encontré el rellano oscuro, adiviné a tientas un par de interruptores y pulsé ambos: al encenderse la luz me vi frente a la otra puerta del descansillo y mientras pensaba una disculpa rápida leí un rótulo que decía: “Tarotista-Quiromante. Medium”.
Fue en ese momento cuando la vidente abrió la puerta.
No pude pronunciar palabra. Su mirada me recorrió entera. Aquel cuerpo menudo encerraba en el fondo de sus ojos eternidad y magia, misterio. Sin apartar la vista pronunció un nombre:
– “Rosa”
Pude haberle dicho que se estaba equivocando, pero allí, frente a ella, solo acerté a decir que no, que Rosa era el nombre de mi madre y ella señalando mi embarazo volvió a repetir:
– “Rosa”
Sonreí entonces y haciendo amago de marchar le dije que me disculpara por tocar el timbre, por interrumpirla seguramente y que se equivocaba, que era un niño y que mi deseo era llamarlo como su padre. Me despedía ya cuando su voz retuvo mi marcha:
– “Es una niña y su nombre es Rosa”
Volví sobre mis pasos intrigada y curiosa. Sabía que este tipo de personas tienen presentimientos, conectan con las emociones ajenas, perciben sensaciones incomprensibles para el resto, pero nunca les había dado mucho crédito, me consideraba una persona bastante pragmática.
Me preguntó si quería pasar y la seguí al interior avanzando tras ella por un pasillo largo, escasamente iluminado por el que llegamos a un estar coqueto, presidido por una biblioteca grande que ocupaba una pared. Enfrente, un sinfín de fotografías que, colocadas sin orden, formaban un mosaico homogéneo. Un sofá de apariencia cómoda, un bargueño oscuro con la tapa frontal desplegada y una mesa redonda con algunas sillas completaban la estancia amén de un sinfín de plantas, alguna manta, cojines y otros enseres que daban al espacio un aspecto acogedor y lúdico, propicio para la conversación y las confidencias.
Mientras la vidente levantaba la persiana me dirigí curiosa hacia el panel de fotografías y allí, en mitad de la pared, bañada por un sol de media tarde, descubrí la imagen sonriente y luminosa de una mujer con el pelo corto y rojo. De su mano, escondida tras el vestido, una niña.
Alargué el brazo y descolgué la fotografía volviéndome hacia aquella extraña mujer que, terminando de correr las cortinas, venía hacia mí.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo: allí estaban las figuras de mi sueño, allí estaba mi madre, con aquel extraño vestido y el pelo tan corto, inusual en ella, en aquel campo irreconocible, y allí, de su mano, pegada a sus faldas, tímida y pequeña estaba ¿yo?… ¿Qué hacía aquella fotografía en casa de aquella mujer desconocida? ¿Qué era todo aquello? ¿Qué casualidad era esta? Todo era muy confuso, no entendía nada.
La vidente me obligó a sentarme y apenas contestó a mis preguntas; tomó mis manos entre las suyas y dijo:
– “A veces el pasado necesita ser escuchado para comprender el futuro. La vida nos guía en ese camino”
Cogió por un momento la foto y continuó hablando:
– “Ella es tu madre y eres tú, madre también, y Rosa, que eras tu y será ella. Ella te cuida y te acompaña, sigue su rastro y vive tu historia. No tengas miedo”
No recuerdo el tiempo que pasé con ella, anochecía al salir del portal y al mezclarme entre la gente sentí en mi interior la paz que tanto anhelaba.
Comentarios (5):
Mónica Bezom
19/12/2024 a las 16:19
Hola, Cristina.
Me ha gustado la idea de tu relato que fluye a través de una escritura prolija y desenvuelta; consigue transmitir la angustia e incertidumbre que sus sueños causan a la protagonista así como la anhelada paz alcanzada a causa del encuentro casual (¿o causal?) con la vidente.
Sin embargo, de la lectura del texto surgen más interrogantes que certezas, dada la ausencia de nexo o fundamento en sus circunstancias. No se explica el lector porqué la foto está en poder de la vidente ni qué respuesta le da ésta, si es que lo hace: “La vidente me obligó a sentarme y apenas contestó a mis preguntas”: no surge qué contestó. También el hecho de que en el sexto mes el sexo del bebé hoy se puede conocer con seguridad; capaz debió cursar menos meses de embarazo para que encuentre lógica la afirmación de la vidente, de que es niña y no niño. Finalmente, pareciera que Rosa es una en tres personas, si la idea es que la madre la cuida queda descolgado el desasosiego que le produce soñarla. En fin, capaz tu historia ha sufrido recortes para alcanzar las 750 palabras, pero tienes un argumento estupendo y una sólida escritura por lo que vale la pena reformularla.
Advertí algunos errores de dedo: falta el acento en “dejé”, “escuchó”; recordaba en vez de recordada.
Me ha gustado leerte.
Saludos.
Cami
20/12/2024 a las 02:43
Hola Critina! Linda historia. Algo confusa por momentos porque faltan algunos nexos, por ejemplo ¿por qué estaba su foto ahí? Pero es una historia que fluye. Me gustó leerte.
Cristina Otadui
20/12/2024 a las 10:40
Gracias a las dos. Yo también lo siento así. He de decir que esta fue mi primera vez y ajustarme a las 750 palabras me resultó complicado. Trabajaré sobre el texto. Un cordial saludo
Verso suelto
21/12/2024 a las 12:22
Hola Cristina. Muchas gracias por pasarte por mi relato. El tuyo desde el punto de vista literario me parece estupendo; es una invitación continua a seguir leyendo. El planteamiento de la historia también es muy bueno, para mi gusto hasta que la vidente empieza a explicarse:
“– “A veces el pasado necesita ser escuchado…”
En mi opinión el cuento ganaría si se optase por un final mucho más abierto que no desvele lo aparentemente imposible de desvelar porque no tiene lógica en el mundo real. Pero claro eso es muy fácil de decir….
En todo caso he pasado un buen rato leyéndote.
Wolfdux
21/12/2024 a las 23:25
Hola Cristina,
me gusta como plasmas la realidad de la embarazada, y me encanta ese giro final. Pero el ritmo es irregular, no fluye de la misma manera en todo el relato. La forma de escribir los diálogos nos es la correcta, esas comillas deberían utilizarse para pensamientos o acotaciones del narrador si mal no recuerdo. Veo que el limite de palabras no a jugado a tu favor… Un gusto leerte.
¡Nos leemos!