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SOLEDAD - por MARISAR.
SOLEDAD
La mujer ya no tiene ganas de seguir viviendo. Hace años que tiene ese fuerte sentimiento. Se dio cuenta una mañana de verano mientras observaba el parque que hay detrás de su casa. Padres, madres, abuelos y niños, todos juntos, riendo y disfrutando con esa algarabía que trae la época estival después del largo y duro invierno. Pero ella no. No sintió el alborozo que debía llenarle el corazón, ni tampoco ese olor que tiene el estío y que colma los pulmones, ni la luz que llena el alma de bienestar. No, nada de eso embriagó su mente ni su alma. Y entonces lo supo, supo que esa apatía que llevaba teniendo desde algún lejano otoño no se debía al cambio de estación, sino a que su vida se había vaciado como el agua que permanece en una botella y con el paso del tiempo se va evaporando y ahora solo quedan unas pocas gotas en el fondo y sabe, claro que lo sabe, que ya nunca se llenará, ni siquiera un poco.
Ha pasado el tiempo, bastante y nada ha cambiado. Pero anoche tuvo un sueño. Iba caminando por un cementerio. Olía a tierra húmeda y la brisa le movía el pelo acariciándole la cara. No tenía prisa, ya no. No se cruzó con nadie. Estaba sola. Sus pasos la condujeron hasta una sencilla lápida desgastada por el paso del tiempo. En la lápida no había ningún nombre, pero, tampoco hacía falta. Ella sabía que ahí estuvo su cuerpo del que ahora tan solo quedaban los huesos huérfanos. Se despertó con una extraña sensación de tristeza recordando el sueño que se iba difuminando a medida que pasaban los minutos. Poco a poco fue apoyando los pies en la realidad y volvió a sentir lo que llevaba mucho tiempo clavado en el corazón: la soledad. Estaba sola desde hacía mucho, no tenía a nadie y nadie la echaría de menos. Su vida ya había terminado y quería irse despacio, sin hacer ruido, como si nunca hubiera venido. Pensó que el sueño era la señal que llevaba tanto tiempo esperando. No tuvo dudas. Todo estaba en orden.
Aquella tarde de otoño gris y desapacible se fue a la playa como tantas veces había hecho. Se sentó en la arena y observó el mar, el cielo y las nubes durante mucho rato. Al igual que en su sueño ahora tampoco tenía prisa. Solo observaba tranquila y serena. Le pareció maravilloso el mundo con sus olores, sus colores, los rayos solares, la lluvia cuando te moja, la furia de las tormentas y de los vientos y, por supuesto, la calma que viene después. No vio cómo se ocultaba el sol por el horizonte, pero cerró los ojos y se despidió de él. A pesar de toda esta profunda admiración sabía que no era suficiente para seguir manteniéndola sujeta a la vida. Nada lo haría.
Despacio se quitó los zapatos y los dejó a su lado perfectamente colocados uno junto al otro. Se levantó, se giró dándole la espalda al mar, miró al cielo y dio las gracias por haber formado parte del universo, en una época que se le antojó lejana. Y como una gran actriz después de una grandiosa actuación, animada por el sonido de las olas imaginando que son los aplausos de un público entregado, hizo una reverencia de despedida. Dio media vuelta y se adentró en la negrura de las aguas, que poco a poco, la fueron meciendo y, mientras la llevaban mar adentro, vio fragmentos de su vida con sus momentos alegres y también los tristes, y tuvo miedo, mucho miedo. Entonces, cogió uno de esos recuerdos, el que siempre la acompañaba, ella de niña jugando con la arena de la playa junto a su madre, sonriendo a su padre que tenía la cámara de fotos en la mano, y con el ojo derecho cerrado porque el sol le molestaba. Se aferró a él con fuerza, con mucha fuerza porque no quería perderlo mientras su cuerpo temblaba y las lágrimas bañaban su rostro. Fue en ese momento cuando una paz inconmensurable llenó su corazón y el temor se fue para dejar entrar la serenidad. Se sintió ligera y casi eufórica. Y así se fue marchado, paso a paso, hasta que el mar la recibió completamente, como ese padre que espera cada navidad a su hijo, ese mar que siempre estuvo ahí, que la vio crecer desde la distancia y que ahora la acoge para siempre.
Comentarios (5):
Mónica Bezom
19/11/2024 a las 01:47
Hola, Marisa.
Has plasmado muy acertadamente el estado de ánimo de la protagonista, aunque ese protagonismo está disputado con la soledad como camino de ida en el que solo habitan los recuerdos. Sutil se filtra la ausencia de esperanza, aunque sin nombrarla. El sueño como desencadenante de lo que ya subyace en la mujer resulta un muy buen recurso.
Me ha gustado.
Nos estamos leyendo.
Maria Carmen
20/11/2024 a las 23:08
Hola Marisa, plasmas la soledad en una realidad brutal, de la que hoy desgraciadamente está viviendo nuestra sociedad.
Muy buen relato.
Saludos.
Ed Gorende
21/11/2024 a las 21:15
La parte final del primera párrafo se alarga en demasía abusando de conjunciones copulativas. Sobran comas en “, pero,” y faltan en la siguiente frase. El resto todo correcto. El relato transmite lo que pretende, soledad terminal que parecer justificar lo injustificable como alegoría del suicidio, un discurso al que me opongo diametralmente en el marco de un relato con fondo y forma notable más que bien.
Yvonne
25/11/2024 a las 19:17
Hola Marisa,
Muy buena historia. Me ha gustado leerte y lo he pasado bien en compañía de esta mujer que se despide de la vida con mucha dignidad, con la serenidad del deber cumplido. La metáfora de la vida cual agua en una botella que se agota por evaporación y no puede volver a llenarse, la reverencia de espaldas al mar para introducir la palabra “actriz” de manera apropiada, la vuelta al Padre universo simbolizado por el mar cuyo pleno y firme abrazo pone fin para siempre a la soledad, todo bello y emocionante. Son sólo unos detalles de tu prosa rica y profunda.
Por lo que toca a la gramática y la sintaxis, poco puedo decir. Quizás que me llamó la atención que empezaras en presente y continuaras en pasado hasta el final. Nada más.
Felicidades por un relato agradable y muy bien escrito.
Otilia
27/11/2024 a las 13:12
Gracias, Marisa, por tu relato. Reflejas bien la soledad de la mujer.
Ya te han comentado lo mejorable, por aportar algo, recalcaría lo de los tiempos verbales. Un ejemplo lo tienes en la frase: Estás narrando en pasado, quitó, dejó, levantó, antojó y, de pronto, …son los aplausos…Creo, sin ser experta, que será…eran los aplauso.
Has escrito muy seguido la palabra lápida, primero puedes poner tumba y luego cumplir el reto con lápida.
Nos leemos. Saludos.