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Últimas palabras - por Andrés ScribaniR.
En la lápida no había ningún nombre ni fecha, solo una inscripción que indicaba “¡Gracias… y lo siento!”. Clara se había detenido y permanecía ahora sentada en la hierba, su mirada perdida en el vacío, mientras el mar de emociones que inundaba su mente se iba apaciguando poco a poco…
Clara siempre ha sido una mujer dulce, agradable, atenta, servicial, y especialmente compasiva. Para ella es muy fácil y resulta natural ponerse en los zapatos de otros, empatizar con el sufrimiento ajeno e incluso perdonar con facilidad cuando la lastiman. Sin embargo, algo de lo que carecía hasta hace poco era de la capacidad para dejar de ser tan increíblemente crítica consigo misma. Ya fueran pequeños errores cotidianos o arrepentimientos profundos, Clara simplemente no podía recuperarse tras cometer una falta. Estos eventos se repetían en su mente como un eco interminable que con cada pronunciamiento alimentaban el sentido de culpa en un despiadado bucle que parecía no tener fin.
Necesitó incontables sesiones de terapia para cultivar el amor propio y lograr aumentar su autoestima. A pesar de que otros le aseguraban lo contrario, ella sentía que nunca había sido una buena hija, amante, madre o amiga. El resentimiento la invadía al recordar momentos en los que pudo haber actuado de forma diferente y así evitar tanto daño a ella misma como a los demás a su alrededor.
Una tarde de agosto, mientras seguía una receta para preparar su almuerzo, el aroma de las especias y el ritual repetitivo de picar verduras la fueron sumergiendo en un estado casi meditativo, a través del cual Clara logró contemplar su pasado sin juicios ni pretenciones por primera vez. No buscaba formar opiniones; solo anhelaba entender qué necesitaba perdonar dentro de sí. Como un susurro largamente esperado, percibió una revelación que siempre había estado allí, oculta tras la tormenta de sentimientos oscuros que nublaban su criterio.
No tienes por qué dejar de sentir remordimiento ni justificar conductas inadecuadas —resonó una voz en su interior—. Basta con reconocer y aceptar que aquellos errores nacieron de emociones que nos sobrepasaron, o que simplemente no supimos hacerlo mejor en ese momento.
De forma casi inmediata, lágrimas que no pudo contener comenzaron a recorrer su rostro, liberando una agobiante carga emocional y disolviendo un peso invisible en el corazón de Clara. Por primera vez en años, se permitió sentir todo: la tristeza, la rabia, el miedo, pero también un extraño alivio. Era como si cada emoción fuera una ola que la atravesaba, y en lugar de luchar contra la corriente, esta vez decidió fluir con ella. Está bien sentir —se dijo en voz baja—, está bien no haber sido perfecta.
Fue entonces cuando finalmente la idea de una tumba simbólica comenzó a tomar forma en la mente de Clara. Con sus propias manos cavó un pequeño hoyo en el jardín de su casa, en el que depositó un caja que contenía notas en las que describía los papeles que ya no quería interpretar en su vida —los comportamiento que dejaba atrás—. Mientras cubría la caja con tierra, sentía que estaba plantando las semillas de su transformación. Sobre este lugar colocó una pequeña lápida que le permitiría conmemorar el reciente descubrimiento y aceptación del perdón propio, con todo el crecimiento personal que esto significaba.
Ya no sería más aquella actriz atrapada en un guión de autocrítica cruel, representando una y otra vez las mismas escenas de culpa y arrepentimiento. Ahora se convertiría en la directora de su propia historia, gobernando las emociones que antes controlaban su accionar.
Mientras volvía en sí e iba dejando atrás aquella tumba simbólica, comprendió que este era un camino que recién había comenzado a transitar. Sus errores ya no serían cadenas que la ataban negativamente al pasado, sino peldaños que la impulsarían en su nueva etapa de florecimiento. Clara entendió que perdonarse no significaba borrar el pasado, sino abrazarlo con la misma gentileza que siempre había reservado para otros, reconociendo que cada versión de sí misma —incluso las imperfectas— habían sido necesarias para llegar a quien era ahora y a quien consideraba la mejor versión de sí misma.
Comentarios (6):
Borja
18/11/2024 a las 17:40
Hola!
Bueno, hace tiempo que no comento un texto, así que intentaré hacerlo lo mejor posible y lo más honesto que pueda. Sin olvidarme de decir que lo que diga, simplemente es la opinión de una persona sin más formación que su afición.
He de decir que me gustó bastante. Me pareció bien narrado y con un leguaje claro y preciso.
No le encuentro nada que me chirríe.
Buen trabajo!!
Un saludo
Tavi
18/11/2024 a las 21:57
Hola Andrés
No sé si estás comenzando a escribir o es falta de revisión, lo cierto es que una buena historia queda trunca por algunos desperfectos que describo a continuación.
“Clara se había detenido y permanecía ahora sentada en la hierba”. El lector entiende que se detuvo, lo que significa que el AHORA está demás.
Tienes tendencia a usar demasiados adjetivos: “Clara siempre ha sido una mujer dulce, agradable, atenta, servicial, y especialmente”. Hay que buscar una forma más concisa de describirla. Intenta otra forma de decribirla. “Clara siempre ha sido”, Repites varias veces en el texto el uso de verbos compuestos como este, y eso le quita ritmo al relato. Evita a en lo posible los adverbios terminados en mente, salvo que sea obligatorio usarlo
“Por primera vez en años, se permitió sentir todo”: la tristeza, la rabia, el miedo”. Si vas a describir lo que sientes, “el todo” está demás.
Revisa varias veces el relato, ojalá lo leas en voz alta, y verás que hay varios términos que se pueden evitar para hacer de la historia un relato simple que cumpla con tus objetivos.
Hay unas faltas de ortografía también: dice “un caja”, es una caja. “pretenciones”, es pretensiones. “guión” es sin acento.
Y por último: —incluso las imperfectas— , no sé si es raya o guion, pero si es raya se usa en los diálogos. En todos estos casos usa coma en los que aquí aparecen. No te compliques.
Bueno ese sería mi aporte para mejorar el relato
Saludos
LectVerd
22/11/2024 a las 12:07
Hola, Andrés. Soy el de aquí abajo.
Es maravilloso ver toda la variedad de ideas que están plasmadas en todos estos relatos. Me gusta que tú, como muchos, abordó el reto de escribir con una idea distinta; el enterrar comportamientos que no nos son de utilidad, al menos en los que he leído, no se ha repetido. Ignorando lo mencionado por el comentario anterior, una buena idea tiene mucho valor, y después toca darle vida con todo el cuidado y amor que podamos. Nunca dejemos de aprender, eso es lo importante y a lo que venimos. Saludos.
José Torma
23/11/2024 a las 03:40
Hola Andrés. Eres mi tercer relato obligado, yo soy el 84.
Me quedan claras varias cosas, una el nombre de tu prota “Clara”. Coincido con Tavi y no me gustaría ser reiterativo solo por serlo.
La idea es clara (otra vez). Una mujer buena, cálida, con problemas de auto estima, se entierra a si misma y resurge de su epifanía.
En muchos sentidos soy como ella, por eso le agarre color y calor a tu relato.
Felicidades y recuerda que los que comentamos aquí, vamos en el mismo camino. Todo lo que te dice Tavi, yo lo trato de aplicar y a veces, logra uno algo bueno y otras, tienes un buen intento.
José Torma
Pilar
24/11/2024 a las 11:45
Hola, Andrés! Es toda una lección de psicología las que nos has dado y me gusta el uso de la tumba cómo metáfora para enterrar aquello que queremos cambiar de nosotros. Aparte, coincido con las recomendaciones de los anteriores compañeros: en un relato corto hay que buscar el equilibrio entre las descripciones y el verdadero fondo para conseguir tensión narrativa y atrapar al lector. A mí me ha gustado, que conste, pero sí que creo que sobran preliminares, podrías haber ejemplarizado alguno de esos defectos por los que Clara se castiga tanto… No sé…, haber concretado un poquito más. Mucho ánimo con el siguiente!
Por cierto, no me busques que las musas no me han visitado este primer reto
Laura
13/12/2024 a las 16:37
Hola Andrés.
Me ha gustado muchísimo la idea de tu escena del enterramiento de todo lo malo.
Ya te han señalado detalles, por lo que no vuelvo a por ellos.
Saludos cordiales