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De la gloria al olvido - por Fernando RodriguezR.
DE LA GLORIA AL OLVIDO
Carolina salió corriendo, como alma que lleva el diablo. A punto estuvo de perder en la carrera uno de los zapatos, pero no por ello dejó de seguir avanzando, con la idea fija que llevaba entre cejas. Tal vez no fuera el día más indicado, pero por fin, lo que tanto había soñado lo tenía al alcance de su mano.
Ser actriz, ese había sido su sueño y parecía que la diosa fortuna ahora se acordaba de ella.
El taxi la dejó casi en la puerta, solo tuvo que andar unos cientos de metros y se plantó delante de la lápida de su padre. No era normal que ella fuera a ese lugar, pero el motivo bien merecía la pena.
No tuvo que rezar, no tenía nada que decir a nadie. Su padre, donde estuviera, la vería y comprobaría que, en efecto, su hija estaba exultante.
Hacía frio, la víspera de Todo los Santos ya se nota que el sol caliente lo justo y poco o nada si está cubierto, así que, con la cazadora puesta, la capucha tapando su cabeza, sacó la carta que acaba de recibir de la Escuela Superior de Arte Dramático.
Abriéndola con parsimonia la mostró hacia el mármol donde el nombre de su padre y la edad de fallecimiento aparecían bajo el aguacero que estaba cayendo.
—Mira papá, lo he conseguido. Tal como te dije, que algún día estarías orgulloso de mi. Este es el primer paso, nada me va a parar.
Carolina se ha convertido en todo lo que había soñado. Ha hecho teatro, lo que más le gusta, ha rodado series de televisión y películas, incluso fuera del país. En definitiva, ha llegado a ser famosa. Portada de revistas e incluso, noticia en programas de cotilleo. Ha tenido una vida profesional plena, ha tenido parejas y ha conseguido llegar a la cima.
Los años, sin embargo, pasan tan deprisa que no ha tenido tiempo de volver al camposanto donde permanecen los restos de su padre. Ahora en clara decadencia, cuando solo pequeños papeles secundarios llegan a sus manos y tiene tiempo más que de sobra para pensar y recordar, una idea le ronda la mente.
Cuando llega al cementerio, casi no lo reconoce, y no solo por los años pasados. Donde se supone estaba la lápida de su padre, un enorme mausoleo preside una esplanada con parterres de flores. No se fija siquiera en que pone en la estela funeraria, los ojos se le llenan de lágrimas y no sabe que hacer. Como puede se aleja de allí hasta que en la puerta ve las oficinas municipales. Entre en ellas entre ofuscada y abatida. Un funcionario sentado a la mesa la atiende lo mejor que puede y le explica que hace ya más de diez años se envió notificación a los propietarios de más de treinta tumbas informando del traslado de esas que necesitaban cambiar su ubicación.
—Están todas en el patio C, ahora si quiere le acompaño. —Amablemente se ofrece el trabajador. —Pero usted es la actriz esa, ¿verdad?
Como puede responde con una sonrisa Carolina a la espera de seguirle hasta donde deben ahora reposar los restos de su padre.
Tras el auxiliar del cementerio, Carolina camina con la cabeza gacha, aunque casi no mira por dónde anda, tropezándose con una rama que sobresale del suelo. Casi cae, solo se le sale un zapato que amablemente le ayuda a ponerse el encargado. No tardan en llegar a lo que deben ser los nuevos asentamientos de las tumbas levantadas. Este le explica donde se encuentran ahora los despojos de su padre.
Ya no hay lápida. Una pared llena de nichos aparece ante ella como una pantalla de cine, grande, enorme, y busca la que le han indicado: Patio C – Calle A – Altura 4 – Posición 23.
Siente, nota, percibe que ese es el lugar, también el reproche que nace no sabe si de dentro afuera o al revés, desde su propio corazón, y fija la vista, pero por más que mira y remira, en la lápida no había ningún nombre.
Comentarios (8):
María Jesús
18/11/2024 a las 13:53
Mi abuela solía decir una frase que bien se puede aplicar a tu texto “con las glorias se van las memorias”. Carolina parece que al alcanzar la fama, se olvidó de visitar a su padre al cementerio. Y cuando empieza su decadencia y saca tiempo para visitar su tumba se encuentra con la desagradable sorpresa de que su progenitor ha sido trasladado a un lugar sórdido y anónimo y la culpa le invade.
Un relato bien escrito que se lee con soltura, como no soy una experta comentarista de texto solo puedo decirte que me ha gustado. Espero que sigamos leyéndonos. Un saludo.
Paola
18/11/2024 a las 20:30
Hola Fernando
Me ha gustado la idea, en la lápida no había nombre debido al olvido, motivo simple y real en muchos casos.
El relato está bien estructurado y escrito, nada q objetar.
Enhorabuena y saludos
Sara Weisz
18/11/2024 a las 22:13
La historia me ha parecido muy bonita. Correcta velocidad de narración y lenguaje perfecto. Enhorabuena.
Doralú
19/11/2024 a las 22:28
Hola Fernando Rodríguez, tienes una buena historia, una buena idea que contar. Déjala para revisar al cabo de varias semanas, leelo varias veces en voz alta y encontraras que puedes decir lo mismo con otras palabras, y el texto quedará mas fluido, enlazado, sonoro.
Por ejemplo: éste párrafo: “como puede responde con una sonrisa Carolina a la espera de seguirle hasta donde deben ahora reposar los restos de su padre.”
La historia que tienes lo vale.
Espero seguir leyendote. me gusta tu historia.
IreneR
20/11/2024 a las 15:35
Buenas, Fernando.
Qué curioso que más o menos hayamos escrito una historia parecida.
Me ha gustado, en especial el final. Me ha parecido un giro muy acertado.
Un saludo.
IreneR
Patricia Redondo
20/11/2024 a las 16:18
Hola Fernando, gracias por leer mi relato , con gusto te devuelvo la visita.
Lo primero : gracias! tu relato ha traído a mi memoria uno de los momentos mas estremecedores y reveladores de mi vida: cuando nos llamaron del cementerio donde estaban enterrados los restos de mi abuela , por que la concesión del nicho habia terminado y teniamos que llevarlos a otro sitio (siiiii los pobres hasta la tierra donde yacemos la alquilamos temporalmente o la pagamos a plazos…).
Lo segundo: la historia es buena, y real como la misma vida, pero, para mi gusto, le falta un poco de … no sé como decirlo , “contraste” , desgarro (ojo , también es verdad que soy adicta a los dramones…). Sigue los consejos de Doralú , me parecen muy buenos (y por cierto yo también los seguiré)
Nos seguimos leyendo!
José Torma
26/11/2024 a las 23:10
Hola Fernando.
Regresando tu amable visita.
Ya nos iremos conociendo, pero de adelanto te platico. A mi me gusta comentar los relatos desde el punto de vista de lector, no de critico porque mira que no tengo cara para señalar fallas.
A mí me gustó el tema y la manera que lo llevaste. Hay un cambio muy brusco de narrativa. Después de presentarse con su papá y mostrarle la carta, damos un salto al futuro que me pareció atrabancado, aunque si te soy sincero, no sabría como ligarlo ni siquiera mejor, diferente. Algo para pensar.
El tema de la muerte y donde descansan los restos de nuestros seres queridos, debería ser segunda naturaleza para mi al ser mexicano, pero no lo pesco. Recién perdí a mi padre y optamos por la cremación. Domingo a domingo lo visito por ser el protocolo adecuado, mas él vive en mis recuerdos y por todas las partes de la casa, no en el nicho que “renté” en la iglesia.
Te cuento esto porque lograste trasmitirme la tristeza y desolación que siente Carolina al darse cuenta del olvido en que dejo a su padre. Imaginé claro el sentimiento de ver una cuadricula sin mas adorno y esa lápida vacía.
Saludos.
José
Yvonne
27/11/2024 a las 19:38
Hola Fernando,
Leí tu relato varias veces. Es una historia bien escrita, técnicamente perfecta, equilibrada, que se lee sin sobresaltos pero con sentimiento, sobre todo al final, cuando uno no puede evitar empatizar con la pena de la protagonista y quizás un poco de culpa por no haber cuidado más de la tumba de su progenitor. Encajaste las palabras clave sin despeinarte. Enhorabuena.
Nos leemos