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Nina - por TaviR.+18
Nina
Nina cuidaba de Abelardo con devoción. Era la única que podía entender sus balbuceos y lo hacía sentirse seguro. Pero, aquella noche fatigada de agosto, cuando Abelardo cerró los ojos y ella decidió dejarlo descansar, no supo que había cometido un error hasta al día siguiente. Abe, como ella le decía cariñosa, estaba tirado en el piso. La caída de su silla de ruedas había sido fatal. Desde entonces Nina comenzó a sentirse insegura y culpable de una muerte que bien pudo haber evitado.
Una noche, se despertó sobresaltada por un ruido. Se levantó y fue hasta la ventana. El cielo estaba despejado y podía apreciar la silueta de la montaña a lo lejos. Tuvo la sensación de que alguien la observaba. Entrecerró los ojos y observó atenta en todas direcciones. Fue entonces que distinguió la mirada pavorosa de su esposo, como alma en pena, sentado en su silla de ruedas. Fue una visión breve, tan breve que no logró reaccionar. Volvió a la cama llena de pánico y se quedó despierta escuchando los pasos sigilosos que se desplazaban en la oscuridad. «Algo debo hacer», pensó, dándose ánimo.
A la mañana siguiente, Nina supo que debía enfrentar la situación y reencantarse con el recuerdo de Abelardo, de lo contrario, renunciaría a la obra que se presentaba en el Municipal donde ella era la primera actriz. Su vocación, el aplauso gentil y el éxito serían despojos olvidados en algún lugar del pasado.
Tomó el autobús y se fue pensando en Abelardo. Había sido un buen hombre hasta que un minuto inevitable lo cambió todo. De aquello solo recordaba el amortiguado chirrido de unos frenos y el cuerpo de Abelardo arrastrándose por el pavimento. Ella había perdido el conocimiento, y según supo después, lo habían sacado desde abajo de un acoplado. Nadie pensó que se salvaría, fue un milagro. A partir de ahí el hombre fue un inválido intentando adaptarse a un mundo desconocido. El accidente lo postró en la silla de ruedas donde pasó sus últimos días murmurando incoherencias.
El autobús se detuvo frente a las puertas del cementerio. Una sensación la empujaba a visitar la tumba de su esposo. Estaba convencida de que después de aquel encuentro ella hallaría la paz necesaria para sobrevivir. La gravilla gimoteaba lastimosa bajo una lluvia que se desató inesperada. Frente a la sepultura de Abelardo, tuvo un estremecimiento. Un torrente gélido entumeció su espalda. No podía creerlo. En la lápida no había ningún nombre, ninguna fecha, ninguna cruz. Alguien había cincelado el rostro ovalado de Abelardo, y sus ojos, teñidos de reproche, horadaban su corazón. Nina comenzó a temblar. Un miedo cerval la obligó a dar media vuelta y escapar. En su angustia, trastabilló dos veces antes de caer de bruces sobre el caminillo. Miró hacia atrás, y le pareció que, en medio de la bruma, Abelardo venía tras de ella. Instintiva se levantó y continuó la huida. Ni siquiera se percató de que sus zapatos habían quedado bajo la gravilla húmeda. No le importó el dolor agudo que los cascajos provocaban en sus pies. Cuando abordó el autobús atiborrado de pasajeros, dedujo que si tal vez regresaba a casa de su padre recuperaría su anhelada tranquilidad.
Fue una decisión definitiva.
Días después la locomotora entró zarandeando su cansancio en la estación ferroviaria. Bufó su vapor blanco y lanzó al cielo el desperdicio de su humo negro. Nina abordó el tren y, nerviosa, se sentó en el último asiento del vagón. Quería cerciorarse de que nadie obstaculizaría sus decisiones. Miró por la ventana y vio la ciudad desaparecer en la distancia. «Lejos los fantasmas», pensó.
El traqueteo invariable del tren adormeció su cansancio. Casi al mediodía la locomotora lanzó al viento sus campanadas anunciando la estación terminal. Nina se sentía recuperada. Tomó su equipaje y se dejó llevar por el avance ansioso de los pasajeros. Atisbó por la ventanilla. Una muchedumbre anhelante esperaba en la estación. Cuando cruzó la puerta de salida del carro, una sonrisa auguró su buen estado de ánimo. Puso el pie en el último peldaño de la escalera y, en ese momento, envuelto por la luz opaca del mediodía, Abelardo, recostado en su silla de ruedas, la observaba con una expresión intimidante. El corazón de Nina extravió el ritmo de sus latidos. La estación giró a su alrededor como un carrusel enloquecido. Buscó la presencia de su padre entre la muchedumbre hasta que, desfallecida por el miedo, se desplomó sobre el andén.
Comentarios (5):
LectVerd
18/11/2024 a las 14:44
Saludos, Tavi. La verdad leí unas 3 veces tu relato. Antes que nada te felicito, porque tu forma de escribir me parece muy buena hablando de tu estilo y tu léxico a grandes rasgos. Respecto al relato en sí, comentar que está muy entretenido y que las palabras del reto están muy bien empleadas dentro de la historia, por lo cual te felicito de nuevo. El hecho de que no quede claro si su esposo de verdad se aparece, o si solo es ella padeciendo las secuelas de su culpabilidad, me parece muy acertado.
Ahora, habiendo empezado por lo mejor, solo quisiera mencionar mis observaciones con todo el respeto que otro escritor novato puede ofrecer, y sabiendo de antemano lo complicado que puede ser escribir solo 750 palabras:
1.En una parte mencionas que ella observa a su esposo muerto en silla de ruedas, pero en la noche escucha pasos. Creo que ahí habría sido más adecuado decir que escuchaba el chirrido de las ruedas de su silla, o algo así, porque al final del relato lo vuelve a ver, de nuevo en silla de ruedas.
2.Al final no me queda claro en dónde es que mira a su esposo, solo dice que lo mira, pero sin especifica. Aunque igual es mi error.
Solo eso. No tengo nada más que decir, ya que tampoco soy experto, y dentro de todo, es bastante bueno tu relato. Por algo lo leí varias veces.
Saludos cordiales.
Borja
18/11/2024 a las 17:08
Hola!
Bueno, hace tiempo que no comento un texto, así que intentaré hacerlo lo mejor posible y lo más honesto que pueda. Sin olvidarme de decir que lo que diga, tal solo es la opinión de una persona sin más formación que su afición.
Primero quiero empezar por destacar el trabajo en sí mismo. No es fácil enfrentarse al blanco del papel y sacar algo. Por otra parte, me parece interesante el rico léxico que usas. También me llama la atención positivamente el uso de las metáforas. Son muchas, muy gráficas y encajan, en su mayoría, muy bien.
Ahora, la parte que menos me gustó, por decirlo de alguna forma, tal vez sea que no me llega a trasladar la angustia o la ansiedad de Nina. Otra cosa que me que me dejó algo confuso fue el marco temporal. Creí que eran en tiempo actual, pero al mencionar la locomotora del tren se me va todo a una imagen de época…
Pero bueno, vuelvo a decir que tan solo es una opinión de alguien que desde luego no domina esto.
Un saludo
Pilar
22/11/2024 a las 00:06
Hola! Me paso por aquí este mes solo a comentar, pues el trabajo no me ha dejado tiempo de pensar ni escribir…
En mi opinión, tienes fluidez al redactar, lo haces con sencillez y corrección, pero me ha resultado algo confuso. Te detallo: al principio, me he hecho una idea equivocada de Abelardo, pensé que era un bebé (tal vez por los balbuceos) y Nina, su niñera. Tampoco entendí la relación entre la aparición del fantasma de Abelardo con que ella no pudiese actuar. Y sobre la tumba y el querer ir con su padre, también me ha resultado lioso. En cambio, las descripciones sobre la aparición del fantasma y lo amenazada que se siente ella son muy acertadas y crean un ambiente misterioso.
Esto es solo una opinión personal hecha desde el máximo respeto a tu trabajo e inspiración.
Espero poder participar el próximo mes y darte la oportunidad de aportarme tus consejos.
José Torma
23/11/2024 a las 03:08
Hola Tavi.
Estoy super nervioso porque es mi primera opinión del texto de un compañero desde que Literautas tuvo ese excesivo parón.
Siempre he comentado desde el punto de vista de lector, no de crítico, porque no tengo cara de señalar pajas en ojo ajeno.
Dicho lo anterior. Tu eres el número 1 yo soy el último, hay algo poético en este intercambio.
Lo tuve que leer dos veces porque, al igual que te mencionaron, pensé que Abe era un bebe, imagina mi susto cuando me dices que se cayó y de una silla de ruedas.
Tienes una manera muy interesante de escribir, se nota que conoces las letras y tu léxico es muy bonito, de altura. Debo de confesar que tuve que buscar un par de significados, lo cual me anima a utilizarlas en el futuro.
No sentí la angustia de la mujer, los pasos que escuchaba me rechinaban y en la segunda lectura caí en el hecho de que es un invalido. Tal vez los fantasmas están libres de las ataduras del mundo terreno. La figura del tren, bonita, evocativa y romántica como es, me descoloco, ya que pensé que estábamos en un tiempo más actual.
Mi madre y mis amigos odian ir al cine conmigo porque adivino la trama y la echo a perder, casi inconsciente. La huida la vi interrumpida por el fantasma móvil y su desmayo no me transmitió un final, ¿muere, acepta su destino; que busca Abe?
Me he entretenido y me gusta mucho el estilo. Yo no noté fallas gramaticales, pero no tomes mi palabra como experto por favor.
Un abrazo y que gusto volver a ver nombres familiares en este, nuestro rincón de escritura.
José Torma (84)
Laura
13/12/2024 a las 15:20
Hola, Tavi.
Leí tu relato y los comentarios que le siguen. Creo que más que una escena has desarrollado una historia completa a la que vas dando explicaciones. Comienzas con lo que parece una relación de cuidado y cariño, luego pasas al accidente. Incluyes lo del teatro en forma muy soslayada, creo que se puede omitir sin cambiar la esencia de la escena porque no se refleja la relación que pueda tener con sus actividades de cuidado.
La cuestión del error: ella lo deja descansando, no creo que haya nada reprochable en ella como para que el fantasma la persiga… a menos que sea culpable por el accidente, y si hizo o dejò de hacer algo que le haya causado la muerte, para justificar el miedo de ella a su esposo ya muerto.
En fin, creo que desarrollaste toda una historia.
Cordiales saludos, y hasta la próxima.