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La fatídica maleta - por paola p.R.
Web: https://papan3.blogspot.com/
El autor/a de este texto es menor de edad
Una fina niebla cubría de madrugada el Campo Santo. El cuerpo descansaba al fin bajo tierra y aunque en la lápida no había ningún nombre, el cura, único asistente a ese entierro, estaba diciendo sus últimas palabras. Cerró la Biblia, se detuvo unos segundos a observar la piedra vacía y recordó las palabras de la mujer que había cambiado su vida:
«Si muero, Padre, solo le pido qué nadie sepa quién soy. Si no me han pillado en vida, que no me encuentren después de muerta. Un nombre, cuál, el que no merezco o uno de los tantos que he robado durante la huida… Padre, ya lo sabe, soy Nadie, como una actriz desquiciada que no entiende quién es quién».
Don Elogio creía que la difunta comulgaría con su decisión. Un montículo de tierra sin más habría levantado sospechas en ese pequeño pueblo castellano en el que los habitantes se reúnen por las tardes a charlar sobre los acontecimientos del día. Además, la mujer ya no era la misma tras hablar con él, se arrepentía, sufría, pasaba sus días en un retiro de soledad y remediaba con donaciones en el “cepillo” cuando creía que nadie la estaba observando. Una lápida era lo menos que podía hacer, no le tocaba a él juzgarla.
El Padre volvió cabizbajo a la sacristía. Tanto misterio y sigilo le retorcían el estómago, pero el secreto de confesión estaba por encima del bien y del mal.
Al fin, todo había salido como previsto… ¡O casi todo!
Al entrar en la sacristía, su sexto sentido se agudiza. Da mil vueltas y olisquea por los rincones hasta que sus ojos se fijan en una extraña maleta iluminada por un haz de luz que se filtra a través de la ventana. Ahí está, ante él, junto a una montaña de cajas de ropa, zapatos y mantas destinada a los damnificados de la inundación. Con respiración afanosa Don Elogio se acerca despacio al bulto de cuero, tiene esquinas desgastadas, está cubierto por sellos de todas partes del mundo y afianzado por dos correas que impiden su enorme deseo de estallar.
–¡¿De quién es esta maleta?!– grita el cura con un timbre de voz más alto de lo normal.
–¡De nadie! –le responden desde el piso de arriba–, la trajeron hace unas horas diciendo que era para ti, otra donación seguramente.
Don Elogio arrastra el bulto hasta el cuarto de baño y se encierra dentro con él.
«Espero que no sea del Nadie que yo me sé y que no contenga lo que creo que va a contener», piensa mientras forcejea con una de las correas.
Un reguero de billetes tapiza el suelo del cuarto de baño.
«Ni huellas ni testigos, ¡je!, ¿creías zanjados tus problemas?, ¡pues acaban de empezar!, dinero sucio y a espuertas, ¡aquí, en la Casa de Señor! Y nada que objetar sobre los trapicheos que has hecho para despistar la identidad de esa mujer…» piensa el cura y se afana para seguir respirando.
–¿Todo bien?, ¡No estarás hablando solo!– pregunta Don Efugio.
Elogio simula una arcada y echa la culpa de su malestar a las judías, introduce los billetes en la maleta, la cierra, la arrincona y abre la puerta.
–¡Pues sí que se te ve algo chungo, colorado como un tomate y ojos a punto de reventar!
Sube y acuéstate, no padezcas, yo te cuido mientras reviso los papeles de la boda de mañana.
Don Elogio no puede negarse ni quiere, necesita pensar y entender cómo se ha dejado arrastrar en un asunto tan espinoso. En el fondo su deber solo era guardar el secreto de confesión.
«Ahora mismo llevaré la maleta al obispado» piensa y se tumba en la cama.
Pero los planes del Señor eran bien distintos.
Elogio abre los ojos, está solo, mira el reloj y se da cuenta de que han pasado dos horas. Baja a la sacristía conteniendo el aliento. Ahí no queda nada.
–Se te ve mucho mejor, Elogio. Mira, ¿has visto? ¡Por fin se han llevado los trastos! El camión que esperábamos ya venía llenito, pero, uno aquí uno allí han cabido todos los bultos, incluida la maleta que te dejaste en el cuarto de baño. No hay quien sepa quién es quién ahí dentro, pero en fin, ya puedes descansar, ya ha acabado todo. ¿Las judías? ¡Tus judías eran los nervios! Ahora que has resuelto el problema de las donaciones vas a tener paz.
P.S.: Elogio vuelve a respirar.
Comentarios (13):
Paola
18/11/2024 a las 19:35
Cómo le decía a un compañero q me ha hecho notar el error, no suelo quitarme tantos años y NO SOY MENOR DE EDAD.
SALUDOS
Javier López Montes
18/11/2024 a las 20:04
Hola, Paola. Voy a dejar mi comentario de tu relato que espero sirva para ayudarte en algún sentido. No me considero experto analizando ni nada, pero si que soy un ávido lector, por lo que espero que no te tomes a mal algunas cosas que creo que se pueden pulir en tu texto.
Primero en cuanto a las expresiones que empleas, a veces dejas un poco en el aire los conceptos o das por sentados algunos pronombres que no pones y produce algo de confusión al leerlo. Por ejemplo estos fragmentos:
“Un nombre, cuál, el que no merezco” en mi mente lo reemplazaría por “Un nombre, el cuál no merezco”
“Remediaba con donaciones” no se entiende del todo ¿El qué remediaba?
“había salido como previsto” por “según lo previsto”
“colorado como un tomate y ojos a punto de reventar” no parece algo que se diga naturalmente en un diálogo.
Son básicamente los que me han chirriado un poco, aunque con un poco de esfuerzo se entiende el sentido de la acción.
Ortográficamente no he encontrado errores, salvo algún signo de puntuación ausente y poco más.
Y ahora en cuanto a la valoración de la historia, decirte que me ha producido curiosidad, por la forma en que el cura finaliza el entierro, de donde procede la mujer Nadie, de donde llegó ese dinero, quién puede llamarse Efugio,… XD Esto último es broma. Es un relato intenso que me recuerda a una escena sacada de algún thriller más largo. Evidentemente es difícil con las pocas palabras que podemos usar, así que me encantaría que pudieses continuar con un buen nudo y desenlace, ya que dejas algunas tramas abiertas a la imaginación. Buen trabajo y sigue escribiendo. Un saludo.
Paola
19/11/2024 a las 08:33
Hola Javier,
Lo primero agradecerte un comentario tan extenso.
Tienes mucha razón en lo q dices, a veces doy por supuesto q la mente del lector ve las cosas como la mía. Ya estoy corrigiendo esos horrores.
Saludos
Fernando Rodríguez
20/11/2024 a las 12:22
Los errores o correcciones para expertos. Yo no lo soy, pero sí un lector que quiere entretenerse, y este relato lo ha conseguido. Todo es mejorable, claramente, aunque la perfección está al alcance de muy pocos. Me ha gustado y como dice Javier López, da para mucho más.
Dante Tenet
20/11/2024 a las 16:16
Hola , vecina de arriba, me ha gustado mucho tu relato, tiene ritmo y se lee fácil.
Correciones, ya te han hecho otros compañeros, yo no le veo nada para corregir, salvo que entremos en el subjetivismo.
Nos seguimos leyendo
Amilcar Barça
21/11/2024 a las 12:00
Hola Paola. Me ha gustado aunque nunca valoro los escritos. Eso sí, me despistó tu minoría de edad. Va a ser que nadie es perfecto.
Pepe
22/11/2024 a las 10:00
Hola, Paola, me alegra mucho volver a leerte de nuevo. Reconozco ese estilo tuyo, con cierta malicia, humor distinto, pero que choca más y te deja con la sonrisa, también maliciosa, bien puesta. Aunque al final pensé que el curita iba a aceptar el pecado y quedarse el dinero después de que el sueño reparador pusiera las cosas en su sitio, sin embargo, era un buen sacerdote.
El relato es fluido, se lee sin interrupciones y los pocos errores de dedo, o expresiones que te remarcan, no me han sacado de la lectura. Lo único ese cambio de tiempo, de pasado a presente y de una forma tan abrupta que lo haces casi en la misma escena. Es decir, dices que el personaje volvió a la sacristía y en el párrafo de bajo pones que entra. El cambio ma parece muy brusco. No sé si es tu intención, pero para esos cambios pienso que debería haber un espacio temporal más amplio de por medio, incluso sería bueno experimentar con diversas formas verbales que conduzcan a la deseada, como empezar en pasado perfecto simple, luego al pasado perfecto compuesto y de ahí al presente: “Terminado el sepelio, el Padre ha permanecido cabizbajo mientras volvía a la sacristía. Tanto misterio y sigilo retuercen el estómago, pero el secreto de confesión estaba por encima del bien y del mal. Una vez entra…”. No sé si este ejemplo es claro de lo que te quiero explicar, pero, lo sea o no, yo le daría una vuelta a ese cambio de tiempo.
Me alegro mucho de volver a coincidir contigo
Un abrazo y nos leemos.
Paola
22/11/2024 a las 11:31
Gracias a Fernando, Dante, Amilcar y Pepe por vuestros comentaros.
Pepe, tienes razón en lo q dices, en verdad ahora, después de tus palabras en otros relatos, me doy cuenta de q tendría q haber utilizado el ” truco” de los 2 narradores para resolver lo q quería hacer, no crees?
Aunque la solución de los modos verbales también es buena. Le daré unas vueltas y a ver como lo arreglo. Gracias.
Pepe
22/11/2024 a las 15:27
Hola, Paula, pues eso de los dobles narradores sería un puntazo del que no me veo capaz, pero siempre está guay salirse de situaciones de confort y aprender.
Otra cosa que se me olvidó en el comentario es referente a algunos comentarios que te he leído. Evidentemente, yo no soy experto tampoco, no sé si en este taller habrá muchos, pero no por eso no hay que comentar lo que se vea. Y no para tratar de compartir una verdad absoluta o impartir una doctrina o señalar que la verdad va de tu mano. Al contrario, y siempre partiendo del respeto, comentar es una manera de poner impresiones en común, certeras o no, para tratar de con ellas compartir una experiencia/conocimiento a la par que aprender de los aspectos que de ella puedan salir, como ha ocurrido con el relato de Javier. Por eso invito a Fernando y todos que compartan lo que sea sin miedo a caer en la vendita “desgracia” de que otro más experimentado les desmienta. Esa era la esencia de la anterior etapa de Literatuas y de la que yo aprendí todo lo que pueda saber, que no será mucho, pero que de lo contrario sería nada.
Un abrazo y perdón si me extendí en mis opiniones.
Don Kendall
22/11/2024 a las 18:57
Estimada, Paola
En lo formal, me parece afinado el relato. Y es que, tal vez por tu ¿otra? profesión, forma parte de tu canon artístico tener presente de forma inmedianta el «punto de vista», concepto este en el cual insisto tanto y que es fundamental en esa técnica del trampantojo, que tú tan bien sabes.
El punto de vista en tú relato: ¿Quién se ubica dónde para mirar la escena?
O, mejor, como estamos hablando de lenguaje y no de trampantojos, jeje:
¿Quién habla, a quién, cómo, a qué distancia de la acción, con qué limitaciones?
en mi parecer te permitió proponer un narrador en tercera persona con la subjetividad suficiente (el añadido de las judías es magnifico como contrapunto a la riada de billetes)para que el lector se sienta tranquilo sin interrupciones de ninguna autora como la que in illo tempore se dejaba caer por tus relatos.
Por otra parte, con el permiso de Pepe, me da la impresión que se encerrizó (y tú también, por lo que veo de tu respuesta) en esa entrada y salida de la sacristía. Tal como la relata el narrador es perfectamente pausible. Tú dirás ya que eres la autora. A mí me gusta así(EMDO).
En resumen como estructura narrativa, está bien, como anécdota es igual que cualquier otra desde la Biblia hasta aquí, y como estilo tiene ese descaro hemingwayesco (permítaseme la pedantería, jeje) de omitir cosas que no parecen necesarias. (Ver nota 1)
Como punto final, y con todo el respeto a la autora, yo hubiese dado un pequeño giro de tuerca, cambiando el título : Judías y billetes, o Las judías, sin más.
Gracias por el trabajo y espero nuevos relatos.
Un abrazo y salud
(Nota 1)«Si un escritor en prosa conoce lo suficientemente bien aquello sobre lo que escribe, puede silenciar cosas que conoce, y el lector, si el escritor escribe con suficiente verdad, tendrá de estas cosas una sensación tan fuerte como si el escritor las hubiera expresado» (Ernest Hemingway en Muerte en la tarde)
Paola
22/11/2024 a las 19:39
Hola Don
No sabría decir si eres mejor escritor o comentarista!!!
Desde luego tus ideas no dejan indiferente a quién las lee, estén en un relato o en una crítica.
Tienes el poder de involucrar, de dar ánimos sin decirlo y de hacer sonreír al lector aunque no sepa muy bien porqué lo hace.
Mil gracias
Mónica Bezom
23/11/2024 a las 03:24
Hola, Paola.
Me ha gustado tu relato, he disfrutado su lectura. Párrafo aparte merece la procesión de pensamientos que corroen al párroco,encuentro muy bien logrado este punto, en mi modesta opinión.
Observaciones, ya te han hecho los colegas.
Ha sido un placer leerte.
Saludos.
Un cuento
Patricia Redondo
25/11/2024 a las 23:12
Hola Paola! Muy buen relato. Sencillo, simpático , colorido. Las descripciones perfectas, me imagino a Elogio y Efugio como si los tuviera delante. La trama muy buena y el final redondo. Enhorabuena. Estoy en el 74 por si te apetece.
Nos leemos!