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CLARITA ANTUNEZ - por CARMELILLAR.
CLARITA ANTUNEZ
En la lápida no había ningún nombre, pero a diario cientos de personas visitaban la tumba.
El cementerio de la pequeña ciudad de Marisma era una auténtica joya. Situado a las afueras, sobre el acantilado, miraba desde principios del siglo XIX el mar infinito con paciente serenidad. Formaba parte de la Ruta Española de los Cementerios más Bellos. En el descansaban varios escritores famosos, contaba con cuarenta y seis tumbas anónimas, y una de ellas además era singular por un detalle.
En la ciudad existían diferentes historias sobre la tumba y el zapato grabado en la lápida como único adorno. Se trataba de un zapato claramente de mujer, con pala escotada sobre la que el marmolista había grabado lo que parecían flores y cerrada con varias tiras sobre las que se intuía que en otros tiempos habían descansado pequeños adornos, quizá botones redondos o pequeñas piedras preciosas. Su tacón era alto, curvado y estrecho. El marmolista lo había pintado de color dorado.
Y como todo tiene una historia, la tumba y el zapato, también.
Corría el año 1915 y Clarita Antúnez, la actriz más reconocida del momento en España estrenaba obra en el teatro de Marisma. El público había llegado de diferentes partes de España.
El teatro estaba a rebosar. Sus tres plantas de palcos en forma de galería, ocupadas por damas que lucían sus mejores trajes de lentejuelas plateadas, doradas, rojas, acompañadas por elegantes caballeros con sobrios trajes y sombreros de copa y hongo. El patio de butacas, también lleno y el gallinero ocupado de manera menos elegante, pero no por ello con menos entusiasmo.
En plena guerra mundial, aunque España se mantenía neutral, las consecuencias económicas se dejaban notar de manera importante y eso conllevaba a un desanimo general. Clarita Antúnez colaboraría, al menos durante un rato, para que el desánimo quedase olvidado.
La expectación inicial que causaba cada obra de la actriz, tenía que ver con su apariencia física. Siempre era un misterio como iba a salir al escenario, ni siquiera su equipo teatral sabía cómo iba a ser su vestido, maquillaje y peinado en cada obra, lo que sí sabían es que nunca defraudaba y siempre deslumbraba. Clarita Antúnez no permitía que nadie la preparase para salir a escena. Todo lo que el público veía era obra de ella misma. El talento que demostraba con cada interpretación dejaba sin aliento.
Ese día se estrenaba la obra: «La Burbuja Dorada de Fany». Para ello Clarita, Fany en la obra, había adquirido un maravilloso vestido con encajes dorados y adornos de cristal. Tirantes anchos, pronunciado escote, ajustado hasta un poco más arriba de las rodillas y a partir de ahí con vuelo discreto y una pequeña cola. Escondidos bajo el vestido, calzaba unos preciosos zapatos dorados con flores bordadas sobre los empeines y con dos tiras, también bordadas con flores más pequeñas que se cerraban con dos botoncitos redondos. Sobre el rostro un maquillaje suave. El pelo ligeramente recogido de manera que varios mechones caían sobre las sienes y el cuello.
En la escena inicial de la obra, Fany que acababa de llegar de una fiesta, tiraba el bolso de mano sobre el sofá y suspiraba agotada. Le dolían las piernas de tanto bailar. Tras ella entró Fabio, el mayordomo, llevando una lámpara de aceite, se disponía a apagar las luces de la estancia, con tan mala suerte que tropezó con la alfombra y cayó de bruces. No formaba parte del guión. El aceite derramado prendió con rapidez la alfombra y la tela del sillón a la vez que el bajo del vestido de Fany. En segundos, el escenario estaba en llamas. Clarita horrorizada se golpeaba el vestido a la vez que corría, bajó del escenario envuelta en llamas. Cayó muerta tras un asiento de la fila tres. Con ella, murieron cuarenta y nueve personas. Carbonizadas por completo. Sólo cuatro pudieron ser identificadas y, aunque hubo familias que denunciaron la desaparición de algún ser querido en el incendio, fue imposible saber quién era quién.
La ciudad de Marisma ofreció enterrar a los no identificados en su bello cementerio. Todos sin nombre en la lápida, pero en una de ellas el marmolista grabó el dibujo del único zapato que milagrosamente quedó casi intacto en el cuerpo de una mujer carbonizada. Quizá uno de esos turistas que a diario visitaban el cementerio, reconocía el zapato y por fin Clarita Antúnez podría tener su nombre en la lápida bajo la que descansaba su desde entonces anónima fama.
Comentarios (8):
Ryan Infield Ralkins
19/11/2024 a las 01:14
Saludos Carmelilla
Muy interesante la forma en como usaste la palabra zapato en tu relato. Las descripciones me parecen perfectas, tanto así que se me hizo fácil imaginarme a Clarita mientras actuaba, incluyendo su muerte, bastante aterradora por cierto.
Clarita horrorizada se golpeaba el vestido a la vez que corría, bajó del escenario envuelta en llamas. Cayó muerta tras un asiento de la fila tres.
Esa oración, al tener la coma después de corría, se me hace rara. Yo la pondría de la siguiente manera: Clarita, horrorizada, golpeándose el vestido a la vez que corría, bajó del escenario envuelta en llamas. Es solo un ejemplo, tu sabrás mejor como acomodar las palabras pues es tu relato y el ritmo que consigues me parece bastante perfecto.
Saludos y nos leemos!
Lunaclara
19/11/2024 a las 17:09
Hola Carmelilla, soy Lunaclara.
Tu relato está muy bien escrito, la verdad. He disfrutado mucho leyéndolo. Tus descripciones son perfectas y suficientes. No he echado en falta que no haya ningún diálogo. A lo mejor esto es lo que intentaría poner en tu relato, algo de diálogo. Pero, la verdad, es que no le hace falta.
El relato se lee perfectamente y de un tirón. Y te dan ganas de querer leerlo de nuevo, y pedir a la escritora que lo reescriba un poquito más largo, para saber más de la vida de la protagonista, del lugar donde trabajaba y del cementerio.
¡Te felicito por tu relato! Es ideal!!
Un saludo.
Maria Carmen
20/11/2024 a las 22:54
Hola Carmelilla, soy Orquídea Blanca, pasaste por mi relato y te agradezco tu comentario.
Tu relato me ha dado la sensación de vislumbrar aquellos tiempos. Mi tía iba al teatro y me ha recordado sus comentarios.
Saludos
Otilia
21/11/2024 a las 15:48
Hola, Carmelilla, gracias por tu relato. Me ha gustado y se lee con facilidad.
Por aportar algo, creo que falta una tilde en: En él descansaban varios escritores…
Y en el último párrafo cambiaría este verbo: Quizá uno……….visitaban el cementerio, reconocería el zapato y por fin…
Saludos.
María Jesús
24/11/2024 a las 21:34
Hola: Tu relato me ha gustado por como lo has desarrollado y el argumento en si, además del inesperado y trágico final. Has hecho un buen trabajo y por ello te felicito.
Un saludo.
Wiccan
25/11/2024 a las 16:43
Buenas Carmelilla,
Muchas gracias por pasarte por mi relato, en cuanto al tuyo me uno a los compañeros, es una historia que evoca muy bien el ambiente de los teatros y actrices de antaño, creo que está muy bien escrito y por mi parte las cosas que me llamaron la atención en ese sentido ya te las han comentado, principalmente el tiempo verbal de la última frase que si que me descolocó un poco. Además has tenido una idea muy interesante para colocar el zapato como un elemento diferente a lo que se podría esperar, te felicito. Muchas gracias por compartirlo.
Rubèn
26/11/2024 a las 21:51
Clarita
creo que lo mejor de tu relato es el ritmo: se lee y la desgracia flota desde el primer momento. A diferencia de otras críticas a mì me pareció que el cuento va de lo más natural en un narrador único casi al modo de una columna de crónica roja. Felicitaciones y a seguir trabajando!!!
Verso suelto
27/11/2024 a las 22:44
Hola Carmelilla. Un relato muy imaginativo con unas descripciones perfectas. Tienes una escritura limpia y muy atrayente. Comienzas a leer y no puedes parar. Te felicito.
Por cierto, muchas gracias por tu comentario a mi texto.