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Ecos de un impacto - por Lupa SívoriR.+18
Web: https://www.instagram.com/viajarleyendo451/
“Ecos de un impacto”
¿Por dónde empiezo? Todo arrancó con una piedra. Yo tenía diez años. Era verano. El barrio se sentía como una extensión interminable de baldíos y bicicletas. Jugábamos frente a la casa de los Alarcón. Era fácil hacer amigos. Sólo tenías que ser vecino, compañero de la escuela o tener una Family Game. A veces ni siquiera eso. Nos hacíamos amigos después de una ronda de “las Escondidas” o un partido de fútbol, de esos en los que el arco se arma con bultos de ropa.
Gabriel era mi vecino y, por lo tanto, mi amigo. Le gustaba presumir que podía esquivar cualquier cosa. “Soy más rápido que el viento”, decía. Yo… yo sólo quería divertirme. Encontré una piedra, del tamaño justo para que volara lejos. Lo miré y, sin pensar demasiado, la lancé.
Teníamos diez años… sólo queríamos divertirnos. Tiré la piedra con todas mis fuerzas. Él reía, como siempre, y después… el impacto. Directo a su ojo derecho. Gabriel cayó al suelo gritando, con las manos en la cara, y yo me quedé paralizado. No entendí lo que había hecho hasta que vi la sangre. Sus papás lo llevaron al hospital. Al día siguiente me enteré de que había perdido el ojo.
Él intentó perdonarme y creo que hasta lo hizo, en algún punto. Yo no pude. Sus dos miradas me perseguían: la de antes de la piedra, llena de vida, y la otra, con ese vacío. A partir de ahí, todo fue en picada.
En mis años de secundaria me esforcé por destacar, sólo para terminar tropezando. Una discusión poco feliz con la profesora de Lengua nos ganaba (a todos en el curso) tarea extra para la casa. Durante los recreos, alguna distracción tonta de mi parte -un mal pase, un penal errado- nos hacía perder el partido de fútbol. El universo entero estaba decidido a recordarme mi torpeza.
Trabajé en una fábrica durante años. Una tarde, mientras pensaba en Gabriel, me distraje otra vez. Una máquina falló y mi compañero perdió dos dedos. No fue culpa mía, pero no pude evitar sentir que todo lo que tocaba lo arruinaba.
Y luego estuvo Lara. Mi único refugio. No sé bien qué vio en mí. Yo lo agradecí. Éramos felices. Moderadamente felices. A veces. A veces también discutíamos. Es normal en las parejas, dicen. Una noche me gritó, yo le respondí y la cosa escaló. Me fui dando un portazo. Volví borracho a las tres horas. Ella estaba tirada en el suelo. Sin elegancia ni gracia, parecía una alfombra maltrecha. “Aneurisma”, me explicaron. Ni siquiera pude despedirme.
Fui a buscar respuestas. Una profesional de las artes sobrenaturales que me habían recomendado me recibió en un departamento oscuro, cargado de incienso. La vidente abrió la puerta, y sólo con mirarme, largó: “Lo que llevás dentro consume a todo lo que te rodea.” Salí de ahí convencido de que no había redención posible.
Al final, no pude más. Diez pisos. La caída fue rápida. Pensé que sería un alivio, pero acá estoy, frente a vos otra vez. Tenemos diez años y sólo queremos divertirnos. Tengo la piedra en la mano y no voy a poder evitar tirarla nuevamente. Vas a perder el ojo, tus papás van a llorar, el pueblo me va a odiar. Y yo nunca me lo voy a perdonar.
Me dijiste que eras más rápido que el viento Gabriel. Me dijiste que podías esquivar cualquier cosa. ¿Cómo puede algo tan chiquito como una piedra cambiarlo todo? ¿Qué tengo que hacer para detenerlo esta vez? No quiero lanzarla, no quiero fallarte de nuevo.
¿Esto es el infierno, Gabriel? La piedra siempre en mi mano, tu ojo siempre perdiéndose, y mi culpa, siempre eterna.
FIN
Comentarios (11):
Daniel Calleja
17/12/2024 a las 20:26
La verdad no me correspondía comentar tu cuento, pero no pude evitar leerlo y me encantó. La historia, el ritmo, el giro del final, todo. La maldita culpa persiguiendo al protagonista. Se que debería marcar algún aspecto negativo, pero luego de leerlo tres veces, no encuentro ninguno. ¡Felicitaciones!
Mónica Bezom
17/12/2024 a las 21:22
Hola, Lupa Sívori.
He leído tu texto al azar y me ha gustado mucho. Disfruté de una lectura ágil dotada de certeras connotaciones ansiosas aquí y allá,en fin, ¡te felicito!
Como detalle a corregir, encontré algunas comas precediendo la “y” que si las quitaras, el relato ganaría en firmeza.
Felicidades por un texto estupendo!
Amilcar Barça
17/12/2024 a las 23:03
Hola viejo. Tú has pergeñado una fábula pero me ha hecho recordar un hecho real. Siendo niños, otro se escondía y yo le tiraba piedras. Como se la tiraba cuando aparecía nunca le daba. Pero el diablo que llevamos dentro me dijo: tírasela cuando se esconda, y justo, cuando asomó la jeta de nuevo, se encontró la piedra que si que le dio, aunque hubo suerte y no en el ojo. Menudo lío. Como puedes ver, las ideas las carga el diablo.
Lupa Sívori
18/12/2024 a las 01:05
Amé esta frase: “las ideas las carga el diablo”. Hay un poco de eso en el relato. Está ligeramente basado en un hecho real. Un amigo me contó una historia de su pueblo donde un chico le sacó el ojo a otro en un juego infantil. El resto es ficción.
¡Gracias por leerme chicos! Ahora me pasaré por sus ficciones.
También los invito a seguirme en IG: @viajarleyendo451. Siempre estoy compartiendo cositas.
Saludos.
Dante
18/12/2024 a las 02:38
Hola Lupa, sos el primero de los tres relatos que siguen al mío, y realmente qué bueno ha sido que la suerte haya deparado que sea el primero que he leído.
No quiero adelantar el comentario, pero me es imposible no decir que me ha gustado mucho.
Ahora sí, pasaré a hacer el comentario, e intentaré seguir el modelo que Literautas nos propone:
I.- FORMA:
I.- 1.- GÉNERO, TONO Y LENGUAJE:
En general no soy de los que están convencidos de la absoluta “pureza” de los géneros ni de los que tratan de encuadrar sí o sí los textos solamente en uno solo.
Lo atractivo de tu relato es que, al menos desde mi punto de vista, navega entre el realismo, costumbrismo dirían algunos, con algún toque de realismo mágico o algo fantástico (estirando bastante el significado generalmente aceptado de “género fantástico”) y tal vez lo sobrenatural y lo metafórico, casi filosófico.
Es realista/costumbrista en cuando recrea de manera PERFECTA cómo era ser un niño de barrio en la Argentina urbana (y a veces de pueblo) de algunas décadas atrás.
El realismo mágico o el toque “fantástico” (en un sentido un tanto amplio) y eventualmente lo sobrenatural está en la (¿auto?) percibida “mala suerte” o “maldición” del protagonista y en la intervención de la adivina. Intervención que puede ser real o no (porque no queda claro si es una vidente de verdad, con poderes, o si es una charlatana), pero sin dudas incide de modo real introduciendo en la psiquis y el pensamiento del protagonista la “espina” sobrenatural. O bien también pudo ser una persona sin poderes sobrenaturales pero sí muy perceptiva que dijo una verdad, que fue sobrenaturalmente interpretada por el protagonista. Y por supuesto, lo mágico, “fantástico” o sobrenatural está, sobre todo, en la circunstancia de que pueda contar la historia después de la muerte física.
Pero lo metafórico y rayano en lo psicológico y filosófico también está. Aunque esto lo reservo para hablar del contenido.
La cuestión es que el texto navega cómodo, fluido, natural entre estas aguas literarias y que el lenguaje es adecuado para todos y cada uno de ellos.
El tono es también adecuado, natural. Fluye. Es nostálgico al referir a la infancia, resignado y triste en el resto. Siempre grave. Aunque a veces por los intersticios “asoma un rayito de sol”. O lo que es lo mismo: dentro de ese tono dominante grave (con los matices de nostalgia, resignación y tristeza) hay algún que otro destello de un suave humor o de recuerdo dulce.
Por supuesto que este tono es más que coherente y adecuado y no sólo eso: se retroalimenta virtuosamente con los géneros y el lenguaje.
I.- 2.- ATMÓSFERA O AMBIENTACIÓN:
La atmósfera o ambientación son impecables. Están muy bien construidas y transmite fielmente cada etapa de la vida del protagonista, como así su influencia en los demás o de los demás (significativos) en él. O la influencia que él PERCIBE O SUPONE que recíprocamente tienen él en los demás y los demás en él. Esa percepción o suposición es también parte de la atmósfera o ambientación.
Lo ambiental externo es transmitido al lector. Pero también lo “interno” del protagonista que suma para delinear esa atmósfera que va en línea con el tono: de la melancolía inicial a lo opresivo insoportable que reclama una liberación final… que no llega. Y con destellos de esperanza en el camino.
En conclusión: este punto también está muy bien logrado.
II.- 3.- EL RITMO Y LA ACCIÓN:
El ritmo es pausado. No diría lento. Pero sí pausado. Le permite al lector gozar, paladear la lectura, placer o sabor que, paradójicamente y sin caer en el masoquismo, coincide con el sufrimiento progresivo que destila el protagonista.
Ese ritmo va en línea con la acción, donde todo es naturalmente procesual, fatalmente progresivo, y siempre pausado. Sólo hay dos acciones realmente “violentas”, rupturistas o disruptivas: el lanzamiento de la piedra y la concreción de la fatídica decisión de arrojarse del décimo piso. El resto de la acción es acompasada. Perfectamente acompasada.
Este punto también lo veo como positivo.
I.- 4.- EL RITMO, LA CONSTRUCCIÓN DE FRASES, ORTOGRAFÍA, PUNTUACIÓN Y GRAMÁTICA:
Cuando el ritmo se mide, ahora desde otro punto de vista, en función de la construcción de las frases, la ortografía, la puntuación y la gramática, el resultado es igualmente adecuado y positivo en el caso de este relato.
Tanto la ortografia como la gramática son impecables. Sobrarían las palabras para referirse a este aspecto.
Con respecto a la puntuación si la cuestión se encara desde un punto de vista de “normas” de la RAE o del idioma, diría que, en general, es correcta.
Al leer el texto en general la puntuación no conspira ni contra el ritmo ni contra tu intención narrativa (lo que quisiste contar y cómo lo quisiste contar) ni incurre en errores formales. Es más: en algunos casos es muy clara la interdependencia entre puntuación e intención normativa.
Esto lo noto especialmente en la preeminencia de los puntos y seguido por sobre los puntos aparte.
Los puntos aparte y la división en párrafos prácticamente se destina a “separar” las distintas etapas de la vida del protagonista y, a veces, los hechos (y sus resonancias) más significativos dentro de cada etapa. Y dentro de cada párrafo/etapa abundan los puntos seguidos. Probablemente otro escritor hubiera elegido otra opción. O no. Pero lo que es muy clara es que esa es la intención narrativa: querés contar de esta manera la historia. Y está muy bien, porque la puntuación elegida nos muestra claramente la evolución de la historia y nos concentra en cada etapa, siendo por lo demás intensa cada una y fluida las transiciones (pese a la grave limitación intrínseca que viene dada por el límite de 750 palabras). Hay todo un mérito aquí.
Otro “estilo” de puntuación predominante que he advertido es la prevalencia de las comas por sobre los puntos y seguidos cuando podía optarse entre uno y otro. Puede que otro escritor eligiera esta alternativa u otra. No importa. Esto no es correcto ni incorrecto. Es cuestión de gustos y en tu caso, no altera ni perjudica la intención narrativa. Se lee muy fluidamente el texto y se disfruta.
Por lo demás, toda apreciación que se pueda hacer sobre la puntuación queda reservada prácticamente a la preferencia subjetiva del analista o lector. Es, mayormente, desde esta óptica que realizaré algunos aportes. Aportes que no son una crítica (en el sentido neutro del término) ni una propuesta de cambio o mejora. Simplemente una mención del efecto que alguna alternativa diferente pudiera provocar (siempre desde mi subjetivo punto de vista).
“¿Por dónde empiezo? Todo arrancó con una piedra.” Dada la CONTUNDENCIA que tiene la pregunta y la respuesta y lo DETERMINANTE que resulta para la historia, haré una apreciación. (Antes de formularla aclaro que usé las mayúsculas porque no conozco cómo destacar en negritas o cursivas dentro del sitio, ya que esas dos palabras son fundamentales).
Esta pregunta y esta respuesta, además de constituir el inicio formal del relato, constituyen su incidente detonador. Y uno PODEROSÍSIMO, como se advierte ni bien se comienza la lectura. Es el inicio de una pendiente fatal.
Por eso mismo, a mi entender, sería conveniente separarla de lo que sigue con un punto y aparte. Creo que ganaría en contundencia y que sería muy coherente con la intención narrativa que tuviste. Pero como ya advertí al inicio, es sólo una apreciación subjetiva que ni siquiera implica una sugerencia.
“Nos hacíamos amigos después de una ronda de “las Escondidas” o un partido de fútbol, de esos en los que el arco se arma con bultos de ropa.” La coma después de partido de fútbol no es incorrecta, pero en mi opinión podría (realto el condicional) no ser necesaria dado que corta un poco la fluidez de la lectura de la frase. No estoy seguro pero tal vez hubiese que agregar “de” antes de “un partido de fútbol. Aquí, no sé por qué, esa misma coma luciría -desde mi punto de vista- mejor.
“Él reía, como siempre, y después… el impacto.” La puntuación tampoco es incorrecta aquí. En cuanto a los puntos suspensivos, son más que correctos: espectaculares (en el sentido literal del término, pues algo que se cuenta equivale, en este preciso caso, a que se muestra. Todo gracias a esos puntos suspensivos). Sin embargo, no estoy seguro que las comas después de “reía” sean convenientes. No son incorrectas ni quedan mal, pero no vería inconveniente evaluar suprimirla puesto que reforzaría que la risa en Gabriel era una costumbre (que es donde creo que radica la intención narrativa, lo que se nos quiere contar y cómo). Insisto una vez más: es una apreciación meramente subjetiva.
“Gabriel cayó al suelo gritando, con las manos en la cara, y yo me quedé paralizado.” Esta puntuación es correcta. No obstante, es posible que fuera más coherente con la intención narrativa (lo que se nos quiso contar y cómo) separar esta oración en dos cambiando la coma después de “cara” por un punto y seguido. De esta manera, entiendo que se reflejaría con más fuerza el impacto del hecho en el protagonista y se “detendría el tiempo” en ese preciso instante (que es lo que me transmitió la lectura del relato, más allá de la puntuación elegida, y esa es la razón por la que percibo esa intención narrativa).
“Sus dos miradas me perseguían: la de antes de la piedra, llena de vida, y la otra, con ese vacío.” Aquí no voy a señalar nada acerca de la puntuación, pero sí en relación a la construcción de la frase. No porque sea incorrecta. De hecho es una oración impactante, triste y sugerente y es por eso que hago la sugerencia de evaluarla. Lo que propongo es que meritúes si en lugar de que diga “la otra, con ese vacío” dijera algo así como “la otra, colmada con ese vacío”. O alguna palabra que sea un sinónimo de lleno que contraste con la plenitud vital (“lleno de vida”) y a su vez juegue con la paradoja (lleno-vacío). La tristeza que me transmitió esa frase -excelentemente construida- me hizo pensar en este detalle porque percibí que tu intención narrativa probablemente pasaba por ahí.
“«Aneurisma», me explicaron”. Este es uno de los pocos y no sé si el único caso de incorrección formal en la puntuación. Podría considerarse un supuesto de la llamada “coma criminal” es aquella que se ubica entre el sujeto y el verbo o entre el verbo y el objeto. Esa pausa no debería graficarse porque nterrumpe la secuencia natural de una oración (Este detalle de la “coma criminal” me lo hizo ver una vez Isolina, una compañera de Literautas de anteriores ediciones, y la verdad prestarle atención me ha sumado mucho, por eso te lo señalo). Por otro lado, también podría argumentarse que no habría aquí coma criminal porque habría un verbo implícito (Es) antes de “aneurisma”. Sin embargo, es un supuesto dudoso y entiendo que convendría revisarlo. Este criterio sí es objetivo y tiene que ver con las normas de puntuación del idioma. Pero dada la extrema corrección formal de la puntuación es sólo un detalle, un pequeñísimo detalle.
“La vidente abrió la puerta, y sólo con mirarme, largó:” Nada hay para señalar aquí respecto de la puntuación. Sin embargo, sugiero evaluar cómo quedaría usar el mismo verbo “largó” u otro “soltó”, “disparó”, “descerrajó”, etc. precedido por el pronombre personal en función de complemento directo “me”. Si bien este me podría parecer redundante o cacofónico con el final del verbo mirar anterior (“mirarme”), lo cierto es que reforzaría (y tal vez bastante) que la frase va dirigida a nuestro protagonista. Indicaría además una marcada intención de la vidente, y la palabra se convertiría en una acción por sí misma. Dado que la intención narrativa pareciera centrarse en el impacto devastador que tuvo (porque punto seguido mediante -ni siquiera a renglón seguido-, inmediatamente se ve la relación causa efecto: sentencia/predicción – imposibilidad de redención), es probable que reforzar a la frase transformándola en una acción autónoma (y no en un mero parlamento, que tampoco lo es tal como está escrito) sería muy coherente con esa intención narrativa.
“Al final, no pude más.” No veo incorrecta esta coma, pero no estoy seguro (subjetivamente) de que sea conveniente. Probablemente quitarla haga más fluida la lectura y trascienda con más dramatismo la “rendición total y definitiva” de nuestro protagonista. Nuevamente: es una apreciación meramente subjetiva, que ni siquiera llega a ser una sugerencia.
“¿Cómo puede algo tan chiquito como una piedra cambiarlo todo?” Esta oración, en forma de pregunta, es potente, evocadora, contundente, conmovedora. Sin embargo, dado que en el párrafo anterior dice “Tengo la piedra en la mano y no voy a poder evitar tirarla nuevamente” y luego, en este mismo, habla de “lanzarla”, resulta claro que la piedra está identificada. Por tal motivo, te sugiero que evalúes cambiar “una piedra” por ESTA piedra (perdón por usar las mayúsculas, pero necesitaba remarcar la palabra). Con lo que la pregunta quedaría “¿Cómo puede algo tan chiquito como esta piedra cambiarlo todo?” No está mal usar “una piedra”. No es incorrecto conceptualmente, no es incoherente gramaticalmente. Pero dado que en algunos momentos el protagonista trata -siempre sin éxito- de exteriorizar la culpa (que en realidad interioriza, aunque esto es materia de comentario para el contenido), identificar a la piedra con el pronombre demostrativo más cercano “esta” creo que iría en línea con tu intención narrativa y todas las virtudes de la oración-pregunta se verían realzadas.
En resumen: la puntuación es prácticamente excelente, y salvo algún pequeño detalle (un solo caso de coma criminal), todo es opinable, subjetivo y “cuestión de gustos”. La puntuación elegida además de ser en general correcta es en general coherente, muy coherente, con tu intención narrativa y no impide sino que coadyuva con la fluidez de la lectura, lo que hace que la interrelación ortografía-gramática-construcción de frases-puntuación garantice un ritmo adecuado y atractivo para el desarrollo del relato, de modo tal que la conjunción de esos factores concite y no suelte la atención del lector. Sostener la inquietud del lector en todo momento es algo que el relato logra con creces, y ese mérito tiene relación directa y necesaria con haber trabajado también este ítem.
I.- 5.- SONORIDAD:
La sonoridad del relato es uno de sus puntos fuertes (aunque en realidad es difícil encontrar uno débil).
Cada palabra suena en su lugar y el encadenamiento entre ellas y su inserción natural en el tono del relato, garantiza que la sonoridad sea adecuada, atractiva y convocante. Esa sonoridad explica la paradoja a la que me refería más arriba: hay tristeza, hay desolación, hay gravedad, hay sufrimiento pero igual, y sin caer en el masoquismo, como lectores podemos gozar, disfrutar de la lectura. Y por supuesto, esa lograda sonoridad tiene incidencia directa en hacer nacer en nosotros la empatía por ese pobre protagonista.
I.- 6.- PUNTO DE VISTA:
El punto de vista es claro: narrador primera persona protagonista.
Es perfectamente coherente con el tipo de historia que se quiere contar y con esta clase de relato. Responde perfectamente a la intención narrativa.
Además, tratándose de un clima tan denso, pausado, triste, grave, finalmente desesperado, la proximidad y casi intimidad que brinda esta clase de narrador causa un efecto insuperablemente positivo en el lector.
Este punto es también un mérito.
I.- 7.- DIÁLOGOS:
Son escasos, indirectos y generalmente referidos entre comillas, correctamente representados gráficamente.
No es incorrecto ni inconveniente haber procedido así. No necesariamente todos los relatos deben estar “llenos” o “rebosantes” de diálogos.
Los que has incorporado son los justos y necesarios en los lugares adecuados. Responden perfectamente a tu intención narrativa y no conspiran con el fluido desarrollo del relato.
Porque al fin de cuentas hay otro/s “diálogo/s”: el del narrador protagonista con el lector y el del narrador protagonista con Gabriel al final, en ese reproche tangencialmente dulce y fatalmente deseperado que adquiere visos de eternidad…
I.- 8.- DESCRIPCIONES:
Si por descripción se entiende el sentido literal de la palabra, puede decirse que no la hay.
Lo cual tampoco es malo. Un relato o texto no tiene por qué estar “lleno” o “rebosante” de descripciones. Sucede, en parte, como con los diálogos. Pero en el caso de las descripciones quizás sea “peor”: porque el reto principal es dosificarlas. A veces que sean pocas puede ser malo o inconveniente. Que sean muchas o muy cargadas en general también es inconveniente y a veces, hasta incorrecto o aburrido.
Todo depende no sólo de la medida sino del CONTEXTO en el que se insertan, y, sobre todo, la finalidad narrativa y si se quiere, semiótica, que persiguen.
Lo dicho no debe mover a confusión y concluir sin más que las descripciones estén absolutamente ausentes del relato.
Todo lo contrario.
No hay descripción en sentido estricto de la palabra, pero sí hay descripciones indirectas. Las descripciones indirectas vienen dadas con y por la construcción de la atmósfera o ambientación, con el clima del relato. Aunque mayormente el relato “cuenta” paradójicamente “muestra” (siguiendo la distinción atribuida a Chejov de “contar” vs. “mostrar”). Y en ese “mostrar” nos permite imaginar y “ver” todo el ambiente, todo el alrededor, todas las circunstancias de tiempo, modo y lugar sin necesidad de soltar largas parrafadas llenas de pomposos adjetivos calificativos separados por un sin número de comas. Es más: logra más y mejor descripción por esta vía indirecta que de manera directa (en sentido estricto del término que he llevado al extremo a través de la exagerada “descripción de la descripción”: el abuso de adjetivos separados por comas en largas oraciones y párrafos).
I.- 9.- CONFLICTO:
El conflicto se respira en cada renglón, en cada oración. Es denso, profundo y omnipresente.
En parte es “el mundo contra mí”. Pero en realidad, en su raíz, el VERDADERO y más importante y profundo conflicto es el del protagonista consigo mismo. Por más que después lo eleve a “escala cósmica” y entienda que el “universo entero” tiene un conflicto con él.
Magistralmente planteados los conflictos y sobre todo EL conflicto del protagonista consigo mismo.
Y el hecho de que no haya ningún párrafo ni oración sin conflicto es otro de los factores que explican el éxito del relato en concitar la atención del lector sin soltarla jamás hasta el último punto final.
I.- 10.- INTRIGA:
La intriga tiene relación directa con el conflicto.
No puede decirse que el desenlace sea previsible o que no lo sea. Porque en realidad tampoco importa.
¿Por qué no importa? Porque el narrador en primera persona nos garantiza cercanía y en conjunción con otros aspectos formales como la sonoridad, el ritmo, la puntuación, etc. nos genera una empatía inmediata, y prácticamente nos arrastra CON el protagonista en su pendiente hacia el abismo.
Es probable que veamos que va a terminar mal, aunque no sepamos cómo. También es posible que pudiera intuirse o deducirse, eso dependerá de cada lector. Pero el final emocional es el mismo: el conflicto está, no nos suelta, estamos metidos en él, en el “mismo barco” que el protagonista y nuestro destino (sea que esté marcado o lo elija él) es el de nuestro protagonista.
Donde sí hay una sorpresa es en el verdadero final: el final después de la muerte que, en cierto modo -y siempre al nivel literal del texto y sin indagar en metáforas, simbologías y significados- implica un “volver al inicio” una y otra vez.
Con las particularidades del caso que he señalado, considero también que este aspecto está muy bien logrado.
I.- 11.- PERSONAJES:
Aunque la mayoría de los personajes están tangencialmente referidos, no por eso dejan de estar bien construidos.
El protagonista es profundo, profundísimo, pese al estrecho marco que permite el límite de las 750 palabras.
Hay otros dos personajes muy importantes: Gabriel, por supuesto, y Lara. Porque son dos personajes determinantes en la historia. También podría haber un tercero: la vidente, que prácticamente -y sin quererlo, tuviera o no poderes- “gatilló” el final, sellando la suerte del protagonista.
Los otros son secundarios o incidentales.
Pero tanto Gabriel, Lara, la vidente como los secundarios e incidentales se adivinan implícitamente profundos por mérito de la descripción por vía indirecta a la que hice referencia en un punto anterior.
Las pinceladas que da la óptica del protagonista prácticamente configuran a todos los personajes y si hiciéramos un ejercicio que conjugara deducción racional con intuición emocional, es probable que pudiéramos llenar “fichas de personaje” parecidas al del post de Literautas. Y no sería sorprendente que si ese ejercicio se hiciera con varias personas las fichas de Gabriel, Lara, la vidente y algún que otro secundario no tuvieran algunos puntos de contacto. Esta posible situación (que intuyo) es posible gracias a esa descripción por vía indirecta y gracias a la acertada decisión narrativa de elegir ese narrador (primera persona protagonista) y a la sonoridad fluida del relato.
II.- CONTENIDO:
El contenido merece los mayores elogios. Es excelente.
Es inevitable conectarlo con lo que decía -al hablar del tono, el género y el lenguaje- de lo metafófico, lo psicológico y lo filosófico, pues le encuentro muchas aristas. Todas ellas profundas. Muy profundas.
Una de las posibles formas de analizar el fondo del relato es desde el punto de vista moral, jurídico, psicológico. Y quizás, sociológico y antropológico.
En estas ciencias y disciplinas hay un concepto que es basal y transversal a todas ellas: la RESPONSABILIDAD.
Y la responsabilidad, siempre y en alguna medida, se vincula con dos aspectos: voluntariedad y causalidad.
Este relato me recordó a aquella anécdota/fábula que (muy pero muy resumida) dice algo así como “Por un clavo se perdió una herradura. Por una herradura que se perdió, se perdió un caballo. Por un caballo que se perdió, se perdió una batalla. Por una batalla que se perdió, se perdió el reino. Conclusión: por un clavo se perdió el reino”.
Esa fábula o anécdota a veces es referida para reflexionar acerca de las consecuencias de los actos humanos, para determinar qué causas se deben tener en cuenta y cuáles no para concluir si hay o no responsabilidad personal y en caso afirmativo, en qué grado o proporción.
Si reemplazamos “clavo” por “piedra”, la vida del protagonista giró alrededor de una piedra, y ella fue, en última instancia la causa de su desgraciado final. Cuando más allá de la causa directa de la pérdida del ojo de Gabriel, hubo muchas “causas” intermedias que también operaron, pero en las que directamente intervino el protagonista. Y a medida que iba creciendo, voluntariamente.
Lo que nos lleva al segundo punto, que en realidad es el primero: la voluntariedad.
Aparentemente, lanzar la piedra fue un acto voluntario.
¿Pero fue voluntario? El protagonista y su amigo Gabriel TENÍAN DIEZ AÑOS, eran niños, por lo que no podían prever o no del todo las consecuencias de sus actos. Porque aún a nivel de causalidad, la física de la acción (la CONCRETA trayectoria de la piedra) no era absolutamente previsible y menos todavía para un niño que no tiene ni idea de física. Podría saber que una piedra puede lastimar pero no justo así.
Tu relato viene muy bien para pensar en estos momentos ante tantos discursos que circulan en la sociedad: ¿es posible responsabilizar como adultos a niños o adolescentes de manera absoluta, para cualquier acto? ¿Una vez que se estableció un límite podría bajarse indefinidamente? ¿Es justo responsabilizarlos a nivel penal pero no en otros ámbitos o incluso considerarlos potenciales culpables o responsables en una dimensión pero “inocentes” (en el sentido de puros e ingenuos) en otras, aunque en efecto de verdad lo sean? Es un debate amplísimo que lamentablemente está teñido por ideologismos y por conveniencias coyunturales de quienes sostienen distintas posturas.
Pero no deja de resonar un punto: analizar la voluntariedad de las acciones humanas no es tarea sencilla y no puede ser reemplazada por soluciones facilistas, superficiales o momentáneas.
Siguiendo esta línea: es dudoso que el protagonista haya obrado con completa voluntariedad al arrojar la piedra (porque no discernía del todo, claramente no tuvo esa intención y ni por asomo podía imaginar -en términos físicos- la trayectoria de la piedra). Por lo que la causa primera en el tiempo (y la última, en el sentido de causa-raíz) no fue voluntaria, pero incidió en la conciencia del protagonista para otras que TAL VEZ fueron voluntarias.
¿Por qué “tal vez? Porque es posible que la voluntariedad y el juicio del protagonista se hubiesen visto teñidas también por una enfermedad o cuadro psicológico o tal vez psiquiátrico.
Volviendo a la responsabilidad y yendo ahora a la psicología y a la moral (y también si se quiere enfocando a esta última desde un punto de vista también religioso), el asunto nos conduce a la CULPA.
Que creo que aquí está el centro de gravedad del relato.
La CULPA es lo que carcome al protagonista -incluso cuando no la tenga porque no hubo completa voluntariedad y cuando las causas intermedias fueron -en cuanto causas- independientes de arrojar la piedra tuvieron relación psicológica con ella y determinaron que le arruinaron la vida, pero el narrador siempre referirá como causa última a la piedra-.
El no haber podido enfrentar a la culpa y “gestionarla”, “manejarla” o convivir con ella (en el caso de no poder superarla es lo que lo llevó a la pendiente de autodestrucción.
¿Por qué menciono el aspecto psicológico, psiquiátrico, moral y hasta religioso?
Porque aquí nos encontramos con una omisión que no creo que sea nada casual en el relato. En ningún momento se nos muestra que alguien, incluidos sus padres (que no se mencionan) ni sus amigos, ni Lara, ni nadie le haya tendido una mano. Tal vez porque no se dieron cuenta o no supieron cómo. O porque SUBESTIMARON la situación.
Y él tampoco jamás pudo, supo o quiso buscar ayuda. Un psicólogo o un psiquiatra, o ambos, podrían haber trabajado desde el ámbito de sus ciencias con la culpa el primero y con las enfermedades de base hormonal o neurológica el segundo. Y si la cuestión se extendía al ámbito religioso, quizás con la ayuda de un ministro de su religión (si la hubiera tenido, cosa que tampoco sabemos) y de una comunidad, podría haber explorado la POSIBILIDAD DEL PERDÓN.
Este tema del perdón está también sugerido cuando dice que Gabriel lo perdonó, en algún punto y que él no pudo.
Tenemos entonces a una persona aislada, solitaria, sin apoyo psicológico, psiquiátrico, moral ni espiritual a merced de la culpa, responsabilizándose por un resultado causado por una acción no del todo voluntaria, objetivamente imprudente sí, pero tal vez no para un niño de diez años (porque el relato muestra que la trayectoria de la piedra no fue recta y previsible incluso para un niño sino un tanto extraña) que atribuye a una causa lejana todas las demás. Y en ese entretejido de culpa espiritual y psicológica, enfermedad psiquiátrica y algún que otro acto realmente voluntario van emergiendo las causas intermedias y verdaderas de su enfermedad y destino fatal.
Destino que es muy triste, porque ni es un destino marcado ni tampoco la consecuencia de sus libres elecciones. Porque su contexto fue el de ese entramado triste y nefasto.
En este contexto, la vidente jugó un rol central. Puede que haya tenido poderes sobrenaturales o paranormales. O que fuese una total charlatana. O que siendo charlatana o eventualmente una persona perceptiva y no del todo mala, dio en el clavo: “Lo que llevás dentro consume a todo lo que te rodea.” No recuerdo del todo la anécdota, pero era más o menos así: un oráculo había hecho una predicción a un emperador según la cual después de una gran batalla, un gran imperio caería. Este emperador pensó que ganaría: el imperio que cayó fue el suyo. El oráculo fue ambiguo, como también lo fue esta vidente, aunque el protagonista “decodificó” el mensaje de modo opuesto al emperador de la anécdota. Lo que también tiene que ver con el aspecto psicológico: los prejuicios y la autoestima. El emperador tenía como prejuicio que él era el más poderoso y su autoestima alimentaba ese prejuicio, y a la luz de ambos juzgaba la realidad y las palabras, y así interpretó al oráculo. Por el contrario, nuestro protagonista tiene prejuicios muy negativos sobre sí mismo y una autoestima inexistente que ese entramado de culpa espiritual y psicológica, de cuadro psiquiátrico y algún que otro acto voluntario fueron delineando. Por eso pensó que la vidente lanzó una sentencia fatal.
Pero aún considerando esa ambigüedad, la vidente dio en el clavo: PORQUE LO QUE LE DIJO PUDO HABERLO MOVIDO A BUSCAR AYUDA.
Suponiendo que, con intención o no, la vidente le señaló que el problema estaba dentro de él, que el conflicto en realidad era interno. Pero ya era tarde: la autoestima y la psiquis del protagonista ya estaban dinamitadas y la deseperanza reinaba en su alma. Solo, sin ayuda, enfermo mentalmente y sin distinguir claramente la realidad faltaba un único paso, que finalmente dio.
Estas cuestiones son muy importantes porque muestran la importancia de la salud mental y de pedir ayuda u ofrecerla a tiempo. De estar atentos y no subestimar lo que le sucede a las personas a nuestro alrededor. En especial cuando son niños. Puesto que un evento traumático, aún cuando no haya voluntariedad o culpa, puede marcar a fuego la configuración psíquica y puede arrastrarse de por vida e influir en las decisiones y eventos futuros. Decisiones que pueden no ser totalmente libres sin que siquiera la persona lo sospeche.
Por otro lado, quien se culpaba dede la pérdida del ojo de Gabriel y se atribuía mala suerte y de desgracias varias, paradójicamente terminó desplazando el “centro de gravedad”. Lo que en psicología se conoce como “locus”. Las personas tenemos un “locus”, que puede ser externo o interno. Cuando el locus es externo, responsabilizamos por lo que nos pasa a los demás. Cuando es interno, sucede lo contrario.
Lo normal es discernir y habrá cosas que dependan realmente de otros o de circunstancias exteriores (locus externo) y otras de nosotros mismos (locus interno). Pero cuando el locus interno se desplaza y la persona siempre atribuye todo a los demás o al “universo” (locus externo) dejamos de ser dueños de nuestro destino, dejamos de ser protagonistas. Esto, en parte, le sucedió al protagonista. Y se produjo la paradoja: se culpaba de todo en el origen, pero después exteriorizó la causa y llegó a decir que el “universo entero” le recordaba su torpeza.
Por último, también considero que más allá de que en la literalidad el protagonista muere y, o se reencarna de un modo fatal en el que no puede cambiar el curso de los acontecimientos -se reencarna en una vida sin libertad en donde más que un destino marcado vuelve a jugar un papel- o llega al infierno, donde será torturado por toda la eternidad justo con lo que más le duele, hay aquí una metáfora poderosa.
Metáfora que puede ser considerada desde los puntos de vista psicológico, filosófico y hasta religioso (por parte de religiones que afirman la existencia del infierno): la metáfora del infierno en la vida cotidiana.
Dado que en ese infierno que el relato nos cuenta el protagonista revive fatalmente sin poder cambiar lo que sucederá y sabiendo lo que sucederá, en ese eterno retorno, nos está mostrando que a veces la causa de la infelicidad, el infierno, lo que nos aisla, nos aleja de los demás, de lo positivo, del amor, de la amistad, del crecimiento y de todo lo bueno e la via, esa causa está en nosotros mismos que somos los constructores de nuestro propio infierno. Que convertimos la vida, nuestra vida en un infierno y que por encerrarnos en nosotros mismos, reeditamos una y otra vez lo mismo con el mismo resultado.
Para que eso no pase, necesitamos una redención (en el sentido que se quiera darle a esta palabra) y esto lo señala el relato (aunque por el “sentido contrario”) cuando dice “Salí de ahí convencido de que no había redención posible.” Como esto es la consecuencia de la afirmación de la vidente (“Lo que llevás dentro consume a todo lo que te rodea.”) la redención estaba en sacar eso que llevaba adentro. Y la única manera de sacarlo era con AYUDA profesional, espiritual y sobre todo, humana (familia, amigos, afectos).
Ese infierno terrenal metafórico está en el poder corrosivo de la culpa, en la salud mental subestimada y no atendida, en el no abrirse al poder del perdón y, sobre todo, en la falta de amor, amistad, vínculos humanos sanos, en el aislamiento.
Creo que más allá de lo literal, esta metáfora está presente y es más que elocuente.
Por lo demás, es brillante la elección del título: “Ecos de un impacto” que, en gran medida guarda relación con lo que decía de la causalidad y también se basa en la multivocidad de la palabra impacto (pues claramente designa al impacto físico de la piedra en el ojo de Gabriel pero también al impacto del hecho en el interior del protagonista). Excelente elección que conlleva un gran mérito, puesto que a veces, por no decir casi siempre, es muy difícil encontrar un título sugerente y atractivo que, además condense de modo perfecto la historia como lo hace este. Felicitaciones por eso.
III.- COMENTARIO PERSONAL:
Este ha sido un relato que he disfrutado mucho de leerlo, que me gustó muchísimo.
No sólo me encontré con el placer estético de un relato bien escrito desde el punto de vista formal sino que el contenido es riquísimo y profundo. Es un texto que tiene mucho de emocional, que te engancha y compromete emocionalmente pero que te deja pensando mucho y que te lleva a reflexionar acerca de temas muy importantes y, sobre todo, a valorar todo lo bueno que tenemos que en general es lo más simple y más lindo de la vida: nuestros seres queridos y nuestros afectos, el no estar solos, el saber pedir ayuda, el tender la mano a los demás.
Excelente relato, felicitaciones por el trabajo y por el resultado. Espero que hayas disfrutado al escribirlo tanto como nosotros tus lectores al leerlo.
José Torma
18/12/2024 a las 18:04
Lupa Sívori.
Honraré tu voluntad, aunque añoro tu seudónimo.
Te doy un poco de contexto para que entiendas el porque tu relato no me gustó, me encantó. Soy fan de la saga de películas de Destino Final. Creo que son las mas ingeniosas que hemos visto dentro del genero de terror/horror en los ultimo años y, parece ser, que viene una sexta parte para mediados del 2025. Uno solo puede esperar.
Tu relato es trepidante y no da respiro. Mira la suerte del tío que, tras una travesura infantil, marca su destino y nos hace pensar en la inevitabilidad de las cosas, ¿en realidad tenemos libre albedrio o estamos preprogramados a hacer ciertas cosas?
Cuando regresa al punto de inflexión, al momento que lo cambia todo, sentí escalofríos y no es fácil para un veterano del género. No lo vi venir y no por conocido dejo de sorprenderme.
Es la segunda vez que leo que pones “FIN”, pero … ¿es en realidad el fin? Tal vez este atrapado en un bucle sin fin, destinado a revisar su existencia a partir de un evento desafortunado.
Un abrazo y un placer seguir leyéndote.
Ana Tirado
19/12/2024 a las 03:09
¡Hola, Lupa!
¡Me encantó tu relato! Tiene un gran impacto emocional y transmite a la perfección la desesperación y la culpa del protagonista. Es un puntazo que empiece con una anécdota infantil y todo escale tan deprisa, que al final el prota esté atrapado en un bucle eterno donde todo se repite. Tremenda evolución.
Narrar en presente es un acierto en este relato. Eso, y las frases cortas, refuerzan la sensación de estar atrapado en el bucle.
Creo que en algunos pasajes podrías haberte explayado un poquito más. La muerte de Lara pasa muy rápido y, sin embargo, parece ser un punto clave en el descenso al abismo del personaje.
Aunque si decides dejarlo tal y como está, ya te digo que a mí me ha gustado muchísimo.
¡Un placer leerte! Nos vemos por aquí. 😊
Lupa Sívori
19/12/2024 a las 14:58
¡Gracias a todos por sus comentarios! Ana, José, Dante… ¡se pasaron! Aproveché sus aportes para pulir el cuento y subirlo a mi blog:
https://viajarleyendo451.blogspot.com/2024/12/ecos-de-un-impacto-cuento.html
Les mando un saludo enorme.
Lupa.-
@viajarleyendo451
Doralú
21/12/2024 a las 02:54
Hola Lupa Sívori,
Despues de esa clase magistral de Dante, clase que agradesco,realmente solo me queda decir que es un tema tan rudo y doloroso, que no sé como calificar tu texto. ¿Me gustó? Sí, por supuesto, no se si puedo decir que es hermoso, porque es un hecho doloroso, pero está tratado con mucho respeto y sobriedad. Sí puedo decir que a nivel de estructura me parece que no tiene fallas. Tambien puedo decir que logras mover sentimimientos y recuerdos. Recordé cuando en segundo año de bachillerato, un amigo, tenía un palo en la mano, vio una piedra y le dió como si jugara golp… lamentablemente, una compañera que estaba lejos recibió la piedra en el ojo y lo perdió. quedamos todos conmovidos con ese hecho fortuito.
…y cuando leí “Esto es el infierno, Gabriel? La piedra siempre en mi mano, tu ojo siempre perdiéndose, y mi culpa, siempre eterna.” dije: !guaooo, qué final!
seguiré leyendote
Pato Menudencio
23/12/2024 a las 16:21
Tremendo relato el que te sacaste.
La introducción me llevo a la época en donde me juntaba con mis amigos del barrio (con los que aún tengo contacto) y me dio nostalgia.
Luego con el desarrollo y mala suerte del protagonista, encuentro que estuvo bien hilado la cadena de infortunios para pasar a un final que deja pensando.
Saludos y felices fiestas.
Carmenigne
27/12/2024 a las 21:49
¡Hola Lupa! Me encantó tu relato. Me parece una historia que tiene una serie de elementos que permiten empatizar con el protagonista, introduciéndonos en ese mundo de la infancia, donde los vínculos son inmediatos y por los motivos más “simples” también los amores y los enojos. Y luego la profecía autocumplida, donde cada paso confirma el sentimiento de “estropearlo “todo. Me conmueve la voz del personaje, que, si bien habla desde el lugar de adulto, lo hace con una voz de la infancia.
El relato es ágil, nos va llevando. Es consistente, sin fisuras. El final confirma esa voz. El niño hubiera tirado otra vez la piedra. Y la reflexión final, como una decisión por más chica que sea puede cambiarlo todo. ¡Felicitaciones! Saludos