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Café con chocolate - por Alicia CommissoR.

Café con chocolate

A pesar de que han pasado 20 años, mis pensamientos aún no tienen tregua y las preguntas concebidas se van agotando. ¿Por qué no volvimos a encontrarnos? ¿Por qué se perdió nuestra amistad tan injustamente?, y el recuerdo me llega como un cachetazo.

Esa tarde me extrañó no ver a Ángel esperándome en el bar del club para compartir un café con chocolate.
“Me contaron que lo molieron a palos y se lo llevaron, no sé si no lo mataron”. Dijo Lolo, el barman.
¿Por qué habrían de matarlo si era la persona más noble? No conocía la maldad. ¿Quiénes podrían cometer semejante aberración? ¿Por qué a él?
Lo busqué durante semanas, hasta que un día, a escondidas, fui a ver a una adivina en un barrio de la periferia. La vidente abrió la puerta.
“Te estaba esperando”, me dijo. La luz que irradiaba en su cara me transmitió la respuesta que ansiaba. Me fui con mucha ilusión. Más que nunca con la certeza de que algún día nos volveríamos a encontrar.

Después llegó el momento de partir. Mi padre me llevó a la facultad de Medicina de la Plata. Durante el viaje no habló más que de dinero, departamento, expensas…Yo llevaba a Ángel en mi mente, en mi corazón.

Mi profesión y la de mis dos hermanas mayores estaban escritas como un destino inexorable. Imaginate, mi madre es cirujana y mi padre ginecólogo; ahora retirados. Siempre pensé que tenían los roles discordes.

Mis padres formaban parte de un grupo de acción católica en una parroquia de Las Pencas, un pueblo de la provincia de Santa Fe; una sociedad pacata, proclive al odio, al desprecio. “Cualquier delito se arregla con diez padres nuestros y diez avemarías”, exclamaba el párroco mientras ojeaba, con sus lentecitos de una sola patilla, el misal desgastado.

En casa se vivía a los apurones. Solamente los domingos de misa funcionábamos como una familia ejemplar. Mi padre esperaba esa oportunidad para recriminarme: “A ver si madurás un poco”. Yo me preguntaba qué era madurar para él. ¿Ir a la iglesia y luego ser infiel a mi madre con alguna paciente de turno? ¿O creían que no escuchaba sus peleas?

Un día llegaron al pueblo un matrimonio con un niño de mi edad. Y fue allí donde conocí a Ángel, enseguida nos hicimos amigos. Su madre era ama de casa y su padre albañil. Los años fueron pasando y ya llegando a la adolescencia nuestro cariño se fue manteniendo intacto.

Una noche, el párroco, mal intencionado, llamó a mi casa y les advirtió sobre mi amistad peligrosa con Ángel. Pretendía que me alejaran de esa gente.
Mi padre, con la violencia de un demente, irrumpió la intimidad de mi habitación. Me sacó de la cama de los pelos, me empujó contra un mueble, me insultaba a los gritos.
“¿A vos te parece que yo, tu madre, tus hermanas tengamos que soportar semejante humillación?” “¿Te creías que no nos íbamos a enterar de tu relación con esos pobretones del suburbio?” “¿O no sabés que somos una familia respetada con otro tipo de nivel social?”
Por primera vez tuve miedo de mi progenitor. Sentí el desamor y la soledad, el desamparo, la acritud de quien había dicho amarme. Nunca lo entendieron, sus egos, el qué dirán traspasaron el amor parental.

Tengo 38 años. Soy médico terapista en un hospital público. Me duele el dolor ajeno. Es lo que aprendí a amar y soy feliz por ello. Algunas veces, cuando estoy embroncado, recuerdo a mi padre con rencor y todavía siento que se guardó secretos bajo llave; hechos impúdicos que se compran con dinero.

— ¡Doctor Muren, preséntese urgente en sala 4, por favor!
Así vivimos, esclavos, naturalizados con las victimas mortales de cada día, pero esperanzados con pacientes recuperados de enfermedades graves.
—Doctor Muren, le presento al Doctor Ángel Gutiérrez. Viene de lejos, desde hoy va a pertenecer a su equipo.
— ¿Ángel? —, repetí, incrédulo.
Enroscados en esos atuendos blancos sólo podíamos vernos a través de las gafas.
Quedé obnubilado. Ese nombre, esa voz, esos ojos verdes…
—Doctor, ¿se siente bien?
—Sí…, sí. Bienvenido Ángel.

—Doctor Muren, el Doctor Gutiérrez está esperando las historias clínicas.
—Sí, claro.

Pensé que esa mañana era mágica, maravillosa. Volvieron a aparecer los recuerdos felices de antaño. Sentí que los colores volvían a despertar mis sentidos.
Sólo sé que se llama Ángel y me dieron unas ganas locas de tomar café con chocolate.

Comentarios (6):

Don Kendall

19/12/2024 a las 13:27

Hola, Alicia. Me toca hacer el comentario al texto que propones en la lista del taller MUE-65, por la ubicación en la misma.
Aspecto formal: Reglas, normas ortográficas y gramaticales. En mi criterio —a expensas de mayor autoridad— me parece un trabajo impecable. Gracias por ello.
Historia narrada y tratamiento dado: Me parece modélico especialmente como material para un taller de escritura consolidado, como este de Literautas. Admitiendo que el punto de vista es el elemento más complicado de la narración —ya que es en última instancia el lugar de acople para la relación entre escritor personajes y lector— en este relato su expresión o respuesta a los interrogantes básicos: ¿De qué hablamos cuando hablamos? y ¿De qué va lo que estamos contando? está perfectamente explicada en el Argumento, la Trama y el Tema que desarrollas, especialmente en la Trama como tu propia forma de presentar todas las acciones y las relaciones causales que suceden en el relato.EMDO la Trama que ofreces es el mérito principal de este trabajo que como lector me hace sentir muy satisfecho de haberlo leído.
En cuanto a la sinopsis, no es necesario ni exponerla ni reinterpretarla. Solo queda disfrutar del relato, tomando un café con chocolate, si es posible.
Gracias por ponerlo a disposición del taller.
Un abrazo y salud

PD: Curiosidad : Quiero entender que el término “médico terapista” se corresponde con el profesional médico en Terapia intensiva o “Urgencias” ¿Es así?

Lidia Villa

20/12/2024 a las 02:04

Buenas Alicia! Dejo por aquí mi humilde comentario sobre tu relato:
En general me gustó mucho, pude imaginarme toda la historia, casi vivirla y eso me encanta.
No he apreciado faltas de puntuación ni ortografía (pero tampoco sería quien para corregirte por ello).
Solo una curiosidad que te parecerá extraña. El nombre del camarero. Aquí en España “Lolo” es un apodo del nombre “Manolo” y es un nombre que me recuerda por mi experiencia a gente mayor o de bajos recursos. Te lo comento debido a que me extrañó leerlo, y más aún descubriendo que el personaje es de clase social elevada. Desconozco si fue percepción mia o era intencional para indicar que el personaje se encontraba en una zona de bajos recursos.
Un saludo y muchas gracias por tu relato, me gustó mucho!

Yvonne

20/12/2024 a las 23:48

Hola Alicia,
Me parece un relato excelente que reúne todos los requisitos de fondo y forma: un tema profundo, una trama bien estructurada y una escritura fluida y expresiva. Me llegaron acordes lejanos de la historia argentina, no sé si me equivoco, agresiones por parte de los militares, desapariciones…aunque esto fue mucho antes. No sé, me lo recordó. Da igual, una paliza, una desaparición, un reencuentro inesperado y feliz. Están todos los ingredientes de una buena historia.
Saludos

David Llurba

21/12/2024 a las 02:32

Hola, Alicia, un gusto leerte.

Cualquier corrección gramatical que pudiera hacerte creo que no sería otra cosa que un cambio subjetivo, así que no pienso decir nada y respeto tu estilo.

En cuanto al contenido, creo que se podría mejorar un poco la estructura o el orden de la vida del doctor Muren. Hay un momento en el relato en que el protagonista pierde el contacto con Ángel debido a la mudanza a la Plata, luego se explica toda la historia familiar y cómo conoce a Ángel. Claro, como lector, yo me ubicaba en la Plata y resulta que vuelve a aparecer Ángel. Ese flash back: la cultura cristiana familiar, la historia del párroco y cómo conoce a Ángel, quizá debería contarse antes, como introducción del relato y del personaje y luego introducir la desaparición y la mudanza a la Plata.

Dicho de otra manera, el relato actualmente tiene tres partes: 1, 2 y 3. Yo lo redactaría en el orden 2, 1 y 3.

Luego. No quiero pasar por alto lo que para mí es el elemento más importante del texto: El sexo del protagonista. Porque aquí creo que has sabido jugar, de forma intencionada, con el prejuicio del lector de que un sentimiento tan pasional hacia Ángel sólo podía surgir de una señorita enamorada, y luego vemos que no.

¡Boom! en tu cara.

Salvo lo que he comentado del orden, el relato estaría bien. He de decir que el elemento de la adivina es muy anecdótico respecto al total del texto. Un poco metido con calzador.

Un saludo y nos leemos.

Alicia Commisso

23/12/2024 a las 22:03

¡Hola, Don!
Tu devolución, de gran exquisitez, me ha llenado de placer;es un mimo al alma que se agradece mucho.
Sabés que nuestro entusiasmo por las letras es fuerte y esperamos con ansiedad palabras que nos incentivando,y por qué no,observaciones que nos lleven a seguir aprendiendo.
Con respecto a tu comentario sobre la profesión “medico terapista” es así, como lo expresás muy bien.
Me encantó tu desarrollo a través de mi relato.
Me gustó muchísimo que pienses en tomarte un café con chocolate.
¡Felices fiestas! Abrazo.

Dante

27/12/2024 a las 22:55

¡Hola Alicia!

He leído tu relato y realmente me ha resultado impactante. Me ha gustado mucho.

No voy a adelantar más opinión y pasaré a comentarlo siguiendo la guía que nos propone Literautas.

I.- FORMA:

I.- 1.- GÉNERO, TONO Y LENGUAJE:

Si bien no creo en la pureza de los géneros, creo que este relato encuadraría en el género realista, con tintes de drama social y psicológico.

El tono es triste, melancólico, oscuro, salvo al final cuando aparece la alegría y el deseo. La posibilidad de, por fin, vivir y ser feliz.

El lenguaje es en todo momento adecuado al tono y al género.

Muy bien trabajado este aspecto formal.

I.- 2.- ATMÓSFERA O AMBIENTACIÓN:

La atmósfera o ambientación está construida de modo insuperable. Nos sentimos dentro de ese pueblo tan opresivo, dentro de esa sociedad pacata, hipócrita, chismosa, insidiosa y no quisiéramos pertenecer a ese lugar. Sentimos lo que siente el protagonista.

Y sobre todo está muy pero muy lograda la atmósfera o ambientación familiar.

Este aspecto es uno de los puntos formales más altos del relato, y lo hace extremadamente atractivo.

II.- 3.- EL RITMO Y LA ACCIÓN:

El ritmo es pausado y acelera en los momentos claves. La acción es la que causa esos cambios de ritmo.

Esto es inobjetable y va en perfecta consonancia con la atmósfera o ambientación, con el género, el tono y el lenguaje y, por supuesto, con el contenido.

Los cambios de ritmo, la aceleración siempre ocurren en los momentos clave para el protagonista, lo cual es acertado para captar y premiar la atención del lector.

I.- 4.- EL RITMO, LA CONSTRUCCIÓN DE FRASES, ORTOGRAFÍA, PUNTUACIÓN Y GRAMÁTICA:

El ritmo también se ve condicionado por la construcción de las frases, la ortografía, la puntuación y la gramática.

No advierto que existan faltas de ortografía, salvo aludir a la Universidad de la ciudad de La Plata como la Plata (supongo que ha sido un error de tipeo, es lo más probable).

La construcción de las frases, por otro lado, al igual que la gramática es correcta. Solamente se podría reparar en los siguientes detalles:

“A pesar de que han pasado 20 años” y “Tengo 38 años”. No es incorrecto, pero dado que es un texto literario tal vez sea recomendable cambiar los números por letras (veinte años y treinta y ocho años). Es un simple detalle ya que no estoy seguro de que sea lo más recomendable utilizar números en este tipo de textos, aunque por supuesto no es incorrecto.

“¿Por qué no volvimos a encontrarnos? ¿Por qué se perdió nuestra amistad tan injustamente?, y el recuerdo me llega como un cachetazo.” Entiendo que aquí la última oración debería iniciar en mayúsculas, dado que el cierre del signo de interrogación equivale a un punto. Por lo que debería suprimirse la coma y quedaría: “¿Por qué no volvimos a encontrarnos? ¿Por qué se perdió nuestra amistad tan injustamente? Y el recuerdo me llega como un cachetazo.” Por otra parte, ese punto y seguido acorta la oración y la torna más contundente. Y, precisamente, equivale a un “cachetazo”. El cachetazo CLAVE para luego empalmar desde el presente (inicio in extrema res) al pasado que se va desovillando hacia atrás…

“Esa tarde me extrañó no ver a Ángel esperándome en el bar del club para compartir un café con chocolate.” Esta oración no es incorrecta en sí. Sin embargo, para mayor distancia cronológica (porque pasaron veinte años) y en parte para mayor precisión, quizás sería recomendable cambiar “Esa” por “Aquella”.

“Imaginate, mi madre es cirujana y mi padre ginecólogo; ahora retirados.” Ese imaginate es un imperativo en tiempo presente. Resulta extraño en esta parte del relato, que está narrada en pasado. Aún cuando la condición profesional de los padres se mantenga y sea correcto referirla en presente. Hay como una ruptura temporal. No me animaría a decir que sea incorrecta pero sí que es un recurso riesgoso. Y más allá de la coherencia de tiempos verbales lo veo como una especie de “ruptura de la cuarta pared”, de una búsqueda de complicidad con el lector. No obstante, sugeriría que medites si vale la pena mantener la frase tal como está y por ende, la utilización de ese recurso.

“Un día llegaron al pueblo un matrimonio con un niño de mi edad.” En esta oración se ha deslizado un error de concordancia de número: el matrimonio es singular, mientras que llegaron es plural. Podría argüirse que en realidad el plural va porque el matrimonio aunque sea singular se compone de dos personas y, además, tenían un hijo. Sin embargo “no suena” del todo bien, o por lo menos no a mí. Podrías considerar en todo caso utilizar “Un día llegó al pueblo una familia con un niño de mi edad” O tal vez “Un día llegó al pueblo un matrimonio que tenía un niño de mi edad”. Considero que la posible discordancia de número o la distorsión que se generaría quedaría fácilmente superada con alternativas como estas.

“Pensé que esa mañana era mágica, maravillosa. Volvieron a aparecer los recuerdos felices de antaño. Sentí que los colores volvían a despertar mis sentidos.” Más allá de que a nivel contenido estas oraciones son excelentes, muy cuidadosamente escritas y extremadamente emotivas, de todos modos deberían ser revisadas. Ello porque emplea verbos en pasado (algunos en pretérito perfecto simple y otros en pretérito imperfecto) pero en esa parte de la narración, cuando ya se ha vuelto al inicio in extrema res para preparar ya el final (que será abierto), se ha vuelto al presente. Con lo cual, este uso del pasado rompe la concordancia de tiempos verbales. No existiría inconveniente alguno para realizar el ajuste al tiempo presente causando el mismo efecto en el lector. Quedaría: “Pienso que esta mañana es mágica, maravillosa. Ahora mismo vuelven a aparecer los recuerdos felices de antaño. Siento que los colores despiertan otra vez mis sentidos.” (Perdón por pequeños ajustes, pero trasladado al presente, percibo que algo así iría más en línea con tu intención narrativa). Al menos en mi opinión, esta traslación al presente no sólo resuelve esa pequeña discordancia de tiempos verbales (digo pequeña porque es sólo un pasaje) sino que además le brinda a la narración y al final mucho más luminosidad, contundencia, emotividad. Es una preparación prácticamente ideal para el excelente final (también en presente): “Sólo sé que se llama Ángel y me dieron unas ganas locas de tomar café con chocolate.”

En conclusión: prácticamente no existen faltas de ortografía, la construcción de las frases es en general correcta, con respecto a la gramática sólo deberían efectuarse unos ligeros ajustes y no hay errores o “infracciones” a reglas objetivas de puntuación sino meras cuestiones subjetivas u opinables. “Cuestiones de gustos”. El relato está puntuado de manera excelente y ninguno de estos aspectos formales entran en conflicto entre sí: ortografía, gramática y construcción de las frases conforman una prosa fluida que garantiza la marcha del ritmo del texto.

I.- 5.- SONORIDAD:

El lenguaje del relato es atinado y su sonoridad no puede ser en tela de juicio. Salvo algún pequeñísimo detalle, todo fluye. El texto es “musical” y se disfruta tanto si se lo lee en voz alta como en silencio. No hay palabras fuera de lugar ni que, en general, suenen mal. Los personajes sea el narrador cuando narra como cuando existen diálogos, tienen cada uno su propia voz y son perfectamente distinguibles.

I.- 6.- PUNTO DE VISTA:

El punto de vista es el de narrador protagonista, en primera persona.

Elección insuperable para la clase de historia que contás y para la intención narrativa que tenés. Detalle inapelable.

I.- 7.- DIÁLOGOS:

El “fondo”, “sustancia” o contenido de los diálogos queda fuera de toda discusión.

Solamente se podrían efectuar algunas consideraciones meramente formales que hacen a su representación gráfica.

Advierto que cuando se narran eventos del pasado y en pasado, la representación gráfica utiliza comillas.

No tengo claro de que sea correcto o lo más aconsejable juntar varias comillas que se abren y cierran como cuando el padre irrumpe en la habitación y agrede al protagonista. Sí es claro lo que ocurre: es una ráfaga de distintos reproches. Sin embargo, desde el punto de vista formal te invito a que consideres si esto sería correcto o lo más conveniente. No estaría mal tampoco matizarlo con acotaciones que pudieran incluir acciones, ya que quizás resaltaría aún más la violencia del momento. Y eventualmente podrían subrayar el mostrar sobre el contar (aunque el hecho de poner más el acento en lo dicho por el padre que en un largo párrafo narrado implica de por sí primacía del mostrar sobre el contar, lo que para un momento clave del relato está muy bien. Excelente).

“«Me contaron que lo molieron a palos y se lo llevaron, no sé si no lo mataron». Dijo Lolo, el barman.” En esta línea de diálogo no debe ir punto después del cierre de las comillas. Debería ir una coma.

“— ¡Doctor Muren, preséntese urgente en sala 4, por favor!” Después del guión largo no debe ir espacio. Quedaría: “—¡Doctor Muren, preséntese urgente en sala 4, por favor!”

“— ¿Ángel? —, repetí, incrédulo.” Esta línea de diálogo debería ajustarse a las convenciones sobre su representación gráfica. Debe suprimirse el espacio después de la raya larga inicial y en lo atinente a la acotación, no debe ir ni coma ni espacio entre el guión largo y el inicio de la acotación. Tené en cuenta también que “repetí” es un verbo “dicendi” (un verbo del habla”). Por lo que quedaría: “—¿Ángel? —repetí, incrédulo.” Por otro lado, te invito a que consideres si no sería conveniente suprimir la coma en la acotación ya que, al menos en mi experiencia al leer la acotación, he sentido que le quita fluidez.

Fuera de estos detalles formales nada puede decirse de los diálogos salvo alabarlos: muy bien trabajados.

I.- 8.- DESCRIPCIONES:

Son escasas pero apropiadas. Y a veces, el propio contexto y la ambientación y atmósfera FUNCIONAN como descripción. Lo cual es incluso más efectivo que utilizar una descripción en sentido estricto. No hace falta que se nos cuente con adjetivos calificativos, adverbios de modo y largos párrafos. La sola inmersión que se logra a través del tipo de narrador elegido, del tono grave e intimista ya de por sí nos MUESTRA y nos deja más que en claro CÓMO se ve cada persona, cada hecho, cada ambiente.

La cuestión de las descripciones es una de las más complicadas, ya que -como le he manifestado a otros compañeros al comentar y como se torna aquí apropiado por haber personajes médicos- este tema recuerda a la frase según la cual la diferencia entre la medicina y el veneno está en la dosis. Es fácil pecar por defecto o por exceso (generalmente sucede esto último) y sobre todo, lo que nunca hay que perder de vista es la razón (el por qué) por la que se introducen las descripciones y la finalidad (el para qué). Tu relato no cae en ninguno de los dos extremos y las pocas descripciones que trae (ejemplo los ojos verdes, los trajes blancos) son las adecuadas. El resto lo hace el contexto, la ambientación, la atmósfera, la voz del narrador.

Excelente trabajo en este punto también.

I.- 9.- CONFLICTO:

Se dice que sin conflicto no hay historia. Como contracara, cuando hay conflicto hay historia, y cuando hay gran cantidad y calidad de conflicto hay una GRAN historia. Como en tu relato.

Los conflictos del narrador son interpersonales (en relación a su padre, eventualmente en relación a su madre, aunque eso no es tan claro en todos los pasajes), sociales (en relación a la sociedad pacata) e interno (consigo mismo, porque tuvo una lucha de años por su identidad y porque continúan las huellas del daño recibido, aunque sea una persona resiliente y fuerte). También el conflicto de la pérdida del amigo o el amor tiene un cariz interpersonal (respecto de Ángel) pero también interno (porque perder a Ángel lo dañó al protagonista en sí mismo, en su fuero íntimo, en sus esperanzas, en su proyecto de vida). Eventualmente, podría haber un conflicto “hombre-Dios” aunque esto no se plantea explícitamente y también, por otro lado, aún si se hubiese alejado de la práctica religiosa o de su fe, ella dejó huellas (positivas) en él (ya que es una buena persona que, conforme a los principios de esa fe, vive para los demás, siente su dolor y pretende aliviarlo).

Los conflictos son varios, diversos, se superponen y se entretejen. Le brindan mayor complejidad a la trama, a lo dicho y a lo no dicho, a las palabras y a los silencios, a lo expreso y a lo implícito y enriquecen notoriamente a los personajes. Y sin dudas concitan la atención del lector y garantizan que éste nunca la abandone.

I.- 10.- INTRIGA:

Es un elemento formal que deriva directamente de la existencia del conflicto. Dado que lo hay al por mayor en cantidad y en calidad, la intriga está presente en todo momento: hacia atrás, hacia el pasado (¿qué pasó con Ángel? ¿Qué sucedía en la familia? ¿Qué podemos deducir aunque no esté dicho?) como hacia el presente y hacia el futuro (¿Qué sucederá ahora? ¿Podrá ser feliz el protagonista?).

La intriga está asegurada y una vez que este relato nos atrapó, sostiene nuestra inquietud hasta el final y nos deja con ganas de más. Notable trabajo.

I.- 11.- PERSONAJES:

Los personajes son EL punto fuerte del relato puesto que todo lo bueno que pueda decirse del texto, de la técnica narrativa, de la forma, del contenido, de las estrategias narrativas, de los recursos utilizados, de la intención narrativa, etc. caerían en saco roto si no tuvieran personajes a la altura de todo ello.

Están construidos de modo excelso, son profundos y redondos, y su rol es claro: el narrador es el protagonista; el padre es el antagonista; el párroco es el ayudante del antagonista y casi otro antagonista por derecho propio. A su vez, como el texto es tan rico, del texto se sigue que también ejercieron como mentores (aún involuntarios) del protagonista (cuando digo involuntarios es tanto desde el padre y el párroco -que “borraban con el codo lo que escribían con la mano”- como del protagonista -que jamás habrá querido tener nada que ver con ellos pero que aún inconscientemente tomó cosas valiosas que lo llevaron a ser buena persona, buen médico y a superar esa opresión-).

En cuanto a las hermanas y la madre son ambiguas y están algo diluidas. Podría pensarse que es por el estrecho límite de las 750 palabras. Probable. Pero también puede ser algo hecho (y tal vez correctamente) adrede. En cualquier caso no se trata de un descuido. Y en lo que atañe a la segunda hipótesis (construcción intencional) refuerza el aislamiento del protagonista y esa “dilución” de las mujeres que lo rodeaban es perfectamente coherente con el machismo, egocentrismo, hipocresía y estrictez del padre. Tiendo a inclinarme por esta hipótesis. Tampoco tengo dudas de que en un marco más amplio, y de tener esa intención, la madre y las hermanas no serían menos redondos que los demás personajes.

Incluso los secundarios como el barman están correctamente caracterizados. Una gran virtud del relato (y podríamos extenderlo a vos como escritora) es que basta una pincelada para que los imaginemos casi hasta en la forma de gesticular y hasta en las intenciones (en lo que a mí respecta, el parlamento de Lolo no me parece inocente ni meramente enunciativo o informativo…)

El rubro personajes es excelente, destacado, sobresaliente.

II.- CONTENIDO: PROFUNDIZAR CONTRADICCIÓN DE FE

Con respecto al contenido quisiera comenzar señalando que no siempre es tan clara la presencia del tema del que trata el relato y la historia.

Esto no es un demérito: es todo lo contrario, un enorme mérito, ya que el lector tiene acceso al “hilo conductor” que es el TEMA.

Otro gran mérito a nivel contenido que advierto es que pese a lo breve que es la narración (quizás porque así concebiste la historia o tal vez porque aún siendo más grande o susceptible de ser proyectada con mayor extensión te encontraste con el límite de las 750 palabras) no sólo hay un tema sino también SUBTEMAS.

En general, los libros, textos, apuntes, artículos, etc. sobre escritura creativa o eventualmente de dramaturgia (sea teatral o audiovisual) recomiendan que exista un ÚNICO tema que será el eje organizador alrededor del que girará todo el texto y que, eventualmente, haya subtemas. No varios temas, sino UN tema y otros que se relacionen con él o se desprendan de él.

El TEMA sin lugar a dudas es la HIPOCRESÍA y sus efectos y quizás haya dos subtemas: uno la resiliencia de los personajes (sobre todo del narrador protagonista, pero también de manera más sutil se muestra en Ángel) y otro podría ser las huellas de la educación recibida que puede incidir en lo más profundo de la identidad (aún cuando los “maestros” hayan sido los hipócritas). Podría criticarse este punto de vista señalando que en realidad sería el amor o la amistad el tema del relato, pero a mi modo de ver serían otro subtema más. Porque el amor o la amistad no tendrían cabida aquí si no fuera por la hipocresía de la que fue víctima el protagonista, Ángel y tal vez la madre y hermanas del narrador. Si no fuera por la hipocresía, quizás no hubiese habido conflicto, y por ende, no hubiera habido historia.

El tratamiento que hacés del tema “hipocresía” es realmente magistral, impecable.

Hay dos grandes hipócritas principales en el relato: el padre del protagonista, médico, y el párroco. Qué joyitas esos dos… La verdad no sabría por cual empezar. Pero tal vez sea mejor empezar por el párroco (para después empalmar con el padre, que por ser haber dado vida al protagonista y haberlo criado y educado, es todavía peor).

El párroco del pueblo es un sacerdote de una religión cuya fe radica en que Dios se hizo hombre. Se hizo prácticamente nada. Eligió nacer como uno más, ser un bebé, un ser indefenso y dependiente. Y, ya que estamos en Navidad y vale la pena recordarlo, nació en más que la pobreza: en un pesebre, entre medio de los animales y fue anunciado antes que a nadie a tres pastores (tres simples trabajadores). Fue un trabajador manual, fue carpintero. Cuando comenzó su vida pública, en general se rodeaba de pobres y de los últimos de la sociedad. Cuando murió lo hizo casi solo y despojado de todo. Cuando resucitó eligió como primeros testigos a mujeres (en una época en que estaban terriblemente relegadas). Ese mismo Dios-Hombre alguna vez dijo: “no son los sanos los que tienen necesidad de médico, sino los enfermos y yo he venido a salvar a lo que estaba perdido”. Aquí tenemos el nexo con el padre del protagonista. Por esto empecé por el párroco.

El párroco debía ocuparse de la salud de las almas y el resumen de su fe es el que expuse en el párrafo precedente. El padre del protagonista, además de compartir esa fe, por su profesión de médico debía ocuparse de la salud física, del cuerpo. Y también tendría que “sanar no a los sanos sino a los enfermos” a los más enfermos. Lo que eventualmente supondría no hacer distinción de personas y pensar primero en los últimos. Hizo además el juramento hipocrático que supone no dañar a nadie y poner al paciente como centro. El protagonista nos cuenta qué bien trataba sus pacientes… (engañaba a su esposa con las pacientes, pero como también el narrador nos cuenta que pudo llevarse secretos bajo siete llaves y que eran secretos impúdicos que se compran con dinero, no puedo evitar pensar en algún eventual abuso).

Cruzando ambas líneas tenemos a dos personas que DICEN creer en un Dios, en una religión, en una doctrina y que han hecho juramentos o promesas propios de su estado de vida o profesión y que en teoría responden a una vocación (religiosa o profesional), PERO QUE SU MODO DE ACTUAR ES ABSOLUTAMENTE OPUESTO. El resumen de la fe católica (o cristiana en general) que expuse es para resaltar que a su luz es INADMISIBLE calificar de “amistad inconveniente” la de Ángel por ser más pobre, y lo mismo respecto del padre (tanto en lo relativo a la fe católica como a su condición de médico). Si hubiera sido un hombre coherente con lo aprendido en la Iglesia y en la facultad de medicina el padre del narrador jamás podría haberse situado él y su familia por encima de Ángel y su familia o de cualquier otro “pobretón del suburbio”. Las enseñanzas que de uno y otro lugar debió haber sacado es que no puede ponerse el tener sobre el ser, ni que el ser pueda ser reemplazado por el aparentar. Sin embargo, su modo de vida privilegió el tener sobre el ser y el aparentar sobre el ser.

Pero si esto pareciera poco, todavía nos podemos sumergir (o mejor dicho, el relato nos sumerge) más profundamente.

El párroco, además de incurrir en esas contradicciones hace tres cosas todavía peores: la primera, banaliza el sacramento de la reconciliación (cuando en lugar de poner el acento en el arrepentimiento, dice que cualquier delito se arregla con x cantidad de padrenuestros y ave marías -que en lugar de ser rezados, obviamente serían pronunciados como una especie de trámite-); la segunda, se jacta de ignorar y negar la justicia humana e incluso la propia moral, ya que los culpables nunca afrontarán las consecuencias de sus acciones (ni a nivel moral ni jurídico); y la tercera contradice el propio nombre de la institución que integra (si mal no recuerdo “católica” significa “universal” -en el sentido de abierto a todos-. Él en cambio pretende que la Iglesia sea un club casi privado. Fariseísmo puro).

El padre del protagonista prácticamente suscribe todo lo anterior porque en realidad lo cree y porque también le convienen.

En términos prácticos son absolutamente materialistas, acomodaticios y no creen ni en Dios ni en el ser humano (aunque se llenen la boca hablando todo el día de ellos). No creen tampoco ni en la misericordia, ni en la justicia ni en la compasión. Y si alguien sostuviera frente a ellos una ideología supuestamente atea, es probable que en su fueron íntimo no fuera el ateísmo lo que les preocupara sino la propiedad (SU) propiedad privada y sus privilegios de clase (o quizás de la clase a la que no pertenecen pero a la que creen que pertenecen o aspiran pertenecer). Esto es también casi una “pintura sociológica”.

Hay más para el padre. El narrador nos cuenta que su destino y el de sus hermanas mayores estaba escrito: la facultad de medicina de La Plata. Queda claro que en esa familia todo era imposición y que poco importaba la opinión o la vocación de los hijos. Había que transitar un camino: el que él transitó y cómo él lo transitó. No había otro. En este sentido, el protagonista tuvo en cierto modo “suerte” de que de manera directa o indirecta la medicina fue una vocación o al menos pudo adherirse a ella. Si así no hubiera sido, a todo el sufrimiento que le causó su padre se hubiera añadido otro que por su proyección a futuro hubiera terminado de arruinarle la vida.

Esa negación de la individualidad de los hijos y en cierto modo de la dignidad de su mujer (a quien engañaba con sus pacientes), iba “en espejo” con la cuestión religiosa. Se supone que según las enseñanzas religiosas Dios es Padre y ama y acepta a cada uno como es. DE UN PADRE SE ESPERA LO MISMO. Y ESO ES LO QUE ÉL NO LE DIO A SUS HIJOS (EN ESPECIAL AL NARRADOR) -Perdón por las mayúsculas pero es una idea que considero necesario remarcar-.

Es por este motivo que me parece brillante cómo en el transcurso de la narración cambia la palabra “padre” a “progenitor” después del recuerdo de ese violento ataque. Violento no sólo por la violencia física sino por la invasión de la intimidad (entró sin pedir permiso al cuarto de su hijo adolescente en un momento de descanso y lo agredió). Eso y negar su dignidad de persona y de hijo es exactamente lo mismo.

También es muy interesante cómo mostrás la dinámica familiar: en casa se vivía a los apurones. Es decir que NO HABÍA VIDA DE FAMILIA, lo que había era APARIENCIA de familia y en un momento y lugar determinado: los domingos para ir a misa. Una vez más: tener sobre ser, aparentar sobre ser. Ese pasaje también es excelente.

Ese pasaje de la vida a los apurones más la referencia a las discusiones, más el machismo que “transpira” el relato cuando refiere al padre del protagonista nos deja ver que, implícitamente, se narra una historia de violencia de género y familiar (ya que se infiere un maltrato constante a todos los hijos). También se percibe -o yo lo percibo- en ese “a ver si madurás de una vez” que el padre tenía las expectativas puestas en su único hijo varón que encima fue el menor (no el mayor como seguramente hubiera querido) y cabría pensar hasta dónde no consideraba a sus hijas como un “accidente” o un “error de la naturaleza” o una “mala suerte” y quizás sólo les impuso ser médicas por status y tradición. En esa línea, obviamente oprimiría más a nuestro protagonista y su sobreexigencia sería extrema puesto que querría que fuera su continuador, su otro “yo” en todos los aspectos (profesional y varonil). Puede que me haya excedido en sus suposiciones pero está tan bien construido este personaje como machista, retorcido, hipócrita, violento, que no me extraña que en su fuero íntimo pudiera haber pensado así.

Pese a que el contenido es excelente, artísticamente maravilloso y emocionalmente doloroso, conmovedor y esperanzador a la vez, hay algunas cosas que no quedarían del todo claras. O por lo menos a mí.

“…mi madre es cirujana y mi padre ginecólogo; ahora retirados. Siempre pensé que tenían los roles discordes.” No quedaría claro por qué el protagonista piensa que sus padres tenían los roles discordes. Del contexto se infiere que son roles profesionales. Tiendo a pensar que se supone que un/a cirujano/a sería más parco, frío, serio, circunspecto, preciso (y según cuál sea su personalidad, podría llegar a ser más soberbio o tener “complejo de Dios” dado que a menudo trabaja en el filo de la vida y la muerte y minutos o segundos pueden inclinar la balanza para un lado o para el otro) y quizás podría caracterizarse a un/a ginecólogo/a como un especialista de diagnóstico, más cercano al paciente, cálido, contenedor, afectuoso, etc. Estos trazos distan de la realidad y hasta pueden rozar el estereotipo, pues si bien habrá algunas características que requiera cada especialidad médica, los médicos son personas y cada uno es como es y desde allí ejerce su profesión y especialidad. No obstante ello, esta es una explicación que encuentro respecto del juicio del protagonista: ¿habrá querido decir que su madre es una persona más cálida y cercana y que su padre es más frío, lejano, soberbio, etc.? Puede ser, pero en tal caso, ¿cómo engaña a su esposa con las pacientes sin llegar en todos los casos al abuso? (Esto es porque si esa caracterización del padre fuera correcta, en general podría no ser atractivo para la mayoría de las pacientes. Aunque quizás su especialidad sea construir en la psicología de sus “víctimas” -lo pongo entre comillas para referirme a los casos en los que pudiera haber reciprocidad y voluntariedad y diferenciarlas de las víctimas de abuso, si las hubiere- una imagen de “estatua de mármol”).

Otro punto que no me queda del todo claro, o tal vez es una ambigüedad intencional provocada por el mismo narrador es si el padre está muerto o vive. O si vive, pero está muerto para el protagonista. Cuando dice “Imaginate, mi madre es cirujana y mi padre ginecólogo; ahora retirados.”, si bien intercala el presente en el medio del pasado, es probable que aún al momento de narrar sus padres estuvieran vivos, conservaran su condición de médicos, pero que estuvieran jubilados. Pero cuando nos cuenta que “Algunas veces, cuando estoy embroncado, recuerdo a mi padre con rencor y todavía siento que se guardó secretos bajo llave; hechos impúdicos que se compran con dinero.”, el protagonista utiliza frases o expresiones que son más propios en relación a alguien que ha fallecido (secretos bajo llave suena como sinónimo de “secretos que se llevó a la tumba”). A su vez, la mención del rencor, abonaría la hipótesis de la “muerte en vida”. Una vez más otra ambigüedad que juega con la interpretación del lector y cualquiera fuera ésta, le garantiza el goce estético de la lectura.

Además de todas las “virtudes” del “papito”, encontramos otra más y de su propia boca: “¿A vos te parece que yo, tu madre, tus hermanas tengamos que soportar semejante humillación?” Un lector inadvertido te diría que el “yo” adelante está mal, que es incorrecto. ERROR. Está puesto a propósito. BIEN a propósito. El haber puesto este “yo” antes que a la madre y a las hermanas muestra de modo superlativo el EGOCENTRISMO del susodicho… Brillante manejo de este recurso.

“Sentí el desamor y la soledad, el desamparo, la acritud de quien había dicho amarme. Nunca lo entendieron, sus egos, el qué dirán traspasaron el amor parental.” Si se correlacionan estas oraciones con las anteriores, advierto que la palabra “ego” está en plural. Lo que incluiría a la madre. Pero el sustantivo (que opera casi como un adjetivo calificativo) progenitor atañe sólo al padre, y todo lo que dice del miedo, el desamor, soledad, desamparo y la acritud de quien había dicho amarlo, se encuentra en singular, con lo que también refiere sólo al padre. De ahí que del propio texto no surja claro por qué hace ese juicio de los “roles discordes”.

Otro punto que no veo tan claro es el siguiente, aunque es un detalle en el que quizás podemos reparar sólo los argentinos. Hasta donde sé, no hay en la provincia de Santa Fe un pueblo llamado Las Pencas en plural, sí alguno en singular. De todos modos es un pueblito muy pequeño, con muy pocos habitantes. Esto hace un tanto difícil imaginar que haya suburbios o periferia (en el texto se alude a los “pobretones del suburbio” en relación a Ángel y su familia, con lo cual en ese punto la historia se sitúa todavía en Las Pencas y se refiere a un “barrio de la periferia” en relación a la vidente, y como esto ocurrió antes de que llegara el “momento de partir”, también sucedió en Las Pencas). Suburbios o barrio de la periferia sería más propio de ciudades chicas o grandes. ¿Puede que ello hubiera tenido lugar en algún otro lugar, como por ejemplo algún barrio periférico de Santa Fe, Rosario u otra ciudad, al menos en lo que concierne a la vidente?

Por otra parte (y también hay aquí otro detalle en el que también sólo podrían reparar los argentinos o quienes vivan y hayan estudiado en Argentina) cabría preguntarse por qué lo enviaron al protagonista (y se supone que también a las hermanas) a estudiar a la Universidad de La Plata y no a la Universidad Nacional del Litoral (en la ciudad de Santa Fe), a la Universidad Nacional de Rosario (en Rosario) -ambas en la misma provincia- o tal vez a la Universidad Nacional de Córdoba (en Córdoba capital), puesto que son todas prestigiosas y más cercanas a ese pueblo. Puedo pensar en dos hipótesis: una, para alejarlo definitivamente de Ángel -en el supuesto de que existiera el “peligro” de que estuviera “rondando” todavía por allí-, aunque en este caso también lo podrían haber enviado a la Universidad de Buenos Aires (UBA) que también sería más lejana y prestigiosa; y dos, que en realidad la Universidad de La Plata era un “mandato familiar”, una tradición (una más). Este es un detalle muy pero muy fino y sólo a los argentinos le podría llamar la atención pero lo señalo porque al ser un relato tan realista y de drama social quizás sería conveniente -sobre todo si lo extendieras más allá de los límites de las 750 palabras- que fuera más claro en ese punto.

Por favor no tomes estas reflexiones como una invasión al contenido: lejos de mí, que considero el contenido como algo sagrado que corresponde sólo al autor/a. Solamente lo señalo porque me han llamado la atención esos detalles y no hay por qué cambiar nada salvo que sea necesario para que resalte más aún el contenido y se ajuste más a tu intención narrativa (lo que quisiste contar y cómo quisiste hacerlo, que eventualmente puede diferir a cómo efectivamente narraste).

En este sentido, y aunque lo de “suburbio” y “barrio de la periferia” es más propio de ciudades, hay que tener en cuenta, y esto es destacable y bien trabajado, que hayas elegido un pueblo, puesto que allí todo se magnifica, pues como reza el dicho “pueblo chico, infierno grande”. Es probable que en los lugares chicos y alejados pueda existir un conservadurismo más acendrado, cierta pacatería e incluso lugar para chismes más insidiosos y menor respeto por las diferencias. Pero por el otro lado, quizás el tema de diferencias de clases sociales sea menos marcado que en las ciudades. Volviendo al pueblo, también introduce una dificultad adicional para Ángel y el narrador protagonista: hay menos lugares para verse, y menos para esconderse.

Párrafo aparte para la relación entre Ángel y el protagonista. Como bien apuntó David Llurba jugás muy bien con el sexo, que no revelás hasta el final, que parece ser una chica enamorada y no: el narrador es un hombre.

Sin embargo, a mi modo de ver (quizás otros lectores piensen que esto es claro), hay una deliciosa ambigüedad: el protagonista puede añorar una amistad sincera o es gay y tiene dolor y nostalgia por el amor que no pudo ser.

Digo que es una deliciosa ambigüedad porque en el texto hay pistas para uno y otro lado. “Me contaron que lo molieron a palos y se lo llevaron, no sé si no lo mataron”: la afirmación del barman reflejaría perfectamente la homofobia de un pueblo chico y pacato.

“…ya llegando a la adolescencia nuestro cariño se fue manteniendo intacto.” Me queda la duda de por qué en esta frase el narrador dice que el cariño se fue manteniendo intacto y no expresa, en su lugar, que el cariño fue creciendo. Sin embargo, la palabra “cariño” podría ser ambigua y sería aplicable para una relación romántica (concreta o platónica) o para una amistad.

La vidente abrió la puerta.
“«Te estaba esperando”» me dijo. La luz que irradiaba en su cara me transmitió la respuesta que ansiaba. Me fui con mucha ilusión. Más que nunca con la certeza de que algún día nos volveríamos a encontrar.”
“Yo llevaba a Ángel en mi mente, en mi corazón.”
“Pensé que esa mañana era mágica, maravillosa. Volvieron a aparecer los recuerdos felices de antaño. Sentí que los colores volvían a despertar mis sentidos.”
“Sólo sé que se llama Ángel y me dieron unas ganas locas de tomar café con chocolate.”

Estas oraciones sí serían más claras y dejarían ver un interés y relación románticos e incluso recuerdos de cosas concretas que ocurrieron.

Pero también hay otras pistas que favorecen la hipótesis de la amistad. El narrador nos dice que tiene 38 años y NARRA EN TIEMPO PRESENTE, y al no haber indicación que nos permita precisar cronológicamente cuándo se sitúa, cabría concluir que la historia sucede hoy, actualmente. Cuando comienza nos dice: “A pesar de que han pasado 20 años, mis pensamientos aún no tienen tregua y las preguntas concebidas se van agotando. ¿Por qué no volvimos a encontrarnos? ¿Por qué se perdió nuestra amistad tan injustamente?” Aquí habla de amistad, y habiéndose alejado de sus padres y estar lejos de esa sociedad tan pacata, en el día de hoy no es imposible pero sí menos probable de que no se haya animado a “salir del closet” y mostrarse tal cual es, en el caso de que fuera homosexual. Sobre todo cuando en este momento (hasta el reencuentro con Ángel) su vida pasa por su profesión. No obstante, si el narrador fuera gay, tampoco hay que excluir que como “herencia del pasado” no se atreva a asumirse públicamente como es y que todavía sienta una especie de culpa (que le fue inculcada desde la infancia, de múltiples maneras). Una vez más la ambigüedad del relato (bienvenida) y la profundidad de los conflictos confieren más profundidad y atractivo al contenido.

Como dije, no parecería haber elementos que nos muestren concretamente cuándo es el presente en el que transcurre la historia. Sin embargo, hay un elemento sutil que podría tomarse como pista: “Enroscados en esos atuendos blancos sólo podíamos vernos a través de las gafas.” Esta descripción (una de las pocas que hay en el relato) podría ser consistente con el equipo de protección de la pandemia. Y si el Dr. Muren es médico de terapia intensiva y nos dice “Así vivimos, esclavos, naturalizados con las victimas mortales de cada día”, podría estar aludiendo a los turnos interminables, la escasez de personal, la naturalización de la muerte cotidiana y en gran número. También no es casual que hable de “víctimas mortales de cada día” y no de enfermos o pacientes internados que mueren cada día. La palabra “víctimas” parecería ser otra referencia a la pandemia del Covid, referencia que también sería plausible porque se trata de un médico de terapia intensiva. Pero como fuere, la apreciación relativa a la “salida del closet” y la menor dificultad (que en su adolescencia en ese pequeño y pacato pueblo) para asumirse y mostrarse como es podría mantenerse ya que la nueva valoración o permisión social (y más en ciudades grandes) no habría variado tanto desde 2020 a la fecha.

Otro punto que podría abonar esta hipótesis es que los reproches del padre pasan por la clase social, el status y el nivel económico. Nada dice de otra clase de relación, y con lo machista que es, es probable que si hubiera sabido otra cosa la agresión hubiese sido todavía peor.

Sin embargo, aún en esa línea, podría pensarse que el texto tiene “huecos”, intersticios, cosas no dichas (y eso lo enriquece aún más). El narrador cuenta que fue la primera vez que tuvo miedo de su “progenitor” (ya no más padre), refiere al qué dirán (vaya si no se aplicaría en una sociedad pacata respecto de un hijo gay), y como la historia no es narrada linealmente en sentido cronológico puede ser que después de esta agresión (que por lo que deja ver el texto no fue la única) puede ser que hayan golpeado a Ángel y es obvio que ALGUIEN mandó a hacer ese trabajo… También aquí cabe preguntarse por qué el párroco calificó de “peligrosa” la amistad con Ángel. Aquí podría haber una alusión implícita a la homosexualidad (no necesariamente del protagonista, pero como el narrador dice que el sacerdote fue “malintencionado”, bien podría haber dicho algo así como “mire, su hijo se junta con ese muchacho que, bueno, es… Yo le recomendaría que tengan cuidado. Ustedes son una familia piadosa, ejemplar. No dejen que su hijo frecuente las malas compañías”). Y también podría incluso ocurrir algo no menos nefasto: que el párroco directamente mienta tanto respecto del protagonista como de Ángel (y el calificativo “malintencionado” entre comas avalaría también esa explicación).

En definitiva: cualquiera de las dos hipótesis es igualmente demoledora y aunque con menor intensidad, también hubiera funcionado la historia si hubiese sido una protagonista mujer, ya que el sufrimiento de ese personaje como así también como el del personaje objeto de amor/amistad proviene de un padre hipócrita, machista y clasista. Esta ambigüedad es muy poderosa y enriquece el texto, e incluso crea un clima de mayor opresión porque no importa cómo fuera este hijo, no importa si era amor o amistad, igualmente era reprobado y se le negaba la posibilidad de elegir por sí mismo y ser feliz, o al menos intentarlo.

Otra cuestión que me parece pertinente tratar a nivel contenido es el orden de la narración. David te ha expuesto su punto de vista, que por supuesto es atendible.

Por mi parte, como te dije, trato de no ingresar en el contenido que considero dominio exclusivo del autor. Y en este caso, tampoco estoy seguro de que no sea conveniente el orden narrativo elegido porque me parece claro que es un relato que inicia prácticamente in extrema res y que su desarrollo es casi circular hasta que llega a ese final que estaba en el principio. Y a su vez abre un nuevo principio porque es un brillante final abierto (brillante en sentido de calificación y brillante porque nos abre a la esperanza de que el sufrido protagonista por fin tenga la posibilidad de ser libre -elegir por sí mismo- y tal vez, feliz). Además, analizando el párrafo inicial en el que el narrador dice “A pesar de que han pasado 20 años, mis pensamientos aún no tienen tregua y las preguntas concebidas se van agotando. ¿Por qué no volvimos a encontrarnos? ¿Por qué se perdió nuestra amistad tan injustamente?, y el recuerdo me llega como un cachetazo.”, si uno quisiera resumirlo y en primera persona, podría usar la expresión sinónima “Che, hace veinte años que esto me da vueltas en la cabeza” O “hace veinte años que le vengo dando vueltas a esto”. “Dar vueltas” es sinónimo de CÍRCULO y esa es justamente la estructura que tiene el relato. De la extrema res inicial, el oportunísimo (y excelentemente utilizado recurso) del “recuerdo como cachetazo” nos manda en curva -no recta- hacia atrás y la curva seguirá avanzando hasta el punto inicial, donde se desviará apenas y dejará un espacio abierto entre las líneas: abierto hacia un futuro. Futuro que podremos imaginar como lectores o que no nos corresponde conocerlo, puesto que sólo pertenece al protagonista y a Ángel, no a nosotros.

A su vez, la evolución de la trama tiene giros y sorprende, porque cuando leí la frase del barman cuando decían que se lo llevaron y que tal vez lo mataron a Ángel, no pude evitar pensar en un desaparecido (pobre o de clase baja, seguramente morocho, hijo de un trabajador manual, en medio de una sociedad pacata… tenía todos los “tildes verdes” -o mejor, rojos- del “checklist” de la dictadura. Y encima se trata el relato de la hipocresía en nombre de la religión y la familia…). Me pasó como a Yvonne, pero tu habilidad narrativa es evidente y usaste esta frase que puede disparar para distintos lugares y es altamente efectiva como punto de giro.

Como dije al principio, además del tema de la hipocresía y sus efectos, hay dos subtemas: la resiliencia y las huellas de la educación.

Estos se ven en este párrafo:

“Tengo 38 años. Soy médico terapista en un hospital público. Me duele el dolor ajeno. Es lo que aprendí a amar y soy feliz por ello. Algunas veces, cuando estoy embroncado, recuerdo a mi padre con rencor y todavía siento que se guardó secretos bajo llave; hechos impúdicos que se compran con dinero.”

La resiliencia es la capacidad de asumir los golpes de la vida, internalizarlos y hacerse fuerte. Es la virtud de los sobrevivientes. Los resilientes son en realidad los VERDADERAMENTE FUERTES. Y vaya que nuestro protagonista es resiliente.

También aquí aparece el otro subtema: las huellas de la educación. Los hipócritas le hicieron mucho daño. Pero aún sin saberlo (porque decían cosas “de la boca para afuera”) dejaron semillas que germinaron para bien. La frase “Me duele el dolor ajeno. Es lo que aprendí a amar y soy feliz por ello” es la concreción del resumen de la fe católica y de la medicina al que referí para exponer, para poner de manifiesto la hipocresía del párroco y del padre. No sabemos si en otro contexto nuestro protagonista hubiera elegido la medicina (camino obligado para él y sus hermanas). Pero sí aprendió a amar lo que hace y a ser feliz AYUDANDO a vivir mejor, a sanar o a bien morir. Que duela el dolor ajeno es condición esencial para ser un buen cristiano y para ser un buen médico (obviamente en este último caso, con la distancia profesional necesaria que implica empatizar sin tornar las cosas personales de modo que se pierda objetividad y claridad). Ese que “duela el dolor ajeno” es lo que jamás entendieron los “piadosos” párroco y padre, que seguramente desde su pedestal señalarían con el dedo a nuestro protagonista…

Al decir que le duele el dolor ajeno, nuestro protagonista ha derrotado a quienes lo lastimaban y tomó las enseñanzas de los hipócritas y a diferencia de ellos que con sus actos las pisoteaban, él las hizo carne y gracias a ello salió adelante, se hizo fuerte y tiene la posibilidad de ser feliz.

Hay también otra resonancia cristiana: la palabra “esclavos”. Aquí, en cierto modo, pareciera reflejarse la oración mariana “Soy la esclava del Señor”. Más allá de que nuestro protagonista pudiera quejarse por las condiciones de trabajo, se asume como servidor. Hace carne ese destino y apenas un renglón antes nos dijo que era feliz por ello. Dos malvados hipócritas, el párroco y el padre, sin saberlo o sin quererlo educaron a una BUENA PERSONA Y BUEN MÉDICO.

Finalmente, a nivel de contenido me parece que el título es genial: tanto para ilustrar el momento de la pérdida como la alegría y felicidad del encuentro que en realidad se traduce en DESEO. Y al deseo hay que satisfacerlo. Y para satisfacerlo hay que elegir, hay que vivir.

Fantástica elección del título y monumental historia. Un relato redondo, impecable.

III.- COMENTARIO PERSONAL:

Tu relato me ha encantado. Tiene todo lo que uno busca cuando quiere leer buena literatura: abundancia de recursos narrativos, clara intención narrativa, temas universales, correcto manejo de los elementos formales, contenido rico, inexistencia de “bajada de línea”, emotividad, transmisión de sentimientos, ambigüedad de sentido que no da todo servido al lector, riqueza en lo dicho y en lo no dicho, en los silencios, en los intersticios del texto y elementos que, en una segunda instancia, después de haber disfrutado de la lectura, abren espacio a la reflexión, incluso filosófica, moral y tal vez religiosa. Riqueza literaria en estado puro.

Son sólo pequeños los detalles que podrían trabajarse, aunque supongo y espero que con los aportes que hemos hecho los distintos compañeros puedas encontrar elementos de utilidad.

Por lo demás si bien luce correcto y atractivo como un relato breve e incluso dentro de los estrechos límites de las 750 palabras, no veo imposible ni improbable extenderlo. Puede ser un relato breve pero algo más extenso, pero también tiene potencial para adaptarlo con la extensión que quieras o te parezca apropiada.

Espero que hayas disfrutado escribiendo el relato tanto como nosotros al leerlo.

Saludos. Nos seguimos leyendo.

P.D. Si quisieras pasar por mi relato, es el N° 51, titulado “La vidente”. Si lo leyeras, aclaro lo siguiente: el mes pasado por un error mío no llegué a publicar el relato. Pero a través de ese relato, que escribí respetando la consigna obligatoria y el reto opcional, pude comenzar a concretar una idea que tuve ya hace bastante tiempo. En lo que hace a Literautas, quiero ir enganchando un relato detrás de otro en la medida de que las consignas lo permitan, de manera tal que cada relato tenga su conflicto interno pero se integre en una trama mayor. Por eso el relato del que procede “La vidente”, lo compartí en el primer comentario, que debería leerse primero, para ver de dónde proviene “La vidente”. Ese relato original se llama “Una larga noche”.
Además como me vi obligado a utilizar palabras en lunfardo y que respondieran a la época del relato (fines del siglo XIX), por las dudas que algo no se entienda, en el segundo comentario puse la “traducción” (aunque del contexto en el que se insertan esos diálogos quedaría claro qué es lo que sucede).
Esto de enganchar los relatos es algo experimental y la historia “grande” encuadra en varios géneros y aparecen o actúan también personas reales como personajes (uno aparece mencionado en “Una larga noche” y otra interviene en “La vidente” y seguramente estará presente en su continuación). No descarto incluir, eventualmente, personajes literarios como “personas reales” de la época.
Por lo demás, si bien no todo aparece aquí (porque como dije, es algo experimental y se encadenarán relatos y hasta es posible que todo derive en una novela) en parte la ambientación coincide con el tema de tu relato: la hipocresía y la pacatería -al menos se vislumbra en el anterior-. Y además, también intervienen médicos (pero buenos: no como el padre del Dr. Muren).

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