No sabía dónde estaba. Cuando despertó solo escuchó las olas del mar.
Se levantó poco a poco del suelo de madera en el que se encontraba y miró a su alrededor. Estaba en una casa flotante en medio del mar.
Se acercó al borde de la casa, en lo que en cualquier otra sería el porche, y miró el agua.
Estaba muy clara, y a pocos metros se veía nadar en círculos a un tiburón, que iba rodeado de varios peces.
Entró en la casa y fue a lo que creía que era la cocina, aunque era difícil saberlo, ya que ninguna pared separaba las distintas habitaciones. En una mesa había un vaso con bebida. Lo cogió y se lo acercó a la nariz para averiguar que era.
—Un margarita —dijo—. Mi favorito —acto seguido se llevó el vaso a los labios, pero se lo pensó dos veces antes de beber. Al final dejó el vaso. Lo primero era saber cómo había llegado hasta allí.
Estuvo un rato dando vueltas por la estancia. No había forma de llegar hasta allí sin un barco, que no vio por ninguna parte. Quizás alguien le había llevado hasta allí.
Pocos minutos después, y sin ninguna conclusión en la cabeza, empezó a oír el motor de una lancha.
Se escondió detrás de un pequeño sofá y esperó. Poco después vio como un hombre subía a la casa y ataba la lancha para que no se fuera con la corriente.
Iba a salir a preguntarle qué hacía allí, cuando el hombre entró y vio de quién se trataba.
Se quedó perplejo unos largos segundos. Ante él se encontraba la última persona a la que esperaría ver en esos momentos: a sí mismo.
Fue entonces cuando salió de su escondite. Pero el otro no se inmutó, por lo que pensó que no podía verle. Por mucho que agitó las manos y le gritó en la cara, el otro seguía su vida como si nada.
Estaba empezando a ponerse muy nervioso. ¿Cómo había llegado hasta allí?
Salió de sus pensamientos cuando escuchó una segunda lancha acercarse.
No se molestó en esconderse. Esperó.
Pero esta vez fue diferente. El hombre que estaba en la cocina parecía alterado ahora, y empezó a revolver sus cosas, buscando algo que no encontró. No le dio tiempo. Un segundo hombre entró en la casa y sin vacilar disparó tres veces en el pecho al otro hombre.
El que lo había presenciado todo se llevó las manos al pecho por instinto, pero no era él quien tenía las heridas.
Vio como un hombre con su mismo rostro y físico moría delante de él, y como el hombre que lo había matado hacía una llamada mientras se fumaba un cigarro.
Eso no era un sueño, no, era demasiado real.
Había presenciado su propia muerte.
Pero ¿cómo lo había hecho? Y lo más importante, ¿cuándo iba a pasar?