<< Volver a la lista de textos
Los muertos de mi felicidad. - por Pato MenudencioR.
La música tiene un poder increíble. Siempre me sorprendió la historia de una ex bailarina y actriz, que al escuchar un fragmento de música clásica empezaba a seguir los compases y la transportaba a una época en donde el Alzheimer aún no le destruía el cerebro. Sin ir más lejos, hace muchos años, cuando aún era estudiante, una ex novia me regaló un disco con música para cuando estábamos juntos, y hasta hace poco, no podía escuchar a Portishead sin evitar una erección.
Ahora, cerca de jubilar, la música me trae muchos más pasajes de mi vida, y fue por una de esas canciones que me di cuenta de mi propia vejez.
Estaba en mi estudio, cuando Portishead apareció en un espacio televisivo de música “antigua”. A diferencia de años anteriores, los recuerdos eróticos fueron reemplazados por un deseo de hacer las paces conmigo mismo y mi conciencia.
¿Qué fue de aquella ex novia? ¿Estará bien? ¿Se habrá casado? Todas esas preguntas fueron pasando por mi mente, pero sobre todo quería saber si era feliz.
¿Me arrepiento de haber terminado con ella hace tanto tiempo? La verdad es que no. Mi vida, y las decisiones tomadas en ese tiempo fueron para mejor. Ya no la amaba, pero la forma en como todo acabó, o, mejor dicho, como yo terminé todo fue cruel. A veces es inevitable evitar dañar a alguien y la sensación de causar sufrimiento a una persona con la que compartiste tanto, sobre todo cuando no querías hacerlo, te persigue en intervalos fugaces durante toda tu vida.
Me puse mis zapatos, y me dirigí a coger el móvil con una idea que en todos estos años nunca se me había pasado por la cabeza. Mis dedos se deslizaron torpemente por la pantalla y la buscaron, usando todas las combinaciones posibles de palabras para poder encontrarla.
A mi edad pocas cosas asustan, así que no le conté a mi mujer de la idea descabellada que se me había ocurrido. Traicionarla nunca estará en mis planes, sólo quería salir de la duda por mi salud mental, en un acto algo egoísta que sólo buscaba tranquilizar mi conciencia. Pedí permiso en mi trabajo y conduje tres horas a la ciudad en donde la vi por última vez.
Pensar que sería fácil encontrarla fue un error de un viejo iluso, tenía ese día para lograrlo, e independiente el resultado olvidaría el asunto para siempre.
Recorrí todos los lugares en común, algunos ya no estaban, otros simplemente habían desaparecido para dar lugar a algún mall chino.
Mastiqué la derrota. La edad nubló mi juicio; fui realmente ingenuo al creer que en un día random, en una ciudad que recorrí cuando joven, encontraría a una persona que tal vez no quiera saber nada de mí; y de ser lo contrario, nada podría asegurar que aún esté en esa ciudad.
Entré a una cafetería antes de emprender un viaje de vuelta riéndome de mi mismo. Pensaba en ella, cuando, casi como un pésimo “Deus ex machina” la vi pasar por la ventana.
Estaba igual que cuando nos vimos por última vez, no podía ser ella, pero era como estar viendo a través del pasado. Pagué la cuenta y empecé a seguirla como último recurso. Lo más seguro es que sólo se parecía, y si tenía algo de suerte, podría existir algún grado de parentesco. Independiente del resultado, me prometía a mí mismo que ese sería el último intento.
La seguí varios minutos, estaba tan concentrado en no perderla de vista que sólo al encontrarme con ese verdor característico di en cuenta el por qué ignoré el ramo de flores en sus manos y el lugar dónde estábamos: El cementerio municipal.
Se arrodilló frente a una tumba, dudé en acercarme, sin embargo, no me di cuenta que mis pasos me traicionaron hasta que estuve el lado de ella.
—Disculpa— dije con nerviosismo— ¿Familiar?
—Es mi madre, murió hace dos años.
—¿Tu madre se llamaba Antonia? — mi corazón se aceleraba mientras preguntaba.
—Si, ¿cómo lo sabe?
—Eres igual a ella cuando joven. Fuimos amigos. Hace poco quise buscarla y no la pude encontrar.
—Mi madre era algo excéntrica, nunca tuvo redes sociales, decía que sólo la gente de su presente le bastaba, como si quisiera cortar lazos con el pasado. Nunca lo entendí.
Me puse frente a su tumba para dar mis últimos respetos y comprendí que su corte con el pasado se lo tomó muy en serio.
En la lápida no había ningún nombre.
Comentarios (8):
Paola
18/11/2024 a las 19:10
Hola Pato, cuanto tiempo!!
Me ha encantado el relato. La verdad es que nos pasa a más de uno que llegando a cierta edad las cosas se vean de manera distinta y te entra la curiosidad de saber…
A tu prota, ¡casi mejor no haberse acordado!
Aquí te dejo mi comentario, de una diletante q hace tiempo q no escribe, por si te pudiera servir para mejorar el relato:
“La música tiene un poder increíble. Siempre me sorprendió la historia de una ex bailarina y actriz, que al escuchar un fragmento de música clásica empezaba a seguir los compases y la transportaba a una época en donde el Alzheimer aún no le destruía el cerebro”. No veo concordancia entre sujeto y verbo, creo q lo correcto sería: La música tiene un poder increíble. Siempre me sorprendió la historia de una ex bailarina y actriz, que al escuchar un fragmento de música clásica empezaba a seguir los compases, las notas la transportaban a una época en donde el Alzheimer aún no le había destruido el cerebro.
“Ya no la amaba, pero la forma en como todo acabó, o, mejor dicho, como yo terminé todo fue cruel. A veces es inevitable evitar dañar a alguien y la sensación de causar sufrimiento a una persona con la que compartiste tanto, sobre todo cuando no querías hacerlo, te persigue en intervalos fugaces durante toda tu vida.” Aquí hay dos cosas que me llaman la atención: yo cambiaría ese como todo acabó por que todo acabó. Luego creo que hay que eliminar “evitar” y dejar es inevitable dañar
El siguiente párrafo, a mi entender, se podría eliminar pues la figura de su mujer no influye en el relato: “A mi edad pocas cosas asustan, así que no le conté a mi mujer de la idea descabellada que se me había ocurrido. Traicionarla nunca estará en mis planes, sólo quería salir de la duda por mi salud mental, en un acto algo egoísta que sólo buscaba tranquilizar mi conciencia.”
Y esto es todo.
Enhorabuena y saludos
Lupa Sívori
19/11/2024 a las 01:42
Recuerdo haber leído cuentos tuyos, Pato. Y recuerdo haberlos disfrutado. Este no es la excepción. Me puedo identificar con la búsqueda de respuestas del pasado. También he querido saber algo sobre alguna ex. El texto reflexiona ingeniosamente sobre el paso del tiempo, la memoria y las decisiones pasadas.
Me gustó la introducción con la música, aunque sentí que no terminó de ser aprovechado el concepto. ¿Y si algo de eso regresa sobre el final? No sé, que mientras ve la lápida suenan los acordes de algún tema de Portishead (que, por cierto), desconozco.
También me chocó un poco un detalle: el protagonista es un adulto mayor, cerca de la jubilación, pero tiene expresiones muy de un adulto de 30-40 años. Qué se yo, decir “random” por ejemplo. No me imagino a mi viejo hablando así. Eso me chocó un poco y creo que podría ser un punto de mejora. Si él es un tipo de 60 años, no estaría mal aprovechar el vocabulario y forma de hablar de esa generación.
Más allá de estos detalles, el descubrimiento final es astuto. La lápida de la madre carece de nombre, simbolizando esta desconexión definitiva con el pasado y la imposibilidad de cerrar ese ciclo. La historia explora cómo los recuerdos y las decisiones no siempre se pueden reparar, y cómo el tiempo y la muerte ponen un límite irreversible a nuestras posibilidades de reconciliación. Maravilloso. ¡Qué sigan estos textos!
Por cierto, más que invitado a leer el mío (N°62) y también a sumarte a mis redes. En insta estoy como @viajarleyendo451. Mi blog de cuentos es por acá:
https://viajarleyendo451.blogspot.com/p/indice-de-mis-cuentos.html
También, hace unos años empecé a grabar relatos en formato de radio-teatro. Me encantaría poder conocer tu opinioón al respecto:
https://open.spotify.com/show/1kf01qxrscrZ9EstRmsHhl
¡Un abrazo desde Argentina!
Lupa Sívori.
Lunaclara
19/11/2024 a las 17:15
Hola Pato, me alegro de leerte de nuevo. Si, lleva acento en esa frase, jejeje
Tu rama romántica no la conocía, la verdad. Es un relato muy bien escrito, y me encanta.
Espero poder leer más cosas tuyas.
Un saludo.
Altair Midnight
20/11/2024 a las 15:27
Estimado Pato,
Tu relato “Los muertos de mi felicidad” tiene una narrativa emotiva y reflexiva que conecta muy bien con el lector, especialmente a través del uso de la música como puente entre pasado y presente. La escena final, con la lápida sin nombre, es impactante y refuerza el tema del corte con el pasado, aunque podría beneficiarse de un desarrollo más gradual para que el desenlace sea aún más poderoso. En cuanto a la ortotipografía, es correcta en su mayoría, aunque algunas frases largas podrían segmentarse para mejorar el ritmo. La aparición de la hija es un giro efectivo, pero quizá algún indicio previo podría hacerla más orgánica. En general, es un texto que deja una impresión duradera y bien reflexionada. Felicitaciones.
Un saludo.
IreneR
20/11/2024 a las 16:23
Buenas, Pato.
Me ha sorprendido mucho que haya sido la propia difunta la que haya decidido no poner su nombre en la lápida, muy original, y deja bien claro que la presencia del protagonista no es bienvenida.
Me ha gustado el relato.
Un saludo.
IreneR
José Torma
23/11/2024 a las 03:56
¿Qué te puedo decir, Pato?
Yo soy tu fan desde aquel “madera de artista”. Creo que tu lo tienes muy claro y tu estilo es propio y sin copias.
Un placer volvernos a encontrar aquí, aunque nunca hemos perdido del todo el rollo Torbellino, veras que Ana nos alcanza pronto y volveremos a ser los cuatro mosqueteros.
José
Yvonne
24/11/2024 a las 16:16
Hola Pato,
Magistral, un gusto leerte de nuevo. Se agradece leer una historia bien parida, con sentido, buen ritmo y buena letra. Nada que comentar del estilo, la gramática, la sintaxis. La historia es buena por su simplicidad, coherencia y ritmo acompasado.
Saludos
PROYMAN1
30/11/2024 a las 17:43
Buen relato sobre todo porque el recuerdo esta vivo aunque también tiene un cierto aire de novela ya que te encuentras en el cementerio con alguien con parecido a la antigua amante y resulta que es la hija. Me ha gustado el giro del texto.
Los compañeros te hacen comentarios muy interesantes y yo poco tengo que añadir. Té doy las gracias por haber leído mi relato y también tomo nota de tus observaciones las tendre en cuenta para los próximos relatos que seguro nos leeremos.
Saludos Pato y a leernos en los próximos.