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Ana Clara - por AmadeoR.

Ana Clara

Desde hace diecisiete años, el primer martes de cada mes, Ingrid una actriz de teatro, añosa y afamada con numerosos premios y aplausos, concurre al cementerio para repetir la promesa de amor eterno a su madre. A pesar de algunos chubascos, vestida con la elegancia acostumbrada, viaja en tranvía, camina tres cuadras hasta el camposanto decidida a acom-pañarla. El cabello cano, la ropa húmeda, ni los zapatos embarrados la amilanan.
Saluda con una leve sonrisa al encargado y se dirige, bajo una levísima llovizna, hacia la lápida de mármol con la leyenda en pequeñas letras, ya leída cientos de veces: «Mami Ana Clara, fuiste un ángel de bondad y te recordaré siempre». Metros antes de llegar, le envía a Ana Clara, un beso con la mano desde su boca hacia la tumba y, ya casi frente a ella, se rigidiza y exclama:
—¡¿Quién es usted?!… ¿Qué hace frente a la tumba de mi madre? —la voz de ofen-dida y enojo, vibra al igual que su cuerpo.
—No interesa mi nombre. Esta sepultura no es la de su madre, es la de mi hijita ado-rada —explica la señora joven vestida de negro, mojada por la lluvia.
—Acá vengo yo todos los martes… ¿Ve que falta un pedacito de piedra en aquella es-quina? —señala con la mano derecha, aún temblorosa— ¿Ve este rosal de flores blancas que hace sombra cuando hay sol? ¿Los ve? Pues esta es mi lápida y abajo me espera mi madre —aclara Ingrid entre nerviosa y lagrimeos.
—Señora, mi hijita estaba muy enferma cuando me pidió que no se escribiera su nom-bre ni fechas cuando fallezca y para mí, eso fue una orden. Por eso, esta piedra no tiene na-da escrito, no hay ningún epitafio… Tampoco la veo rota, pero es cierto, cerca de donde la enterré no hay ningún rosal… Esta no es la tumba de ella… Me voy…. Que su madre y los santos espíritus la escuchen… Buen día —dice casi burlona y se aleja. Camina unos metros, gira y ve a la anciana, arrodillada implorando al cielo gris.
Tras varios minutos de susurros inentendibles, Ingrid se para, mira a su alrededor y comienza a caminar observando las diferentes losas funerarias, pero no logra identificar la buscada, la de Ana Clara. Avanza desconcertada por más de dos horas y de pronto se en-cuentra frente a las puertas del cementerio… Decepcionada se alisa el cabello y mira sus zapatos mojados. Saluda al encargado y muy triste, por incumplidora, se aleja bajo una suave garúa, hasta llegar a la parada del tranvía, lo espera unos minutos y asciende. Su rostro adusto y mirada perdida, se presentan por no haber podido conversar con su ángel de bon-dad.
Apenas pasado el mediodía llega su departamento, se baña, se cambia de ropa y sin apetito, se tira en la cama. Piensa en su desgracia, no sabe qué hacer: su hijo vive en el exte-rior y no la puede abrazar. Solo mira las fotos sobre la mesita de luz mientras espera a su marido para cenar.
Tras el saludo matrimonial, el hombre al verla tan seria y de pocas palabras, ya frente a los platos, le consulta:
—¿Todo bien? ¿Fuiste al cementerio a pesar de la lluvia?
—Sí, fui… pero… —murmura Ingrid.
—¿¡Pero qué!? —pregunta sorprendido e involuntariamente, deja caer los cubiertos.
—Había una intrusa, una mujer joven, frente a la lápida de Ana Clara y por suerte, después de discutir, pues esa señora decía que era la de su hijita, se fue —aclara con nuevos brillos en los ojos.
—Bueno… cualquier se puede equivocar, y más si llovía.
—Pero… En la lápida de mamá, no había ningún nombre… alguien la borró —explica ella a la par de levantar ambas manos.
—Bueno, el próximo martes, ya que tengo turno noche en el taller, vamos juntos al cementerio y vemos quien borró lo escrito: la lluvia no puede ser… llovió muchísimas veces estos últimos diecisiete años
—Gracias querido —Ingrid se levanta y le da un beso agradecido, en la mejilla.
—Bueno, comamos así después escuchamos radio en la cama. Estoy cansado —propone el marido preocupado.

El primer martes del mes siguiente, van juntos y encuentran todo normal: la lápida te-nía escrito el epitafio de manera impecable. Ella serena, se arrodilla frente a la tumba. El ma-rido la mira compasivo y piensa: “otra vez confunde la realidad con su penar”. FIN

Comentarios (6):

Beyna_nube

18/11/2024 a las 13:08

Enhorabuena! Es una trama interesante aunque triste a la vez, ya que se sobreentiende que el personaje principal tiene alguna dificultad pero eso, a su vez, la hace mas humana y que se empatice mas con ella.

Yoli

19/11/2024 a las 03:37

Hola Amadeo, gracias por permitirnos aprender con tu relato.

Me ha costado un poquito entenderlo, supongo que la anciana era una visión de Ingrid que por el sufrimiento de haber perdido a su madre, tiene alguna confusión, como lo indica su esposo al final.

En cuanto a mejorables: Tiene Ana Clara repetido varias veces, incluso en un mismo párrafo (2 veces), en un relato corto no debería aparecer más de 3 veces en todo.

Falta la coma vocativa en Ingrid: Ingrid, una actriz de teatro,…
…me pidió que no se escribiera su nom-bre ni fechas cuando fallezca y… Si ya falleció no debería decir “fallezca”.

Y esos guiones que se te colaron como en nom-bre, dividiendo las palabras, posiblemente donde lo escribiste se ocupaba, pero al pasarlo aquí, hay que revisar; entorpecen en algo la lectura.

Te invito a leerme y aportar mejorables que agradezco para aprender, soy la #49 https://www.literautas.com/es/taller/textos-escena-64/11156

Saludos,
(¯`•¸•´¯)YOLI L(¯`•¸•´¯)

Jesús López

19/11/2024 a las 15:38

Hola, soy Kyaneos. Agradecerte tu comentario de antes en mi relato.

Hay un par de errores, nada grave, aunque si me ha distraido que el relato tenga unas cuantos guiones en palabras aleatorias.Es un relato triste y duro que nos dice que ni la roca soporta el pesar de los años, en si la señora me ha dado pena y me ha recordado a mi madre. Sinceramente esperaba otro desenlace pero no me ha disgustado.Esta bien resuelto, aunque me sorprende que de tanto cariño que le tenga la hija a la madre no la llame “mama” ni una vez solo “Ana Rosa”

Pd: Tengo un estilo de escritura que utiliza mucho las frases cortas, llevaba sin escribir como dos años y esto me ha devuelto las ganas de hacerlo. Gracias por el comentario pero quería aclarar ese punto.

Yvonne

19/11/2024 a las 16:24

Buenas tardes. He leído tu relato dos veces. Encuentro que la idea es buena. Se aleja de la típica historia de zombies que se podía esperar con las palabras que nos daban. Es una historia sentimental y humana.
Yo me perdí a veces por dificultades gramaticales y/ o de sintaxis que pueden confundir. Por ejemplo la frase ” el cabello cano….la amilanan” tiene que reescribirse y, quizás separarla en dos. Omites preposiciones en al menos dos oportunidades: llega a su departamento, tiene turno de noche…
Inentendible suena extraño aunque no es incorrecto. Preferiría ininteligible o incomprensible.
También me resultó difícil de creer que una madre que viene a recogerse en la tumba de su hija sea tan falta de empatía que se dirige a la señora en tono irónico. No se entiende muy bien de qué se burla.
El desenlace aclara el misterio al desvelar el marido las lagunas cognitivas de la protagonista. Lo has dejado para lo último, lo que mantiene el suspense y esto está bien. Te animo a que revises el uso de las preposiciones. Es muy importante para una escritura fluida. Saludos

IreneR

20/11/2024 a las 15:08

Buenas, Amadeo.

Me ha costado un poco entender la conversación entre las dos mujeres. No sé muy bien la razón, pero es algo confuso.
El final es aclaratorio, ya pensaba que nos ibas a dejar sin saber qué estaba pasando.

Nos leemos.

Un saludo.

IreneR

María Jesús

22/11/2024 a las 13:26

Hola: Muchos relatos tienen una trama confusa hasta que llegas al final que se aclara, todo el tuyo es uno de esos. Me ha parecido muy triste, pero emotivo, y lo he leído con gusto.
Saludos.

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