Literautas - Tu escuela de escritura

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Solamente puedo decir, gracias por venir - por La BlasaR.

El hombre se detuvo seco visiblemente alterado. Notaba el corazón desbocado aunque no le importaba; necesitaba estar ahí, purgando y vomitando todo lo que desde hacía años le desgarraba por dentro. Se abotonó la americana, corrigió la posición de sus gemelos y con paso solemne atravesó la puerta que le separaba de aquel abismo.

Poco a poco se fue adentrando en el cementerio, un pequeño y decadente santuario en donde descansaba el alma del personaje que, durante tantos años, le había salvado la vida.

Innumerables lápidas de agolpaban de manera caótica en las diferentes hileras que conformaban aquel pequeño lugar, como si hubieran formado parte de una alocada carrera para encontrar sitio. El hombre levantó la vista y giró levemente la cabeza hacia su derecha, clavando la mirada en una pequeña plancha de mármol algo desgastada. Con un nudo en el estómago, se dirigió hacia ella con paso firme.

Llegar allí y personarse después de diez largos años provocó que toda la culpa, la rabia y miedo acumulado durante todo ese tiempo crearan una amalgama de sentimientos tan densa que temió perder el control. Esa sensación tan intensa acabó rompiéndole por dentro y desencadenando uno de los llantos más desgarradores que se habían escuchado allí.

Intentando recuperar la calma, respiró profundamente, y se dispuso a hablar.

-Hola… ¿cómo estás? siento haberte abandonado de esta manera, de veras que lo siento. Te he echado mucho de menos, ¿sabes?, ni te imaginas cuánto-.dijo con un hilo de voz.

Visiblemente emocionado, se arrodilló y acarició el mármol. Él era el único que sabía por qué en la lápida no había ningún nombre.

El hombre se quitó la mochila que le acompañaba y de ella extrajo unos zapatos de tacón, una boa de plumas, unos claveles y una peluca castaña ligeramente rizada. A continuación, de manera furtiva echó una mirada a los alrededores del cementerio. Ni un alma.

Rápidamente se atavió con todos aquellos accesorios, sacó un pequeño espejo de mano y se pintó los labios.

Se miró así mismo reconociéndose, por fin, después de tanto tiempo. Sus ojos estaban totalmente vidriosos; no podía creerlo, ella seguía allí… más vieja, calva y con barba pero sí, sin lugar a duda era ella.

-Bueno bueno, ¿pero a quién tenemos aquí? Si es la vieja loca desdentada esta. Anda que no has tardado en venir, ¿eh, maricón? -el hombre se rio tímidamente entre sollozos.

-No llores mujer, que si ya eres fea…no lo empeores más, anda-.Volvió a reírse.

-Veo que has venido con todo el atuendo, ¿eh? Madre mía esos zapatos hija, que horror. Gusto nunca tuviste, para qué engañarnos. En fin. Ya paro, voy a intentar no ser tan cabrona como cuando éramos una en Chueca.

El hombre empezó a notar cómo se tensaba su propia cara y cómo poco a poco se le formaba un nudo en el estómago. Se había estado preparando para este momento durante años, y no podía fallar.

-¿Sabes? Nunca te guardé rencor…creo que una paliza como la que nos dieron es suficiente para acabar con cualquiera, hasta con la mejor actriz de variedades de todo el ambiente. No sé si lo que más dolió fueron los huesos rotos, silencio de las demás o la reprobación inmerecida por nuestro éxito en tiempos de cobardes, pero es que Alina Morgan era, ¡y es! mucha mujer…

Y en ese momento lloró desconsolado porque al fin y contra todo pronóstico, se estaba perdonando así mismo.

-Quiero que me prometas una cosa, que hasta que las fuerzas te fallen, vengas a verme al menos una vez al año para que te recuerde quién eres. Además, así te pongo al día de los cotilleos que hay por aquí, que la cosa está muy revuelta-.El hombre afirmó sinceramente y antes de cerrar el espejo de mano, dijo:

-Y recuerda, ¡Alina fue la mejor modelo, cantante y actriz de variedades que hubo en los 90´! Siéntete orgullosa, coño, y que se jodan todas esas mamarrachas envidiosas.

El hombre volvió a llorar desconsoladamente. Lloró porque los sentimientos que más duelen son aquellos que se desean vivir y no se han vivido, y él nunca pudo ser feliz con su alter ego Alina como le hubiera gustado.

Antes de despedirse de ella y prometiendo en voz alta que así lo haría se arrodilló, dejó todo lo que había sacado de la mochila en la lápida y escribió con orgullo en rojo carmín: “Aquí yace Alina Morgan, la mocatriz más grande de todo Chueca”.

Comentarios (5):

Fernando Rodríguez

19/11/2024 a las 18:33

Desde lo más profundo de cada uno salen esos sentimientos celosamente guardados. Alina o el señor trajeado necesitaban reencontrarse, y tu lo has conseguido con un texto lleno de complicados matices que hacen que pensar.

Wanda

19/11/2024 a las 20:13

Hola, me alegra leer tu relato. Tiene un buen ritmo y es fácil de leer. Las descripciones son muy bien logradas y nos hacen sentir el dolor del personaje y como lectora me sorprendió darme cuenta que era el mismo a quien lloraba la muerte de su alterego.
En cuanto a la forma en la oración “Innumerables lápidas de agolpaban de manera caótica”, tienes un error de dedo, con de, en vez de se y los guiones de dialogo son mas largos. Bueno pero son pequeñeces para tan conmovedora historia.
Saludos y re invito a que leas mi relato esta arriba del tuyo.
Wanda

María Jesús

20/11/2024 a las 21:24

Hola: Tu relato me ha parecido una idea muy divertida y original con el cual he disfrutado bastante, no le pongo pegas pues no soy una experta, me limito a decirte que me ha gustado tu forma de escribir.
Seguimos escribiendo.

Chosi

20/11/2024 a las 23:40

Totalmente inesperado el motivo de la visita al cementerio, hace pensar. Y lo mejor como se transmiten los sentimientos del personaje, el cuerpo se me ha quedado descolocado de la intensidad que transmiten al lector.

Alicia Commisso

29/11/2024 a las 15:30

¡Hola, La Blasa!

Tu historia me ha resultado muy conmovedora. Muy lograda y bien relatada con matices que parecen reales. Esos personajes tan amados por unos y odiados por otros. Se siente tu esmerada pluma que seguramente es tu leimotiv de cada día. ¡Te felicito fe!

Saludos, nos seguimos leyendo.

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