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Método Ciruela - por L. Mor ArcadiaR.

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En la lápida no había ningún nombre, habían evitado ponérselo para protegerla de las injurias. Sólo su fiel asistente, un hombre pequeño y cojo, de facciones escurridas e insulsas apodado por los estudiantes como “El Sabueso”, conocía la ubicación de su última morada, pero desde su huida ya nadie esperaba tener justicia o al menos la satisfacción del desquite que da pisotear una tumba.

Roberta Petrova Saenz, apodada por sus alumnos como “La Ciruela”, era en vida una mujer robusta y de tez pálida, quien acostumbraba ocultar su cuerpo bajo un montón de prendas holgadas y oscuras. El cansancio de los años la obligaba a impartir sus clases y sesiones desde la silla. En esa cómoda posición, cuál espectador en butaca, contemplaba las crisis nerviosas de las constelaciones familiares que orquestaba.

Las sesiones solían durar de dos a tres horas cuando eran grupos reducidos y hasta cuatro horas cuando asistían veinte consultantes, quienes debían pagar 1500 pesos por la experiencia que les haría “ahorrar meses de psicoterapia”. Las sesiones se abrían de forma similar a sus clases, “El Sabueso”, ahí conocido como el Sr. Canchola, dirigía a los asistentes hacia las sillas colocadas en forma de círculo y les advertía que mientras esperaban a Petrova no interactuaran entre sí para “evitar la contaminación de la terapia”. Los asistentes, todos desconocidos entre sí, esperaban alrededor de diez minutos en aquella habitación de casa de barrio acaudalado, la cual era rentada para negocios de tratamientos holísticos. Petrova entraba a la habitación, tomaba asiento, se presentaba y daba un discurso breve pero bastante convincente sobre su experiencia en el despertar espiritual. Relataba cómo dedicó gran parte de su juventud a estudiar y aplicar el psicoanálisis para ayudar a otros, sin embargo, dicho enfoque no había sido suficiente para ella, se sentía desencantada de los métodos científicos. De ese modo, "como guiada por el universo”, conoció a un “constelador”, quien no sólo le enseñó las técnicas para dirigir las constelaciones familiares, sino a atraer a ella las personas que necesitaran de su ayuda para recibir la luz y la paz a su vida.

Petrova, fue investigada por la policía local por mala praxis en técnicas terapéuticas. Grande fue la sorpresa cuando descubrieron su verdadera profesión, actriz. Era maestra de actuación en una universidad de bajo prestigio, en donde atormentaba a los alumnos con técnicas malintencionadas del método Stanilavski. Sentados en medio círculo, los alumnos imploraban no ser elegidos para montar una escena que seguramente los quebraría frente a toda la clase. Los seleccionados por “El Sabueso”, debían pasar al frente y recibir al oído la indicación de un rol. Se les proporcionaba algunos momentos a solas para entrar en personaje, pero antes de montar su escena eran interrogados por Petrova. Mediante preguntas inductivas cada vez más personales y profundas, lograba identificar las flaquezas de sus alumnos y sus vínculos traumáticos, no conforme con orillarlos a conectar con ese dolor del cual no ayudaba a sacarlos después de escena, utilizaba esa información para contactar “mágicamente” con los familiares vulnerables de dichas historias. Según fue averiguado por la policía, el Sr. Canchola rastreaba con ayuda de los expedientes escolares a los familiares de los alumnos. Mediante encuentros “casuales” pero significativos “adivinaba intuitivamente” los malestares íntimos de los acechados y los atraía a las sesiones de constelaciones familiares en donde “la magnífica psicoanalista y consteladora Roberta Petrova, curaría para siempre sus malestares espirituales”. No obstante, las constantes crisis y bloqueos emocionales de los cuales los asistentes no sabían liberarse al confrontar a desconocidos interpretando personas de vivencias traumáticas, despertaron el miedo y alarma de sus víctimas.

Las esperanzas de justicia ya eran casi nulas poco después de descubrir el engaño, pues la charlatana murió al caer de las escaleras de su casa y, cuando el escándalo estuvo en el ojo mediático, el fiel “Sabueso” desapareció con todo y el dinero embaucado. Sin embargo, como todo perro viejo, ya no era ágil al ir por los huesos. Un velador del cementerio advirtió las constantes visitas de un hombre, muy parecido al retrato hablado de las noticias, con zapatos desgastados por el cojeo. Al seguirlo descubrió que, de la cavidad destinada para las flores de una singular lápida, el hombre sacaba dinero. Rodrigo Canchola Jimenez, un chiflado psicoanalista jubilado, había planeado junto a su vieja paciente enamorada una forma de conseguir ingresos para comenzar una nueva vida juntos fuera del país. Aunque, claro, según el último informe de los periódicos, ella nunca estuvo contemplada para el viaje.

Comentarios (4):

Fernando Rodríguez

18/11/2024 a las 18:18

El texto enreda de tal forma que no sabes por donde va a salir. El secreto está en hacerlo tal que quieras continuar leyendo. Creo que lo has conseguido. Enhorabuena.

Mar

18/11/2024 a las 21:45

¡Hola,
No me esperaba el final. Para nada. Y creo que eso es precisamente lo mejor de tu relato porque en realidad cuenta dos historias. La aparente y la sorpresiva.
¡Un saludo y a seguir sorprendiendo!

Ocitore

18/11/2024 a las 21:55

Hay muchos elementos que se podrían aprovechar para hacer una historia más atractiva. Tal vez si el descubrimiento de las cualidades de la sra. Petrova fueran conocidas por algunos sucesos o palabras de los testigos de su maladad. La descripción es muy larga y se acerca más a la redacción de una noticia que a un cuento. Tal vez si conociéramos la historia por la boca del Sabueso, o si algúna de sus víctimas finalmente descubriera la tumba y contara todo. Saludos.

jose

20/11/2024 a las 21:47

Buenas noches te agradezco tu comentario en mi historia, tu relato me parece una descripción de unos echos por parte de un narrador con lo cual deja a todos sin saber o en duda si es parte de una historia o es esa la historia. Buena narración. un saludo José Maria.

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